Fue el novelista Josep María Espinàs
quien dio el nombre al grupo que inició el “caso” de la “nova canço catalana”. Els Setze Jutges (Los Dieciséis Jueces)
tomaba su denominación de un trabalenguas catalán, y no creo que buscaran en
ella otra significación que la puramente situacional con respecto a un país,
una cultura y una lengua.
Su
primera actuación pública con tal nombre tuvo lugar el 29 de abril de 1962, en
la Peña Barcelonista de Premià de Mar, en un acto intitulado Festival de la
Canço Catalana moderna. Hasta el 13 de diciembre del mismo año, en la concesión
de los Premios de Santa Llùcia de literatura catalana, no hace su aparición
pública en Barcelona Raimon, que llegaba precedido por el clamor despertado con
sus actuaciones en el País Valenciano. Este estudiante de veintidós años había
grabado un disco con cuatro canciones, que saldría a la venta en la segunda
semana de marzo siguiente, con el prestigioso aval de unas palabras de Joan
Fuster: “No sé cómo empezó. Tal vez un día cualquiera, mientras punteaba la
guitarra en un instante de soledad o juego, ilusión y canto se le convirtieron
en una misma cosa, y Raimon se descubrió en la voz de las palabras de su
pueblo”.
Pocos
meses más tarde, entre los éxitos de ventas de la revista Discóbolo, de Madrid, correspondientes al mes de mayo del 63,
figuraba la canción “Al vent”, que pasa a convertirse en estandarte de toda una
juventud universitaria que se siente encarnada en la figura del joven cantante.
En septiembre del mismo año, la canción “Se’n va anar”, de Andreu Borrell,
obtendría el primer premio en el V Festival de la Canción Mediterránea. La
canción había sido defendida por las voces de Salomé y Raimon, y obtuvo el
triunfo tras una apretada votación popular. El 9 de octubre se concede a
Raimon, dentro del VIII Gran Premio del Disco, el correspondiente a “Revelación
1963”, por su primera grabación. Y finalmente, el 12 de septiembre de 1964,
Raimon actúa durante cinco minutos en el espacio “Gran parada”, de Televisión
Española. Es la primera y única vez que el cantante actúa ante las cámaras de
Televisión Española.
Más
tarde, Raimon musicará y grabará poemas de Espriu y clásicos catalanes, como
Ausias March o Jordi Sant Jordi. Obtendrá éxitos resonantes, clamorosos, en sus
recitales personales, desde el primero en el Poble Nou, de Barcelona, el 15 de
febrero de 1966, hasta los ofrecidos en todas las partes del mundo, y
especialmente en París (La Mutualité,
el Olympia). El nombre de Raimon se une con frecuencia a los de Bob Dylan o
Joan Báez. El nombre de Raimon propicia la aparición de unas nuevas canciones
gallegas, vasca y castellana. El nombre de Raimon es uno de los escasos que
sobrevive al derrumbamiento de la “nova canço”, producido con pareja
espectacularidad a que rodeó su nacimiento.
Han
pasado diez años desde la aparición del primer disco del cantante. Me ha
parecido una buena ocasión para charlar con él de todo aquello, de todo lo
sucedido durante este tiempo, y de algo de lo que él cree sucederá en un futuro
próximo. Me invita a tomar café en su piso de un edificio de nueva construcción
del paseo de Maragall, en Barcelona.
La
conversación se desarrolla en lo que imagino sala de trabajo de Raimon, una
habitación relativamente amplia para un piso moderno y muy bien iluminado por
la luz natural. El cantante y yo nos conocíamos personalmente gracias a algunos
encuentros fugaces y casuales. Por otra parte, Raimon es un atento lector de
poesía (en el curso de la conversación me dejará constancia de sus
conocimientos, aunque no hayan quedado reflejados en el texto de la
entrevista), y en eso se distingue de tantos otros poetas que andan por estos
mundos de Dios.
