Texto:
Javier Coria. Fotos: Asier Gascón Garrote
En el
pueblo vallisoletano de Tordesillas, en la comunidad autónoma de Castilla y León,
se celebró el llamado torneo del Toro de la Vega, mal llamada fiesta taurina
que consiste en lancear hasta la muerte a un toro de lidia. De origen medieval,
se celebra cada año el segundo martes de septiembre.
Defendida
mayoritariamente por los vecinos del pueblo (aunque nunca se le ha preguntado a
sus 9.000 habitantes), desde hace años esta práctica sangrienta ha suscitado
muchas críticas dentro y fuera del país, pero cuenta con el visto bueno de la
legislación vigente. En el año1980 fue declarada en España fiesta de interés
turístico, y en 1999, espectáculo taurino tradicional. Ni que decir tiene, que
todos los alcaldes que ha tenido Tordesillas han defendido el evento con la
sempiterna cantinela de la “tradición”, “se ha hecho siempre” o los más osados
han tenido la poca vergüenza de hablar de “cultura”; claro que en realidad todo
ello esconde el populismo de unos ediles que temen no ser elegidos si le aguan
la fiesta a los lugareños. Esto le pasa al actual alcalde del municipio, el
señor José Antonio González, miembro del PSOE y que ha tenido una falsa
polémica con su flamante Secretario General, Pedro Sánchez. Requerido por el
presentador de la televisión Jorge Javier Vázquez, votante del PSOE y contrario
al maltrato animal, el señor Sánchez dijo que promovería una ley contra el
maltrato animal si llegaban al gobierno. A los pocos días, el político registró
en el Congreso una proposición no de ley, contra el maltrato animal. Pero al
día siguiente, en la cadena de radio de los obispos, la COPE, Sánchez tranquilizó
a la España más carpetovetónica declarando que si su partido llegaba al
gobierno, no prohibiría las corridas de toros. Es cierto que nunca dijo que lo
fuera hacer, pero hacer distinción entre maltrato animal y la permanencia de la
llamada “Fiesta Nacional”, es cuanto menos una trampa dialéctica, cuanto no una
falacia. Claro que la falacia mayor es la que ha encumbrado a la tauromaquia
como la esencia misma de la cultura hispana, por ello en 2010 se destinaron 500
millones de euros de dinero público a la industria taurina, cuando encuestas realizadas
uno años antes demostraban que sólo un 18 % de los españoles estaban de acuerdo
con subvencionar los toros, aunque es verdad que había un número mayor de los
encuestados que sin ser taurinos, no aprobaban la prohibición. Precisamente en
ese año de 2010, el Parlamento catalán aprobó por mayoría la prohibición de las
corridas de toros, aunque en su territorio se mantienen festas molt nostrades donde también se maltrata a los bravos.
Así se mata y tortura a un toro
La
“fiesta” comienza cuando se suelta la res por las calles del pueblo, para luego
ser conducida por la muchedumbre a campo abierto. Momento en que los lanceros,
a caballo o a pie, alancean al animal con sus picas hasta darle muerte, después
de desangrarse el morlaco por sus múltiples heridas, o ser apuntillado cuando
las heridas son de muerte. Si el animal rebasa los límites del lugar del torneo
o no muere de las lanzadas, el astado es indultado, cosa que casi nunca pasa
(sólo en dos ocasiones) por la cantidad de gente que persigue al animal. Se
dice que es una forma de medir la fuerza de un toro de lidia, sin despuntar, de
unos 4 a 7 años y entre 400 y 600 kilos de peso, con la fuerza de un hombre
armado con una pica, claro que sólo hay que ver las imágenes para notar que son
varios centenares de personas las que asedian al animal y lo conducen a sus
matarifes. Aquí quería hacer notar la aberración, según mi punto de vista, de que
padres y madres acudan a este terrible espectáculo con sus hijos menores de
edad, sin que ninguna autoridad lo
impida. Menores con sus padres en una suerte de macabra iniciación sangrienta,
progenitores que quizá luego evitan que sus vástagos vean la televisión fuera
del horario protegido.
La muerte de “Elegido”
“Ciertos
son los toros” decían nuestros abuelos para indicar una cosa que sucede como se
esperaba, así fue este año. Los 300 activistas antitaurinos, venidos de
Galicia, Catalunya y Madrid, hicieron una cadena humana para impedir la muerte
del toro llamado “Elegido”, cosa que no consiguieron, principalmente porque
fueron desalojados por la policía antidisturbios… ¡Qué ironía! Hubo insultos,
empujones y hasta guerra de pedradas entre defensores y detractores del Toro de
la Vega. Entre las pedradas fue herida gravemente una joven animalista que
sangró profusamente por la cabeza. Mientras era conducida por los sanitarios a
una ambulancia, unos salvajes donde destacaba la voz de una mujer, además de
insultar a la activista, les decían a los enfermeros que no la atendieran, cosa
que quedó recogida por las cámaras de la televisión. En ese momento los
insultos fueron mutuos, y mientras los animalistas gritaban consignas como “la
tortura, no es cultura”, o calificaban de catetos y salvajes a los partidarios
del evento, éstos abucheaban a los activistas, que fueron escoltados por la
policía fuera del pueblo. Como periodista tengo que denunciar la presión,
violencia y amenazas que reciben los informadores que acuden al lugar, como en
el caso de nuestro fotógrafo. Los integristas taurinofestivos persiguen a toda
persona que quiera tomar imágenes, incluso con teléfonos móviles. ¿Pero no
quedamos en que es una fiesta de interés turístico? ¿Tanto se avergüenzan de lo
que hacen que no quieren enseñarlo al mundo? Dirán que están cansados de que se
manipule, pero las imágenes muestran lo que hay, un animal torturado hasta la
muerte por una turbamulta. Varios medios de comunicación de Europa han
calificado el evento como una crueldad innecesaria y cruenta que nada tiene de
cultural o atractivo para al turismo del siglo XXI.
Las imágenes del No-Do incitaron las
primeras protestas
Algunos
pensaran que la repulsa hacia este espectáculo es cosa de “modernos señoritos
de ciudad”, pero las primeras impactantes imágenes que recogieron las cámaras
del NO-Do en el año 1954, ya levantaron una corriente de opinión contraria al
festejo. Hasta el ministro franquista Carlos Arcos y Cuadra propuso su
suspensión. Desde 1966 a 1970 el Toro de la Vega sólo consistía en un encierro,
pero otros prebostes del régimen, como Gregorio Marañón Moya o Antolín de
Santiago Juárez, a la sazón subdirector general de Cultura Popular y
Espectáculos, volvieron a permitir el llamado torneo con el alanceado de la
bestia. Régimen que, por cierto, mantenía otra siniestra seña de identidad
patria, las ejecuciones a garrote vil, cosa que hizo hasta 1974, con las
ejecuciones de Georg Michael Welzel (muerto con el falso nombre de Heinz Ches)
y Puig Antich.
El
sevillano Machado dijo una vez que soñaba con una Sevilla “sin toreros”, quizá
algún día escribiremos el epitafio de tan bárbara tradición.
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