Por:
Javier Coria
Los libros peligrosos (Larousse, 2014) es una bitácora de
las lecturas de cien libros que nos presenta el original escritor Juan Tallón. En
el libro el autor repasa los rastros de sus lecturas que van desde Parménides,
a Kant, pasando por Franz Kafka, Virginia Woolf, Álvaro Cunqueiro, Max Aub,
Raymond Carver, J. D. Salinger, o Enrique Vila-Matas, Quim Monzó, César Aira,
Lolita Bosch y Belén Gopegui, entre otros.
El escritor
y licenciado en filosofía, Juan Tallón (Ourense, 1975), ya nos sorprendió con
su novela El váter de Onetti (Edhasa,
2013), que bucea en algo tal banal, pero turbador y estresante, como es una
mudanza a una nueva ciudad; con el hecho de escribir, sus escritores fetiche,
los bares de Madrid y el fútbol…, como paisaje de una narración donde los
límites de la ficción y la realidad se mezclan en el mundo irónico y
humorístico de un escritor que maneja la erudición literaria con la virtud de
que parezca natural y nada pedante. Juan Tallón trabajó como periodista en un
diario, pero no tuvo muy buena experiencia, ahora colabora en medios como la
revista Jot Down, Buensalvaje, La Lamentable y la revista en gallego Luzes que dirige el también escritor Manuel Rivas, además de tener
una columna en el diario El Progreso, de Lugo. Es autor de las novelas A pregunta perfecta y Fin de poema, ambas en gallego, Manual de fútbol y la citada El váter de Onetti. Y escribe en su blog Descartemos el revólver.
No
hace falta que un libro sea muy bueno para que, en determinada etapa de nuestra
vida, nos golpea las entrañas y nos marque como lectores para siempre. Tallón
nos dice que una selección de libros, como la que él ha hecho, no
necesariamente debe ser de los mejores, sino de los que le apetecía hacer, y en
otro momento pueden ser otros, y escribe: “Pero nunca podrás encerrar lo mejor,
porque lo mejor es libre, gaseoso, invisible, no se deja agarrar. No cabe en un
espacio cerrado”. En esta biografía de lecturas, el autor va ligando un libro
con otro, y todo ello trufado con citas y anécdotas literarias de lo más
jugoso. Punto y aparte son las comparaciones personalísimas que hace el autor,
así como las asociaciones que a mí personalmente me recuerdan las que hacían
los surrealistas. Hablamos con Juan Tallón.
¿Por qué el título Libros peligrosos?
Necesitaba
describir las cicatrices que te deja la literatura en una expresión breve,
efectiva, casi llameante. Y como no se me ocurría nada, le robé una expresión a
Emil Cioran, quien decía que un “libro debe ser un peligro”, le cambié un par
de cosas para disimular, y zas: Libros
peligrosos.
Cien libros. ¿Esto lo ha hecho para
que los amantes del sistema decimal no lloren por las noches?
Claramente.
Los números redondos proporcionan mucha calma.
He leído su libro casi como si fuera
una “novela”, cuyos personajes son otras novelas. Por comentar dos ejemplos,
sobre Pedro Páramo cita que Juan
Rulfo, según propia confesión, escribió su novela de tal forma que sólo se
entendiese después de leerla tres veces. ¿Explíquenos esto?
En la
buena literatura a menudo hay varias capas de lectura. No accedes a todas de
una vez y para siempre, sino que unas van abriendo paso a otras. Conviene tener
paciencia.
Es hermoso cuando dice que en Pedro Páramo: “…la muerte lo va tomando
todo. (…) Hay un momento en que incluso tú sientes que eres un fantasma más,
con la novela sujetándote por las manos”, yo sentí lo mismo, aunque sólo la leí
dos veces.
En la
tercera lectura habrá más sorpresas, estese atento.
(Pedro Páramo, según algunos críticos,
fue escrito en fragmentos pequeños que luego el autor barajó cual naipes, sobre
ello escribe Juan Tallón: “Hay un tipo de
conocimiento imposible de digerir si antes no se vomita, se ingiere de nuevo,
se vomita, se ingiere, se vomita…”)
Sobre La conjura de los necios, del
malogrado John Kennedy Toole, escribe: “Es mejor sumergirse en el texto, sin
más, y hacer el descubrimiento, mientras la mordacidad te da en la cara, como
cuando viajas en coche con las ventanillas abiertas. Es agradable leer así, a
toda velocidad, con el viento del relato acariciándote. La ironía total,
salvaje, tiene ese efecto. No es fácil sentirla, y que te alborote el pelo”.
¿Esa lectura fue como un viaje cara al viento a toda velocidad?
En mi
recuerdo sí. Quién soy yo para llevar la contraria a un recuerdo. Un recuerdo
es lo único que te queda después de todo el olvido. Tal vez esté deteriorado
por el viaje, pero es lo que hay.
No es muy de cánones, ni de listas,
¿no?
Nunca.
Jamás. No. Me niego. Sólo sirven para calmar los nervios e imponer algo de
orden, y a mí me gustan los nervios desatados. Sirven para escribir. Y para
echar un trago.
“Desconocemos qué ocurrirá esta
noche, salvo que todo lo que ocurra será espeluznante. Hace ya tiempo que el
Atlético se volvió un equipo terrorífico. Quizá no combine con fatal belleza,
ni golee con las manos en los bolsillos. Pero, y qué. También en sus emboscadas
habita cierta forma de esplendor”. Esto escribía en una entrada de su blog
“Descartemos el revólver” (Tallón es seguidor del Atlético de Madrid) que antes
habías publicado en El País. ¿Se puede
hacer literatura escribiendo de fútbol?
