Por Xavier Casals
LA GRAN MANIFESTACIÓN DEL PASADO DIA 11 DE SEPTIEMBRE ha
cambiado la política en Cataluña y, en buena medida, también en el resto de
España al plantearse un nuevo problema en la agenda política: el de su eventual
independencia. Al menos, una parte notable de su población parece albergar hoy
sentimientos de rutpura con España ¿Era
previsible esta situación?
Desde luego. Sin ánimo de colgarnos medallas, la planteamos
claramente en nuestro anterior estudio, El oasis catalán (1975-2010):¿Espejismo o realidad? publicado en abril del 2010, del que puede leerse la
introducción en PDF clicando aquí: Oasis catalán pdf
En la obra expusimos que Cataluña experimentaba una
“secesión ligera” similar a la que conoció el norte de Italia al emerger la
Liga Norte, el de una ruptura mental con el Estado y que, además, expusimos
previamente -en el año 2009- en un extenso artículo que reproducimos en su
momento en este blog (y reeditamos este día 8, tres días antes de la
manifestación). Entonces la desafección política catalana era entonces ya
evidente y se advertía que ésta tendría consecuencias (al menos, para quien
quisiera verlo). De modo significativo el expresidente Jordi Pujol reseñó la obra en el boletín de su centro de estudios.
Ahora hemos resumido y actualizado nuestros argumentos sobre
el sentimiento independentista que surge en Cataluña en un artículo publicado
en la edición catalana de El País(16/IX/2012) que reproducimos a continuación.
¿Independencia o
secesión ligera?
Los partidos catalanes ya no se plantean hacer pedagogía
sobre el tema en el resto de España
Este 11 de septiembre ha testimoniado que la independencia
ocupa un lugar estelar en la política catalana y tendría entre un 46,4% y un
51% de partidarios en los sondeos. Incluso en un sector de opinión anida la
sensación de que la separación es un fruto maduro que caerá con votaciones del
Parlamento, plebiscitos y mediaciones internacionales. Así, la independencia ya
no es tanto un horizonte difuso como un objetivo cercano y suena 2014, cuando
se cumplen tres siglos de derrota austracista, como fecha de un eventual
referéndum sobre la cuestión.
Desfile independentista (Barcelona, 1937)
¿Por qué se ha generado este clima? Posiblemente porque en
la última década (2003-2012) han confluido tres elementos. El impacto de la
crisis habría sido el detonante: el pacto fiscal blandido por Artur Mas —un
eficaz baluarte contra su desgaste político— ha centrado el debate en un
“déficit fiscal” esencial para la prosperidad catalana. Tal idea ha
interactuado con una desafección ciudadana hacia Madrid (percibido como símbolo
de un Estado lejano y “detractor” de recursos) y otra hacia la propia clase
política catalana. En este panorama la independencia es una nueva frontera
política, un territorio por explorar que —según sus partidarios— permitirá
afrontar los grandes problemas de Cataluña.
El segundo elemento influyente es la percepción de que el
régimen autonómico ofrece síntomas de agotamiento: el 68% de los catalanes ve
insuficiente el nivel de autogobierno. Pese a que en 2006 se aprobó un nuevo
estatuto y en 2009 un sistema de financiación, el encaje catalán no está
resuelto bajo la Corona, como tampoco lo estuvo en dos experiencias
republicanas (una federal y otra integral) y hoy se negocia un pacto fiscal de
éxito incierto.
Un tercer elemento alimentaría el independentismo: los discursos
anticatalanistas que han cristalizado en la última década y los mensajes que
ahora insisten en que una Cataluña insolidaria “pide” y otras comunidades
“pagan”. En este sentido, no es causal que hoy los partidos catalanes ya no se
planteen hacer pedagogía sobre el tema en el resto de España, al existir una
amplia sensación de que no hay nada de que hablar.
Grupo de inmigrantes el 11 de Septiembre de 2012 (foto: Francesc Sans)
¿En este marco, cómo podemos interpretar la participación
masiva en la manifestación ante el bajo voto independentista explícito en los
comicios autonómicos (12.5%)? Quizá la mejor explicación sea contemplarla como
la exteriorización de una “secesión ligera”. Esta expresión la acuñó el
ensayista italiano Paolo Rumiz en 2001 (al analizar la emergencia de la Liga
Norte en Italia) y la definió como una ruptura emocional con el Estado en estos
términos: “Levemente, de manera inadvertida, un hombre nuevo ha crecido en el
ethnos italiano, y la secesión está antes que nada en su cabeza: es un
alejamiento mental de la política, del Estado, de la res publica, incluso hasta
de aquel supremo bien común que se llama territorio”.
Posiblemente lo acaecido el día 11 ha reflejado que en
Cataluña se expande igualmente un fenómeno parecido de “secesión ligera”
(obviamente, en un marco distinto al de Italia) y gran parte de la población
deja de sentirse vinculada a España en términos emocionales. Puede hacerse un
símil con la presencia catalana en Internet, donde los internautas
catalanohablantes han conseguido el dominio .cat, que representa a la comunidad
lingüística, pero para un nutrido sector tal victoria es solo un paso más hacia
el dominio .ct, que identifica a Cataluña con un Estado. Pues bien, hoy una
parte creciente de catalanes transitaría del dominio .es al .cat y el .ct
habría dejado de ser una entelequia.
Yerran, pues, quienes creen que Cataluña sufre un absceso
nacionalista que escampará. El día 11 habría escenificado un proceso de
“secesión ligera”, abriendo un gran interrogante: ¿se estabilizará una
situación caracterizada por contradicciones crecientes entre autonomismo y
separatismo o se abrirá una etapa de ascenso independentista? Dado que en
Cataluña (a diferencia del País Vasco) no hay fronteras nítidas entre
constitucionalistas y nacionalistas, las alianzas políticas son fluidas, el
sistema de partidos atraviesa cambios y sus formaciones se reposicionan, el
desenlace queda abierto.
FUENTE: Blog deXavier Casals
AIRES BALCÁNICOS EN ESPAÑA: EL LÍDER DEL PSOE DE EXTREMADURA PIDE QUE UNA CATALUÑA INDEPENDIENTE DEVUELVA 150.000 EXTREMEÑOS “SUSTRAIDOS”
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