Por
Javier Coria
Puede que Louis Jacques
Daguerre no fuese el verdadero inventor de la fotografía, aunque su habilidad
para perfeccionar los hallazgos anteriores en este campo y su perseverancia lo
hicieron pasar a la historia como tal. Creador de las primeras imágenes en tres
dimensiones, este pintor amante de la ciencia transformó radicalmente la manera
de acercarse al mundo. A partir del daguerrotipo la historia iba a poderse
plasmar en imágenes fijas.
Louis-Jacques
Mandé Daguerre nació el 18 de noviembre de 1789 en Cormeilles-en-Parisis, una
villa a dieciocho kilómetros de París. El apellido Daguerre, de origen vasco
francés, aún puede encontrarse en las guías telefónicas de Guipúzcoa. Con trece
años comenzó a trabajar como aprendiz de arquitecto en la ciudad de Orleans,
pero pronto dejó los planos para entregarse al mundo de la farándula, primero
subiéndose a los escenarios para actuar y después como escenógrafo. Para ello
se trasladó a París para iniciar su carrera de pintor y aplicar sus
conocimientos de arquitectura en la construcción de decorados para la ópera y
el teatro. Excelente negociante y con una gran ambición, en 1822 aprovechó sus
conocimientos sobre perspectiva y juegos de luces aprendidos en la Ópera de
París para montar un negocio junto a su socio Charles-Marie Bouton. La empresa
consistía en un espectáculo ilusionista que les hizo famosos,
el diorama.
Daguerre en un grabado de E.
Deschamp
EMPIEZA EL ESPECTÁCULO
El
invento consistía en un decorado de varios planos recortados que, gracias a la
combinación de pinturas opacas y transparentes y mediante un juego de luces
adecuado, producía un efecto óptico de tridimensionalidad. El decorado
asombraba al público que se acercaba a tocarlo para asegurarse que no era real.
El sistema tenía su precedente en los panoramas creados por Robert Beker en
1793, en Edimburgo. Se trataba de grandes pinturas circulares que mediante la
perspectiva y situando al espectador en el centro creaba una ilusión de
realidad. El propio Daguerre había aprendido esta técnica de su maestro, el
pintor de panoramas Pierre Prévost. Daguerre para hacer sus dibujos y proyectar
las perspectivas de sus dioramas utilizaba la cámara oscura, que ya fue
empleada en el Renacimiento por pintores para dibujar y por científicos para
observar eclipses de sol.
Gran
dibujante y conocedor de los intentos de otros investigadores por fijar las
imágenes de la cámara oscura sobre un soporte material, Daguerre inició sus
propias investigaciones para lograr este fin. Sin una preparación científica
adecuada, nuestro pintor se dedicó a la experimentación empírica. No es posible
en este artículo hablar de todos los precedentes de los trabajos de Daguerre
porque tendríamos que remontarnos a la prehistoria de la fotografía, pero sí es
justo citar a Charles, Wedgwood y Davy.
Grabado mostrando una sesión pública
de los dioramas de Daguerre
LOS PIONEROS
En
1780, el físico y químico Jacques-Alexandre-César Charles (1746-1823) era
profesor en la escuela pública de París y allí divertía a sus alumnos con un
curioso experimento: realizaba retratos de sus pupilos proyectando la sombra de
sus siluetas en una hoja de papel impregnada con una dilución de cloruro de
plata. El problema era que no tenía un sistema de fijado y la imagen
desaparecía por el efecto de la misma luz que la había creado.
En
1800, el industrial inglés Thomas Wedgwood (1771-1805) usaba la cámara oscura
para realizar dibujos del natural, y los empleaba en la decoración de
porcelanas, no en vano era hijo de un conocido ceramista. Conocía también la
sensibilidad a la luz de las sales de plata que ya describiera el alquimista
Johan Heinrich Schulze en el siglo XVIII. Junto a su amigo Humphrey Davy
(1778-1829) se dedicaron a experimentar consiguiendo registrar los contornos de
objetos depositados directamente sobre el papel sensibilizado con nitrato de
plata, así realizaron imágenes de alas de insectos, hojas de árboles... En 1802, Davy publicó estos resultados aunque
el problema seguía siendo la larga exposición, que dificultaba su uso en la
cámara oscura, y también el fijado, por lo que estos investigadores no
profundizaron en sus experiencias.
