Por:
Javier Coria. Fotos: Guillem Sans
Imagínense
la escena. Primavera de 2003, en el aeropuerto de Bagdad, las tropas de Estados
Unidos realizan los primeros combates de la invasión terrestre que terminarían
con la caída del dictador Sadam Husein, el 9 de abril del citado año. La población
civil, la primera victima de cualquier guerra, sufre las consecuencias del
conflicto. Las estructuras del estado iraquí se desmoronan y, muchos mandos
militares, políticos y policiales, comienzan la huída para ponerse a salvo con
sus familias. En este contexto, un sabio investigador criminal, un policía
degradado a dirigir el tráfico en el distrito de Karrada, recibe el encargo de
investigar el crimen de una niña… Esto es Expediente
Bagdad (Ed. Siruela), una novela policial y algo más, ya que está escrita
por dos reporteros expertos en Oriente Medio, Joan Cañete Bayle y Eugenio
García Gascón. En un hotel de Barcelona nos concedieron una entrevista.
Es muy atractiva la idea de plantear
una investigación criminal en el contexto de una guerra. Si el crimen es una
ruptura del orden establecido, la guerra es la máxima expresión de esa ruptura,
cuando el crimen se institucionaliza. ¿Habéis planteado esto a la hora de
situar históricamente vuestra novela o era porque conocías muy bien ese
episodio bélico?
Joan
Cañete: No, la idea era premeditada siguiendo lo que tú comentas. Un policía
que investiga un crimen no lo hace motu proprio, lo hace dentro de una estructura
de Estado, dentro de una estructura de justicia, con unas leyes, etc., pero qué
ocurre cuando esto no existe. En la semana en la que transcurre la novela –del
3 al 9 de abril de 2003-, aunque nominalmente estaba en el poder el régimen de
Sadam Husein, ya no era cierto, era un país sin ley y sin orden. Por ello nos
parecía atractivo el concepto de que, a pesar de todo, alguien se plantee que
hay que hacer justicia, aunque no existan las herramientas para llevarla a
cabo.
En la novela policial clásica se
suele poner en valor el sentido de la profesionalidad, sea éste un policía,
detective o incluso un delincuente, cuando el protagonista de novela es el
propio asesino. Vuestro policía Rashid al Said, que además es médico y
estudioso de la obra de Nietzsche, es un buen profesional, cuyo sentido de
justicia le lleva a actuar en una sociedad que se está desmoronando, con grave
peligro para él y su familia.
Eugenio
García: Hemos querido hacer un protagonista que fuera una persona con una
dicotomía, por una parte fiel al partido Baaz (Partido del Renacimiento Árabe Socialista), aunque él duda del partido,
pero sigue siendo fiel incluso cuando se está desmoronando el régimen. Para
nosotros, el personaje de Rashid tal como ha sido configurado en la novela, es
un personaje que tiene muchas contradicciones, pero que hasta el final es
coherente con sus principios. Claro que todo esto hay que mirarlo en el
trasfondo de la situación política de Irak en esos años, donde nuestro
personaje lucha para restablecer la justicia cuando ya no existía un Estado
como tal.
Joan
Cañete: Ligando esto con tu primera pregunta, resaltar la dificultad de
mantener esos principios de los que habla Eugenio, en el contexto de una
guerra. No desde el punto de vista obvio de la supervivencia, sino en la frase
cliché de la “La guerra todo lo corrompe”, en medio de esa corrupción no es
fácil mantenerse fiel a los principios.
El personaje filosofa mucho en la
novela. Se plantea la cuestión del mal, no sé si en el sentido del mal
absoluto, o sobre el cotidiano, el inherente al ser humano y la sociedad.
Eugenio
García: Yo creo que en la novela el protagonista se mueve en un terreno donde
está el mal, pero hay dos clase de mal en esta historia. Uno individual, el del
asesino, y otro, como se ha visto desde Occidente, el mal del propio régimen,
pero nuestro protagonista este último no lo interpreta como tal, sino que al
contrario, cree que es lo mejor que podía tener Irak.
Rashid también se interroga sobre el
determinismo y el pecado. En una parte de la novela habla de las dos formas
antagónicas de ver el pecado, por una parte estaría el libre albedrío, y por
otra que Dios dictamina todas nuestra acciones, las buenas y las malas, como
proclamaba la secta gnóstica del siglo II, los Adamitas. Claro que el policía siempre
se plantea estas preguntas en pura teoría filosófica, porque su partido era
ateo, o por lo menos no confesional.
