LOS ESTUDIANTES DE LA CIA
Breve informe sobre la política internacional de los estudiantes y la guerra fría con especial referencia a la NSA, CIA, &c.
Durante años –se ha dicho que a través del mandato de
cuatro presidentes: Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson– la CIA ha
controlado, por medio de subvenciones financieras, varias organizaciones
culturales, sindicales y jurídicas de los Estados Unidos. Entre ellas se citan
asociaciones estudiantiles, el Congreso para la Libertad de la Cultura y
las agrupaciones de la central A.F.L.-C.I.O. La información sobre estas
actividades la ha ofrecido una gran revista católica, Ramparts, a quien Triunfo ha adquirido los derechos de
reproducción exclusiva en España de su ya sensacional reportaje. Se trata de un
documento de importancia capital que reproducimos en su totalidad. Al ser
conocido en los Estados Unidos ha provocado un vasto movimiento de inquietud y
de indignación por parte de la opinión democrática. Por este texto se revela un
capítulo más de las actividades que dentro y fuera de las fronteras
norteamericanas desarrolla la poderosa CIA., un Estado secreto en el seno del
Estado fundado por Jorge Washington.
Número de marzo de la revista norteamericana Ramparts, en el cual aparece el informe que publicamos
I.
UN POCO DE HISTORIA
Ya existían indicios de
Guerra Fría en agosto de 1946, cuando 300 estudiantes de 38 países diferentes
se reunieron en la Sala de los Artistas, de Praga, con el fin de celebrar el
primer Congreso Mundial de Estudiantes. Entre los delegados se encontraban unos
24 americanos (muchos de ellos veteranos de la S.G.M.), en representación de
diversas organizaciones juveniles y estudiantiles y de diez de las más
prestigiosas universidades del país. En el Congreso, los comunistas constituían
una mayoría, y surgieron disputas en torno al papel que debían representar las
organizaciones de estudiantes internacionales. No obstante, el Congreso terminó
sus tareas en un ambiente de fraternidad, con una apelación a favor de una
ulterior cooperación tendente a constituir una organización estudiantil
internacional verdaderamente representativa. Este deseo se haría muy pronto
realidad con la creación de la Unión Internacional de Estudiantes. Los delegados
americanos, a los que se llegó a conocer con el apelativo de «los 25 de Praga»,
regresaron a casa completamente convencidos de que había que crear una
organización nacional que pudiese representar convenientemente a la comunidad
de estudiantes de Estados Unidos en el mundo estudiantil internacional.
Establecidos como comité organizador, los 25 de Praga solicitaron una
conferencia nacional de estos dirigentes estudiantiles, con vistas a la
organización de una nueva unión nacional de estudiantes. Y triunfaron en su
empeño. En el verano de 1947, una nueva entidad, conocida por el nombre de
United States National Student Association (NSA), celebró su Convención
Constitucional en Madison, Wisconsin. Por aquel entonces, la atmósfera de la
U.I.E. se había vuelto mucho más procomunista que cuando la reunión de Praga.
Sin embargo, la ruptura oficial entre la NSA y la U.I.E. no tuvo lugar hasta
después del golpe de estado comunista en Checoslovaquia, y como protesta porque
la U.I.E. se negó a condenar los malos tratos infligidos por los comunistas a
los estudiantes checos.
Finalmente, en 1950, la NSA se reunió en Estocolmo con otros 18 grupos estudiantiles nacionales con vistas a la creación de una nueva organización estudiantil internacional, a la que se denominó «Conferencia Estudiantil Internacional». En el curso de las primeras sesiones, una mayoría abrumadora de delegados se oponía a la concepción de la C.E.I. como “un rival” creado para combatir a la U.I.E. y al comunismo. Los delegados que participaron en la primera Conferencia de la C.E.I. deseaban evitar cualquier polémica de tipo político y, con ello, un nuevo cisma en el mundo estudiantil internacional.
La nueva organización
internacional creció de forma impresionante. A mediados de los años cincuenta,
más de 55 uniones nacionales de estudiantes pertenecían a la Conferencia (y más
de la mitad de los delegados eran de países del “Tercer Mundo”). Además, la
C.E.I. tenía ya a su disposición un enorme presupuesto destinado a la
asistencia técnica, a la educación y a los intercambios estudiantiles. La
C.E.I. empezaba a marcar el paso de la política estudiantil internacional, y la
NSA estaba a punto de convertirse en la fuerza más poderosa dentro de la nueva
organización internacional.
A medida que fue creciendo la
C.E.I., los estudiantes de los países subdesarrollados aumentaron sus presiones
para que la organización definiese sus puntos de vista en torno a problemas
políticos tan candentes como el colonialismo y el racismo. Y entonces
correspondió a la delegación de la NSA hacer de mediador y tratar de convencer
a los extremistas de que la C.E.I. debería ocuparse sólo de los problemas de
los “estudiantes en tanto que estudiantes”.
En cierto sentido, se puede
decir que fue precisamente la natural evolución de la C.E.I. la que hizo que
aumentaran los problemas. La mayoría de las uniones estudiantiles, adheridas en
un principio a la organización por resentimiento contra la U.I.E., fueron
separándose de ella gradualmente cuando, en parte por influencia de la NSA, la
C.E.I. adoptó también una postura propia de la Guerra Fría. En 1960, las cosas
habían empezado a cambiar: la U.I.E decidió realizar gestiones con vistas a una
reunificación del movimiento estudiantil internacional, mientras que la C.E.I.,
con la NSA al frente, adoptó una postura intransigente y poco propicia a la
negociación.
En 1960, había más de 400
escuelas afiliadas a la NSA. Sus operaciones eran cada día más numerosas y,
consecuentemente, mayor también su presupuesto. Aunque los ingresos procedentes
de las cuotas de los miembros constituyentes de la NSA eran más bien reducidos,
ésta consiguió el apoyo económico de unas cuantas fundaciones norteamericanas.
La mayor parte de los ingresos de la NSA se destinaban a sus operaciones
internacionales. La NSA organizaba anualmente seminarios de relaciones
internacionales, concedía becas a los estudiantes extranjeros, y aún le quedaba
suficiente dinero para los viajes de los miembros de su comisión internacional
y de sus representantes en el extranjero. A pesar de la democracia formal de la
NSA, eran pocos los contactos entre sus operaciones en el extranjero y sus
actividades locales.
En los Congresos de la NSA
participaban gran número de estudiantes como delegados de las escuelas
miembros. Delegados que apenas si sabían algo de las operaciones realizadas
anualmente por los representantes de la NSA en el extranjero. De los asuntos
internacionales y de las operaciones del personal internacional de la NSA, se
encargaba una élite que con su esotérica experiencia podía manejar a voluntad
el resto del Congreso. Los representantes de la NSA en el extranjero y los
delegados de la C.E.I. no eran elegidos nunca por el Congreso de la NSA.
