Por: Javier
Coria.
Pedro Paulet fue un pionero peruano
de la astronáutica y la retropropulsión moderna, anticipándose a los trabajos
de Werner van Braun. Ingeniero, químico, artista, diplomático y arquitecto.
Como arquitecto proyectó rascacielos que parecen sacados de una película de
ciencia-ficción. Esta es la historia de un sabio olvidado.
Conocí
hace años de la existencia de Pedro
Paulet Mostajo a través de mi amigo peruano Álvaro Mejía. Con él me unía el interés, no sólo por recuperar la
memoria olvidada de científicos,
escritores, héroes, etc., sino también por la obra literaria de Jules Verne, con la que Paulet tiene
muchos puntos en común, ya que se asemeja a uno de esos ingenieros vernianos
que plagan las novelas del escritor galo. Mejía lleva años reivindicando la
memoria científica de su compatriota y, como cineasta, hizo una película
documental con el título “En busca de
Ordway”, donde mezcla realidad, con reconstrucciones dramáticas con
actores. Frederic Ordway era un
científico de la NASA que escribió una ponencia en 1969 para desacreditar a
Pedro Paulet. No quería reconocer a Paulet como precursor de los diseños del
Apolo XI, que llevaría al hombre a hollar el suelo lunar. En el texto de
presentación del documental se decía:
“Pedro
Paulet (Perú, 1874 - Argentina, 1945) inventó los motores de las naves
espaciales a fines del siglo XIX en París. Su proyecto del Avión Torpedo
(1902), precursor de los jets que romperían la barrera del sonido en 1947, no
fue comprendido en su país. Pero, desde 1927, él sería reconocido como pionero
de los viajes espaciales, principalmente por Max Valier, de la Sociedad Astronáutica Alemana. Wernher von Braun, miembro de ese
grupo, emplearía motores como el suyo en los misiles V2 del Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial y en el
Programa Apollo, de la NASA. Paulet supo de los V2 en la Argentina de Juan Domingo Perón, donde intentaba
fundar una industria aeronáutica sudamericana. Pero no alcanzó a ver al Hombre
en la Luna. Hoy la NASA produce motores como el suyo para los viajes espaciales
futuros: Paulet se había adelantado dos siglos. Este documental es un tributo
al pionero latinoamericano del espacio.”
Pedro Paulet Mostajo
Pero
esta historia merecería una película, ya que hay espías por medio. En la
presentación del documental –que podrán ver en Youtube-, Álvaro Mejía declaró a
la agencia EFE:
“La
llegada de Adolf Hitler al poder en
Alemania supuso el comienzo de una serie de intereses y verdades a medias por
apropiarse del invento de Paulet, cuyos documentos y planos en Alemania puede
que pasaran a la Unión Soviética a través de un espía llamado Alexander Boris Scherchevsky".
Y en
otro momento declaró:
“Esto
ocurrió porque Hitler secuestró los archivos de la Sociedad Astronómica Alemana y ahora los alemanes reivindican al austríaco
Max Valier como padre de la astronáutica, pero no quieren reconocer que fue
Valier quien previamente había reconocido como pionero a Paulet"… “Un
reconocimiento a Paulet por parte de la NASA implicaba en ese momento recordar
su influencia en Alemania y exponer de nuevo el pasado nazi de Von Braun,
cuando ya era una figura pública en los Estados Unidos”.
En
fin, les dejo con este artículo de Mejía, pero en su sitio web podrán encontrar más información sobre el ingeniero araquipeño, un
verdadero sabio olvidado.
Por: Álvaro Mejía (*)
Paulet: el sabio que el mundo
olvidó
En época de entreguerras fue reconocido en Europa como pionero aeroespacial, arquitecto futurista y visionario de la economía mundial. Pedro Paulet era un sabio versátil, como los hombres del Renacimiento. Rechazó una oferta millonaria de Henry Ford y otra del ejército alemán para hacer misiles. Debido a su idealismo, su nombre cayó en el olvido, incluso en su país, el Perú. Hoy un compatriota suyo reconstruye su vida y en setiembre próximo irá a un congreso astronáutico en Praga a decir por qué Paulet merece, como otros pioneros de los viajes al espacio, que su nombre figure en la Luna y más. Prepara un libro y una película sobre él.
