OBITUARIO
ERIC LOMAX, LA VÍCTIMA QUE PERDONÓ A SU TORTURADOR
Narró su terrible experiencia como prisionero de los japoneses durante la II Guerra Mundial en un libro
Por Joaquín Pi Yagüe
18-10-2012
La etapa de la vida de Eric
Lomax transcurrida durante la II Guerra Mundial no tiene nada de particular
respecto a las biografías de otros soldados aliados que pasaron por los campos
de prisioneros japoneses en Extremo Oriente salvo por la particularidad de que
se reencontró varias veces con uno de los máximos responsables de su
sufrimiento durante su reclusión, a quien acabó perdonando. El protagonista de
esa atípica historia murió el pasado 8 de octubre a los 93 años.
Los pormenores de tan
inaudita reconciliación se narran en The
Railway Man, el libro de memorias de Lomax, publicado en 1995 y que se ha
tomado como referencia para producir una película con el mismo título que se
estrenará el próximo año. Nacido a las afueras de Edimburgo en 1919, Eric Lomax
se enroló en el Ejército británico como oficial experto en señales al estallar
la segunda contienda mundial. Enviado a Singapur, fue apresado por los
japoneses en 1942 y enviado a la prisión de Changi. En su estancia en la cárcel
consigue fabricar junto a otros compañeros una radio con la esperanza de recibir
noticias sobre los progresos de los aliados en la guerra. Durante un traslado
de presos en el que se encuentra incluido, consigue introducir la radio en una
lata de galletas y sacarla de la cárcel eludiendo los controles de los
carceleros.
The Railway Man se estrenará el año próximo, protagonizada por
Colin Firth y Nicole Kidman y dirigida por Jonathan Teplitzky
Los reclusos llegaron a
Kanchanaburi, en Tailandia, después de un largo viaje hacinados en un tren de
mercancías. Allí pasarán largas jornadas de trabajos forzados construyendo la
línea ferroviaria entre Siam y Burma. Los japoneses terminaron por encontrar la
radio fabricada por Lomax. Pese a que este argumentó que el propósito del
aparato tenía una finalidad informativa y no militar, fue acusado de espionaje
y entonces empezó el verdadero calvario: primero lo mantuvieron expuesto al sol
durante horas, después le introdujeron la cabeza en una bañera varias veces y
lo apalearon con el mango de un pico hasta romperle las costillas y los dos
brazos. En aquellas sesiones Lomax tuvo un intérprete que traducía para él las
preguntas de sus interrogadores intercalando entre ellas amenazas de muerte:
era Takashi Nagase, con quien luego se reconciliaría.
Después de la guerra el
exoficial británico trató de rehacer su vida. Dejó el trabajo como telegrafista
al que se había incorporado para trabajar en el Servicio Colonial de Costa de
Oro (actual Ghana) construyendo una presa. Tras la experiencia probó fortuna en
el periodismo redactando artículos sobre ferrocarriles para el Telegraph y dio
clases en la Universidad de Strathclyde. Pese a llevar una vida activa que lo
mantenía ocupado, las pesadillas y los ataques de pánico por la experiencia en
Tailandia continuaron y se agudizaron cuando se jubiló. En 1982 empezó a acudir
al psicólogo y entró en contacto con la Fundación para la Atención a Víctimas
de la Tortura.
La sorpresa de Lomax fue
mayúscula cuando un antiguo compañero de cárcel le mostró un recorte del Japan
Times donde se recogía que un antiguo interrogador japonés Takashi Nagase se
había dedicado desde el final del conflicto a localizar a antiguos cautivos a
los que ayudaba a localizar las tumbas de los presos asesinados. Nagase
afirmaba que todas las víctimas con las que entró en contacto lo habían
perdonado. La esposa de Lomax envió una carta a Nagase diciendo que no todos lo
habían hecho porque a su marido no le había pedido disculpas. El nipón
respondió con otra misiva donde manifestaba su deseo de encontrarse con su
antigua víctima. Los dos hombres acordaron un encuentro que se produjo en 1993
en un lugar tan evocador para ambas partes como el puente del río Kwai, construido
por los prisioneros. Cuando se reunieron, Lomax vio a un hombre desecho que,
entre temblores y sollozos, no paraba de pedirle disculpas.
Acordaron reunirse otra vez en 1998, cuando Nagase
manifestó que creía que no viviría mucho más. El japonés no estaba seguro de
que su víctima lo hubiese perdonado, pero el escocés siguió manteniendo la
misma postura que dejó escrita en la página habilitada por The Forgiveness
Project: Después de nuestro encuentro me sumí en un estado de paz y
determinación. El perdón es posible cuando alguien está preparado para aceptar
la disculpa.
FUENTE: El País
FOTO: Eric Lomax,
antiguo prisionero aliado. / JOE PAYNE (AP)
Es curioso como el PP continúa insistiendo que no es necesario limpiar la memoria histórica con la negación sistemática de la barbarie.
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