La NSA ha mostrado siempre dos caras. Sus programas domésticos, sus congresos y sus reuniones regionales han sido siempre abiertos y espontáneos. Y aunque los dirigentes nacionales de la NSA demostraron de vez en cuando un exceso de precaución, solían hacerse eco de las corrientes de opinión liberales de los estudiantes americanos.
En los años cincuenta, la NSA
adoptó posturas mucho más liberales de lo que se hubiese podido suponer a
juzgar por la apatía entonces reinante entre los estudiantes. Y a partir de
1960, empezó a contagiarse del ambiente de protesta característico de la vida
universitaria de aquellos años. Apoyó a los estudiantes contra la
conscripción, se opuso a la guerra del Vietnam y participó en las luchas en pro
de los derechos civiles. Desempeñó un papel decisivo en la formación del
Student Nonviolent Coordinating Committee, convirtiéndose en uno de sus más
fieles defensores, lo que supuso la afiliación de muchas escuelas en 1961. Sin
embargo, muy otra ha sido la imagen de la NSA en el extranjero. A pesar de su
retórica liberal, los representantes de la NSA en el extranjero parecían más
bien diplomáticos profesionales que estudiantes; había en ellos cierta reserva,
casi dureza, que contrastaba desagradablemente con su espontaneidad dentro del
país.
A la vista de todo esto, no es extraño que muchas
personas, al criticar a la NSA, hayan señalado con sospecha sus operaciones
internacionales. Como tampoco lo es el que algunos componentes del ala
izquierda de la NSA, como Paul Potter (elegido en 1961 vicepresidente de los
asuntos nacionales y, posteriormente, presidente de la organización Students
for a Democratic Sociey”), revelasen que siempre habían sospechado la
existencia de unos vínculos especialmente estrechos entre las operaciones
internacionales de la NSA y el Departamento de Estado. Pero muy pocos, hasta la
fecha, han planteado una cuestión aún más siniestra: las relaciones entre la
CIA y la NSA.
II. EXTRAÑA
FINANCIACIÓN
Es del dominio público que la CIA
tiene unas cuantas fundaciones que utiliza como frentes directos y, a veces,
como «conductos» secretos para canalizar su dinero hacia aquellas
organizaciones que gozan de su simpatía. Un esquema del radio de acción de esta
trama financiera nos la dio el congresista tejano Wright Patman el 31 de agosto
de 1964, al anunciar, en el curso de una investigación sobre el empleo de las
fundaciones para la evasión de impuestos, que el J. M. Kaplan Fund, de Nueva
York, servía de conducto secreto para los fondos de la CIA. Tan pronto como
Patman hizo la declaración, varios representantes de la CIA y del International
Revenue acudieron a su oficina para celebrar con él una conferencia. Patman
estaba, al parecer, satisfecho de los resultados. Sin retractarse de sus
alegatos sobre el Kaplan Fund, anunció: “… La CIA no está incluida en esta
investigación”.
Sin embargo, antes de correr
otra vez la cortina del secreto, Patman reveló, por lo menos, un hecho muy
significativo. Resultaba que cierto número de Fundaciones habían contribuido al
Kaplan Fund durante los años decisivos del 1961 al 63, cuando dicho Fondo
estaba al servicio de la CIA. Cinco de estas fundaciones ni siquiera estaban en
la lista de las exentas de impuestos del International Revenue Service. Eran
éstos: el Borden Trust, el Price Fund, el Edsel Fund, el Beacon Fund, y el
Kentfield Fund. De todo lo cual se deducía que alguna de las cinco fundaciones,
si no todas, era el canal por el que el dinero de la CIA pasaba a los cofres de
la fundación Kaplan.
En una conversación sostenida recientemente con el presidente de una prominente Fundación de Nueva Inglaterra, que prefirió quedar en el anonimato, Ramparts pudo averiguar el sistema por el que la CIA se vale para sus fines de fundaciones legítimas con intereses liberales. «Yo no quería ver mi Fundación arrastrándose por el fango de la CIA. En 1965, dos hombres de la CIA trataron de establecer contacto con nosotros. Pidieron permiso al presidente de la Fundación para examinar la lista de las organizaciones por ella subvencionadas. El presidente les enseñó la lista que habían solicitado, y los agentes de la CIA le comunicaron que había varias organizaciones a las que también ellos querían prestar su apoyo. 2Buscamos una alternativa al comunismo y deseamos apoyar los programas de terceras fuerzas, lo que sería imposible si se supiese que este apoyo procede de una fuente gubernamental”.
Los hombres de la CIA
propusieron entonces subvencionar a algunas de las organizaciones de la lista y
sugirieron que podía extenderse este apoyo económico a otras organizaciones.
Los agentes prometieron que,
si se aceptase tal arreglo, ellos podían canalizar el dinero de la CIA hasta la
fundación, sin que llegase nunca a descubrirse su procedencia. Adujeron que ya
tenían bastante experiencia.
Sin embargo, el presidente
llevó la propuesta directamente a la junta y ésta rechazó por una mayoría de
cuatro a uno. ¿La razón? Según el presidente, “un sentido de la moral muy del
siglo pasado. No nos gustaba lo secreto del asunto”.
Los fondos que, según la
investigación de Patman, no eran sino canales de la CIA, pueden ayudarnos a
comprender el porqué de parte de los ingresos de la NSA. Como se ve, están
extendidos por todo el país (Borden, en Filadelfia; Price, en Nueva York;
Beacon, en Boston; Kentfield, en Dallas, y Edsel, últimamente, en San
Francisco). Un reportero de Ramparts,
que se decidió a comprobar las direcciones indicadas por las Fundaciones, se
encontró con que muchas veces no se trataba más que de un pequeño despacho de
abogado en el que nadie deseaba hablar de los Fondos. Dos Fundaciones que han
financiado parte de los programas internacionales de la NSA –la J. Frederick
Brown Foundation y la Independence Foundation, han estado recibiendo
contribuciones regulares de cuatro de los Fondos relacionados con la CIA:
Price, Borden, Kentfield y Edsel. Las fundaciones Frederick Brown e
Independence tienen su sede en la misma dirección: 60 State Street, Boston,
donde también está ubicada la prestigiosa firma jurídica Hale and Dorr. Paul F.
Hellmuth, conocido procurador de Boston y miembros de Hale and Dorr, y David B.