Joan
Cañete: La novela, más allá de la peripecia policial, intenta ser un reflejo de
una determinada sociedad árabe. La dicotomía entre la razón y la religión, es
un choque constante y un debate que está y estará por mucho tiempo. Él intenta
reconciliar dos corrientes de pensamientos contradictorias y difíciles, como
sería la filosofía de Nietzsche y la religión y la tradición musulmana. Yo creo
que no tiene respuestas, él se pregunta: “Si Dios es lo que me estáis diciendo,
por lo tanto el mal emana de Dios, pero si no es así, y es sólo bondadoso,
entonces no es omnipotente y la duda sobre “el plan Divino” sería razonable”,
esta es una contradicción no resuelta; pero él, como policía y estudioso,
detecta que existe el mal. Como dice en varios pasajes de la novela, “una
sociedad sana es una sociedad justa”, y tiene que entender los orígenes y causa
del mal para poder afrontarlo; pero él tampoco encuentra la respuesta.
¿No nos estará quedando una
entrevista demasiado intelectual?
Eugenio
García: ¿Qué quieres decir?, ¿qué no la
va a leer nadie?
No, precisamente un problema del
periodismo y de la industria editorial es menospreciar la capacidad de los
lectores. Retomemos la entrevista. Vosotros habéis trabajado mucho tiempo en
Oriente Medio. ¿Esto os ha ayudado a crear el paisaje literario de la novela?
Joan
Cañete: La novela acaba el 9 de abril y yo llegué a Bagdad el 11, para hacer el
relevo del compañero de El Periódico de
Catalunya que estaba allí. Después, al año siguiente, cada dos meses estuve
haciendo viajes a la zona.
¿Pero hay pasajes novelados de hechos
y lugares reales?
Joan
Cañete: Sí, hay pasajes que fueron trabajos periodísticos. Del asilo de niños
que sale en la novela yo publiqué un reportaje. La descripción del ambiente del
hotel Palestina, donde estaban la mayoría de corresponsales extranjeros,
también es una vivencia directa. Hay escenas como la de una fosa común con unas
botellas de refresco que contienen mensajes dentro, todo eso está sacado de la
realidad que vivimos allí.
El hotel Palestina donde asesinaron,
porque no se puede llamar de otra manera, a José Couso…
Joan
Cañete: Sí, el mismo. Después Eugenio lleva en la zona desde los noventa, así
que toda la contextualización política, religiosa, ideológica e histórica de la
novela bebe en gran medida de su experiencia. Él ha vivido en Siria, conoce de
primera mano al partido Baaz.
Eugenio
García: El partido Baaz es un movimiento nacionalista árabe, pero es un
movimiento nacionalista limitado, no como el que conocemos en Europa. Por
ejemplo, el partido Baaz de Irak o de Siria, no hablaban de Siria o Irak como
una nación, sino que hablaban de nación árabe; y el Baaz de Irak o Siria se
consideraban como partidos regionales, porque tenían una concepción que
abarcaba todo el mundo árabe. Ellos querían exportar su ideología a todo el
mundo árabe.
Pero es muy común, en épocas de
guerra, ensalzar los sentimientos nacional/patrióticos y religiosos para buscar
una cohesión del pueblo al que se quiere llevar a una guerra. Y esto es
transversal, entre diferentes ideologías.
Joan
Cañete: Allí esta función de cohesión la cumple la religión. En contra de sus
principios, Sadam puso en la bandera de Irak la leyenda “Dios es grande”,
después de la primera guerra del Golfo y cuando estaban sufriendo el bloqueo
internacional. La famosa mezquita de “la madre de todas las batallas” es una
construcción de mediados de los noventa. Antes de esto, que el partido Baaz
construyera una mezquita de esas características era impensable.
Eugenio
García: Y en Siria ocurre algo parecido. El partido Baaz, que empieza siendo
antirreligioso, no te digo que se volviera religioso, pero sí pacta con la
religión cuando el país está en pleno aislamiento, para buscar el apoyo
popular.
La desbandada de los mandos
policiales que relatáis en la novela, ¿sucedió de verdad?