Tras
romper el hielo en las primeras frases, entro de lleno en el objeto de la visita
y pongo en marcha el magnetófono. Lo grabado es lo transcrito a continuación:
Naciste en Xàtiva; tu padre, según he
leído, era ebanista. Estudiaste en la Universidad de Valencia, y actualmente,
cuando no viajas, vives en Barcelona. ¿Cómo te sientes? ¿Como un muchacho de
pueblo desplazado en la gran ciudad, según parece desprenderse de una de tus
canciones, o…?
Hombre,
yo viajo muy a menudo. Cuando estoy en Barcelona salgo poco de casa, y me
dedico a leer y a trabajar. Por lo tanto, la ciudad es para mí un poco el
barrio. Cuando voy al centro es para ver una exposición o para darme un paseo
por la Ramblas, que me gustan mucho. Desde luego, el ritmo de la gran ciudad no
es lo mío. A cualquiera que haya nacido en Barcelona, el moverse le cuesta
siete veces menos que a mí.
Así que, en realidad, te gustaría
seguir viviendo en un pequeño pueblo…
Sí.
Como ideal, y con la posibilidad de viajar, me gustaría tener mi residencia en
un pueblo del País Valenciano, Xàtiva o
cualquier otro parecido. Pero Barcelona tiene todas las ventajas de las
comunicaciones, de la gente que necesitas ver a menudo… Por otra parte, si
ahora volviese a Xàtiva para vivir allí, me encontraría también desplazado. Las
cosas ya no son como yo las dejé hace años. Y a pesar de que voy con mucha
frecuencia, he perdido el ritmo, ¿comprendes?
Luego tu trabajo como cantante te
satisface…
No
tengo oportunidad para sentirme satisfecho. Sólo pueden aprovecharse un veinte
por ciento de las posibilidades. Es una situación normal, con un contacto más
directo con las capas populares de la sociedad, estableciendo diálogos,
discusiones, explicaciones, todo ello alrededor de los recitales que doy, sí
podría sentirme satisfecho. Pero así, siempre quedas incompleto. Primero,
porque no das la imagen real que desearías dar de ti mismo, al existir una
censura previa que condiciona lo que vas a decir, y luego, porque no hay
posibilidades de respuesta por parte del público, no puede establecerse un
diálogo “a posteriori”, etcétera. En mí caso concreto, además, sólo puedo
manifestarme mediantes las actuaciones personales y los discos. Nada de
televisión, nada o casi nada de radio… ¿Qué te queda entonces?... Si a un
cantante le quitas la televisión, le has quitado por lo menos el sesenta por
ciento de su trabajo. Por otra parte, no se está siempre cantando…
¿Cómo debe decirse que cantas: en
valenciano, en catalán?
En
catalán, desde luego. Soy valenciano, pero la lengua es la catalana. Ausias
March también era valenciano y escribía en lengua catalana. Si a la cultura
catalana le quitáramos los clásicos nacidos en Valencia, quedaba servida la
pobre…
Vamos a precisar un poco más: ¿Te
sientes catalán en la medida, por ejemplo, en que un cordobés puede sentirse
andaluz?
Yo
creo que es otra cosa. Habría que decir que me siento catalán en la medida que
un cordobés se siente español. Soy partidario de la nacionalidad unitaria,
teniendo en cuenta una cultura común, una lengua, una historia, una conciencia
nacional común, etcétera. En este sentido, Valencia, las islas Baleares y el
Principado forman una unidad, aunque subsistan peculiaridades regionales muy
caracterizadas, como las que puedan existir entre Andalucía y Asturias,
pongamos por caso, y el resto de España. Lo contrario sería caer en el
cantonalismo. Tenemos el hecho que existe una lengua catalana, común a las
Baleares, al Principado y al País Valenciano. Yo pertenezco a esa cultura; por
lo tanto, es lógico y natural que al expresarme cantando lo haga en mi propia
lengua. Hay que tener en cuenta, además,
que le escritor catalán no se encuentra en la misma situación que el castellano
o el francés. Éstos cuentan con escuelas, televisión, periódicos, etcétera.