Stone, hombre de negocios y filántropo de Boston, son los administradores de la
Independence Foundation. Hellmuth sólo administra la J. Frederick Brown
Foundation.
De las dos, la J. Frederick
Brown es la menos importante como fuente de gran parte de los ingresos de la
NSA. Su contribución a la NSA, fue, en 1963, de 3.300 dólares solamente. Al
mismo tiempo subvencionó, entre otras organizaciones con intereses en el
extranjero, a la “American Friends of the Middle East” (Amigos Americanos del
Oriente Medio). En un artículo publicado en “The Nation” (9 de mayo de 1966),
Robert G. Sherrill aventuraba la hipótesis de que la “American Friends” tuviese
algo que ver con la CIA. Alegato que no negó ningún funcionario de la
Administración.
Por lo que respecta a la NSA, la Independence Foundation es el más importante de los dos intereses de Mr. Hellmuth. La Independence fue declarada exenta de impuestos en 1960. Desde entonces, la mayor parte de sus fondos proceden de otros trust y Fundaciones. En 1962, por ejemplo, la Independence Foundation recibió un total de 247.000 dólares, de los que sólo 18.500 procedían de particulares o de corporaciones; el resto era de otras Fundaciones. Y de ese resto, 1.000.000 de dólares constituyen la aportación de los cuatro Fondos citados en la investigación Patman.
Entre 1962 y 1965, la NSA
recibió de la Independence 256.483,33 dólares como donativos para sus programas
internacionales. La mayor parte de esa suma se utilizó para sufragar los
Seminarios Internacionales de Relaciones Universitarias, «extravagancias»
anuales que servían como campos de entrenamiento para los futuros dirigentes
internacionales de la NSA.
La NSA sigue dependiendo en
gran parte de la generosidad de la Independence. El edificio en que está
instalado actualmente el cuartel general de la NSA ha sido cedido por quince
años y libre de rentas a esta organización.
Poco después de que, en otoño
del 65, la NSA se trasladase a sus nuevas oficinas de Washington, un reportero
del «Washington Post» que estaba escribiendo, a la sazón, un artículo sobre la
NSA, preguntó a su presidente, Phil Sherburne, quién era el que pagaba las
rentas del edificio. Sherburne se negó a divulgar esta información. Claro está
que aquel velo de misterio en torno a los nombres de los benefactores no nos
debe extrañar en absoluto. De hecho, la NSA no ha rendido nunca cuentas de sus
ingresos o sus gastos, ni siquiera en sus congresos.
La Independence Foundation ha
apoyado las operaciones de la NSA en el exterior por otros medios indirectos.
Por ejemplo, concediendo becas a antiguos funcionarios de la NSA, becas por un
importe de unos 3.000 dólares anuales. El objeto de estas becas era permitir
que ex funcionarios de la NSA actuasen como representantes en el extranjero, lo
que les facilitaba los contactos con las uniones estudiantiles de otros países,
pudiendo actual, de esta forma, como agentes libres de la NSA.
En teoría, los representantes
en el exterior habían de estar destacados en universidades extranjeras, pero
solamente en teoría.
La Independence no ha
limitado su generosidad a la NSA. En el período entre 1961 y 1965 dicha
Fundación gastó más de 180.000 dólares en la financiación de una interesante
operación, conocida bajo el nombre de Independent Research Service (Servicio
Independiente de Investigaciones). Era esta la organización que les hizo la
vida imposible a los organizadores de los festivales mundiales de la juventud,
dominados por los izquierdistas, y que se celebraron en Viena (1959) y en
Helsinki (1962). El Independent Research Service envió al Festival a una
delegación compuesta por varios centenares de americanos jóvenes para
contrarrestar a los comunistas. El IRS sufragó los gastos de todos lo delegados
y envió a un grupo de jazz, organizó una exposición de famosos pintores
americanos y financió un periódico diario, editado en cinco idiomas.
Aunque era postura oficial
del Congreso de la NSA no asistir a los festivales de la juventud, varios
funcionarios y ex funcionarios sobresalientes de la NSA participaron plenamente
en las actividades desarrolladas por el IRS en Viena y Helsinki. Cuando se
celebró el Festival de Helsinki era director del IRS Dennis Shaul, que, poco
después, fue elegido presidente de la NSA.
Shaul recibió también, en
1964, una de las “becas” de la Independence.
Cuando un reportero de Ramparts preguntó a Mr. Hellmuth por las
actividades y las fuentes de ingresos de su Independence Foundation, éste,
hombre generalmente muy abierto, se negó a divulgar las direcciones o cualquier
otro tipo de información que tuviese algo que ver con el dinero recibido por
sus dos Fundaciones. Sin embargo, Hellmuth se explayó sobre su amistad con
varios funcionarios de la NSA.
Otra de las Fundaciones que han aportado a la NSA es la de Sidney and Esther Rabb Charitable Foundation, de Boston. Es sorprendente la similitud entre la Rabb Foundation y el J. M. Kaplan Fund. Rabb, al igual que Kaplan, es un hombre de negocios, de origen judío, y muy conocido en los círculos demócrata liberales del país. Se ha podido comprobar que hasta 1963, la Rabb Foundation tuvo solamente una fuente de ingresos: el propio Rabb. Y hasta este año, los donativos procedentes de dicha Fundación fueron mínimos y dedicados, casi en su totalidad, a obras de beneficencia locales.
Pero en 1963, llegaron a la
Fundación Rabb dos contribuciones procedentes del Price Fund de Nueva York –una
de los fondos a que alude la investigación de Patman, y la otra, de un
contribuyente a las Fundaciones J. Frederick Brown e Independence–. Los
donativos eran por un importe de 25.000 y 15.000 dólares, respectivamente. Y
ese mismo año, la Rabb Foundation hizo, a su vez, dos importantes donativos por
las mismas cantidades, precisamente, uno de 25.000 dólares a “Operations and
Policy Research Incorporated”, organización de estrategia orientada hacia la
Guerra Fría; y otro, de 15.000 dólares, a la Fundación Fairfield. La Fairfield
ha contribuido, por su parte, en varias ocasiones, a los fondos del Congreso por la Libertad de la Cultura,
que según “The New york Times”, había sido ya subvencionado en varias ocasiones
por la CIA.