Joan
Cañete: Sí. En el momento que cae el Estado surge lo peor de la sociedad. Los
saqueos fueron la primera expresión de ello. En Europa fueron famosos los del
museo de arqueología, pero literalmente se saqueo todo, ministerios, escuelas,
universidades, las viviendas privadas de los gerifaltes del partido, la prisión
de Abu Ghraid… en esta prisión apenas había presos políticos, pero se abandonó,
fue saqueada y destruida, y los presos comunes huyeron. Luego los norteamericanos la volvieron a reabrir
y acondicionar, y sucedió lo que sucedió… (Cañete se refiere a las torturas y
abusos cometidos por el ejército yanqui en esta prisión, sobre prisioneros de
guerra). Pero la policía desaparece antes de la caída del régimen, cuando los
norteamericanos estaban en el aeropuerto. Algunos, como se relata en la novela,
a los 5 o 6 días después de la caída, aparecieron con uniforme pero sin armas,
dirigiendo el tráfico en las principales capitales de Irak.
Cuando se publica un thriller hay una cosa que parece estar
en la genética de todo publicista editorial, y es que no pueden evitar repetir
la dichosa frase “trepidante”, que repiten una y otra vez, y en la publicidad
de vuestra novela también se ha cumplido esta máxima. En mi gremio, cuando el
libro es obra de dos autores, se repite siempre la misma pregunta: ¿Cómo se
escribe una novela a cuatro manos?, yo no os la voy a hacer…
Joan
Cañete: Te lo agradecemos.
…pero me interesa saber: ¿Cómo os organizáis
el trabajo?, ya que cada unos vive en ciudades distintas.
Joan
Cañete: Ahora es muy fácil. Esta es nuestra tercera novela que escribimos
conjuntamente, pero la segunda publicada. Para la primera, los dos vivíamos en
Jerusalén, por lo que quedábamos una vez por semana en un restaurante y
discutíamos, pero luego nos comunicábamos por correo electrónico. La segunda,
él estaba en Jerusalén y yo en Washington. Y ésta se ha escrito con
Eugenio en Jerusalén y yo en Barcelona. El proceso es siempre el mismo, hay una
fase previa de preparación y una discusión muy exhaustiva de los personajes.
Luego viene el puro proceso de escribir.
Eugenio
García: Si hace unos años me hubieras preguntado por la posibilidad de escribir
una novela a cuatro manos, o dos cerebros, no lo hubiera creído posible, pero
ahora me parece una experiencia muy interesante y enriquecedora. Claro que a
veces tienes que renunciar a algunas cosas, pero mejora mucho el resultado
final.
(La
primera novela publicada por estos dos autores se titulaba Doce olas, una intriga histórica religiosa que transcurre entre
Barcelona y Jerusalén. Se publicó en una pequeña editorial y estaba firmada con
el seudónimo de Andrés Jal)
La editorial Siruela ha comprado los
derechos mundiales de la novela en castellano. ¿Sabéis si se traducirá a otros
idiomas?
Joan Cañete:
Precisamente está nuestro agente trabajando en ello, que acaba de volver de la
Feria de Frankfurt, y aún no hemos hablado con él.
¿Y más trabajos conjuntos?
Eugenio
García: Joan está trabajando en una novela suya, pero también tenemos una en
conjunto. Tiene algo de policiaco, pero está ambientada en la época de Herodes,
y tiene unos rasgos bastante originales que estamos desarrollando en estos
momentos.
Pues
hemos terminado la entrevista sin descubrir ninguna clave de la interesante
trama. ¿Hay más de una niña asesinada? ¿Qué pasa con esas pelotas y juguetes
nuevos que tienen los niños tras el paso de la parca por sus barrios? En fin,
una buena lectura para las frías tardes que se avecinan y las borrascas
políticas que no nos abandonan.
Eugenio García Gascón (Barcelona, 1957) estudió literatura
en Barcelona, árabe en Damasco y hebreo en Jerusalén, ciudad en donde reside
desde 1991. Ha trabajado como corresponsal para diferentes medios, actualmente
es el corresponsal en Jerusalén para el diario Público. Es autor de Israel
en la encrucijada (Debate, 2004) y coautor de la novela Doce olas (2007). En 2011 fue
galardonado con el Premio Cirilo Rodríguez de periodismo.
Joan
Cañete Bayle (Barcelona,
1973) es periodista, licenciado en Ciencias de Información en la Universitat
Autònoma de Barcelona. En veinte años de trayectoria profesional como
periodista en El Periódico de Catalunya,
ha sido corresponsal en Jerusalén (2002-2007), en Washington (2007-2009) y Jefe
de Sección de Sociedad. Entre sus trabajos destacan la guerra de Afganistán
(2001), la guerra de Irak (2003) y el ciclo electoral estadounidense completo
del 2007 y el 2008. Actualmente es Jefe de Área de El Periódico de Catalunya.
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