Pueden permitirse el lujo de escribir en sus respectivos idiomas como les venga
en gana, ya que sufren un exceso de normativa. El escritor catalán, por el
contrario, al no contar con nada de eso, ha de tender a escribir su lengua
correctamente., unificadamente, para no contribuir a la dispersión y
atomización del idioma. En mis canciones, concretamente, procuro utilizar un
catalán que sea inteligible en cualquier rincón del área lingüística,
renunciando muchas veces a las peculiaridades regionales valencianas.
Cuando te pones a escribir una
canción, ¿qué ideas tienes? ¿Te dejas llevar por un estado de ánimo determinado
o eres perfectamente consciente de lo que quieres escribir?
Hay
canciones que salen solas, sin llamarlas. Otras se te resisten durante años. En
algunas ocasiones hay una voluntad de decir unas cosas determinadas y de una
manera concreta, con conciencia de todo ello. En otras, en cambio, interviene
lo que podríamos llamar institución, subconsciente o inspiración. La base es
siempre, de todos modos, algo que ha sido pensado y meditado con anterioridad,
y de lo cual ha quedado en mí como un poso. Después, sobre esta base, se
produce un proceso no totalmente consciente, pero tampoco absolutamente
irracional. Aparte de que siempre corrijo, retoco o reescribo mis canciones.
Cuando grabas tu primer disco, ¿has
terminado ya la carrera?
No,
aún era estudiante. Estaba en el último curso.
Entonces, cuando terminas los
estudios, se te plantearía la cuestión de dedicarte a una u otra cosa. ¿Cómo y
cuándo tomas una decisión?
En
principio me tomé la canción como un trabajo provisional, como una actividad más
entre las otras que desarrollaba como estudiante. Luego, tras la repercusión
pública del primer disco, seguí cantando, aunque sin abandonar la idea de
seguir mis estudios, hacer oposiciones y dedicarme a la enseñanza. La canción
me ha interesado siempre como expresión artística, y cuando llega el momento de
tener que dedicarme de lleno a una de las dos actividades –estudios o canción-,
elijo la canción, pensando que pueda ser una actividad tan buena como cualquier
otra para realizarme personalmente, para sentirme útil dentro de la comunidad
en que me desenvuelvo, en que vivo.
Yo veo en tus canciones una evolución
clara: la de las primeras, que nos hablan de cosas abstractas, de esa “rebelión
sin causa”, de esa “angustia vital”, recogida por la juventud de principio de
los años sesenta gracias a nuestras lecturas de Camus y Sartre y las películas
de James Dean, pasas a otras donde la temática se concreta en unos problemas
más reales, más cotidianos y reconocibles, alternando además con otras donde se
hace una llamada a la individualidad de cada cual.
Bien,
yo creo que aproximadamente es así. Aunque también me parece que todo esto que
señalas en las últimas también se da un poco en las primeras. No olvidemos que
una canción como “Diguen no” es del sesenta y tres.
De acuerdo, pero incluso una canción
como “Diguen no”, ¿no responde antes a esa “rebelión sin causa” citada, que a
una toma de conciencia clara de los problemas sociales, culturales o políticos
del momento?
Sí,
quizá tengas razón. La canción responde a un rechazo total de nuestra sociedad
tal como está estructurada, si matices, más sentimental que otra cosa. Luego,
las cosas se hacen más concretas, más reales, más comprensibles, en suma. En
líneas generales, mis canciones han seguido la evolución lógica de la gente de
mi generación. Quizá para quienes ahora tienen veinte años esa evolución no
resulte comprensible, porque hoy las cosas han cambiado, en parte porque
nosotros las hemos hecho cambiar, y ante ellos se abren otras posibilidades, otros
conocimientos, que nosotros no pudimos entrever. Por otra parte, yo he
participado en la vida de este país como uno más, sin considerarme un ser
aparte por el simple hecho de que mi rostro se vea a veces en pasquines por las
paredes. He sentido en mi propia carne todos los problemas del país de un modo
directo y concreto. También tengo la suerte de no haberme convertido en un
mito, lo que me impediría establecer una comunicación normal, sincera y
profunda con los demás.