Durante 1964 la Rabb
Foundation volvió a recibir contribuciones, esta vez procedentes de tres
Fondos, y a efectuar después desembolsos de cantidades equivalentes. Recibió
25.000 dólares del Tower Fund e hizo después un donativo de 25.000 dólares
también a la International Development Foundation, ente que se ha encargado,
entre otras cosas, de la organización, en Latinoamérica, de uniones
anticomunistas de campesinos. Participó de forma activa en la República
Dominicana durante el periodo de revoluciones de este país. La Rabb Foundation
recibió asimismo una contribución por un total de 20.000 dólares, procedentes
del Appalachian Fund, y en ese mismo año hizo un desembolso de 20.000 dólares
también a favor de la Sociedad Americana de Cultura Africana. Por último, la
Rabb Foundation recibió 6.000 dólares del Price Fund, y en el curso del mismo
año donó (parece hasta increíble) 6.000 dólares a la NSA, para ayudarla a
superar un déficit. En 1965, Rabb hizo, por lo menos, otro donativo a la NSA
por valor de 5.000 dólares.
No siempre es fácil obtener
información en torno a las Fundaciones que han subvencionado las operaciones
internacionales de la NSA. Tomemos como ejemplo a la San Jacinto Foundation. En
el pasado, la San Jacinto no sólo ha contribuido con ingentes cantidades de
dinero al programa internacional de la NSA, sino que también ha apoyado con sus
importantes donativos el programa presupuestario de la ISC. Ha sido,
especialmente, generosa, al financiar The
Student, publicación de la ISC, editada en cinco idiomas y que se
distribuye por todo el mundo, en su calidad de arma anticomunista.
Otro hecho de interés referente a la San Jacinto Foundation es que, al igual que la J. Frederick Brown Foundation, aquélla ha contribuido a los fondos de la organización “Amigos Americanos del Medio Oriente”, sospechosa de pertenecer a la CIA.
Sin embargo, nadie en la NSA
o en la C.E.I. parece tener la menor idea de lo que es la San Jacinto
Foundation, de quiénes son sus directores y de dónde procede su dinero. La San
Jacinto, al parecer, ha conseguido evitar los informes que exige la ley a todas
las Fundaciones exentas de impuestos. La San Jacinto no está registrada en la
oficina de distrito del International Revenue Service, de Austin (Servicio de
Rentas Internacional), ni en la secretaría del Estado, de Tejas.
La San Francisco recibe su
correspondencia en las oficinas de F. G. O'Conner, situadas en el edificio San
Jacinto, de Houston. Mr. O'Conner es secretario de la Fundación. Al ser
interrogado sobre la Fundación por un corresponsal de Ramparts, Mr. O'Conner, sesenta
y tantos años, pelo blanco, aspecto distinguido, replicó: “Es una Fundación
privada y cerrada, nunca quiso ni quiere publicidad”.
Pero el principal apoyo de
las operaciones de la NSA en el exterior lo ha brindado, desde su fundación, en
1952, la «Fundación para Asuntos de la Juventud y de los Estudiantes», de
Nueva York (FYSA). Esta, a diferencia de la Independence y la San Jacinto, si
tiene sus oficinas propias, un equipo de trabajo y una junta directiva
extremadamente respetable.
En el curso de los últimos
años, la FYSA ha engrosado con cientos de miles de dólares anuales el tesoro de
la NSA. La cifra que cubre el periodo desde octubre de 1965 hasta octubre de
1966 es de 292.753,60 dólares. Esta suma incluía un donativo de administración
general por un importe anual de 120.000 dólares y la financiación de la revista
de la NSA, The American
Student, así como la participación de estudiantes extranjeros en los
congresos de la NSA, proyectos de asistencia técnica, &c. De estos fondos
procedía también la contribución de la NSA a la C.E.I.
Además, la FYSA se encargaba
siempre de cubrir cualquier déficit que registrara la NSA y, actualmente, la
FYSA sigue concediendo «becas» a ex funcionarios de la NSA para que puedan
realizar estudios en el extranjero.
La FYSA es asimismo el
principal canal de que se valen los Estados Unidos para apoyar económicamente a
aquellas uniones nacionales de estudiantes que gozan de la simpatía de la
directiva de la NSA. Y la FYSA ha sido prácticamente la única fuente de apoyo
exterior, si se exceptúa a la misteriosa San Jacinto Foundation, con que ha
contado siempre la ISC para sus programas. Entre 1962 y 1964, como demuestran
los anales de la ISC, estas dos fundaciones solamente (sobre todo la FYSA)
aportaron más del 90 por ciento del presupuesto de los programas de la ISC,
presupuesto astronómico de 1.826.000 dólares. Sin el apoyo de la FYSA, la ISC
sería literalmente impotente en tanto que organización internacional.
El secretario ejecutivo de la FYSA es Harry Lunn, de unos treinta años, alto, de rostro rubicundo y con poco pelo en la cabeza, que, en su época de presidente de la NSA, hizo varias peticiones de donativos a la Fundación que ahora dirige. Lunn negó rotundamente la sugerencia de que su Fundación estuviese encargada de canalizar el dinero que la CIA destinaba a la NSA. Sin embargo, no quiso hacer para esta revista un informe económico.
Terminada su presidencia de
la NSA (1954-1955), Lunn formó parte de una delegación enviada por la C.E.I. al
Sudeste de Asia. Posteriormente trabajó en el Departamento de Defensa
Norteamericano. Después estuvo empleado en la Embajada de USA en París y en la
Agency for International Development (Agencia para el Desarrollo
Internacional), participando en la preparación de los programas de la Alianza
para el Progreso. En 1965 pasó a la FYSA. Lunn tomó parte también, mientras
trabajaba en el Departamento de Defensa, en las actividades desarrolladas por
el Independent Research Service (un organismo radicalmente anticomunista) en el
festival de la Juventud de Viena de 1959.
La carrera de
Lunn sirve para explicar las íntimas relaciones existentes entre la NSA, la
política estudiantil internacional y la Guerra Fría. Y es vivo ejemplo de un “slogan”
que había en el antiguo cuartel general de la NSA en Filadelfia: “El dirigente
estudiantil de hoy es el dirigente político de mañana”.
III. UNA
CONVERSACIÓN EXTRAORDINARIA
La escena: un restaurante, estilo
continental, con muy pocas luces en el interior, en la Connecticut Avenue de
Washington D. C. Era un mediodía de la tercera semana del mes de marzo del 66
y, en una de las mesas, se estaba celebrando una conversación que iba a dar
como resultado la revelación de las infiltraciones de la CIA en la NSA,
infiltraciones que habían empezado quince años antes.
