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miércoles, 4 de marzo de 2015

Juan Tallón: “Hay un tipo de conocimiento imposible de digerir si antes no se vomita”


Por: Javier Coria

Los libros peligrosos (Larousse, 2014) es una bitácora de las lecturas de cien libros que nos presenta el original escritor Juan Tallón. En el libro el autor repasa los rastros de sus lecturas que van desde Parménides, a Kant, pasando por Franz Kafka, Virginia Woolf, Álvaro Cunqueiro, Max Aub, Raymond Carver, J. D. Salinger, o Enrique Vila-Matas, Quim Monzó, César Aira, Lolita Bosch y Belén Gopegui, entre otros.

El escritor y licenciado en filosofía, Juan Tallón (Ourense, 1975), ya nos sorprendió con su novela El váter de Onetti (Edhasa, 2013), que bucea en algo tal banal, pero turbador y estresante, como es una mudanza a una nueva ciudad; con el hecho de escribir, sus escritores fetiche, los bares de Madrid y el fútbol…, como paisaje de una narración donde los límites de la ficción y la realidad se mezclan en el mundo irónico y humorístico de un escritor que maneja la erudición literaria con la virtud de que parezca natural y nada pedante. Juan Tallón trabajó como periodista en un diario, pero no tuvo muy buena experiencia, ahora colabora en medios como la revista Jot Down, Buensalvaje, La Lamentable y la revista en gallego Luzes que dirige el también escritor Manuel Rivas, además de tener una columna en el diario El Progreso, de Lugo. Es autor de las novelas A pregunta perfecta y Fin de poema, ambas en gallego, Manual de fútbol  y la citada El váter de Onetti. Y escribe en su blog Descartemos el revólver.


No hace falta que un libro sea muy bueno para que, en determinada etapa de nuestra vida, nos golpea las entrañas y nos marque como lectores para siempre. Tallón nos dice que una selección de libros, como la que él ha hecho, no necesariamente debe ser de los mejores, sino de los que le apetecía hacer, y en otro momento pueden ser otros, y escribe: “Pero nunca podrás encerrar lo mejor, porque lo mejor es libre, gaseoso, invisible, no se deja agarrar. No cabe en un espacio cerrado”. En esta biografía de lecturas, el autor va ligando un libro con otro, y todo ello trufado con citas y anécdotas literarias de lo más jugoso. Punto y aparte son las comparaciones personalísimas que hace el autor, así como las asociaciones que a mí personalmente me recuerdan las que hacían los surrealistas. Hablamos con Juan Tallón.

¿Por qué el título Libros peligrosos?

Necesitaba describir las cicatrices que te deja la literatura en una expresión breve, efectiva, casi llameante. Y como no se me ocurría nada, le robé una expresión a Emil Cioran, quien decía que un “libro debe ser un peligro”, le cambié un par de cosas para disimular, y zas: Libros peligrosos.

Cien libros. ¿Esto lo ha hecho para que los amantes del sistema decimal no lloren por las noches?

Claramente. Los números redondos proporcionan mucha calma.

He leído su libro casi como si fuera una “novela”, cuyos personajes son otras novelas. Por comentar dos ejemplos, sobre Pedro Páramo cita que Juan Rulfo, según propia confesión, escribió su novela de tal forma que sólo se entendiese después de leerla tres veces. ¿Explíquenos esto?

En la buena literatura a menudo hay varias capas de lectura. No accedes a todas de una vez y para siempre, sino que unas van abriendo paso a otras. Conviene tener paciencia.

Es hermoso cuando dice que en Pedro Páramo: “…la muerte lo va tomando todo. (…) Hay un momento en que incluso tú sientes que eres un fantasma más, con la novela sujetándote por las manos”, yo sentí lo mismo, aunque sólo la leí dos veces.

En la tercera lectura habrá más sorpresas, estese atento.

(Pedro Páramo, según algunos críticos, fue escrito en fragmentos pequeños que luego el autor barajó cual naipes, sobre ello escribe Juan Tallón: “Hay un tipo de conocimiento imposible de digerir si antes no se vomita, se ingiere de nuevo, se vomita, se ingiere, se vomita…”)

Sobre La conjura de los necios, del malogrado John Kennedy Toole, escribe: “Es mejor sumergirse en el texto, sin más, y hacer el descubrimiento, mientras la mordacidad te da en la cara, como cuando viajas en coche con las ventanillas abiertas. Es agradable leer así, a toda velocidad, con el viento del relato acariciándote. La ironía total, salvaje, tiene ese efecto. No es fácil sentirla, y que te alborote el pelo”. ¿Esa lectura fue como un viaje cara al viento a toda velocidad?

En mi recuerdo sí. Quién soy yo para llevar la contraria a un recuerdo. Un recuerdo es lo único que te queda después de todo el olvido. Tal vez esté deteriorado por el viaje, pero es lo que hay.

No es muy de cánones, ni de listas, ¿no?

Nunca. Jamás. No. Me niego. Sólo sirven para calmar los nervios e imponer algo de orden, y a mí me gustan los nervios desatados. Sirven para escribir. Y para echar un trago.

“Desconocemos qué ocurrirá esta noche, salvo que todo lo que ocurra será espeluznante. Hace ya tiempo que el Atlético se volvió un equipo terrorífico. Quizá no combine con fatal belleza, ni golee con las manos en los bolsillos. Pero, y qué. También en sus emboscadas habita cierta forma de esplendor”. Esto escribía en una entrada de su blog “Descartemos el revólver” (Tallón es seguidor del Atlético de Madrid) que antes habías publicado en El País. ¿Se puede hacer literatura escribiendo de fútbol?