El hecho de que no seas ampliamente
conocido, por lo menos en la medida de otros cantantes, ¿a qué es debido, según
tú? ¿A que los medios de difusión no te han tratado bien? ¿A las cosas que
cantas? ¿Al hecho de que cantas exclusivamente en catalán?
Creo
que hay un poco de todo. Sería normal que como tal cantante catalán, no fuera
conocido ampliamente en Málaga, pongamos por caso. Lo que ya no resulte normal
es que tampoco lo sea en mí propia tierra. Quizá también influya el hecho de
que pretenda hacer una canción con cierta dignidad literaria, con ciertas
pretensiones artísticas, con cierta voluntad de permanencia. Yo no hago “canciones-cigarrillo”,
que las consumes y luego tiras la colilla. Y, desde luego, los medios de
difusión son básicos. Si yo pudiera explicar en televisión lo que canto, se
vería si mis canciones tienen unas dimensiones populares o no las tienen.
Mientras no se dé este caso…
Tu aparición coincidió, más o menos,
con la del grupo “Els Setze Jutges”. ¿Te sentiste identificado en algún momento
con el grupo?
Yo
cantaba desde algún tiempo antes, aunque no profesionalmente. Conocí a algunos
miembros del grupo en el año sesenta y dos, en Castellón de la Plana: Porter,
Delfí Abella, Espinàs, etcétera. Me identifiqué con ellos en la medida en que
creía que llevaban a cabo un trabajo positivo a favor de una canción autóctona.
Pero la canción que yo hacía no tenía mucho que ver con la que hacían ellos,
por lo menos con la que hacían los miembros de más edad del grupo, que una vez
cumplida su misión dejaron de cantar. Me encuentro más cerca de otra gente que
formó parte del grupo más tarde y que actualmente siguen trabajando por su
cuenta y riesgo, como Pi de la Serra. “Els Setze Jutges”, en un principio, no
hacían más que una crítica de costumbres, mientras que en mis canciones la
problemática era muy distinta, creo. Yo partía prácticamente de cero. En
general, la canción que yo hacía no tenía precedentes en el país. Tampoco podía
apoyarme en la experiencia francesa –cosa que sí hicieron “Els Setze Jutges”-:
Brassens o Ferré son señores con mucho Verlaine, Rimbaud y Baudelaire detrás.
Mis canciones eran más sencillas, menos culturalizadas, menos intelectuales, en
una palabra. Yo partía de un analfabetismo casi absoluto. Nuestro caso era
distinto. Y es que, como dice Perich, España no hay más que una, y eso es algo
que el resto del mundo no sabe agradecerlo.
Lo cierto es que tu primer disco,
aparecido ahora hace diez años, causó un impacto tremendo en los medios más
sensibilizados del país.
Desde
luego. Aunque tengo que decir que tampoco yo era entonces demasiado consciente
de lo que hacía ni de lo podía llegar a significar este tipo de canción con el
paso de unos cuantos años. Puede decirse que fue una cuestión de chamba. Acerté
simplemente a expresar esa especie de angustia colectiva ante situaciones
colectivas, que hacía sentir su peso especialmente en los medios culturalizados
y universitarios. En realidad, lo que llamó la atención no fue tampoco la
problemática, sino el hecho de que expresara esta problemática mediante
canciones. Porque reconozco que los poetas, como de costumbre, nos habían
ganado por la mano.
¿Qué queda de toda aquella explosión,
aquel boom de la “nova cançó”? En un
momento dado se anunció la salida de seis o siete libros sobre el tema. Luego
sólo apareció uno, el de Vázquez Montalbán. ¿Cuáles son tus opiniones sobre
esto?
Lo
que yo creo es que mucha gente participó en aquello ante el espejismo de la
moda, de la novedad. Cuando este espejismo ha desaparecido y lo claro es que
hay que seguir trabajando duro con escasas compensaciones, han abandonado el
barco. Basta con un somero repaso a lo que ha sido la canción catalana durante
estos diez años para comprobar con cuánta facilidad cambia de camisa la gente.
