Por:
Javier Coria.
De los casi tres mil norteamericanos
que vinieron a España con la Brigada Lincoln en apoyo de la República, ochenta
y cinco eran voluntarios negros que lucharon contra el fascismo y por unos
derechos que les negaban en su propio país. Hoy, un documental les hace
justicia.
EL ÚLTIMO BRIGADISTA LINCOLN
La
noticia nos llegó a través de la agencia EFE/USA el 1 de marzo del presente
año: “El último combatiente conocido de la Brigada Lincoln que combatió
en la guerra civil española, Delmer Berg, falleció en su casa de California a
los 100 años”. El óbito había ocurrido el domingo 28 de febrero de 2016.
Berg (nacido en 1905) era hijo de granjeros, trabajó como agricultor y ejerció
de sindicalista en su país. Ingresó en el Partido Comunista de los Estados
Unidos en España, mientras estaba en un hospital valenciano recuperándose de
las heridas que la metralla, después de un bombardeo, le había causado en el
hígado. Como muchos republicanos y los brigadistas que sobrevivieron, Delmer Berg,
luego luchó contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial formando parte del
ejército de los EE.UU.
Las
brigadas internacionales acudieron a defender la democracia y el gobierno
legamente constituido de la Segunda República frente a los militares golpistas
del general Francisco Franco. Cerca de 50.000 voluntarios, hombres y mujeres,
de 54 países, llegaron a España, aunque en cada periodo de la guerra no pasaron
de 20.000 combatiendo en los distintos frentes. Sobre las Brigadas
Internacionales escribió el hispanista francés Pierre Vilar en su célebre libro La Guerra Civil Española: “Sería
excesivo (y se hace a veces) que esta
presencia fue decisiva. Era débil numéricamente y no hay que exagerar la
experiencia de guerra de los “internacionales” (salvo en el caso de algunos
oficiales). Pero estos “voluntarios de la libertad” se batieron con tanta fe,
que el efecto psicológico fue considerable en un enfrentamiento en el que los
valores simbólicos desempeñaron un gran papel”. Cerca de 15.000 brigadistas
murieron en España, y otros tantos fueron heridos. No todos los combatientes
extranjeros del Frente Popular vinieron de fuera, algunos ya residían en España
como refugiados políticos al escapar de regímenes fascistas como el alemán o el
italiano, entre otros. Como curiosidad, muchos de estos extranjeros fueron los
participantes de las Olimpiadas
Populares que, en el verano de 1936, se estaban celebrando en Barcelona,
mientras en Berlín Adolf Hitler
presidía las oficiales. Lo que apenas se conoce para la historia de Estados
Unidos y España es que entre aquellos voluntarios había ochenta y cinco afroamericanos,
historia que hoy se desvela en un documental.
LOS HÉROES OLVIDADOS
El
documental “Héroes invisibles:
Afroamericanos en la Guerra Civil española” (African-Americans in the Spanish Civil War) narra la peripecia de
unos hombres que vinieron a unas lejanas tierras para luchar por la libertad,
contra el racismo, y los derechos civiles que les negaban en su propio país.
Con guión y dirección de Alfonso Domingo
y Jordi Torrent, y con la producción
de los citados más de Mireia Sentís,
el film cuenta con la participación de expertos e historiadores de Estados
Unidos y España. Podemos ver imágenes de archivo inéditas, y la filmación en
los escenarios históricos de Misisipi, Chicago, Nueva York y de Madrid,
Levante, Aragón. El documental ya se ha podido ver en los cines Girona de
Barcelona, en Salamanca, la Cineteca de Madrid, y el día 22 de junio en el
Centro de Arte de Santa Mónica, en las Ramblas de Barcelona. El próximo mes de
septiembre se presentará oficialmente en Madrid y Barcelona y ya se está
preparando su versión en DVD.
Como
es lógico, un documental como este no hubiera sido posible sin los testimonios
de testigos y veteranos de la Brigada Lincoln, y entre ellos destaca las
vivencias del veterano afroamericano James Yates.
DE MISISIPI A MADRID
Los
afroamericanos que vinieron a luchar contra el fascismo en España se sintieron
libres por un tiempo. Atrás dejaban la segregación, los linchamientos periódicos
de familias negras por el Ku Klux Klan, que recordaban a los “paseíllos” de los falangistas, un trabajo regulado que sustituyó al trabajo esclavo pero cuyas condiciones
laborales, salarios y extenuantes jornadas nada tenían que envidiar al esclavismo.
En las grandes ciudades, los polacos, los irlandeses, etc., también sufrían la
misma marginación que los negros. Junto a ello, florecieron las primeras
marchas sindicales en el Chicago de los años veinte. En esas marchas, en el año
1936, aparecieron las primeras muestras de solidaridad con la república
española y contra el fascismo. Si el fascismo vencía en España, luego vendría
lo que al final sucedió, la Segunda Guerra Mundial y el ascenso del nazismo en
Alemania y el fascismo en Italia. Algunos norteamericanos, demócratas,
sindicalistas, socialistas, obreros, estudiantes, intelectuales, etc., pasaron
a la acción y llegaron a España, muchos de ellos encuadrados en la Brigada
Lincoln. Entre ellos estaba James Yates, que recogió sus experiencias en el
libro De Misisipi a Madrid. Memorias de un afroamericano de la Brigada
Lincoln (ed. La Oficina. Madrid, 1986 y reedición en 2011).