En la conversación
participaban dos personas. Una de ellas, Phil Sherburne, presidente de la NSA
de 1965 a
1966. De constitución atlética, rubio, con gran autodominio, la presidencia de
la NSA no era sino la más reciente etapa en su meteórica carrera en el campo de
la política estudiantil. Su interlocutor era Michael Wood, veintitrés años,
jefe del departamento de desarrollo de la NSA. Wood había hecho también una
rápida carrera. Salió del Pomona College como «senior», para trabajar en Watts
en pro de los derechos civiles. Uno de los proyectos realizados por él a tal
fin llamó la atención de un funcionario de la NSA. En la primavera de 1965,
Wood fue nombrado consultor de la NSA para convertirse, al poco tiempo, en
director del departamento de desarrollo de la NSA. Además de recaudar fondos
para la NSA, Wood ayudó a Sherburne a llevar a cabo nuevos programas, siendo
incluso consultado por funcionarios de la Casa Blanca en torno a las propuestas
presidenciales de reclutamiento y edad mínima para poder ejercer el derecho de
votación. Llegó incluso a recibir una carta de Douglas Cater, ayudante especial
del Presidente, en la que le felicitaba por sus excelentes informes.
Wood se había reunido con
Sherburne en aquel restaurante de Washington porque estaba preocupado. No había
encontrado nada más que obstáculos en sus intentos por recaudar fondos para la
NSA. Le había molestado especialmente la falta de interés de los demás miembros
del equipo internacional de la Asociación por todo lo referente a la
recaudación de fondos de Fundaciones nacionales. Las cantidades de dinero
necesarias ascendían muchas veces a cientos de miles de dólares, y, sin
embargo, las propuestas sometidas a las Fundaciones que prestaban su apoyo al
programa internacional de la NSA se hacían siempre muy a la ligera. Además se quejaba
porque el presidente Sherburne negociaba con las Fundaciones sin contar con
Wood.
Después de seis meses de
aguantar todo esto, Wood le dijo a Sherburne, con el que había intimado
bastante, que, o bien se le hacía enteramente responsable del programa de
recaudación de fondos, o se vería obligado a dimitir. Fue entonces cuando
Sherburne le invitó a un íntimo almuerzo-conferencia. Ahora transcribiremos lo
que, según Wood, se discutió en aquella ocasión y en otras subsiguientes:
Sherburne empezó por hablarle
a Wood de “ciertos lazos existentes ante la NSA y diversas agencias
gubernamentales encargadas de las relaciones internacionales”, de todo lo cual
Wood no sabía ni palabra. Esta era, le explicó Sherburne, la razón por la que
él, Wood, no podía tener enteramente la responsabilidad de las recaudaciones de
fondos de la NSA. Wood se mostró sorprendido. “¿Quieres decir la CIA?”, le
preguntó a Sherburne. Y éste hizo una señal afirmativa con la cabeza. A
continuación, Sherburne le dijo a Wood que, en realidad, al nombrarle para el
cargo de jefe de departamento de desarrollo tenían que haberle informado de las
relaciones entre la NSA y la CIA y que si no lo habían hecho era porque algunos
miembros de la NSA, así como los agentes de la CIA, no le consideraban digno de
confianza, desde el punto de vista político. Además de haber trabajado en pro
de los derechos civiles, Wood había adquirido cierta reputación de radical. Y
como no se le podía hablar de las relaciones con la CIA, tampoco era
conveniente que supiese ciertas cosas referentes al financiamiento de la NSA.
Sherburne expresó a Wood la
esperanza de que todo lo que se había hablado durante el almuerzo quedase entre
ellos. Si se lo había contado a Wood era porque no quería que se marchara de la
NSA. Más tarde explicó que prefería tener un amigo en quien poder confiar y con
quien discutir, mejor que con los otros componentes de la directiva de la
Asociación, las relaciones entre ésta y la CIA.
La CIA, dijo Sherburne, había conseguido inmiscuirse por primera vez en las operaciones internacionales de la Asociación en la primera mitad de los años cincuenta. Desde entonces, prácticamente todos los presidentes y los vicepresidentes para asuntos internacionales de la organización habían sabido las relaciones con la CIA y habían aceptado cooperar con ella.
Shetburne dijo también que la
mayor pare de las Fundaciones que subvencionaban las operaciones
internacionales de la NSA no hacían sino pasar el dinero de la CIA. Más aún,
algunas de estas Fundaciones cubrían todos los déficits anuales de la NSA y
habían incluso financiado la adquisición, por parte de la NSA, de las nuevas
oficinas nacionales de la Asociación en Washington. Esto explicaba todo el
misterio en torno a la adquisición y a las rentas de las nuevas oficinas nacionales
de la NSA en Washington.
Entre las Fundaciones encargadas de pasar los
fondos de la CIA, Sherburne mencionó, según Wood, a la Independence Foundation,
a la San Jacinto Foundation, a la Foundation for Youth and Student Affairs
(Fundación par Asuntos de la Juventud y los Estudiantes), a la Sidney and
Esther Rabb Foundation y a la J. Frederick Foundation. Sherburne no tenía
noticia, sin embargo, de que el dinero de la CIA pasase por la Ford, la
Rockefeller, la Asia Foundation o por otros grupos financieros de los que la
NSA había también recibido subvenciones en el pasado.
Sherburne habló de la
injerencia de la CIA en la política estudiantil internacional como de un hecho
consumado, arguyendo, al mismo tiempo, que, de todas formas, las subvenciones
de la Agencia eran indispensables para la Asociación Nacional y que, aunque no
se podía decir que las relaciones con aquélla fuesen precisamente deseables,
tenía serias dudas de que la NSA pudiese conseguir por otro lado tan ingentes
sumas de dinero como recibía de la CIA. Además la Agencia había prestado su
apoyo a muchos programas liberales de la NSA en el extranjero. Por todo lo
cual, Sherburne opinaba que la ruptura de dichos lazos traería consigo un
desastre económico para la NSA.
La CIA se interesaba casi
exclusivamente por los programas internacionales de la NSA. Ninguno de los
funcionarios de la NSA que se ocupaban del programa nacional de la Organización
tenía nada que ver con la CIA y eran en realidad muy pocos, si es que había
alguno, los que tenían noticia de dichas relaciones. Además no resultaba tan
difícil mantener secreta su existencia, ya que, desde 1947 hasta 1960, los
departamentos nacional e internacional de la NSA estuvieron en dos ciudades
distintas.
En el curso de sus frecuentes
conversaciones, Sherburne fue dándole a Wood una explicación parcial del argot
utilizado por los agentes de la CIA destacados en la NSA para hablar de las
relaciones entre ambos organismos en locales semipúblicos. La CIA en la “firma”,
no utilizándose jamás la palabra Agencia. No se decía que tal persona era un
agente sino que era “ingenioso”; y a los que trabajan como burócratas en la
Agencia se les llamaba “muchachos”. Muchos de los miembros importantes de la
NSA tenían apodos especiales. El nombre en clave de Sherburne era Mr. Grants
(Mr. Donativos) (por la facilidad con que conseguía siempre los fondos).
