Sobre las diferencias de clase a la hora de ejecutar el garrote eran meramente formales. Para el garrote ordinario, los presos eran conducidos al cadalso: “Con caballería mayor y capuz pegado a la túnica; al vil, en caballería menor o arrastrados según la sentencia y con capuz suelto, y el noble en caballería mayor ensillada y con gualdrapa negra”. Los Códigos de 1848, 1850 y 1870, regularon las penas de garrote públicas: “Sobre un tablado, de día y con publicidad. Debiendo vestir el reo ropa negra, excepto en los casos de regicidio o parricidio, en que será substituida aquella por otra amarilla y con manchas rojas. El cadáver permanecerá expuesto cuatro horas en el patíbulo pasadas las cuales serán entregado a sus familiares, no pudiendo hacerse entierro con pompa”. Los códigos también regulaban la presencia de testigos, cura y de las Hermandades de la Paz y la Caridad. Estaba terminantemente prohibido hacer ejecuciones en día de fiesta nacional o religiosa.
Goya
A finales del siglo XIX, hubo un auge de las ejecuciones con garrote. Recordamos las ejecuciones públicas de Isidro Mompart en 1892 y magistralmente recogido por Ramón Casas en su famoso lienzo “garrote vil”; de Aniceto Peinador en 1893; del anarquista que tiró la bomba del Liceo matando a veinte personas e hiriendo a otras veintisiete; Santiago Salvador, ejecutado en privado en 1894 en el Patio de Cordeleros frente a la antigua cárcel de la calle Amalia de Barcelona. El último “agarrotado” en público fue Silvestre Lluís en 1897, presunto autor del “crimen de la calle Parlamento” de Barcelona. Su “muero inocente” y las pesquisas policiales posteriores, apuntaron a un posible error judicial nunca aclarado. No sería la primera ni la última vez que inocentes se enfrentaron al garrote. Una de las más sonadas fue la ejecución de los libertarios Granados y Delgado, “agarrotados” en 1963 por un delito que se probó que no habían cometido.
Ramón Casas
Las ejecuciones públicas se realizaban en el citado Patio de Cordeleros en Barcelona o en la Plaza de la Cebada de Madrid, así como delante de los distintos penales de España. Eran verdaderos acontecimientos sociales seguidos por un gran número de público, sobre todo si los casos adquirían lo que hoy llamaríamos “repercusión mediática”. La ejecución de Higinia Balaguer, en 1890, fue seguida por unas veinte mil personas en Madrid, entre ellas muchos intelectuales que defendieron su indulto. Posteriormente, las ejecuciones pasaron al interior de las cárceles hasta que la triste historia de la pena de muerte y de uno de sus más siniestros instrumentos pasó a eso, a la historia.
CONTINUARÁ…
© JAVIER CORIA
HISTORIA DEL GARROTE VIL (III)
HISTORIA DEL GARROTE VIL (y IV)
LA ÚLTIMA MUJER EJECUTADA EN ESPAÑA
Mi nombre es Joan Pere. Mi difunta tía Tomasa., estuvo casada con Silvestre LLuís Nadal, hijo del último reo condenado al garrote vil en Barcelona (1897). Desde hace muchos, muchoa años, llevo investigando con relación a esa (para mi) condena injusta. Desde siempre, en mi casa, se habló de la mentada inocencia y se señalaba siempre la familia directa de su madre, Concepció Teys. Cuento con documentación (no más q1ue la que otras personas mas entendidadas puedan tener). Me interesa muchísimo tener algún contacto que me oriente en mi búsqueda. En todo ello, es vital, la carta encontrada en la chaqueta de un primo hermano de la esposa del condenado, donde daba a conocer la inocencia del mismo y se condenaba él a su vez. Todo fué ocultado, y según, mis difuntas tía y madre, la misma policia hizo desapareceer al mentado primo, hijo de "la Martina". En fin. Si alguien quiere practicar esta história me pongo a disposición. Grácias.
ResponderEliminarHola, Joan
ResponderEliminarComo te digo por correo, no es recomendable poner aquí datos privados como direcciones de correo y demás, más que nada porque luego llegan los spam y la publicidad no deseada (en el mejor de los casos), por lo que me he permitido de editar tu comentario borrando esa información. Por lo demás, ya hablaremos, es muy interesante lo que nos cuentas. Saludos