“(…) Con inspiración e inventiva, Exbrayat -Charles
Exbrayat- pone su pluma al servicio de todo el repertorio policíaco, moviéndose
con desenvoltura del marco de la vida provinciana (Les Filles de Folignazzaro, 1963; Les Messieurs de Delft, 1964) a la puntual descripción de las
costumbres del mundo taurino (Olé,
torero!, 1963).
Pero la perenne búsqueda de los efectismos y de los golpes
escénicos, la continua preocupación por atrapar al público le obligan a conceder
una importancia con frecuencia excesiva a los elementos externos y mecánicos,
los cuales acaban por dejar de ser simplemente marginales para convertirse en
indispensables. En otras palabras: el narrador no consigue idear –como, en
cambio, hace Bernanos en Un crime-
algo que sea distinto y más consistente que la maquinilla de apariencia
perfecta y, no obstante, condenada sin remedio a autodestruirse (de entre todos
los géneros literarios, el criminal-roman
se cuenta ciertamente entre aquellos que menos se prestan a una posible
relectura).
Resulta obvio que, desde un punto de vista técnico, las
cosas han cambiado bastante y las insoportables dilaciones de Gaboriau han sido
reemplazadas por módulos narrativos menos prolijos. Así, la fórmula actual de
la detective-story consta de los
siguientes ingredientes:
A) Una trama hábilmente estructurada.
B) Diálogos concisos que potencian más la acción que las
sutilezas psicológicas.
C) Abundantes pinceladas de suspense, aligerado en el
instante justo con un toque de humorismo… a menos que se desee explotar la
inclinación hacia lo macabro y lo horrendo.
D) Un ritmo sostenido y apremiante.
E) Una estructura exenta de complicaciones inútiles y
perjudiciales para la recepción instantánea del “mensaje”.
Sin embargo, el invariable hilo conductor de cualquier
aventura policíaca, bajo el revestimiento moderno, sigue siendo el
enfrentamiento entre la custodia del orden –irreversible: de ahí el final
previsto – y el impulso destructor que intenta destruirlo.
De modo que, partiendo de semejante situación de
encuentro/choque, la quintaesencia misma del policíaco, la historia podrá
asumir incluso características multiformes, mostrar de vez en cuando facetas
distintas de una imagen siempre nueva y, no obstante, en el fondo, siempre la
misma. (…)
Ciertamente no sería legítimo negar al género policíaco,
poliédrico, camaleónico, las notables capacidades de transformismo de que ha
dado repetidamente prueba. También está fuera de toda discusión su saber calar
con eficacia en los ambientes más heterogéneos: populares (determinados
episodios de Maigret tienen el sabor del mundo de Francis Carco o de Pierre Mac
Orlan), burgueses (la refinada pátina de Ascenseur
pour l’échafaud de Noël Calef o de Piège
pour Cendrillon de Sábastien Japrisot), de la pègre (simonin, Le Breton, Bastiani).
Sin embargo, dentro del envoltorio elegantemente dispuesto,
la mercancía que se vende comienza a mostrar evidentes síntomas de deterioro.
Los personajes, a pesar de adaptarse a los tiempos, suelen manifestar un
embarazoso parentesco con los viejos héroes del folletín. Maigret no puede
ocultar los vínculos que le unen a las caritativas criaturas del anticuado
Gaboriau; el Burma de Léo Malet repite,
aunque de forma menos acrobática, las fantásticas exhibiciones del efervescente
Lupin; y los osados policías de Exbrayay se inscriben a su vez en la estela del
invencible Juve.
También el trasfondo ideológico presenta variaciones de
escaso relieve. En los dramones ochocentistas, las acusaciones contra la sociedad,
impulsadas por un populismo de raíz burguesa, quedaban compensadas por los
calurosos panegíricos de aquellos valores cultivados como preciosas flores de
invernadero por el propio régimen denunciado. De modo similar, el policíaco
(cuyos protagonistas, a imagen y semejanza de los de la novela por entregas,
encuentran una exigua representación entre las clases menos acomodadas) se
complacen en poner al descubierto las contradicciones y los males sufridos por
el sistema, si bien el mantenimiento de ese sistema no debe no siquiera ser
discutido…”
Sueños y mitos de la
literatura de masas: Análisis crítico de la novela popular, Vittorio
Brunori. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, 1980 (Versión castellana de Joan Giner).
Edición original:
La grande impostura. Indagine
sul romanzo popolare. Marsilio Editori. Venecia, 1978
Interesante reflexión, pero tú crees qué alguien piensa en términos literarios cuando escribe el policial de hoy, yo creo que piensan en engancharse en la moda que da más dinero y convoca más premios, y nada más.
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