Se puede hacer literatura de una llave inglesa, incluso de una lija. No son casos que elija al azar. Es que he visto a un escritor como Fabio Morábito escribir un libro sobre una caja de herramientas. La literatura, antes que nada, es un cómo.

Las crónicas periodísticas de Cunqueiro son una delicia y no es que tengan que ver con su literatura, son también su literatura. ¿Considera que sus textos periodísticos forman parte de su trabajo literario?

Cada cosa que escribo, aunque sólo sea un punto y coma, o la firma del DNI, procuro que sea literatura. Que al final lo consiga es otra historia.

¿A qué edad y cómo decidió ser escritor?

Supongo que quiere decir a qué edad enfermé. Ni idea. Uno no se hace escritor, digamos, el 18 de febrero de 1993. Te vas haciendo lentamente, aunque no escribas una línea.

(Juan Tallón publicó su primera novela en 2011, A pregunta perfecta, que toma como punto de partida la extraña relación entre César Aira y Roberto Bolaño.)


La intuición es la elaboración inconsciente de datos del saber acumulado. En su caso: ¿Hay mucha intuición subconsciente a la hora de escribir?

Francamente, no lo sé. Nunca sabes bien de dónde proceden las frases que escribes y la unidad que existe entre ellas.

¿Sigue un método o es el método de no tenerlo?

Estoy en contra de los métodos. Es la primera regla de mi método. Me gusta pensar que las cosas se ordenan solas, por la noche, mientras roncas.

¿Cuándo comienza a escribir un libro sabe a dónde le llevará, o se deja sorprender?

Tengo una vaga idea de dónde está la llegada, pero procuro siempre ignorar el camino. No creo que exista sólo un camino. De hecho, a menudo el camino equivocado es el correcto.

Hay textos maravillosos como “Moderato Cantábile” de Marguerite Duras que apenas tienen argumento. ¿Qué valor le da como lector o escritor al argumento?

Le doy una importancia relativa. Tengo en cuenta muchos otros parámetros. El argumento es uno más. Piense en un portero de fútbol. Un portero le dará importancia a las manos, ¿verdad? Claro, las manos tienen su relevancia, pero si le falta una pierna, esa relevancia mengua, ¿no cree? Bah, no me haga caso.

¿Tiene rituales o manías a la hora de ponerse a escribir?

Últimamente no escribir empieza  a ser común cada vez que me siento a escribir. Hay días que madrugo para encender el ordenador y no hacer nada. Con esta manía, ligeramente vaga, he conseguido no escribir diez o quince libros, por lo menos. Fuera de eso, no tengo pautas. Unos días escribo con las piernas encima de la mesa, y otros no; otros, en pijama y otros en vaqueros; otros sin resaca y otros con ella; y así…

Escribe en gallego y castellano, pero… ¿en qué lengua piensa?

Yo no soy muy consciente de pensar, sinceramente. Sé cuál es mi opinión de las cosas a medida que escribo. Y mi opinión incluso algunas veces no es lo que pienso de verdad, porque lo que pienso de verdad no lo sé.

Hay quién dice que en el panorama novelístico español hay una vuelta a la novela costumbrista, folletinesca o a los “Episodios nacionales” galdosianos. ¿Qué piensa de esto?

Tendría que estar demasiado al corriente del panorama novelístico. Y no es el caso. Le contaré una gilipollez que a mí me hace mucha gracia. Hay una escena, en una novela de Le Carré, en la que un personaje le pide a su secretaria que lo tenga informado. “Pero no muy informado”, puntualiza. Yo estoy a favor de que en literatura haya de todo, para que nadie pueda decir que no lee porque la literatura que a él le gusta nadie la escribe.

¿El arte literario, el arte en general, debe ser innovador siempre?

Debe ser innovador, y perturbador, y maleducado, y bello, y misterioso, y muchas cosas más. Naturalmente, no todas a la vez. Podría volverse insoportable.

Para vender un producto, una idea o una persona se necesita de un relato, y cuanto más alejado de la realidad sea el relato, más efectivo. Usted ha escrito desde un programa electoral, hasta los discursos de un político (Francisco Caamaño, Ministro de Justicia -2009 a 2011- en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero). ¿Cómo fue la experiencia?

Enriquecedora: aproveché para escribir dos novelas entre discurso y discurso.

¿Qué tópicos sobre los gallegos rompería aquí y ahora?, y no me diga depende…

Que en Galicia llueve. Ese tópico me pone malo. No he visto caer una gota de agua en este país. Sólo le diré que, por un aquel, tuvimos siete fábricas de paraguas y ya sólo queda una, que fabrica sobre todo sombrillas.

Dice que no confía en las personas que no beben…

Es una frase. Mis frases no están para ser tomadas demasiado en serio, sólo para ser leídas y pasar a las siguientes.

¿Es del gin-tonic frutihortícola, cóctel, cerveza, vino, destilados caseros…?

Todos esos que me ha nombrado, más algunos que ha olvidado citar, son mis amigos.

Si un editor le invita a una sardinada para cerrar un contrato: ¿qué le diría?

Que le aproveche. Y que me voy a comer casa de mi madre

Sabía de su aversión por este pez, que incluso no puede ver comer a otros. Gracias por su libro y por la entrevista.

Publicado en la revista Rambla

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