LA AMNISTÍA, LA TRANSICIÓN, LA MEMORIA Y EL OLVIDO
Por Jesús Rodríguez Barrio (*)
El diario El País, en su edición del día 06/12/2013, publica una columna de opinión firmada
por Soledad Gallego-Díaz, que trata sobre los temas que dan
título a esta respuesta.
Por enésima vez asistimos, una vez más, a la justificación de la Ley de Amnistía de 1977 (y
a su uso como Ley
de Punto Final) construida sobre la base de establecer una simetría
entre las víctimas del franquismo y los responsables de los crímenes cometidos
por la dictadura franquista, no solo durante la guerra y la postguerra, sino
también durante el largo periodo de dictadura (dictadura hasta el final) que
fue ocupado en su última etapa por el Tribunal de Orden Público (TOP), como
instrumento represivo fundamental.
Para empezar: en una dictadura fascista no es posible establecer ninguna
simetría entre víctimas y verdugos, como implícitamente se hace al señalar que
la amnistía también benefició a los antifranquistas que habían cometido actos
violentos. Por hacer un símil, es como si la violencia empleada
por quienes resistieron contra el nazismo se hubiera utilizado como
justificación para aplicar una amnistía a los responsables del holocausto.
Y, ya que se habla de la Constitución Española, hay que señalar
que, como recoge Juan José del Águila en su excelente estudio sobre el Tribunal
de Orden Público (El TOP: la Represión de
la Libertad), el 77% de las condenas que dictó el TOP (más de 11.000 años
de cárcel) lo fueron por actividades recogidas como derechos fundamentales en
nuestra constitución. Esa es la realidad: las víctimas del franquismo no necesitábamos ser amnistiadas
porque no habíamos cometido delito alguno.
Decía Vasili Grossman, en su obra Vida y Destino, que “el nacionalsocialismo había creado un nuevo tipo de prisioneros
políticos: los criminales que no habían cometido ningún crimen”.
Y eso fue, exactamente, lo que sucedió en España durante más de 40 años.
Jesús Rodríguez Barrio
Las víctimas no necesitábamos ninguna
amnistía. Solo necesitábamos libertad, justicia y el reconocimiento de la
sociedad por los sufrimientos que nos ocasionó la resistencia frente a la
dictadura. Resistencia que no era sólo un derecho, sino también un deber moral.
Porque, para nosotros, no resistir hubiera sido aceptar.
De todo esto, solo pudimos obtener la
libertad: una libertad como delincuentes amnistiados por nuestros supuestos
delitos, que no vino acompañada por reconocimiento alguno ni, mucho menos aún,
por nada parecido a la justicia.
Tuvimos que asistir, impotentes, al
espectáculo de ver como los responsables de aquellas gravísimas violaciones de
los derechos humanos eran consolidados en sus puestos, ascendidos, premiados, e
incluso condecorados por los gobiernos de aquella maravillosa Transición
sin que se llevase a cabo investigación alguna, ni tan siquiera en el caso de
los personajes más significados. La dictadura franquista ha sido un caso único
en Europa.
Es imposible imaginar un mayor grado de
humillación y abandono para las víctimas…
En aquellos años de La Transición se
sentaron las bases de lo que tenemos hoy:
Un país en el cual, en el día de la fecha
(35 años después de aprobada la Constitución Democrática) existen aún más de
100.000 víctimas del genocidio franquista desaparecidas en fosas comunes y
cuyos familiares tienen que soportar las burlas de los representantes del
partido que hoy gobierna por exigir la búsqueda de sus desaparecidos y la
verdad, la justicia y la reparación moral para su memoria. En todo el planeta,
sólo la Camboya que en su día gobernó el dictador Pol Pot supera al reino de
España en número de desaparecidos.
Un país en el cual, en el día de la
fecha, no se ha exigido responsabilidad alguna por el robo de más de 30.000
bebés (estimación aproximada) ocurrido, principalmente, durante la dictadura y
basado en gran parte en motivaciones políticas.
Un país en el cual, en el día de la
fecha, las grandes empresas de la construcción que se beneficiaron del trabajo
esclavo de miles de prisioneros políticos no han hecho frente a responsabilidad
alguna.
Un país, finalmente, en el cual,
transcurridos más de 77 años desde el golpe de estado del general Franco, la
primera investigación que se ha iniciado sobre los crímenes del franquismo ha
debido ser abierta por los jueces de un país extranjero porque las leyes que se
consolidaron durante la Transición impiden realizarla en España.
Encuentro con la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de Argentina
Los relatos de las víctimas de torturas que
han testificado ante la justicia argentina, y otros muchos que continúan
apareciendo en los medios de comunicación, hielan la sangre al leerlos. La
mayoría de las historias se localizan en el edificio de la antigua Dirección
General de Seguridad de la Puerta del Sol de Madrid, hoy sede del Gobierno
Regional.
En ese edificio, realizaron su “trabajo”
los elementos más destacados de la Brigada Político-Social franquista. Las
leyes que se aprobaron durante la Transición nunca permitieron que la justicia
española realizase investigación alguna de sus actividades.
Y ese mismo ambiente político (el
“espíritu” de esas leyes que se aprobaron entonces) es también, sin duda,
el responsable del hecho de que los gobernantes de diferentes colores
políticos, que hasta hoy (transcurridos 38 años desde de la muerte del
dictador) han habitado ese edificio, nunca hayan considerado conveniente
colocar, junto a la entrada, una sencilla placa en memoria de quienes en ese
lugar tuvieron que sufrir la violación de sus derechos humanos por levantar la
cabeza y resistir frente a la última dictadura fascista de Europa.
Un símbolo que, por sí solo, ilustra de
forma resumida toda la historia política de la España reciente.
¿Serán necesarias más evidencias para entender el
abandono, la injusticia y el olvido que han sufrido, y continúan sufriendo en
España, las víctimas del franquismo?
(*) Jesús Rodríguez Barrio
es Profesor de Economía de la UNED y miembro de La Comuna de Presos del Franquismo.
Como luchador antifranquista fue represaliado y sufrió torturas del siniestro
policía Antonio
González Pacheco, alias Billy el Niño.
Publicado en Revista Rambla
Para leer un artículo más documentado y largo, también de
contestación al Artículo de El País:
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