Por:
Arturo Seeber
Milagro Sala es una militante social
indígena de Jujuy, una de las provincias más pobres de la Argentina. Se da allí
un alto índice de desnutrición infantil, hambre, falta de trabajo, ninguna
asistencia sanitaria.
Al
menos, así las cosas hasta que Milagro
emprende la obra de la Organización
Barrial Tupac Amaru, dejando hasta hoy cientos de viviendas para la
gente pobre, escuelas, hospitales, fábricas, piscinas, etc. Algo que nadie hizo antes, eso hay que
decirlo.
Pero,
nomás estrenada la nueva gobernanza de Mauricio
Macri, Milagro Sala fue apresada, bajo
el cargo de instigar al desorden público
por haber organizado una manifestación contra una medida gubernamental
considerada injusta. Una vez tenida entre rejas, se le van acoplando cargos,
hasta ahora no demostrados, que bien mirados no son más que las ya tópicas
acusaciones que se utilizan siempre, sin un ápice de originalidad, para
denigrar a una persona, a saber: desvío de fondos, enriquecimiento ilícito,
organización mafiosa, tenencia de arsenal de armas, violencia, maltrato… Y
espere, espere, que ya se la acusaran de tráfico de drogas, pederastia,
prostitución infantil, y quema de iglesias, y hasta quemará la bandera de
nuestra patria…
Pero,
si se me permite una simplificación si acaso excesiva, esto tiene, por encima
de todo una sola causa: Milagro Sala es una “negra” *. Veamos:
El
domingo 17 de enero del 2010 se emitió “Los
medios vs Milagro Sala”, en el programa
678 de la televisión pública argentina, una entrevista a la líder sindical
jujeña. Un periodista se remitió a la sagrada opinión disidente de la calle, y
veamos con qué se nos vinieron (puede usted ver el programa completo por
Internet):
Una
señora, sobre Milagro Sala, transcripción textual:
-Mirá, a mí no me interesa la obra
que haga ella haga (sic). Realmente, no me interesa. Es una cucaracha. La vi en la
televisión salir…
Otra
opinión, un caballero esta vez:
-Me pareció una persona agresiva.
Totalmente los rasgos demuestran una fuerza interior que no es precisamente de
patriota (?)
-¿Y
respecto a la obra social que hizo Milagro Sala en Jujuy? -inquiere el
periodista.
-No, no tengo conocimiento.
Cucaracha,
televisión, agresiva, rasgos que demuestran... No parecen estos juicios el
resultado de una madura reflexión. Pero sí da para reflexionar sobre el racismo en Argentina.
¿Racismo en Argentina?, se asombrará más de uno, en un país
que no tuvo un Hitler que asesinaba judíos, ni un Ku Klux Klan que quemaba
negros. Pero, en un país donde una mujer
indígena es una cucaracha, donde nada de lo que haga tiene valor (hasta se
ignora lo que hace), ya me dirá usted.
Porque
Argentina, como el resto de los países latinoamericanos devenidos de la
conquista, se compone de dos clases de personas: el “hombre blanco”, descendiente del conquistador y de la posterior
inmigración europea, que conforman las clases altas y medias, y los “negros”,
los pocos indígenas que aún perduran en reducciones, los mestizos y un agregado
de inmigrantes que no llegaron a salir de la pobreza. Estos últimos son la
clase baja, los que no tiene acción alguna en los destinos del país, a los que
casi no llega la instrucción y la cultura, los que cumplen tareas de servicios,
tareas que, si no denigratorias, denigradas. Rara vez veréis a un “negro”
ocupar un cargo público, ni haber estudiado una carrera, ni ser un triunfante
empresario.
No,
esa es la gente que, cansada de malvivir en sus provincias, van sin nada a
Buenos Aires con la ilusión de hallar una vida mejor y terminan habitando las
“villas miseria”, única vivienda posible. Pero más de uno dirá que están así
porque quieren, porque son vagos, borrachos y ladrones, porque esa pléyade de
niños que invadía las calles son inocentes mendigantes para pagar el vino de
sus padres.
Y ahí tenéis a las dos argentinas. Dos clases, curiosamente,
permanentemente enfrentadas entre sí. Dos clases que se odian mutuamente, con
un odio constantemente en alerta y en acción. Eso es lo que hace que la
delincuencia sea tan violenta, porque es una delincuencia resentida, eso es lo
que hace que , cuando gobierna la “nobleza”, los pocos derechos sociales de los
de abajo sean echados por la borda, aún a costa de arruinar al país, como han
hecho los militares siempre, como ha hecho el ministro de economía Martínez de
Hoz, como hará Mauricio Macri.
El
odio hacia el negro está metido tan dentro del inconsciente del argentino, que
la mayoría de las veces ni se reconoce. No es curioso que personas que la van
de progresistas, como Pino Solanas, Elisa Carrió o el “periodista de
izquierda” Jorge Lanata hayan echado
loas el apresamiento de Milagro Sala. Quién en su nombre, quién en nombre de Dios.
(*) En Argentina no hay casi individuos de raza negra,
pero se llama, despectivamente, “negros” a los indígenas puros que aún quedan,
al mestizaje dejado por los conquistadores españoles, a los que se fueron
acoplando los inmigrantes que no pudieron ascender a la clase media.
Arturo Seeber (izquierda) con el autor de este blog
NOTA: Arturo
Seeber Bonorino es un escritor argentino que lleva más de dos décadas
viviendo en España. Autor de La gran oportunidad del Pelusa, que
recibió el premio del XXI Certamen Manuel Vázquez Montalbán y del libro de
relatos negros: Un paquete para el mánager. De próxima aperción es su libro de
relatos La levitación de sor Clarisa, divertimentos anticlericales.
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