Sherburne reveló a Wood que
antes de iniciar en el secreto a un funcionario de la comisión internacional de
la NSA, la Agencia encargaba a un ex funcionario de la NSA de comprobar si era
digno de confianza. Luego se le invitaba a comer en algún restaurante. Sus
anfitriones eran siempre alguna de sus compañeros, ya iniciado, y un agente de
la CIA. Los contactos de la NSA se establecían siempre con el Departamento de
Planificación de la División número 5 de Acción Secreta. De este modo, el “ingenioso”
en potencia creía que sus anfitriones no eran sino un compañero suyo y un
alumno de la NSA. Durante el almuerzo, éstos le decían que había ciertas cosas
que debía saber, relacionadas con las actividades del equipo internacional,
pero que como afectaban a la seguridad del país tenía que firmar previamente un
voto de “seguridad nacional”.
Si firmaba la declaración jurada por la que se comprometía a guardar silencio sobre cualquier información que se divulgase, se le hablaba de las relaciones con la CIA y se le pedía que cooperase.
Todo lo cual implicaba
naturalmente que si a cualquier miembro del equipo internacional se le
ocurriese decir algo sobre estas relaciones, se le impondría inmediatamente un
severo castigo legal. De este modo, los oficiales internacionales no podían
admitir la existencia de tales lazos con la CIA, ni siquiera hablando con otros
miembros de la NSA, Sherburne fue el que abrió la primera brecha en un muro de
silencio que tenía ya quince años.
Para los programas exteriores
de la NSA, uno de sus funcionarios “ingeniosos” consultaba con un representante
de la Agencia. Y todos los gastos de organización de congresos así como los
gastos de viaje de los delegados eran sufragados entonces por medio de las
Fundaciones utilizadas por la CIA para canalizar sus donativos.
Tan íntimas eran las relaciones
entre la CIA y el programa internacional de la NSA, que la Agencia utilizaba
este organismo como instrumento de su política exterior. Un ejemplo lo tenemos
en una historia que Sherburne contó a Wood durante una de sus conversaciones.
Una vez, siendo ya presidente, Sherburne tuvo que asistir a unas sesiones de la
International Student Travel Conference en Estambul. Se había hablado ya mucho
en los medios de la NSA sobre un posible contacto bilateral con uniones
estudiantiles de los países del bloque soviético. Sherburne pensaba que su viaje
a Turquía le daría una buena oportunidad para entablar negociaciones con
estudiantes soviéticos, con vistas a posibles intercambios. Sherburne envió un
cable a la Unión Nacional Soviética de Estudiantes en el que les comunicaba su
asistencia al congreso de Estambul, pidiéndoles permiso, al mismo tiempo, para
trasladarse a Moscú con el fin de reunirse allí con los representantes de
la citada organización estudiantil soviética. Pero la CIA se enteró del
telegrama de Sherburne y reprendió a éste por no haber consultado antes a la
Agencia. Un agente de la CIA le explicó a Sherburne que como para la KGB (la “CIA”
soviética), la NSA seguía las directrices del gobierno norteamericano, el gesto
de Sherburne podían interpretarlo como un cambio oficial en la política seguida
por la CIA en lo referente a contactos estudiantiles bilaterales. Así es que ni
siquiera a Sherburne, que era presidente de la Asociación Nacional de
Estudiantes de los Estados Unidos, le permitieron tomar medidas diplomáticas
sin haber consultado previamente a la Agencia.
La Unión Soviética ha
dedicado siempre sumas considerables a los programas de cooperación con grupos
estudiantiles, especialmente en los países subdesarrollados. El instrumento de
que disponía la CIA para contrarrestar los esfuerzos de los Soviets era la NSA,
a través de sus lazos con la International Student Conference. En la Secretaría
General de la C.E.I. había siempre antiguos funcionarios “ingeniosos” de la
NSA.
Y la NSA, con la ayuda de la
CIA, podía desempeñar un papel importante al cooperar con las uniones
nacionales de estudiantes de otros países que gozaban de su simpatía. Ninguna
otra unión de estudiantes del Mundo Occidental recibe subvenciones como las de
la NSA.
La Unión de Estudiantes
Canadienses, por ejemplo, trabaja con un presupuesto anual de, aproximadamente,
14.000 dólares, cantidad que procede, en su totalidad, de las cuotas de sus
miembros. La NSA, con sus fondos casi ilimitados, pudo llevar a cabo todo un
programa de diplomacia exterior.
Desde luego, la CIA se
interesaba también por todo tipo de informes secretos. Los “ingeniosos” del
equipo internacional de la NSA solían transmitir a la Agencia informes
referentes a los dirigentes estudiantiles extranjeros. Toda esta información
ayudaba a la CIA a evaluar las tendencias políticas de futuros dirigentes
políticos en partes críticas del mundo.
Uno de los argumentos que utilizó la CIA para engañar a la NSA era que no por suministrar este tipo de informes iba a violar la NSA sus principios de política exterior. A la CIA le interesa cualquier alternativa al comunismo en las regiones subdesarrolladas del mundo, aunque la única alternativa sea una izquierda moderada. A los “ingeniosos” de la NSA se les decía que, al trabajar con la CIA, ayudaban al gobierno en el planteamiento de una política exterior cada vez más inteligente.
Así, por ejemplo, un
funcionario internacional de la NSA visitó, por encargo de la CIA, a algunos
grupos estudiantiles españoles de la oposición. El citado funcionario participó
en un mitin de protesta y fue encarcelado por la policía española, que le
mantuvo incomunicado durante tres días. Anteriormente, el mismo funcionario
había estado en la República Dominicana, poco después de la intervención de
Estados Unidos en los sucesos de aquel país. De allí trajo un informe sobre los
contactos por él establecidos con estudiantes universitarios que habían
participado en la guerra civil luchando al lado de los constitucionalistas.
Para la NSA los lazos con la
CIA eran unos lazos muy cómodos. Estas relaciones significaban, ante todo,
mucho dinero, y además le daban a uno la impresión de estar realizando una
labor importante. Estas relaciones significaban también innumerables viajes por
el extranjero, y, lo que es aún más importante, no por su causa parecían
renunciar los miembros de la NSA de sus convicciones políticas. Las relaciones
con la CIA suponían asimismo algo más personal. Los funcionarios de la NSA
conseguían fácilmente prórrogas en el servicio militar. Estas prórrogas,
concedidas «por ocupar cargos vitales para los intereses nacionales» solían
prolongarse mientras el funcionario trabajaba para la NSA; luego si éste
asistía a una Universidad podía conseguir ulteriores prórrogas.
