Por:
Javier Coria. Fotos: Francesc Sans
Tomás Gil, policía y abogado, pidió
perdón a las hermanas de Salvador Puig Antich, el último ejecutado a garrote
vil del franquismo. Gil era el hijo del Jefe de la Brigada Social de Barcelona,
el comisario Julián Gil Mesas fallecido en 1986, y que dirigió el operativo que
terminó con la detección y posterior muerte del joven anarquista catalán.
El 2
de marzo de 1974, el patio de la cárcel Modelo de Barcelona estaba lleno de
policías, de uniforme y de paisano, para presenciar un acto macabro, casi
medieval. El verdugo Antonio López Guerra
vino expresamente de Madrid, porque el titular de la plaza de “ejecutor de
sentencias” de Barcelona, Vicente López
Copete, cumplía cárcel en Sevilla, por un delito de estupro. El médico
presente certificó la muerte del reo: “En Barcelona, 2 de marzo de 1974
y siendo las 09:40 horas, se extiende la presente diligencia para hacer constar que
en la prisión de hombres de esta ciudad, ha sido ejecutado por garrote la pena
de muerte en la persona del reo Salvador Puig Antich…”.
El
joven Salvador, de 26 años, era militante de la organización anarquista
Movimiento Ibérico de Liberación (MIL). Fue acusado de la muerte del policía
Francisco Anguas. Ese mismo día, en Tarragona, también fue ejecutado el alemán
–se dijo que era polaco- George Michael
Welzel, con el nombre de Heinz Ches, identidad falsa que el gobierno de
entonces ya conocía. Por una diferencia de veinticinco minutos, Puig Antich
tuvo el triste honor de ser el último “agarrotado” del franquismo.
ANIVERSARIO DE UN ASESINATO DE ESTADO
En
este mes de marzo se cumplen 42 años de la ejecución. Varias investigaciones
posteriores han desmontado la conspiración judicial que pretendió esconder los
hechos de una detención negligente, los policías no llevaban ni grilletes, con
el resultado de la muerte por fuego amigo del joven policía. Claro que no se
puede analizar el asesinato de Puig Antich desde la óptica del error, sino
dentro de la generalizada represión de la dictadura franquista y el sistema de
impunidad que la Transición bendijo y que dura hasta nuestros días, como vemos
en la negativa del Estado español en depurar responsabilidades de asesinatos,
torturas, desapariciones forzadas, robos de bebés y trabajo esclavo. En su día,
Merçona Puig Antich le dijo a este redactor en una
entrevista: “Mi hermano fue el chivo expiatorio tras el
atentado a Carrero Blanco”. Uno de los trabajos de investigación
periodística sobre el caso, el más reciente y completo, lo desarrolla el
periodista de El Punt Avui Jordi
Panyella, en el libro Salvador Puig Antich, Cas Ober.
DE PUIG ANTICH A ESTER QUINTANA
Con
el título algo controvertido de: “De
Puig Antich a Ester Quintana, cuando la policía se equivoca” se hizo una
charla en el Ateneo Popular de Nou
Barris (distrito de Barcelona) dentro de los actos de homenaje al luchador
antifascista. En el acto participaron la penalista Laia Serra, abogada de Ester
Quintana, presente en el acto, que perdió un ojo por el impacto de una bala
de goma durante la Huelga General de noviembre de 2012. El entonces conseller de
Interior de la Generalitat, Felip Puig,
siempre negó que los antidisturbios de los Mossos d’Esquadra fueran los
responsables. También participó el citado Jordi
Panyella, y con la presencia de Imma y Montse Puig Antich. Quizá la
sorpresa la dio la participación como ponente de Tomás Gil, policía y jurista, hijo del comisario Julián Gil Mesas, que fue Jefe de la
Brigada Social de Barcelona, heredera de la siniestra Brigada Político Social, verdadero brazo armado de la represión
franquista. Gil Mesas dirigió el operativo de detención de Salvador Puig
Antich.
