Por:
Javier Coria.
En la época del virreinato del Perú,
los indígenas guardaban un secreto que ya conocían desde los principios del
Imperio Inca. Los colonizadores españoles les podían arrebatar oro y piedras
preciosas, pero el secreto de la “corteza mágica”, no estaban dispuestos a que
fuera conocido por los invasores.
Una
de las enfermedades que hacía estragos entre los occidentales en el Nuevo Mundo
eran las fiebres palúdicas (malaria), y los indios tenían el secreto para curarla.
Resulta que al rey Felipe IV de España, a la sazón conocido como el “Rey
Planeta”, ocurriósele enviar como virrey del Perú al cuarto Conde de Chinchón,
de nombre Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, que ocupó el
virreinato durante los años 1629-1639. Con él viajó su segunda esposa,
Francisca Enríquez de Rivera, Condesa de Chinchón, la protagonista de nuestra
historia.
Cuentan
las crónicas que doña Francisca era muy piadosa y amable con la servidumbre y,
muy especialmente, con una criada que era casi una niña. Corría el año del
señor de 1630, cuando la condesa enfermó de paludismo y, viéndola en trance de
muerte, la pequeña indígena decidió administrarle los “polvos mágicos” cuyo secreto su pueblo guardaba tan celosamente.
Pero para no desvelar el remedio, decidió darle la dosis mezclada con la
bebida. Sorprendida in fraganti, pensaron que la niña quería envenenar a su
señora y fue apresada. Ya estaban preparados los soldados para dar castigo a la
joven cuando doña Paca salió en defensa de su favorita. El padre de la mucama,
agradecido, les desveló las propiedades curativas de lo que hoy conocemos por
quinina, el alcaloide de la quina con propiedades antimaláricas. El buen hombre
tuvo que administrar la pócima a un familiar enfermo, antes de que le dejaran
probarlo con la condesa que, colorín colorado, sanó de su dolencia. De esta
forma, Francisca Enríquez fue la primera europea en beneficiarse de las
propiedades curativas de la quina.
Chinchona pubescens
Enterado
el corregidor de Loja, Juan López de
Cañizares, informó a los jesuitas y éstos llevaron la quinina a Roma y,
desde allí, se difundió por todo el mundo. Uno de los antiguos nombres de la
corteza peruana fue “corteza jesuita”. Pero popularmente el tónico fue conocido
con el nombre de: “Polvos de la condesa”
o la “Chinchona”, en recuerdo de la
Condesa de Chinchón.
Hay
otras versiones de esta historia que ponen como protagonista a Ana de Osorio, la primera esposa del
conde, pero doña Ana nunca viajó al Nuevo Mundo y murió antes de que su marido
fuera nombrado virrey. También se habló del corregidor como el primer europeo
que probó la quinina, o el médico del conde, Juan de Vega, o por obra y gracia de los propios jesuitas, que eran
conocedores de la farmacopea monacal y estudiaron la indígena. Se apunta al jesuita
Alonso Messia Venegas como el
encargado de traer la quina a Europa en 1631, y de Roma pasó a Francia donde
tuvo gran predicamento el llamado “árbol de las calenturas”.
Fuere
como fuere, sea esta versión en parte legendaria o en su totalidad, o sea historia
real (no hay fuentes escritas para cerrar el asunto), hubo muchos que la dieron
por cierta, empezando por el famoso botánico Carlos Linneo que dio el nombre en latín a la quina y la llamó: “Chinchona pubescens” o “Chinchona officinalis”, en honor a
esta historia y a doña Paca, la “Chinchona”. Lo que sí sabemos es que la
etimología de la palabra nada tiene que ver con los “Chinchones”.
Hay
un dicho en castellano que reza: "Vales
un Perú", para significar que algo es muy valioso. El dicho viene precisamente
de que, en el siglo XVII, se consideraba a la corteza de quina del Perú, más
valiosa para la humanidad que el oro que se llevaban los españoles. Que por
cierto, era tanta la voracidad que demostraban los llamados conquistadores por
el áureo metal, que los nativos creían que se lo comían.
Francisca Enríquez de Rivera, Condesa de Chinchón
Claro
que del sabor amargo de las hojas de la quina viene la frase coloquial: “Ser más malo que la quina”. También
existe la expresión “Tragar quina”,
que es soportar con resignación y paciencia a una persona o situación incómoda.
Y hablando del sabor amargo, la quina forma parte de las numerosas plantas y
raíces –algunas aún se mantienen en secreto- que contiene la Angostura, un
concentrado de lima imprescindible en la preparación de muchos cócteles en los
que se usa como un bíter. La Angostura antiguamente estaba en los botiquines de
las casas, ya que se le atribuían propiedades curativas, luego pasó a las
cocinas, para condimentar sopas y salsas y, como se ha dicho, el “golpe” de
Angostura es el toque final de los más sofisticados combinados.
Quinina
es una palabra que se supone quechua, que designaba la corteza del quino, aunque
allí le llamaban quinaquina. Digo que se supone porque para el maestro Joan
Coromines, la etimología no está nada clara y duda que provenga del quechua: “Es decisiva la falta de vocablos de la
misma familia en el léxico quechua (a no ser Kinokino “estoraque”). Sin
embargo, este conjunto de indicios nos llena de desconfianza, y de todos modos
el hecho es que las denominaciones populares y tradicionales, en el Perú y
generalmente en castellano, son “cascarilla” y “calisaya”. Sobre el nombre
científico de la chinchona escribe el filólogo en el Diccionario Etimológico de la
lengua castellana: “Esto en
latín y en italiano (recuérdese el uso en Roma desde 1639) se pronuncia
“Kinkona”: ¿quién sabe si los jesuitas pusieron este nombre en circulación en
el mismo Perú, y si los indígenas al oírlo lo deformaron en “Kinkina” y
“Kinakina? Ello sería natural dado el gran número de nombres de palabras que se
formaron en quechua por duplicación: Kinokino “estoraque”, Wirawira
“balsamina”, p’akip’aki “queropodio”, Rakiraki “helecho”, etc.”.
Libro de Sebastiano Bado
Pero
mucho antes que llegaran los condes de chinchón, otro español ya escribía sobre
la corteza del árbol de la quina, se trataba de Fray Diego de Ocaña, en su Viaje por el Nuevo Mundo: de Guadalupe a
Potosí, 1599-1605. Aunque el libro que se considera como la fuente
primera y principal sobre la historia de la quina es el del médico genovés Sebastiano Bado, que recoge las
tempranas referencias ha dicho árbol de Bartholinus,
Bravo, Brunaccius, Caldera, Chifflet, Fabri, entre otros. Algunas fuentes citan al médico
vallisoletano Gaspar Bravo como el
que, a través del mencionado médico del conde de Chinchón, Juan de Vega, trajo
la noticia de la quina a España. Hoy el árbol de la quina forma parte del
escudo oficial del Perú.
En
fin, como dijo Humboldt sobre el Perú: “Un
mendigo sentado en un banco de oro”.
Un resumen muy bueno Javier. Tienes razón en cuanto a lo de Doña Ana y Doña Isabel, aunque las leyendas las confunden. Tengo una recopilación, que estoy depurando con referencia a la historia de la QUINA, que si quieres te la hago llegar. Un saludo afectuoso. Buenas noches Bona nit.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.Quizá para tu trabajo te interese una comunicación que yo hace años leí y que podrás encontrar por la red. "La Chinchona antes y después del Virreinato del conde de chinchón", de Fernando I. Ortíz Crespo.
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