Para la consecución de las
mencionadas prórrogas, el presidente de la NSA solía enviar una carta a la
oficina local de reclutamiento, en la que les comunicaba que los servicios de
tal funcionario eran necesarios y de interés nacional. Estas cartas incluían
siempre un párrafo (muy típico en la Guerra Fría) referente a la lucha llevada
a cabo por la NSA contra el comunismo: “La NSA es, en gran parte, responsable
de la creación y el mantenimiento de la Conferencia Estudiantil Internacional,
fundada en 1950 para combatir a la Unión Internacional de Estudiantes dominada
por los comunistas. Más de cincuenta países, es decir, casi todos los estados
de este lado del Telón de Acero que tienen una unión nacional propia,
participan regularmente en los trabajos de la Conferencia”.
Durante el año 1965-1966 se produjo una escalada en la guerra
del Vietnam, y los funcionarios de la NSA sintieron verdadero pánico al
enterarse de que también ellos serían alistados. Sherburne llevó el asunto
directamente a la Junta Presidencial de Revisión del Servicio Selectivo y fue a
ver también al general Hershey. Resultado: no se reclutó a ningún funcionario
de la NSA, fuera o no “ingenioso”.
IV. EL
PRESIDENTE SE REBELA
Cuando la CIA se decidió a
introducir a Phil Sherburne en el círculo de los «ingeniosos» no sabía lo que
le esperaba. Sherburne es un tipo al que no le gusta recibir órdenes de nadie.
Y este carácter suyo tan particular provocó muy pronto disputas con los mecenas
de la NSA. No sólo rompió Sherburne el secreto de la CIA sino que al mismo
tiempo, decidió luchar para conseguir que la NSA tuviese autonomía propia en
cuanto a la programación de sus actividades internacionales.
En sus relaciones con la Agencia, Sherburne se mostró en un principio amable, pero, al mismo tiempo, reservado. Aceptaba de buen grado el apoyo económico de la CIA y estaba dispuesto a consultar con ella los asuntos de interés común, pero fue el primer presidente de la NSA que solicitó para sí el control absoluto de los programas internacionales de la Asociación. Antes de Sherburne eran funcionarios de la NSA y agentes de la CIA los que se encargaban conjuntamente de estudiar los programas internacionales-becas, intercambios universitarios, conferencias, &c., &c.
Pero la Agencia opuso
resistencia a las reformas de Sherburne e intentó presionarle a través de sus
Fundaciones. Por primera vez desde hacía años algunas de dichas Fundaciones.
Por primera vez desde hacía años algunas de dichas Fundaciones, como la FYSA y
la San Jacinto, tardaron bastante en conceder sus subvenciones. Pero Sherburne
respondió al desafío negándose a soltar los fondos (de la FYSA) destinados a
pagar las cuotas de la Conferencia Estudiantil Internacional. Por fin se llegó
a un compromiso. Sin embargo, según le dijo Sherburne a Wood, en la División
num. 5 de Acción Secreta se enfadaron tanto con el joven rebelde que pensaron
romper radicalmente las relaciones con la NSA.
Los esfuerzos de Sherburne
por conseguir cierto grado de independencia influyeron, sin embargo, en la
economía de la NSA. Antes de aquel roce con la CIA cualquier déficit que
tuviese la Asociación Nacional de Estudiantes lo cubría inmediatamente la FYSA
o cualquier otra Fundación. En el periodo 1962-1963 la NSA registró, tras una
desastrosa empresa económica con una cooperativa de libros, un déficit de
aproximadamente 70.000 dólares. La NSA apeló primero a la generosidad de sus
alumnos, pero apenas si consiguió algo. Sin embargo, con ayuda de varias
Fundaciones dependientes de la CIA y de diferentes particulares, la NSA pudo
pagar su deuda en un plazo de dos años solamente. Lo mismo ocurrió con los
gastos a que dio lugar el traslado de las oficinas de la Asociación a
Washington. (Solamente los muebles y otras novedades instaladas allí importaron
más de 35.000 dólares.) En aquella ocasión, la FYSA concedió a la NSA un
donativo de 15.000 dólares y dos particulares, Thomas Millbank y George Baker
le hicieron sendos donativos de 10.000 y 5.000 dólares, respectivamente.
Millbank y Baker son dos hombres de negocios establecidos en New York, ambos
miembros del Racquet and Tennis Club.
Fueron estos mismos hombres
los que, en cierta ocasión, se unieron a la FYSA para conceder una subvención
de 18.000 dólares a la C.E.I. con motivo de una conferencia de estudiantes
latinoamericanos. Cuando un representante de esta revista le preguntó al señor
Millbank por qué se interesaba por la NSA y por la política estudiantil
internacional, el citado señor, antiguo asistente del agregado naval en la
Embajada norteamericana en El Cairo, no dijo más que: «Eso a usted no le
importa» y colgó el teléfono.
Al finalizar un año de relativa independencia, Sherburne se encontró con un déficit de aproximadamente 35.000 dólares, que nadie parecía dispuesto a subsanar. Y el déficit continúa. A la “firma” no le gustan los hijos rebeldes.
Después de un año de disputas
con la CIA, Sherburne se dio cuenta de que era completamente imposible mantener
para con aquélla una postura, al mismo tiempo, independiente y cordial. En un
intento por conseguir nuevos fondos que liberasen a la NSA de su dependencia
económica de la CIA, Sherborne se decidió, en julio de 1966, a hacer una visita al
vicepresidente Humphrey. Humphrey había demostrado siempre gran cordialidad
hacia La NSA. En 1965 había pronunciado un discurso en el Congreso Nacional de
la Asociación. Era además la segunda vez que Sherburne se entrevistaba con él.
Sherburne le contó al vicepresidente todo lo referente a las relaciones de su
organización con la CIA y a la crisis económica de aquélla.
Humphrey le prometió que
trataría de conseguir, para la NSA, otras fuentes de subvenciones que fueran
independientes.
Humphrey mantuvo su promesa y
escribió, entre otros, a Roger Blough, presidente del Sindicato del Acero
estadounidense; a David Rockefeller, del Chase Manhattan Bank, y a Henry Ford.
En una de las cartas (la
enviada a Roger Bough), Humphrey escribía:
“Me ha impresionado favorablemente
el trabajo desarrollado en el curso de los últimos años por la Asociación
Nacional de Estudiantes. Conozco muy bien a los funcionarios de la Asociación.”
Como ocurre siempre con
organizaciones de este tipo, la NSA ha sufrido continuas crisis económicas.
Creo que esta organización
podrá encontrar un apoyo en el sector privado, que le permita continuar su
trabajo independientemente y con el mejor espíritu de iniciativa privada.
