LA
LLEGADA A CASA DE LA ABUELA
Llegamos a la Gran Ciudad. Hemos viajado toda la
noche. Nuestra Madre tiene los ojos enrojecidos. Lleva una gran caja de cartón
y, cada uno de nosotros, una maleta pequeña con sus ropas, además del gran
diccionario de nuestro Padre, que nos pasamos el uno al otro cuando se nos
fatigan los brazos demasiado.
Hace mucho tiempo que caminamos. La casa de la
Abuela está lejos de la estación, en el otro extremo de la Pequeña Ciudad. Aquí
no hay tranvías, ni autobuses, ni automóviles. Sólo circulan algunos camiones
militares.
Los transeúntes son poco numerosos y la ciudad
está silenciosa. Caminamos sin hablar, nuestra Madre en el centro, entre
nosotros dos.
Delante de la puerta del jardín de la abuela,
nuestra Madre dice:
-Esperadme aquí.
Esperamos un poco; después entramos en el
jardín, rodeamos la casa, nos acurrucamos debajo de una ventana de la cual
salen unas voces. La voz de nuestra Madre:
-En nuestra casa no hay nada de comer. Ni pan,
ni carne, ni legumbres, ni leche. Nada. No puedo alimentarles.
Otra voz dice:
-Y entonces te has acordado de mí. Durante diez
años no te habías acordado. No has venido nunca, no has escrito.
Nuestra Madre dice:
-Sabes muy bien por qué. Yo quería a mi padre.
La otra voz dice:
-Sí, ya ahora recuerdas que también tienes una
madre. Llegas aquí y me pides que te ayude.
Nuestra Madre dice:
-Yo no pido nada para mí. Quisiera únicamente
que mis hijos sobrevivan en esta guerra. La Gran Ciudad es bombardeada día y
noche, y ya no hay víveres. Evacúan a los niños al campo, a casa de sus
parientes o a casa de extraños, a cualquier parte.
La otra voz dice:
-Podrías haberles enviado a casa de extraños, a
cualquier parte.
Nuestra Madre dice:
-Son tus nietos
-¿Mis nietos? Ni siquiera los conozco. ¿Cuántos
son?
-Dos. Dos chicos. Son gemelos.
La otra voz pregunta:
-¿Qué has hecho de los otros?
Nuestra Madre pregunta:
-¿Qué otros?
-Las perras paren cuatro o cinco cachorros a la
vez. Se conservan uno o dos, a los demás se les ahoga.
La otra voz ríe fuertemente. Nuestra Madre no
dice nada, y la otra voz pregunta:
-¿No tienen un padre al menos? Que yo sepa, tú
no te has casado. Nadie me ha invitado a la boda.
-Estoy casada. Su padre está en el frente. Hace
seis meses que no tengo noticias de él.
-Entonces ya puedes ponerle una cruz encima.
La otra voz ríe de nuevo, nuestra Madre llora.
Nosotros regresamos hacia la puerta del jardín.
Nuestra Madre sale de la casa con una mujer
vieja.
Nuestra Madre nos dice:
-Ésta es vuestra Abuela. Os quedaréis en su casa
durante algún tiempo, hasta que acabe la guerra.
Nuestra Abuela dice:
-Eso puede durar mucho tiempo. Pero yo les haré
trabajar, no te preocupes. Aquí tampoco es gratuita la comida.
Nuestra Madre dice:
-Yo te mandaré dinero. En las maletas están sus
ropas. En la caja, unas sábanas y unas mantas. Sed buenos, niños. Yo os
escribiré.
Nos abraza y se marcha llorando.
La Abuela ríe muy fuerte y nos dice:
-¡Sábanas, mantas! ¡Camisas blancas y zapatos de
charol! Yo os enseñaré a vivir, ya lo veréis.
Le sacamos la lengua a nuestra Abuela. Ella ríe
aún más fuerte, dándose palmadas en los muslos.
NOTAS: Primer
capítulo de la novela corta El Gran
Cuaderno de Agota kristok (Le Grand Cahier, 1986), traducción de
Enrique Sordo, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1995 (primera edición, 1986). Las
editoriales La Magrana (en catalán) y El Aleph (en castellano) han publicado la
trilogía titulada Claus y Lucas que
contienen El Gran Cuaderno, La prueba y La tercera mentira.
Para
leer en línea El Gran Cuaderno (se
puede leer en on-line porque es muy
corta, pero si quieren descargarla hay pegar una pequeña cantidad)
Agota Kristof es una eterna pendiente para mí, siempre postergada por otras urgencias. A ver si le pongo remedio, me interesa la noticia de la publicación de su obra, muchas gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Disfrute su lectura hasta el último momento. La leí en un tarde.
ResponderEliminarUn saludo