La pequeña e infortunada Karen es una niña tan miserable que ni siquiera puede comprarse unos zapatos. Tras la muerte de su madre, es acogida por una anciana ciega que la toma a su cargo. Karen es una buena niña, pero algo diabólico anida en su alma infantil: la coquetería.
“Siguió, siguió danzando. Tenía que bailar, aun en las noches más oscuras. Los zapatos la llevaban por sobre zarzas y rastrojos hasta dejarle los pies desgarrados, sangrantes.
Más allá de los matorrales llegó a una casita solitaria, donde ella sabía que vivía el verdugo. Golpeó con los dedos en el cristal de la ventana y llamó:
-¡Ven! ¡Ven! ¡Yo no puedo entrar, estoy bailando!
-¿Acaso no sabes quién soy yo? -respondió el verdugo-. Yo soy el que le corta la cabeza a la gente mala. ¡Y mira! ¡Mi hacha está temblando!
-¡No me cortes la cabeza -rogó Karen-, pues entonces nunca podría arrepentirme de mis pecados!
Pero, por favor, ¡córtame los pies, con los zapatos rojos!
Le explicó todo lo ocurrido, y el verdugo le cortó los pies con los zapatos, pero éstos siguieron bailando con los piececitos dentro, y se alejaron hasta perderse en las profundidades del bosque.
Luego el verdugo le hizo un par de pies de madera y dos muletas, y le enseñó un himno que solían entonar los criminales arrepentidos. Ella le besó la mano que había manejado el hacha, y se alejó por entre los matorrales.”
Uno de los cuentos clásicos más oscuros que salió de la pluma de Hans Christian Andersen: “…y el verdugo le cortó los pies con los zapatos…”. Como otros cuentos clásicos de la literatura infantil, éste se publicó durante años censurado y adecuadamente edulcorado. En la colección “El mapa del tesoro” de la Editorial Impedimenta y con traducción de Enrique Bernárdez, se recupera ahora este cuento magníficamente ilustrado por Sara Morante.
Sara Morante. Torrelavega, 1976. Sara Morante estudió Artes Aplicadas en España y en Irlanda, y ha asistido a varios talleres de litografía de Don Herbert, en Arteleku (San Sebastián). Recibió el Premio Nacional de Arte Joven, categoría ilustración, del Gobierno de Cantabria en el año 2008, y sus trabajos han sido seleccionados y expuestos en el IV Premio Nacional de Litografía Ciudad de Gijón 09, Inmersiones 09 y Espacio Zuloa de Vitoria (ilustración ganadora del Good Shi(r)t, 2010). Ha ilustrado para Impedimenta el Diccionario de Literatura para Esnobs, de Fabrice Gaignault, y Los zapatos rojos, de H.C. Andersen. También es autora de las ilustraciones del cuento gótico del ruso Vsévolod Garshín La Flor Roja (Nevsky), y del poemario Señal, de Raúl Vacas (Mundanalrüido). Asimismo, ha realizado diversas colaboraciones en prensa y publicidad.
Enrique Bernárdez. Enrique Bernárdez, catedrático de filología en la Universidad Complutense de Madrid, es uno de los más tempranos, prolíficos y solventes traductores y estudiosos de literatura nórdica, tanto medieval como moderna, en España. Fue galardonado con el Premio Hans Christian Andersen por la cuidada traducción de los Cuentos completos de H. C. Andersen (Cátedra, 2005), volumen del que se ha extraído el presente cuento.
Qué tremendo es este cuento, pero la versión original, no la edulcorada que suele contarse a los niños. En realidad, casi todos los cuentos de hadas son bastante oscuros, si se entiende toda la carga simbólica que contienen, pero éste es especialmente perturbador. Me encanta.
ResponderEliminarSaludos.
Tiempo sin pasar por aquí, amigo. Un gusto leerte siempre.
ResponderEliminarEs sabido que los zapatos antiguamente, hasta no hace mucho, tenían un gran componente erótico. Eso de que el principe calzara a la Ceniciente, por ejemplo, iba en ese sentido casi literal que todos suponemos
Hola, Ilona, hola Miguel, bienvenidos.
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