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viernes, 12 de octubre de 2012

CODEX SERAPHINIANUS



El editor al lector

Mientras que otros editores se precian de incluir en sus catálogos la reedición del Codex Atlanticus de Leonardo da Vinci, yo me siento muy orgulloso de presentar el facsímil del Codex Seraphinianus ilustrado y escrito por un amanuense de nuestros días, y en una habitación de Roma, de 1976 a 1978.

Las obras fundamentales de la historia del saber siempre encuentran un primer editor a quien le corresponde el honor de su publicación original; más tarde vendrán otros que, seducidos por la importancia o belleza estética de la obra, llevarán a la imprenta muchos años después el facsímil de esa primera edición para que las nuevas generaciones puedan conocer la obra maestra. Tal es el caso del presente Codex Seraphinianus, aunque en esta ocasión es su primer editor, que aún vive, quien vuelve a presentar apenas un decenio más tarde, y en la colección española de Los signos del hombre, el facsímil del original editado en 1981 en dos volúmenes garantizados con la firma autógrafa del autor.




Esta copia anastática*se enriquece con algunas láminas que no aparecían en la edición de 1981, y también con un texto de Italo Calvino escrito ya en la época del primer Codex.

Del mismo modo que en dos cuartetos seguidos de dos tercetos se  suele reconocer fácilmente un soneto, tampoco al lector le costará esfuerzo alguno identificar en el Codex Seraphinianus, escrito en tersa letra cursiva de impronta semítica, una métrica de enciclopedia con una primera parte dedicada a las ciencias de la naturaleza (botánica, zoología, teratología, química, física y mecánica), y otra segunda dedicada a las ciencias del hombre (anatomía, etnología, antropología, mitología, lingüística, cocina, juegos, moda y arquitectura).








Es evidente que el Codex pertenece a esa rica familia de iniciativas y espejismos de la que forman parte la Naturalis Historia de Plinio, el De Rerum Natura de Lucrecio, el Speculum Majus de Vincent de Beauvais o la Encyclopédie de Diderot y d’Alembert, además de otras recientes propuestas de mis colegas**. Al analizar las diferentes partes de la obra es posible que el lector tenga la impresión de escuchar la música sin palabras del Saber. En sus láminas hallamos una ciencia y un mundo que son, a un tiempo, iguales y diferentes de los nuestros, voces de una misma declinación.

En alguna ocasión un huno, o cualquier otro bárbaro ignorante de alfabetos, una vez tomado al asalto un  monasterio y saciadas sus más elementales necesidades de comida y pillaje, penetró sin duda en el scriptorium donde, estupefacto, pasó las hojas de un códice miniado. Desearía también que el lector pasase las hojas de este Codex Seraphinianus como aquel guerrero, o como ese niño que aún no ha aprendido a leer pero que disfruta ya con los sueños y fantasías que le sugieren las imágenes.

Franco Maria Ricci editore (1993)
Traducción de Carlos Alonso

NOTAS DEL BLOGUERO:

* Proceso de reproducción utilizado en las ediciones facsímiles que consiste en copiar grabados, dibujos, etc., pasándolos a planchas de cinc pulido.

** Personalmente incluiría Itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal de Athanasius Kircher, que editó Siruela en 2001.

3 comentarios:

  1. ¡Lo tengo, lo tengo! Y usted tiene toda la razón, es magnífico.
    El "Itinerario...", también.

    Eso sí, a ver si alguien es capaz de descifrarlo.

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  2. Se me olvidó citar el Libro Rojo de Jung, que también es una "alucinada" y el Manuscrito Voynich, "of course".

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  3. Contento estoy de tener la primera edición norteamericana, quizás no tan exuberante como la de Ricci, pero igualmente atractiva.

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