Cuando
James Yates volvió a su país tuvo lugar una escena que por lo ilustrativo de la
misma citamos a continuación a pesar de su extensión:
“Cuando bajamos del barco, vimos la
multitud que había venido a recibirnos. Llevaban pancartas de bienvenida y
gritaban ¡No pasarán! La radio y los periódicos hacían todo lo posible por
entrevistarnos. La gente nos abrazaba, nos besaba y nos daba la mano. Algunos familiares
lloraban de alegría. Habían muerto tantos que resultaba reconfortante ver que
algunos volviéramos con vida.
Los que habían organizado nuestro
hospedaje necesitaron horas para librarnos de la multitud. Nos llevaron al
Hotel Grand, situado en la calle 33 con Broadway. Era un hotel pequeño, modesto
y limpio. Algunos hombres ya se habían registrado cuando llegó mi turno. El recepcionista
ni siquiera me miró: “Lo siento, ya está completo”. Uno de los organizadores se
adelantó, frunciendo el ceño.
- Pensaba que tenías muchas
habitaciones
El recepcionista repitió, como si yo
fuese transparente:
- Está completo.
- ¿Está completo? ¿O quizá es que no
aceptáis negros?
El recepcionista permaneció
indiferente, con la misma actitud que el tipo que paró a Elijah Collins en la
estación de Meridian, Misisipi, muchos años atrás. Dijo: “¡Está completo!”.
Sentía una gran pena. ¿Tan pronto?
¡Acababa de bajar del barco! Tras haber vivido la aceptación en los cafés y
hoteles de Francia y España, me sorprendió tener que encajar el golpe tan
rápido. El dolor fue más intenso que cualquier balazo. Tenía la impresión de
volver a estar en una trinchera. Pero se trataba de otro frente. Ahora estaba
en casa”.
Los
compañeros de James Yates, todos, abandonaron aquel hotel, que al final no era
tan limpio como parecía, era un albañal de racismo e intolerancia. James Yates
(1906-1993) nació cerca de la ciudad de Quitman, en el estado de Misisipi.
Huyendo de la pobreza, se metió en un tren como polizón hacia Chicago, donde su
primer trabajo fue en una planta empaquetadora de carne. Salió adelante en
situaciones extremas hasta que se empleó como camarero en el ferrocarril; pero
luego vino la Gran Depresión y todas sus esperanzas ennegrecieron como el hollín
del carbón de las primeras locomotoras a vapor. James Yates fundó el sindicato
de camareros de ferrocarril y, estando en Nueva York, se involucró en varias
campañas por los derechos civiles y entró a militar en el Partido Comunista de
Estados Unidos. ¿Se imaginan? Negro y comunista en la época del director del
FBI, John Edgar Hoover, que años más
tarde llegaría a liderar la llamada “Caza de Brujas”.
Entre
1910 y 1930, durante la llamada Gran Migración, miles de afroamericanos dejaron
sus pueblos y ciudades del sur para superpoblar los barrios obreros de Chicago,
Detroit y Nueva York. La industria y la construcción necesitaban mano de obra
barata, y la encontraron. Las pésimas condiciones de trabajo y los sueldos
míseros, hizo que los recién llegados se hacinaran en verdaderos guetos en
condiciones de higiénicas nada saludables. La cosa se agravó cuando desde el
campo empezaron a llegar ganaderos y granjeros en paro. Los blancos ricos
empezaron a abandonar el centro de las ciudades para habitar en los barrios
residenciales.
Muchos
de esos granjeros e inmigrantes interiores eran familias blancas que lo habían
perdido todo con la Gran Depresión. Algunas de las grandes revistas ilustradas
de la época censuraban reportajes que enseñaran a blancos empobrecidos, no
podía ser que las medidas para mitigar la crisis, el New Deal del presidente Roosevelt, no tuvieran efecto. Esta censura
la sufrió unos trabajos que luego formarían un bello libro de título extraño: Elogiemos
ahora a gente importante (Planeta, 2009) del escritor y guionista de
cine James Agee. El origen del libro
fueron unos reportajes que Agee, junto al fotógrafo Walker Evans, realizaron durante ocho semanas en Alabama. La revista
Fortune encargó a los periodistas
unas entrevistas a terratenientes y granjeros que se estaban recuperando
gracias a las leyes intervencionistas de New
Deal. Pero volvieron con un material con descripciones detalladísimas, casi
hasta la obsesión, de familias pobres que vivían con dignidad su condición. Las
fotos de Evans enseñaban estancias humildes y dramáticamente vacías, niños
blancos descalzos y madres con sus bebés en brazos que nos recuerdan, por
desgracia, a esas madres refugiadas que para nuestra vergüenza siguen en campos
de internamiento de esta hipócrita Europa. Nunca se publicaron estos reportajes
en Fortune.
El libro Elogiemos ahora a gente importante
La
concienciación de los afroamericanos por la lucha internacionalista contra el
fascismo vino tras los bombardeos de las tropas fascistas de Mussolini sobre Etiopía. Luego la
guerra de España tomó el triste relevo. James Yates se encontró en España, y se
relata en el libro, con Ernest Hemingway,
Langton Hughes y Oliver Law, comunista y sindicalista
que fue comandante del Batallón Lincoln
siendo el primer negro en comandar una
unidad militar en la historia de Norteamérica. Law murió el 9 de julio de
1937, cuando dirigía a sus hombres en un ataque al Cerro del Mosquito
(Villaviciosa de Odón, Madrid), durante la Batalla de Brunete.
No
hay mejor forma de terminar esta pieza que citando de nuevo a James Yates:
“Algunos días se pierde y otros se
gana. Y entre tanto, progresos, retrocesos, ataques y contraataques. Pero de algo
estoy seguro: el enemigo no puede ganar siempre. Igual que sale el sol, la
gente continúa levantándose y luchando por la dignidad humana y la libertad”.
Ver
tráiler: https://vimeo.com/123907371
Publicado en Rambla/Público
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