El planteamiento de la mayoría, por otro lado, es el de siempre: coger los
éxitos mundiales, adaptarlos e intentar situarlos durante uno o dos meses en
los hit-parades. O bien, ir sacando
una canción tras otra, con la esperanza de que una de ellas “pegue” y salve el
año. Los planteamientos de la “nova cançó”
eran otros, por lo menos en un principio. Nos interesaba dotarla de un
contenido válido, actuante, eficaz de cara al despertar de una conciencia en el
país. Estos planteamientos siguen intactos en mi caso; el hecho de que la “nova
cançó” haya desaparecido como tal, lo achaco a que no se supieron sostener
tales planteamientos de forma colectiva. Debe tenerse en cuenta que cuando
empezamos a cantar, los problemas no eran tan sólo de tipo político, por
decirlo así, sino que existían también problemas de tipo profesional. Por
entonces, el cantante era un señor vestido de lentejuelas, como los payasos,
cuya actuación quedaba circunscrita a los festivales, los night- clubs y las revistas musicales. Nosotros llevamos la canción
a otros sitios, revolucionamos la indumentaria, establecimos una comunicación
con el público. Te pongo un solo ejemplo: cuando actué en el Festival del
Mediterráneo, me obligaron a ponerme corbata. Ahora, los cantantes salen
vestidos de cualquier manera. Aunque, desde luego, la mayoría siguen haciendo
el payaso.
Supongo que cuando actúas ante una
audiencia mayoritariamente no-catalana, se te presenta el problema de hacer
entender no sólo el contenido de tus canciones, sino también las razones por
las que cantas en catalán. ¿Cómo te las arreglas en estos casos?
La
verdad es que el problema me tiene un poco cansado. Muy a menudo se acusa a la
cultura catalana de encerrarse en sí misma. Yo mismo lo he creído a veces. Pero
cuando te encuentras que una y otra vez tienes que explicar cosas tan elementales
como el derecho humano a expresarse en la lengua propia, se comprende ese
repliegue y que el cansancio nos haga mostrarnos adustos. Ten en cuenta que
gran parte de la gente que necesita que se le explique por qué canto en
catalán, encuentra perfectamente lógico que un cantante español lo haga en
inglés o que el último advenedizo que consigue un enchufe para salir en un
programa de televisión utilice para sus canciones una jerga ininteligible de
las cinco partes del mundo. Es decir, confunden la intención de conquistar el
mercados (o la incapacidad de decir algo con acento personal) con la voluntad
de afirmar los valores y características de una cultura y un pueblo, al tiempo
que ir en busca de la propia identidad. Su argumento básico es: “¿Por qué no
cantan en español para que lo entendamos todos?”. A lo que yo respondo: ¿Por
qué no en chino, entonces? ¿O esperanto? ¿Conoces tú a alguien que cante en
esperanto? ¿Quién reprocharía al genuino “cante jondo” la utilización de una
lengua difícilmente inteligible fuera del Sur de la Península? Repito que la
primera y única explicación es muy simple: Cuando uno se pone a cantar, lo hace
en su propia lengua, la que siente como suya. Lo contrario le impediría
cualquier manifestación sincera y honesta de la propia personalidad. Si yo
hubiera nacido en Badajoz, estoy completamente
seguro de que no cantaría en catalán. Por otra parte, si mi intención
consistiera en la conquista de los mercados del disco, cantaría en inglés. Y no
en Madrid, sino en Nueva York, Londres o Liverpool, donde el mercado funciona
realmente. Pero en cuanto no voy tras la conquista de mercado, sino que persigo
la expresión de una problemática personal y colectiva, propias de la cultura y
lengua catalanas, no tengo otra alternativa que cantar en el seno de esa
cultura y en esa lengua. El que el idioma sea minoritario en relación al
inglés, el francés o el español, no es razón suficiente para renunciar a él. Por
lo demás, la problemática que expreso en mis canciones es muy similar a la de quienes
me escuchan en Sevilla o en Bilbao. A lo largo de siglos hemos sufrido un
enemigo común. Eso por lo menos. Me parece una razón de peso para unirnos y no
para separarnos. Todo consiste en una verdadera toma de conciencia de los
problemas, en querer afrontarlos realmente.