Se
puede hacer literatura de una llave inglesa, incluso de una lija. No son casos
que elija al azar. Es que he visto a un escritor como Fabio Morábito escribir
un libro sobre una caja de herramientas. La literatura, antes que nada, es un cómo.
Las crónicas periodísticas de
Cunqueiro son una delicia y no es que tengan que ver con su literatura, son también
su literatura. ¿Considera que sus textos periodísticos forman parte de su
trabajo literario?
Cada
cosa que escribo, aunque sólo sea un punto y coma, o la firma del DNI, procuro
que sea literatura. Que al final lo consiga es otra historia.
¿A qué edad y cómo decidió ser
escritor?
Supongo
que quiere decir a qué edad enfermé. Ni idea. Uno no se hace escritor, digamos,
el 18 de febrero de 1993. Te vas haciendo lentamente, aunque no escribas una
línea.
(Juan
Tallón publicó su primera novela en 2011, A
pregunta perfecta, que toma como punto de partida la extraña relación entre
César Aira y Roberto Bolaño.)
La intuición es la elaboración
inconsciente de datos del saber acumulado. En su caso: ¿Hay mucha intuición
subconsciente a la hora de escribir?
Francamente,
no lo sé. Nunca sabes bien de dónde proceden las frases que escribes y la
unidad que existe entre ellas.
¿Sigue un método o es el método de no
tenerlo?
Estoy
en contra de los métodos. Es la primera regla de mi método. Me gusta pensar que
las cosas se ordenan solas, por la noche, mientras roncas.
¿Cuándo comienza a escribir un libro
sabe a dónde le llevará, o se deja sorprender?
Tengo
una vaga idea de dónde está la llegada, pero procuro siempre ignorar el camino.
No creo que exista sólo un camino. De hecho, a menudo el camino equivocado es
el correcto.
Hay textos maravillosos como
“Moderato Cantábile” de Marguerite Duras que apenas tienen argumento. ¿Qué
valor le da como lector o escritor al argumento?
Le
doy una importancia relativa. Tengo en cuenta muchos otros parámetros. El
argumento es uno más. Piense en un portero de fútbol. Un portero le dará
importancia a las manos, ¿verdad? Claro, las manos tienen su relevancia, pero
si le falta una pierna, esa relevancia mengua, ¿no cree? Bah, no me haga caso.
¿Tiene rituales o manías a la hora de
ponerse a escribir?
Últimamente
no escribir empieza a ser común cada vez
que me siento a escribir. Hay días que madrugo para encender el ordenador y no
hacer nada. Con esta manía, ligeramente vaga, he conseguido no escribir diez o
quince libros, por lo menos. Fuera de eso, no tengo pautas. Unos días escribo
con las piernas encima de la mesa, y otros no; otros, en pijama y otros en
vaqueros; otros sin resaca y otros con ella; y así…
Escribe en gallego y castellano,
pero… ¿en qué lengua piensa?
Yo no
soy muy consciente de pensar, sinceramente. Sé cuál es mi opinión de las cosas
a medida que escribo. Y mi opinión incluso algunas veces no es lo que pienso de
verdad, porque lo que pienso de verdad no lo sé.
Hay quién dice que en el panorama
novelístico español hay una vuelta a la novela costumbrista, folletinesca o a
los “Episodios nacionales” galdosianos. ¿Qué piensa de esto?
Tendría
que estar demasiado al corriente del panorama novelístico. Y no es el caso. Le
contaré una gilipollez que a mí me hace mucha gracia. Hay una escena, en una
novela de Le Carré, en la que un personaje le pide a su secretaria que lo tenga
informado. “Pero no muy informado”, puntualiza. Yo estoy a favor de que en
literatura haya de todo, para que nadie pueda decir que no lee porque la
literatura que a él le gusta nadie la escribe.
¿El arte literario, el arte en
general, debe ser innovador siempre?
Debe
ser innovador, y perturbador, y maleducado, y bello, y misterioso, y muchas
cosas más. Naturalmente, no todas a la vez. Podría volverse insoportable.
Para vender un producto, una idea o
una persona se necesita de un relato, y cuanto más alejado de la realidad sea
el relato, más efectivo. Usted ha escrito desde un programa electoral, hasta
los discursos de un político (Francisco Caamaño, Ministro de Justicia -2009 a
2011- en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero). ¿Cómo fue la
experiencia?
Enriquecedora:
aproveché para escribir dos novelas entre discurso y discurso.
¿Qué tópicos sobre los gallegos
rompería aquí y ahora?, y no me diga depende…
Que
en Galicia llueve. Ese tópico me pone malo. No he visto caer una gota de agua
en este país. Sólo le diré que, por un aquel, tuvimos siete fábricas de
paraguas y ya sólo queda una, que fabrica sobre todo sombrillas.
Dice que no confía en las personas
que no beben…
Es una
frase. Mis frases no están para ser tomadas demasiado en serio, sólo para ser
leídas y pasar a las siguientes.
¿Es del gin-tonic frutihortícola, cóctel, cerveza, vino,
destilados caseros…?
Todos esos que me ha nombrado, más algunos que ha
olvidado citar, son mis amigos.
Si un editor le invita a una sardinada
para cerrar un contrato: ¿qué le diría?
Que
le aproveche. Y que me voy a comer casa de mi madre
Sabía de su aversión por este pez,
que incluso no puede ver comer a otros. Gracias por su libro y por la
entrevista.
Publicado
en la revista Rambla
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