MERCEDES MARCH: “LA
PALOMA ES UNA SALA CANALLA”
La dueña de “La Paloma”, mítica sala de
baile de Barcelona, clama por la apertura del centenario local, clausurado por
el Ayuntamiento hace siete años.
Por
Javier Coria. Fotos: Francesc Sans
“Contemplar la ausencia de vida en un lugar
nacido para la diversión y el baile resulta casi tan desolador como contemplar
las ruinas de algo hermoso”. De esta forma tan poética comienza el
escrito que la dueña de La Paloma, Mercedes March, ha elaborado para el cierre
del libro de fotografías dedicadas a este local, fundado como sala de baile en
1903, y que está en la memoria sentimental de varias generaciones de
barceloneses. El fotógrafo Antoine Passerat se quedó enamorado de esta sala
cuando llegó a Barcelona en 1996. Passerat recuerda que muchos de sus
compatriotas franceses conocieron La Paloma a través de la película L’auberge espagnole (2002), de Cédric
Klapisch, que recoge unas escenas en el local. Mercedes March aprovechó la
ocasión de la publicación del libro para explicarnos como está el contencioso
por la clausura de la sala, clausura que fue declarada ilegal en 2010 por los
tribunales.
Mercedes March y Antoine Passerat
TIGRE, 27
El
título del libro, lujosamente editado por Blume, es “Tigre, 27” ,
por el número de la calle donde está La Paloma, calle que se conoce por esta
sala de fiestas. El fotógrafo pasó diez años visitando la sala, y las fotos
ahora publicadas corresponden al periodo de 2003 a 2006. La Paloma se
cerró en 2007, pero el proyecto del libro continuó, para publicarse ahora, con
la sala aún cerrada. ¿Pero cuál fue la primera impresión que se llevó Passerat
al llegar a la calle Tigre, 27?: “Llegué
a la sala con un amigo. Al ver las cortinas rojas de terciopelo, te preguntas
como un ligar como este sigue existiendo. Yo fui por la tarde, cuando van las
personas de la tercera edad, y me fascinó. Fue este ambiente el que me chocó,
ver una multitud de personas bailando muy bien. En esa primera visita ya hice
una foto, a una pareja besándose apasionadamente. Pensé. ¡Qué bonito!, después
de tantos años de relación… imaginé. Pero claro, el señor me dijo airado: “¿Qué
hace?... que no es mi mujer”. Me pareció maravilloso. Después, a eso de las 21
horas, llegaban los jóvenes y la música electrónica comenzaba a sonar. Este
cruce de generaciones me maravillaba, los jóvenes compartían un tiempo la
música de baile clásica con sus mayores, para pasar más tarde a lo último que
sonaba en Europa. Yo venía de Nueva York, donde la mezcla de gentes es muy
común, pero no como en La Paloma. No sólo era un tema de edad, también de
diferentes sectores o tribus urbanas. Allí iban los mejores DJ, se celebraban
las fiestas gay, las bodas gitanas o incluso veladas de boxeo. Yo soy francés,
y me parece que ustedes no valoran lo que tienen, y es una pena tener este
patrimonio de la ciudad cerrado. Picasso, Dalí o más cercano en el tiempo,
Almodóvar, pasaron por La Paloma”.
El
libro son un conjunto de imágenes que tratan de reproducir el ambiente de La
Paloma. Para fotografiar con la poca luz artificial del local, el fotógrafo,
que trabajó con película, tuvo que forzar los carretes de 400 ISO a 800, 1.600 o 3.200 ISO, lo que produce una gran
saturación del color y mucho grano, que ayuda a recoger la atmósfera y
unas imágenes muy sensoriales que más que enseñar, evocan, como en una
ensoñación. Pero de la poesía pasamos a lo más prosaico.
¿QUIERE EL AYUNTAMIENTO QUÉ ABRAMOS O NO?