Si es que alguna vez piensas en ello,
¿cómo te ves en el futuro?
Alimento
la esperanza de verme cantando durante dos o tres años sin ningún tipo de
censura, sin ninguna represión. Ese es mi sueño para el futuro.
Cuando llegue ese momento, si llega,
tus canciones actuales sólo serán válidas como documento, ¿no te parece?
Será
otra cosa, sí. También espero que muchas de mis canciones tengan más valores
que los puramente testificales. Quiero decir que la imagen que actualmente
puedo ofrecer de mi trabajo es parcial, incompleta. En un recital me gustaría
cantar desde los poemas de Ausias March hasta el más reciente y rabioso de mis
textos. Mientras no pueda hacerlo así, aquí, en mi propia tierra, no puedo
sentirme realmente satisfecho.
¿Sigues viviendo en la actualidad de
la canción?
Sí,
sí. Bueno, en realidad, más que de la canción vivo de lo que canto.
Sin embargo, desde hace un par de
años no se habla de ti como antes.
Es
lógico que así sea. Eso no me preocupa demasiado. Nunca voy a los sitios con la
intención de que me hagan fotos para salir en los periódicos. O provocar
entrevistas para hablar de mis proyectos, de lo que tengo pensado hacer,
etcétera. Me gusta hablar de las cosas cuando ya están hechas, pero, según
parece, las cosas hechas ya no son noticia. Hay otra circunstancia importante:
yo no he podido cantar en Barcelona durante mucho tiempo. Pero no hay semana
que no dé dos o tres recitales por los pueblos. Ya te digo que eso no me ha
preocupado nunca gran cosa.
¿Tus canciones siguen teniendo la
misma repercusión que hace unos años?
Yo
creo que más. Por lo menos cada vez asiste más gente a mis recitales. Por
ejemplo, el sábado pasado, en Sabadell, tuve más de mil doscientas personas. Yo
creo que, a nivel de público, cuento ahora con mucha más audiencia que hace
cinco o seis años. Y gente más joven, muy joven. La juventud sigue interesada
en lo que hago.
¿Y los discos?
Ah,
ese es otro problema. Ahí no entra tanto mi voluntad como la de la estructura
administrativa y la de la estructura de la industria española del disco, que es
una industria con sus propios filtros, para evitar cualquier tipo de polución,
¿sabes? Y la censura previa. Hasta que no tienes doce canciones autorizadas, no
puedes grabar un “log-play”. Lo que a veces quiere decir que has tenido que
escribir cuatro o cinco veces esa cantidad. Mi último disco es del año setenta,
con poemas de Ausias March, Jordi Sant Jordi y Anselm Turmeda por una cara y
canciones mías por la otra. Lo cual no quiere decir que no tenga material para
grabar dos o tres discos más. Pero el problema es otro…
¿Te sucede como a la mayoría de los
poetas, que cuentan con mucho material inédito?
No
sé. Inédito, inédito… Durante el tiempo que no he editado discos en España he
editado tres en el extranjero: uno en los Estados Unidos, otro en Uruguay y un
tercero en la Argentina. Y preparo otro que saldrá próximamente en Francia. Los
discos se editan, lo que pasa es que siguen siendo desconocidos aquí.
¿Te cuesta mucho hacer una canción?
Mucho.
Soy un hombre que produce difícilmente. No tengo facilidad. Soy muy riguroso
conmigo mismo. He buscado siempre una gran economía de vocabulario, sin que
esta economía vaya en perjuicio de la exactitud de la expresión. Luego hay que
tener en cuenta que la letra va ligada a unas notas musicales. Todo esto
comporta multitud de problemas. Es decir, me resulta mucho más fácil escribir
cualquier otra cosa. Luego están los problemas de la interpretación… Hasta que
no he cantado una canción en público no sé exactamente si he acertado o no.