Cambiándose
los papeles, la abogada Laia Serra habló del caso Puig Antich, y Jordi Panyella
del caso de Ester Quintana. Pero el periodista hizo un inciso para explicar la
presencia de Tomás Gil y la elección del título de la charla, que para muchos
alude a errores ocasionales y no a un sistema de represión y de ocultación de
la verdad generalizado: “Son dos casos
muy separados en el tiempo y el “cuando la policía se equivoca” tiene algo de
provocación para incitar al debate y la reflexión, clave en toda sociedad
democrática, sobre qué perfil de policía tenemos y qué evolución ha hecho la
policía en estos cuarenta años que tenemos democracia. Tienen razón en decirme
que el caso de Puig Antich fue un caso de represión, más que un error, pero el
origen es una detención mal hecha, mal preparada. Enviaron pocos agentes, muy
jóvenes e inexpertos, no llevaban ni manillas. Si hubieran llevado esposas
hubieran inmovilizado al detenido y no se hubiera provocado la pelea y el
intercambio de tiros, y no habría muerto nadie. Lo cierto es que luego empezó
toda una conspiración policial para esconder lo que realmente pasó y presentar
al Salvador como un asesino y terminar como todos sabemos. En una dictadura a
la policía le toca ejercer el monopolio de la fuerza y de la verdad; algo
perverso, porque hacen y deshacen y sólo pasa lo que dicen ellos con su verdad
absoluta. En democracia la policía mantiene el monopolio de la fuerza, pero
sólo el de la fuerza, con los límites que les marca la ley. Pero el monopolio
de la verdad pasa a ser competencia de todos. El problema es cuando en
democracia la policía se pasa en el ejercicio de la violencia; comete errores,
pero en vez de subsanarlos, se cubre con mentiras”.
Sobre
Tomás Gil dijo Panyella: “Tomás Gil es
un personaje que no deja de sorprenderme. En mi libro hablo de un señor, que era Gil
Mesas, responsable de todo el operativo que llevó a la detención de Salvador.
Era un policía del que no hablo muy bien en el texto. Al poco de publicarse el
libro, recibí una llamada de Tomás donde me decía que era el hijo de Mesas. Me
esperaba una bronca pero en seguida me felicitó por el libro y me dijo que
teníamos que vernos. Digo que no deja de sorprenderme porque buscando por Google
me encontré con una noticia que decía: “Reconocido el derecho de un policía a
dar clases, derecho que le negó la administración”. Es inspector de policía en
excedencia, jefe de la policía local -durante 20 años- de Sant Adrià de Besós y
además es profesor de derecho constitucional en la Universidad Autónoma de
Barcelona”.
Laia
Serra resaltó la importancia de la memoria histórica y como el caso de Puig
Antich tuvo repercusiones políticas, sociales, judiciales y policiales que
llegan hasta nuestros días: “Hay un
paralelismo entre el caso de Puig Antich y el de Ester Quintana y muchos otros
casos que han existido; en mi época más reciente está el caso del 4-F, otra de
las grandes mentiras policiales y judiciales que se desmontan en el documental
de Ciutat Morta. De alguna manera, todos estos casos dibujan un círculo que está
presente y que forma parte de una dinámica permanente; que es actuación
policial, cobertura mediática y amparo judicial. En el caso Puig Antich también
se dio esta tríada. Hubo una repercusión mediática unidireccional que generaba
un caldo de cultivo, en que todos los estamentos, militares, judiciales y
demás, sabían que había una cobertura que los amparaba. Esta dinámica,
avanzando los tiempos, hay cambios, perfeccionamiento, sofisticaciones, pero
hoy en día también existe esta tríada que es necesaria para dibujar el círculo
de la impunidad. Yo nunca hubiera titulado esta charla como: “cuando la policía
se equivoca”, puede haber un determinado error, pero nosotros, desde los
organismos de derechos humanos sostenemos que la impunidad no es una cosa
exótica, casual, aislada…, un error del sistema. La impunidad forma parte del
sistema y está diseñada, amparada, programada para que determinadas reivindicaciones
no terminen de surgir o, de alguna manera, ejercer el control sobre
determinadas disidencia ideológicas”.