Esta
es la pregunta que se hace Mercedes March, y añade: “Sí hay voluntad política, se podría abrir. Una sala con más de 100
años, no se le puede mirar como un local que acaba de abrir. ¿Quiere el
Ayuntamiento qué abramos o no? No sabemos a qué atenernos y cuál será nuestro
futuro, y de los cien trabajadores que teníamos. Hay una sentencia de marzo de
2010 que declaró improcedente el cierre de La Paloma. Desde entonces estamos
negociando con el Ayuntamiento y nos tienen mareados de un sitio para otro.
Tardas tres meses para que te reciba un técnico. No quería decirlo, pero ya es
tiempo, creo que nos están dando un trato despótico, manteniendo esta
incertidumbre. La ley debe ser igual para todos, pero los lugares singulares
deben tener un trato singular.
Mercedes March y Antoine Passerat
La
Paloma tiene forma de de nave industrial porque fue una antigua fundición
donde, por ejemplo, se fundieron algunas de las piezas de la estatua de Colón
del puerto de Barcelona. Los lavabos de la sala están en lo que eran las
carboneras de la fundición. En los años ochenta, la especulación urbanística
puso en peligro La Paloma, pero la actual dueña luchó por ella, incluso
consiguió arrancar de los consistorios de la época que fuera un local
protegido. El incumplimiento de la normativa sobre ruidos fue lo que adujo el
gobierno municipal del PSC para cerrar la sala en diciembre de 2006, la Noche
de Fin de Año de 2007 fue el último día en que la sala permaneció abierta. En
marzo de 2013, la prensa anunció un pacto con el nuevo gobierno municipal que,
para evitar ir a juicio, llegó a un acuerdo con los dueños de La Paloma y se
anunciaba la pronta reapertura, cosa que no sucedió. Se hicieron muchas
reformas de aislamiento acústico, pero en el tiempo transcurrido, las normas
han cambiado, siendo más restrictivas. Aislar un lugar histórico, donde no
puedes destruir la decoración original, es muy complicado y costoso, si no se
cuenta con ayudas. Me pregunto qué pasaría si esta sala perteneciera a algunos
de los grandes grupos de ocio de la ciudad… La Paloma, además, daba ambiente al
barrio y muchos negocios de los alrededores vivían de ella.
La
Paloma es esencia de Barcelona, incluso fue declarada por la guía Lonely
Planet, en 2005, como la mejor sala de baila del mundo, pero por encima de eso,
lo importante es la alegría y fiesta que proporcionó a varias generaciones de
barceloneses y forasteros. Los “palomeros” es el nombre cariñoso con el que se
conocían a los mayores que iban las tardes a bailar. La media de edad era de
unos 70 años. Muchos encontraban allí la mejor medicina, y con la que está
cayendo, dudo que la encontraran en la Seguridad Social. Sobre los “palomeros”
nos cuenta Mercedes March: “La Paloma
era también una sala canalla y pecaminosa, era curioso ver como se flirteaba y
se arreglaban para venir”. Sobre esto escribe la propia March en el libro
citado: “…, no imaginaban su día a día
sin esa dosis de esperanza que les empujaba a arreglarse y salir de casa en
busca de la ilusión del gozo eterno”.
Tengo
un amigo que me dice que estamos dirigidos por mediocres y quieren hacer una
ciudad mediocre, y no le falta razón. Vemos como las Ramblas y el Paseo de
Gracia se convierten en bulevares impersonales como cualquier otro paseo del
mundo. Las franquicias abundan, donde se apuesta más por el diseño de los
espacios que por la calidad del producto o del servicio, trabajadores muchas
veces contratados en condiciones precarias. Pero incluso el diseño es
prefabricado, de falso histórico, de cartón piedra, vamos. La cultura y el
patrimonio histórico es también un motor económico y empresarial para el país,
en cambio se apuesta por el ocio globalizado, por proteger a las grandes
cadenas, marcas y corporaciones, en detrimento de lo genuino y lo que hace a
esta ciudad única y original.
Publicado originalmente en la Revista Rambla
Reproducciones y foto del libro: Javier Coria
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