PIONERO DE LA ERA ESPACIAL
Era
julio de 1927. Los científicos Hermann Oberth y Max Valier encabezaban la
fundación de la Sociedad Astronáutica Alemana (Verein für Raumschiffahrt o
VfR). Buscaban construir un motor de combustible líquido, tan ligero que
permitiese a una nave tripulada viajar al espacio exterior. La sorpresa fue
mayúscula cuando, tres meses después, un científico peruano, en una carta a un
diario de su país, afirmaba que desde hacía tres décadas tenía el diseño de una
nave espacial que funcionaba con motores como el que ellos buscaban.
Pedro
Paulet (1874-1945) nació en Arequipa, ciudad del sur andino del Perú. Un
sacerdote francés lo educó en el amor a Dios y a la Patria. En la adolescencia
conoció el importante observatorio astronómico que la Universidad de Harvard
instaló Arequipa. A los 20 años, con el encargo de volver y modernizar su país,
fue becado por su gobierno para estudiar Ingeniería y Arquitectura en Francia
mientras Julio Verne vivía su ocaso. En París, en 1897, hizo funcionar el motor
a reacción con un combustible basado en la melinita -explosivo descubierto por
Eugene Turpin y del que Verne se ocupa en una de sus novelas, Ante la bandera-.
En 1902, Georges Méliès estrenaba Viaje a la Luna y Paulet diseñaba el Avión
Torpedo, nave reutilizable que emplearía un ala delta pivotante con
motores-cohete en la base.
En
1904, volvió al Perú pero no fue bien acogido. Su carácter germánico
contradecía el de los peruanos, simpatizantes de la cultura francesa, la que
predominaba desde mediados del siglo XIX. Su formación en Europa lo había
convencido de que debía sustituirse la educación técnica francesa por la alemana
para modernizar el Perú. La Misión Militar Francesa en el país no lo veía con
buenos ojos. Él quería fabricar su nave; los franceses sugerían importar
aeroplanos de Francia.
Al
final, otro peruano, Jorge Chávez, fue el primer hombre en el mundo en
sobrevolar los Alpes en avión (1910). El Perú entonces prefirió el aeroplano en
vez del jet. La hélice en lugar del motor a reacción. Paulet se fue a vivir a
Europa. En 1927, siendo Cónsul en Rotterdam, se formó la Sociedad Astronáutica
Alemana y él salió a ofrecer detalles técnicos de su motor y de su nave,
poniéndolos al servicio del Perú. Una vez más fue desoído.
Pero
su carta se tradujo a varios idiomas. En 1928, un libro de Max Valier y otras
publicaciones germanas le otorgaban el título de precursor de la era espacial,
mientras él se vinculaba con los científicos de la VfR durante las
celebraciones del Centenario de la Sociedad Geográfica de Berlín. Por esos
días, Valier y el Barón Fritz von Opel hacían una demostración de autos de
carrera con cohetes de pólvora. Paulet los asombró con su motor de combustible
líquido.
Más
tarde, según la revista Science et Vie
(agosto de 1931), Oberth y Opel (alejados de Valier) intentaron sin éxito
llevar a la práctica los estudios del peruano. Pero Valier, el más entusiasta
defensor de Paulet fue el primero en fabricar un motor con esas características
(aunque murió en 1930, tratando de perfeccionarlo). 1931, sin embargo, fue el
año del despegue. Johannes Winkler, Presidente de la VfR y editor de su
boletín, lanzó el primer cohete con un motor como el de Paulet. Y Arthur
Rudolph, asistente de Valier cuando murió, perfeccionó el motor de éste.
Se
dice que Paulet rechazó la oferta de Henry Ford, una personalidad cercana a la
VfR, para aplicar su motor en autos de carrera y hacerse norteamericano.
También otra del ejército alemán para usarlo en misiles. ¿Tuvo que ver esto con
qué Valier buscó a Hitler en 1929 y le pidió financiar su fabricación? En todo
caso, la muerte de Valier truncó el proyecto. Un miembro de la VfR desde 1929,
Wernher von Braun, sería años después el artífice de los misiles con ese motor,
para lo que reclutó a Rudolph y a otros en su equipo. Los V2 asolaron Europa en
la Segunda Guerra Mundial.
Paulet
quería, por el contrario, llegar al espacio y que su nave fuese peruana. En
1928, luego de expresar el deseo de poner fin a la estadía de Misiones
Militares Francesas en el Perú propuso la inmigración de científicos alemanes,
los más capaces de colaborar con él en la fabricación del Avión Torpedo.
Tampoco fue escuchado.