La
letrada Laia habló del peso que supone trabajar en casos de vulneración de
derechos, y de defender esos derechos de la colectividad. Son esos casos que
uno se toma como algo personal, sin horarios, con una ardua investigación y
enfrentándose a toda una maquinaria preparada para tapar los hechos y
dificultar la búsqueda de la verdad. Claro que puede haber una verdad procesal
–basada en las pruebas presentadas en el proceso- que no tenga nada que ver con
la verdad de los hechos. En el caso de Puig Antich, a pesar del tiempo
transcurrido, donde se aportan hoy nuevas pruebas, con nuevas técnicas de
investigación, etc., Laia Serra apunta: “Lo
grave de este caso es que, de momento, no se haya aceptado una revisión
judicial. Es importante que haya iniciativas, aunque sean al margen del
estamento judicial, que rescaten y hagan suya la verdad. Es un trabajo
colectivo de indemnización moral en contra de estos atropellamientos
judiciales”.
En el
libro de Jordi Panyella se explica como un periodista del Diario de Barcelona, Santi Vilanova, fue a la portería donde
ocurrió el tiroteo durante la detención de Puig Antich y habló con los
testigos. Su crónica fue censurada, al único que le dejaron publicar algo sobre
el caso fue a un periodista referente de los ambientes policiales, Enrique
Rubio. Sobre el caso de Ester Quintana dijo Panyella: “La declaración de Ester a los pocos días del caso es claro y se ve que
no miente. A mí me cuesta decirlo, pero está claro que la policía miente, es
terrible y brutal. Y aún es más bestia que tres años y medio de ocurridos los
hechos, la policía mantenga esta mentira. Ester es doblemente víctima, por el
mal físico y porque la han dejado tirada”. En este punto apuntilla su
abogada Laia Serra: “No sólo tirada, la
han cuestionado en público, como persona mentirosa”. Siguió Panyella: “Por qué después de lo que ha avanzado la
instrucción, lo que dijo el juez instructor, con los peritajes que dejan claro
que la lesión es de un balazo y no de una piedra… ¿por qué se mantiene esta
mentira? En estos tres años y medio he visto que ha habido un distanciamiento,
tímido, entre la versión mantenida por la policía y la versión mantenida por la
dirección política de la consejería. Al principio había sólo una versión, con
Felip Puig defendiendo la versión que sus hombres le habían dado, negando que
aquella noche los Mossos hubieran disparado balas de goma. Poco a poco, los
consellers que hubo a posteriori, como Ramón Espadaler, primero, y Jordi Jané
después, hubo una petición de perdón y desmarcándose de la teoría de que no se
habían disparado balas de goma. Esto nos abre un escenario terrible: ¿Quién
controla a los Mossos d’Esquadra? En fin, a mi Jordi Jané me merece toda
confianza y pidió perdón que creo que detrás llevará una rectificación, en eso
y en que la verdad en democracia es ya no es un monopolio, depende de los
ciudadanos, los periodistas, los abogado…, en eso quiero creer”.
“QUIERO PEDIR PERDÓN”
Tomás
Gil afirmó que en su caso iba a hablar de cosas emocionales: “Para mí este es un día muy importante. Yo
nunca he podido ver la película sobre Salvador Puig Antich, me cuesta verla,
pero yo estoy posicionado y lo digo claramente: Puig Antich murió a manos del Estado,
que le quitó la vida de una forma indigna y miserable. Yo soy el hijo del
comisario que dirigió a los policías que detuvieron a Salvador. Cuando leí el
capítulo en que se habla de mi padre en el libro de Jordi, casi me caigo al
suelo. Me leí el libro y es un buen libro de investigación. Cuando pasaron los
hechos yo estaba haciendo cuarto de bachillerato, y fui consciente de todo y
además en el instituto se comentó. Estas cosas las he hablado con pocas
personas, porque es mi propio fantasma histórico. Mis amigos de aquellos años,
cuando teníamos quince años, en el barrio de Sant Andreu se comentó el caso,
muchos eran hijos de personas que tenían otra forma de ver el mundo, pero mi
familia era del régimen, falangista, franquista, y así me educaron, no porque
yo lo quisiera, porque me tocó así. Pero como decía, con los amigos, alguno que
aún conservo, pues sus padres eran del PSUC, y yo me relacionaba con ellos”.
Gil
explicó que pensaba que Salvador sería indultado, y como su vecino del segundo
piso, el hijo de los “comunistas”, le dio la noticia de la ejecución de Puig
Antich. A llegar a casa vio a su padre con camisa blanca, con la cara pálida, y
por una conversación telefónica que escuchó, supo que su padre había estado
presente durante la ejecución: “Esto
entró en mi cabeza y te produce ciertas alteraciones que años después sigues
pensando sobre aquellas miserias de aquella España de finales de la dictadura.
