El editor al lector
Mientras que otros editores se precian de incluir en sus
catálogos la reedición del Codex
Atlanticus de Leonardo da Vinci, yo me siento muy orgulloso de presentar el
facsímil del Codex Seraphinianus
ilustrado y escrito por un amanuense de nuestros días, y en una habitación de
Roma, de 1976 a
1978.
Las obras fundamentales de la historia del saber siempre
encuentran un primer editor a quien le corresponde el honor de su publicación
original; más tarde vendrán otros que, seducidos por la importancia o belleza
estética de la obra, llevarán a la imprenta muchos años después el facsímil de
esa primera edición para que las nuevas generaciones puedan conocer la obra
maestra. Tal es el caso del presente Codex
Seraphinianus, aunque en esta ocasión es su primer editor, que aún vive,
quien vuelve a presentar apenas un decenio más tarde, y en la colección
española de Los signos del hombre, el
facsímil del original editado en 1981 en dos volúmenes garantizados con la
firma autógrafa del autor.
Esta copia anastática*se enriquece con algunas láminas que
no aparecían en la edición de 1981, y también con un texto de Italo Calvino
escrito ya en la época del primer Codex.
Del mismo modo que en dos cuartetos seguidos de dos tercetos
se suele reconocer fácilmente un soneto,
tampoco al lector le costará esfuerzo alguno identificar en el Codex Seraphinianus, escrito en tersa
letra cursiva de impronta semítica, una métrica de enciclopedia con una primera
parte dedicada a las ciencias de la naturaleza (botánica, zoología,
teratología, química, física y mecánica), y otra segunda dedicada a las
ciencias del hombre (anatomía, etnología, antropología, mitología, lingüística,
cocina, juegos, moda y arquitectura).
Es evidente que el Codex
pertenece a esa rica familia de iniciativas y espejismos de la que forman
parte la Naturalis Historia de
Plinio, el De Rerum Natura de
Lucrecio, el Speculum Majus de
Vincent de Beauvais o la Encyclopédie de
Diderot y d’Alembert, además de otras recientes propuestas de mis colegas**. Al
analizar las diferentes partes de la obra es posible que el lector tenga la
impresión de escuchar la música sin palabras del Saber. En sus láminas hallamos
una ciencia y un mundo que son, a un tiempo, iguales y diferentes de los nuestros,
voces de una misma declinación.
En alguna ocasión un huno, o cualquier otro bárbaro
ignorante de alfabetos, una vez tomado al asalto un monasterio y saciadas sus más elementales
necesidades de comida y pillaje, penetró sin duda en el scriptorium donde, estupefacto, pasó las hojas de un códice
miniado. Desearía también que el lector pasase las hojas de este Codex Seraphinianus como aquel guerrero, o como ese niño que aún no ha
aprendido a leer pero que disfruta ya con los sueños y fantasías que le sugieren
las imágenes.
Franco Maria Ricci
editore (1993)
Traducción de Carlos Alonso
NOTAS DEL BLOGUERO:
* Proceso de reproducción utilizado en las ediciones
facsímiles que consiste en copiar grabados, dibujos, etc., pasándolos a
planchas de cinc pulido.
** Personalmente incluiría Itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal de
Athanasius Kircher, que editó Siruela en 2001.
¡Lo tengo, lo tengo! Y usted tiene toda la razón, es magnífico.
ResponderEliminarEl "Itinerario...", también.
Eso sí, a ver si alguien es capaz de descifrarlo.
Se me olvidó citar el Libro Rojo de Jung, que también es una "alucinada" y el Manuscrito Voynich, "of course".
ResponderEliminarContento estoy de tener la primera edición norteamericana, quizás no tan exuberante como la de Ricci, pero igualmente atractiva.
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