Por Ricardo Soca
Una de las condiciones que la buena práctica lexicográfica
exige a los autores de diccionarios es que sus obras queden libres de la
ideología de quienes las escriben, de tal manera que puedan ser consultados sin
interferencias ideológicas por lectores de todas las creencias y posturas
sociales y políticas.
Esto no siempre es fácil, puesto que es inevitable que cada
autor tenga que trabajar desde dentro de su propio sistema de ideas, de su
propia concepción del mundo, pero cabe esperar que los lexicógrafos intenten
dejar de lado sus creencias personales y redactar definiciones neutrales, que
supongan cierta exención sobre temas que no sean estrictamente léxicos, a fin
de no herir a los lectores que piensan de manera diferente.
Sin embargo, el Diccionario de la Real Academia Española
(DRAE) —que se supone dedicado a los 450 millones de hablantes— asume
abiertamente la ideología católica que marca al Reino de España, obligando a
los hispanohablantes ateos, agnósticos, musulmanes, judíos o de cualquier
religión que no sea la de Roma a tomar como propio un vocabulario con el que no
tienen por qué identificarse.
Muchas de las acepciones del DRAE corresponden a «lo que se
debe» y «lo que no se debe» de acuerdo con los dogmas propios de la religión
católica. Así, la expresión temor de Dios es definida como el “miedo
reverencial y respetuoso que se debe tener a Dios. Es uno de los dones del
Espíritu Santo”.
Una de las acepciones de cielo, según el diccionario que
muchos hispanohablantes consideran como oficial, es “morada en que los ángeles,
los santos y los bienaventurados gozan de la presencia de Dios”.
La expresión culto indebido se define como “aquel que es
supersticioso o contrario a los preceptos de la Iglesia” (suponemos que se
refiere a la Iglesia católica, aunque no lo diga).
El diccionario nos explica que artículo de fe es, para los
hispanohablantes, una verdad que se debe creer como revelada por Dios, y
propuesta, como tal, por la Iglesia. Y el que falta a la fe que debe es
calificado por la Academia Española como pérfido.
En cuanto a la fundamentación de hechos que propone como
verdades históricas, la docta casa no es demasiado rigurosa en cuanto a su
exigencia con las fuentes, como sugiere su definición de avemaría: una “oración
compuesta de las palabras con que el arcángel san Gabriel saludó a la Virgen
María, de las que dijo santa Isabel y de otras que añadió la Iglesia católica”.
Otra definición curiosa es la encarnación, que no es presentada como una
respetable creencia de los católicos sino como el “acto misterioso de haber
tomado carne humana el Verbo Divino en el seno de la Virgen María”. Otro hecho
histórico a ser aceptado por los hablantes de español aparece relatado en la
entrada de anunciación, una de cuyas acepciones es el “anuncio que el arcángel
san Gabriel hizo a la Virgen del misterio de la Encarnación”.
En una de sus acepciones, espíritu es un “don sobrenatural y
gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas”, informa el DRAE.
Se nos hace saber, además, que el reino de Dios es un “nuevo
estado de cosas en que rige la salvación y la voluntad de Dios. Fue anunciado
por los profetas de Israel, predicado e instaurado por Jesucristo. Su
realización, incompleta y temporal en la iglesia militante, se consuma y perpetúa
en la iglesia triunfante”.
Los hispanohablantes deberían, además, esforzarse por
alcanzar la unción: una “gracia y comunicación especial del Espíritu Santo, que
excita y mueve al alma a la virtud y perfección”, se afirma.
Para el diccionario, el dogma no es apenas una creencia de
los católicos, sino la “doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los hombres
y testificada por la Iglesia”.
La afirmación de que el vino de la misa se convierte
verdadera, real y sustancialmente en la sangre de Cristo y el pan, en su
cuerpo, no es para el DRAE una creencia de los católicos sino un hecho
verdadero que debe ser aceptado por todos los hablantes de español, como se
desprende del lexema transustanciación, definido como “conversión de las
sustancias del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Jesucristo”.
FUENTE: La página del Castellano
Nota del bloguero: Citar
como “fuentes” lingüísticas a los ángeles, tiene su gracia, no me digan. No la
tiene el DRAE en la definición “amable” del “franquismo”, en la que se habla
de “tendencia totalitaria” y no de “dictadura”, que sería lo propio. Además se
falta al rigor histórico cuando se dice que fue un movimiento político y social
que surgió tras la Guerra Civil, y se oculta lo del golpe de Estado contra la
legalidad republicana, como así fue.
Y claro, como los académicos se supone que son de letras,
que es mucho suponer, pues las pijaditas científicas se las traen al pairo.
Para el DRAE no existen los telescopios espaciales, ni las estaciones
espaciales, ni las sondas espaciales, etc. (¿sabrán que el hombre ya llegó a la
Luna?), eso sí, son tan modernos que han incluido “bloguero”, claro que para el
diccionario sólo son los que crean y gestionan un blog, una bitácora, vamos,
pero no los que escriben en ellas. Pero para que no se diga que no están para
las cosas importantes, también han incluido “papamóvil”… ¡fetén!, que diría un
castizo. Como dice el amigo Soca, el DRAE tiene un marcado tono ideológico de la
España del XVIII.
En este blog:
Diccionario Creacionista
Nota del bloguero:
Pues parece que no hicieron esa revisión (anunciada en 2010), porque en la
versión digital aparece así:
pederastia.
(Del gr. παιδεραστία).
Como pueden ver, en la tercera acepción y para el DRAE,
quien practique el coito anal es un pederasta. Si ya lo dice mi amiga Basilisa:
“Todo lo que se salga de la postura del misionero, nunca mejor dicho, es pecado
de la carne y una guarredida española”.
Amén.
Hablando de otra cosa: ¿Será Merkel una pederasta?
Que bueno, yo que creía que el DRAE era la Bíblia, y resulta que es verdad. Gracias Javier por hacernos pensar cada día
ResponderEliminar¡Hola! ¡Que buen repaso! ¡Gracias!
ResponderEliminarAlmaLeonor