ARQUITECTO DEL FUTURO
Desarrolló
varios proyectos arquitectónicos. El más reconocido es la capilla del Hospital
Goyeneche, en Arequipa, su ciudad. Alguien la calificó como una delicada joya,
una pequeña Capilla Sixtina. Sin embargo, el más ambicioso fue uno de 1933, que
hubiese convertido al Perú en un país de ciencia ficción.
Constaba
de tres partes: una laguna para hidroaviones en Lima; al lado, una Basílica a
Santa Rosa de Lima, Patrona de América y las Filipinas –que proyectaba como el
monumento más grande del mundo para ser visto desde aire, mar y tierra, a la
manera de la Estatua de la Libertad-; y tres carreteras: una hacia el puerto
para recibir a los inmigrantes, otra hacia el Cusco y la última para penetrar
la Amazonía, la que extendiéndose por Brasil haría realidad la Carretera
Interoceánica.
Proyecto de rascacielos de Paulet
Esta
última serviría para poblar la Selva peruana por colonos europeos, para lo que
había diseñado modernos rascacielos que debían satisfacer todas las necesidades
de sus habitantes: "la ciudad contenida en una Torre de Babel gigantesca
que Pedro Paulet proyectó en medio de los bosques del Amazonas", según el
abogado y periodista francés Georges Benoît-Lévy (revista L’Ilustration, 1929). Estos rascacielos debían construirse cada
100,000 kilómetros en dirección a la Amazonía y se cree incluso que también en
dirección a Argentina.
VISIONARIO DE LA ECONOMÍA MUNDIAL
Hay
que decir que todo lo anterior eran sólo partes del verdadero proyecto de
Paulet: hacer del Perú un país desarrollado. Aun sin el título de economista
desempeñó el oficio como el mejor, como testimonia Alfred Weiler (Annales de Géographie, 1932): “Un muy
importante informe del señor Pedro Paulet, Cónsul General del Perú en
Rotterdam, sobre “la importancia del turismo en la balanza comercial
internacional” ha atraído la atención de los economistas sobre un asunto
relativamente poco estudiado en Francia”.
Precisamente
en 1932, Paulet dejó Europa y se instaló como Cónsul en el puerto de Yokohama,
Japón. Luego de tres años ahí, publicó “El Japón Moderno y sus bases
económicas” (1935), libro que anticiparía lo que son la economía japonesa
actual y las relaciones comerciales entre los países de la Cuenca del Pacifico.
El Emperador japonés lo distinguió con la espada imperial.
La
última etapa de su vida fue en Argentina. Establecido en el Perú desde 1935,
Paulet escribió en 1940 un artículo donde tomaba distancia del nazismo pero
reafirmaba que el modelo a seguir era Alemania, país que se había reconstruido
más de una vez sin dinero. Proponía además que el socio ideal para el Perú
debía ser Argentina, donde soplaban vientos industrialistas. En 1941, partió
como diplomático hacia allá, donde fundó la Cámara de Comercio
Peruano-Argentina.
En
realidad, lo que Paulet proyectaba era una suerte de Unión Sudamericana. Una de
las vías de integración hubiera sido el ferrocarril sobre la Diagonal Buenos
Aires–Lima, un viejo camino inca olvidado durante la Colonia y que unía buena
parte de Sudamérica (Perú, Bolivia, Argentina, Chile, y se dice que ofrecería
una salida al Atlántico por Uruguay). Es la ruta que se puede apreciar en el
filme Diarios de Motocicleta y que Paulet conocía desde su infancia en
Arequipa.
Con
todos, eran tiempos convulsos en el país platense. En 1943, se instaló una
dictadura militar de la que emergería la figura de Juan Domingo Perón. Falta
estudiar a fondo las actividades de Paulet en Argentina. Por ejemplo, cuál fue
su postura ante los ensayos nucleares de entonces, tema que había demostrado
conocer en su carta de 1927. Murió en enero de 1945 en Buenos Aires. Meses
después, Von Braun iría prisionero a los EEUU, para luego erigirse en director
de la NASA. En 1966, éste no pudo dejar de mencionarlo en su libro Historia
Mundial de la Astronáutica. En 1969, sin embargo, cuando el Hombre pisó la
Luna, pocos se acordaron de él.
(*) Álvaro Mejía
es Licenciado en Comunicación e ingeniero. En el 2008, fue incorporado como
Miembro Correspondiente del Instituto de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea
Peruana gracias a su investigación sobre Paulet.
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