¿Qué se te hace más difícil, la parte
literaria o la musical?
Para
mí, la dificultad estriba en ligar ambas cosas. Escribir poemas por una parte y
melodía por otra me resulta relativamente fácil. Encajar una cosa con la otra
es lo que encierra realmente problemas.
¿Y cuando haces canciones sobre
poemas no escritos por ti?
Eso
sólo lo consigo cuando he entrado realmente en el poema. En el sesenta y siete
me propuse musicar a Ausias March y estuve más de dos años luchando con ello.
La primera dificultad estriba en entrar en el poema. Una vez logrado esto,
había que soslayar el peligro de que el resultado fuera demasiado pretencioso,
¿entiendes? Tenía que ser algo sencillo, perfectamente inteligible, popular, en
una palabra. Esto lo conseguí después de mucho trabajo.
El musicar poemas que en principio no
se escribieron con la intención de que fueran cantados, parece que se ha puesto
de moda en los últimos tiempos. ¿Cómo
juzgas tú, en general, los resultados?
Es
evidente que muchas veces no están a la altura de los textos que se han tomado
como punto de partida. Esto es debido, me parece, a que se hace sin el
suficiente rigor, sin el suficiente estudio previo. No se trata de coger un
poema, y por el simple hecho de que te parezca bonito, encalomarle cuatro notas
de guitarra un poco al tuntún. Yo creo que antes hay que entrar en comunicación
con el espíritu del poema. Desde muy joven he sido un gran lector de poesía.
Pero en el momento de musicarla no basta con eso. Tienes que descubrir la
música peculiar de cada poema. El primero que hice canción fue la “Canço del
capvespre”, de Espriu. Luego, poco a poco, musiqué todas las canciones del ciclo
“La Roda del Temps”. Me costó años de trabajo. Además, cada poema tiene un
“tono” distinto. No se puede medir todo por el mismo rasero.
¿Escribes la música de tus canciones
o la compones de oído?
Normalmente
la compongo sobre la misma guitarra. La transcripción al papel pautado, por lo
general, no la hago yo, aunque podría hacerlo. Mi método de trabajo es voz y
guitarra.
¿Y qué fue primero, la poesía o la
música?
La
poesía, la poesía. Bueno, yo escribo versos desde los quince años o cosa así.
Al principio, sin pensar en cantarlos, ni mucho menos. Escribo muchos más
poemas de los que luego canto. Son poemas malos, claro está, pero…
Le pido a Raimon que me lea algunos
de sus poemas no hechos canción. Lo hace. Los tiene escritos en un pequeño
cuaderno de tapas de hule, de hojas cuadriculadas, con una letra muy menuda y
firme. Mientras lee, sigue el ritmo tamborileando con los dedos sobre la mesa.
Cuando termina, fumamos en silencio, tomamos café. Yo he detenido el
magnetófono, aunque seguimos hablando durante horas. Hablamos de su tardío
descubrimiento de los clásicos catalanes, cuya existencia le fue revelada en
los años de Universidad; del papel jugado por la burguesía catalana en la
“Reinaxença”; de los problemas que provoca a cada paso un bilingüismo artificial,
mantenido durante centurias; de los derechos adquiridos por la lengua
castellana en los Países Catalanes… Cuando salgo de nuevo al paseo Maragall, el
tráfico ha disminuido considerablemente. Es la hora de cenar, y yo temo haber
extraviado el apetito y el restaurador sueño de la noche por obra y gracia del
medio litro de café que me habré bebido a lo largo de la tarde.
(Entrevista
publicada en la revista Triunfo, nº 546, año XXVII,
17-03-1973, págs. 32-35). Reeditada ahora, con el permiso de su autor y con
ilustraciones nuevas de Josep M. Maya, en la sección “Entrevistas en blanco y negro”, de la Revista Rambla. Edición y transcripción:
Javier Coria).
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