El químico y astrónomo John
Herschel
Ya
contemporáneos con Daguerre fueron los experimentos del químico y astrónomo John
Herschel (1792-1871), que en 1819 describió la acción del hiposulfito de sosa
como fijador de las sales de plata, pero no se le ocurrió aplicarlo a los
experimentos de Wedgwood. Hubo que esperar a Niépce, del que hablaremos más
adelante, para unir los experimentos ópticos y químicos que fueron la base de
la fotografía. Por aquel entonces Daguerre investigaba en secreto y era cliente
de los hermanos Vincent y Charles-Louis Chevalier, afamados ópticos de París. Precisamente
Vincent fue alumno de Charles y testigo de sus divertimentos con las siluetas.
A través de los hermanos Chevalier conoció en 1826 a un personaje clave en esta
historia. Eran proveedores de Joseph-Nicéphore Niépce (1765-1833), un exmilitar
borgoñés que dedicó la fortuna familiar a los inventos junto con su hermano
Claude. Estaba buscando un método para aplicar las proyecciones de la cámara
oscura a la piedra litográfica y suplir así el trabajo de los dibujantes.
Niépce. Vista desde la ventana del Gras, 1826. La más antigua fotografía
conocida
Ya en
1816, consiguió imágenes débiles e inestables sobre papel a las que llamó
heliografías, pero la necesidad de adquirir una cámara oscura de calidad le
llevó en 1826 a la casa de los Chevalier. Ese mismo verano y con la cámara
nueva, realizó la que es considerada la primera fotografía de la historia conocida
hasta la fecha. Se trata de unas vistas del patio de su estudio en Gras. La
exposición necesaria fue de... ¡8 horas! Para ello utilizó una plancha de
peltre –una aleación de cinc, plomo y estaño- recubierta de betún de judea.
Daguerre aún no había conseguido resultados satisfactorios en sus experimentos,
y los Chevalier le pusieron en contacto con Niépce. Éste, retirado en
provincias y de carácter reservado, desconfiaba del dandi parisino y tardó en
contestar a sus misivas. Finalmente Niépce accede a mandarle una heliografía
tras recibir un dibujo con alguna base química de Daguerre. El grabador
Augustin-François Lemaître, que era amigo de Niépce, le da buenas referencias
de Daguerre y durante los tres años siguientes la relación entre los dos
inventores será fluida.
Niépce,
afectado por la muerte de su hermano, comenzó a preocuparse. Llevaba muchos
años de investigaciones y estaba dilapidando su fortuna. El sentimiento de
haber dedicado su vida a una quimera y la necesidad de sacar algún provecho
material de todo ello, estuvo presente en las motivaciones que le llevaron, en 1829, a formalizar un
contrato de colaboración con Daguerre, gran negociante y empresario de éxito
con su diorama. El 14 de diciembre de ese año firmaron un acuerdo por diez
años, en el texto de dicho contrato se reconocía a Niépce como el inventor de
la heliografía. El 3 de julio de 1833, cayó enfermo Niépce muriendo dos días después.
Su hijo Isidore ocupó el puesto de su padre en la sociedad. Dos años después,
en 1835, Daguerre introdujo cambios en el contrato de la sociedad con el
consentimiento de Isidore que por aquella época estaba en una difícil situación
económica. Desapareció así la referencia a Niépce como inventor del proceso y,
por si no quedaban claras sus intenciones, cambió el nombre de heliografía por
el de “daguerréotype”. El propio Isidore publicaría años más tarde, en 1841, un
libro poniendo las cosas en su sitio y denunciando los hechos.
Niépce (a la izquierda) y Daguerre
(a la derecha) se asociaron en 1829
NACE LA FOTOGRAFÍA
MODERNA
Por aquella época, varios investigadores en diferentes
países, Inglaterra, Francia, Brasil... ya estaban tras la pista para mejorar el
proceso. Daguerre tenía que darse prisa para ganar la carrera y cuentan que un
suceso casual le facilitó el camino. Descartadas las placas de peltre, Daguerre
se dedicó a cubrir placas de cobre con yoduro de plata, que luego exponía en la
cámara oscura. Los tiempos de exposición eran de más de media hora y la poca
sensibilidad del proceso no producía imágenes visibles. En 1835, un caso claro
de serendipia solucionó el problema. Daguerre había guardado en un armario una
placa expuesta pero que no había producido ninguna imagen. Después de varios
días, Daguerre se topó con dicha placa y observó que ofrecía una débil imagen.