En la facultad de derecho tuve la suerte de tener un profesor, del cual se me
había advertido convenientemente, que era Jordi Solé Tura, –que era
dirigente del PSUC en aquellos años-, que
lo tuve como profesor de derecho político. Se me había pintado como un demonio,
era una persona encantadora y educada. Ahí empecé a pensar de dónde venía yo y
como era el mundo real, y no el mundo de algunos como yo que habíamos vivido en
una especie de burbuja. Entré en la policía del Estado, fui de la segunda
promoción democrática del Ministerio del Interior, en el año 1979. Tuve mis
primeros tropiezos con aquella estructura policial de los primeros años de la
Transición. Éramos policías muy jóvenes, por cierto, también fue la primera
promoción en que se incorporaron mujeres. Y los jóvenes nos negamos a levantar,
por ejemplo, las mesas donde se recogían firmas contra la entrada en la OTAN.
Años más tarde, conocí a un inspector en la comisaría de Sant Andreu, José Luis
Fernández Sastre, socialista, incluso antes del cambio democrático, porque
había socialistas en la policía, pocos pero los había. Sastre fue expedientado
y trasladado a Pamplona por negarse a
abrir diligencias a un piquete de huelga de los basureros de Barcelona – en
ese destino Sastre mantuvo una huelga de hambre-. Pero volviendo al caso de Puig Antich, no fue un error, se trató de
una acción policial falsa cuya finalidad era ocultar la verdad de los hechos.
Hoy el caso hubiera tenido las garantías procesales, la criminalística, la
balística forense y se hubiera sabido con total certeza de qué arma provenían
los impactos del policía que falleció. En aquellos años no se hizo nada de eso,
porque no hubo interés de hacer nada, porque la decisión de culpar a Salvador
ya estaba tomada desde que se hizo la detención”.
Es en
este momento cuando Gil, dirigiéndose a Imma y Montse Puig Antich dijo: “Quiero pedir perdón. En España, las
instituciones, hemos sido incapaces de algo tan elemental en la vida, como es
lo que se hace en países más democráticos que nosotros, que es pedir perdón por
cosas que nunca tenían que haber sucedido. Incluso al Partido Popular, le
cuesta condenar el golpe de estado de 1936. Esto es un déficit democrático.
Negar la verdad, la manipulación de los hechos y no pedir perdón cuando
corresponde, esto es un problema. Quiero pedir perdón por la cuestión personal
mía”.
Luego
Gil hizo referencia a un artículo que publicó con el título de “¿Quién vigila
al vigilante?, sobre el caso de corrupción de la policía de Coslada (Madrid).
También hablaba en ese artículo del caso de Lasa y Zabala. Terminó su parlamento sobre el control que tienen
que tener las instituciones en los sistemas democráticos. Luego se dirigió a
las hermanas de Salvador Puig Antich y tras hablar con ellas, accedió a posar
para nuestro fotógrafo Francesc Sans.
EL BALCÓN DE LA LIBERTAD
Los
barrios que componen el distrito de Nou Barris tienen una tradición de luchas
vecinales y contra la dictadura, por ello en su nomenclátor podemos encontrar
nombres como plaza de Ángel Pestaña
(anarcosindicalista), calle de Pablo
Iglesias (fundador del PSOE y la UGT), la plaza Karl Marx, o una placa en la plaza Pi i Molist que marca el lugar
donde fue abatido el maqui libertario Josep
Lluís Facerías o la placa y estatua que homenajea al cantautor chileno Víctor Jara, por citar algunos pocos
ejemplos. Salvador Puig Antich
también tiene su plaza, y desde hace unos pocos días un mirador, con vistas a
la ciudad, en el barrio de Roquetes. Obra del arquitecto Nicolás Aparicio y del artista Gerard
Cuartero, el llamado “Balcón de la
libertad” fue inaugurado por la alcaldesa Ada Colau. Como decía la abogada Laia Serra es a la sociedad civil
la que debe pelear por no dejar caer en el olvido estos casos, porque la
verdad, la justicia y la reparación aún no ha llegado a este país, y bien saben
de ello las víctimas del franquismo, que han tenido que ir a la Argentina para
que se les escuche.
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