¿Cómo se había revelado la imagen latente de la placa?... la respuesta estaba
en un termómetro roto, ¡los vapores del mercurio habían revelado la placa!
Presentación del daguerrotipo a los
académicos en París
En
1837, Daguerre consiguió una imagen clara que fue lavada con sal común para
eliminar los restos de yoduro de plata y fijar la imagen. Los tiempos de
exposición se redujeron a diez minutos. La imagen del daguerrotipo sobre la
superficie pulimentada era muy detallada y debía protegerse con un cristal y sellarse
en una especie de cajita para evitar la abrasión y que el aire la ennegreciera.
El primer proceso fotográfico practicable estaba inventado. Pero el
daguerrotipo tenía un inconveniente, no se podían realizar copias. Esto fue
superado en 1841 por un verdadero sabio, William Henry Fox Talbot (1800-1877), que
mediante un proceso llamado calotipia consiguió unos negativos de papel
inventando el proceso negativo-positivo. Ya desde 1834, Talbot experimentaba
con la cámara oscura y con emulsiones de cloruro de plata.
Panorámica del Louvre desde el río
Sena. Daguerrotipo del propio Daguerre realizado el 2 de noviembre de 1839
Vista de París captada por
Daguerre. La larga exposición hizo que los objetos en movimiento no se
impresionaran en la placa, por ello la avenida se ve vacía
UN INVENTO MUY RENTABLE
Daguerre,
por su parte, se lanzó a una carrera
para encontrar un respaldo comercial para su descubrimiento. Imprimió folletos,
intentó vender acciones... pero se negaba a dar detalles de su procedimiento
por lo que fracasó. Fue entonces cuando
contactó con Dominique François Jean Arago (1786-1853), físico y diputado del
ala izquierda del republicanismo y miembro destacado de la masonería. Arago
inició una campaña para que el gobierno comprara el invento a Daguerre y presentó
el invento en la Academia de Ciencias. Tanto apostó Arago por Daguerre que se
cuenta que llegó a pedirle a un discreto funcionario que no publicara sus
descubrimientos para no perjudicar a Daguerre. Se trataba de Hippolyte Bayard
(1801-1887), que desde 1837 investigaba en el mismo campo que Daguerre. La mala
suerte de este personaje fue el presentar sus imágenes en el mismo año que
Daguerre. Arago le gestionó una ayuda del gobierno de 600 francos para
acallarlo, aunque Bayard ya había enseñado unos meses antes sus imágenes en
público.
Cámara de daguerrotipos
Folleto del equipo completo de daguerrotipia
En
1839, los rumores de que países extranjeros estaban detrás del descubrimiento
de Daguerre y que su diorama sufrió un incendio que lo arruinó, aceleraron los
acontecimientos y el gobierno francés compró la patente de Daguerre para
ofrecerla al mundo. El avispado pintor se cubrió las espaldas patentando unos
días antes su descubrimiento en Londres por sí acaso. El 19 de agosto de 1839,
se presentó el descubrimiento con una sala abarrotada de público y
corresponsales extranjeros de medio mundo. Daguerre recibió una renta vitalicia
de 6000 francos y 4000 para la familia de Niépce. Junto con su cuñado Alphonse
Giroux, Daguerre construyó cámaras de daguerrotipia que vendían por 400
francos. Por otra parte, el acuerdo con el gobierno francés incluía la edición
de un manual, cuya edición Daguerre siempre quiso controlar y sacar beneficio,
a pesar de que su acuerdo con el gobierno le obligaba a desistir de la
explotación del descubrimiento.
Opúsculo
donde Daguerre explicaba su técnica
El 10
de julio de 1851, Louis Daguerre murió en Bry-sur-Marne. La Sociedad de Bellas
Artes le dedicó una lápida con el siguiente epitafio: “Daguerre, pintor,
químico, inventor de la fotografía”. Ciento sesenta y cuatro años después, la
última afirmación del epitafio aún resulta polémica.
Publicado en la revista CLÍO,
año 2, núm. 21, julio 2003 (Dossier: “Fotógrafos que
capturaron la historia”)
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