A pesar de la intercesión de
Humphrey, la NSA no consiguió «del sector privado» más que unos pocos
centenares de dólares. Así es que la NSA participó en el Congreso de 1966, con
el déficit aún a sus espaldas y sus relaciones con la CIA peor que nunca. Sin
embargo, Sherburne rechazó las repetidas sugerencias de Wood en el sentido de
que debía hacer una ponderada declaración pública sobre las relaciones entre la
NSA y la CIA.
A pesar de esto, Sherburne había
realizado ya notables progresos en lo referente a la liberalización de la NSA.
Por primera vez en el curso de varios años, se eligieron funcionarios
nacionales de la NSA completamente ajenos los lazos con la CIA. Lo único que
preocupaba a los nuevos funcionarios era lo que sabían del pasado de la
organización, así como su enorme déficit económico, porque resultaba que los
amigos de Humphrey en el sector privado no estaban tan interesados en apoyar a
la NSA como lo había estado hasta entonces una parte no pública de ese mismo “sector
público”.
V. EPITAFIO PARA UNA TRAVESURA
Después de aquel primer año de travesuras con la CIA, Phil
Sherburne fue a estudiar derecho a la Harvard Law School. Estaba en Cambridge
cuando Ramparts le llamó, a principios del mes pasado,
para ver cómo reaccionaba a las revelaciones de Mike Wood. “Preferiría no decir
nada hasta que tenga tiempo de leer el artículo detenidamente… –dijo en voz
baja–. Creo que el artículo debería discutirlo la presente administración de la
NSA y que es preferible que lo que deba decir lo trate antes con ellos». Cuando
le preguntaron que si había firmado una declaración jurada, contestó, después
de una pequeña pausa, que de momento no quería hacer ningún comentario.
Sherburne estaba sujeto a enormes presiones, no sólo por lealtad permanente hacia la NSA, sino también por parte de la CIA. Esta organización se había vuelto rabiosamente contra él por haber hablado a Wood, y trataba de intimidarle para que desmintiese públicamente la historia de Wood.
Hacia mediados de enero, los oficiales de la NSA y
Sherburne se enteraron de que Michael Wood había pasado su información a Ramparts. Sherburne llamó a
Wood para que fuese a verle a Boston y allí intentó durante todo un día
convencerle para que se retractara. Luego, ambos se trasladaron a Washington,
en donde, durante cuatro días más, discutieron encarnizadamente el asunto con
dos de los oficiales nacionales de la NSA, un miembro de la directiva de la NSA
y un antiguo vicepresidente de asuntos nacionales de la organización. En las
conversaciones celebradas en Washington, los oficiales de la NSA intentaron
convencer a Wood por todos los medios para que no transmitiese la información a
esta revista. Wood se negó a ello, instando, por el contrario, a los oficiales
a confirmarla públicamente para que de este modo quedase a salvo la dignidad de
la NSA. Los oficiales no quisieron comprometerse.
Siguieron dos semanas de acaloradas disputas y reuniones
urgentes en el cuartel general de la NSA. Oficiales de la NSA visitaron a
varios alumnos famosos de la organización, entre ellos a Douglas Cater de la
Casa Blanca, para pedirles consejo. Por lo menos uno de los oficiales fue a la
Agencia directamente. El funcionario de la CIA con quien estableció contacto
era un antiguo presidente de la NSA. En la Agencia ocupaba un cargo en el
Departamento de Asuntos Internacionales. En cierto momento, reunido todo el
equipo, se les habló de las afirmaciones de Wood, negándose categóricamente su
veracidad. Se sugirió, por el contrario, la hipótesis de que Wood había
inventado esta historia para vengarse de la NSA; tras haber perdido el puesto
de director de Desarrollo. Finalmente, fue convocada otra reunión en la que,
esta vez sí se admitió la veracidad de lo divulgado por Wood. Mientras tanto,
en la costa occidental, dos redactores de Ramparts hablaban con Ed Schwartz,
vicepresidente de Asuntos Nacionales de la NSA. Este estuvo trabajando en
Berkeley en la clandestinidad como negociador y consejero político durante la
crisis universitaria californiana provocada por el despido de Clark Kerr.
Parece ser directa e irónica consecuencia de la política de la Guerra Fría, el
que Schwartz tuviese que abandonar sus actividades liberales en Berkeley y
cruzar la Bahía para discutir la cooperación entre su organización y la CIA. En
ningún momento de aquella larga y agotadora discusión nocturna con Schwartz
negó éste la existencia de tales relaciones entre la NSA y la CIA. Sin embargo,
arguyó que la revelación de tales lazos podría ocasionar a la NSA más daños que
beneficios. Luego parece que dijo algo así como que además perdería su prórroga
en el servicio militar. Días más tarde, otro redactor de Ramparts mantuvo en Washington una conversación
casi idéntica con otros dos oficiales de la NSA. Esta conversación se
desarrolló en el cuartel general de la NSA, nuevo edificio de ladrillo de
cuatro pisos, estilo colonial, en un tranquilo barrio residencial de la ciudad.
Sobre la mesa del presidente, Gene Groves, había una fotografía dedicada de
Hubert Humphrey. Con Groves estaba Rick Stearns, vicepresidente para Asuntos
Internacionales. Durante la conversación, ni Stearns ni Groves negaron que no hubiese
habido relaciones en el pasado, entre la NSA y la CIA, pero sostuvieron que
todas las subvenciones actuales procedían de fuentes legales y, sin embargo, en
el actual presupuesto de la NSA figuran donativos procedentes de la FYSA por
valor de 56.673,30 dólares. Cuando le preguntaron a Sterns si negaba
rotundamente que hubiese habido contactos con la CIA durante su mandato, éste
movió la cabeza negativamente. Stearns y Groves mantuvieron que la revelación
de las relaciones habidas con la CIA tendrían un efecto desastroso para la NSA.
Ello les pondría e un tremendo apuro político. Si admitían públicamente la
existencia de dichas relaciones, la imagen de la NSA quedaría desacreditada
dentro y fuera del país, y ellos perderían así la oportunidad de recibir
préstamos de otras instituciones del gobierno. Además, la directiva de la NSA
temía también que la CIA quisiese vengarse del agravio. Habiendo callado todo
lo referente a la CIA desde el instante en que fueron elegidos para ocupar
cargos en la dirección de la NSA, se pusieron en acción para minimizar los
efectos de la revelación pendiente. El presidente de la Asociación Nacional,
Gene Groves, se trasladó en avión a Leiden, para allí entablar conversaciones
urgentes con los líderes holandeses de la ISC. Groves volvió convencido de que
la NSA tenía que confirmar sus relaciones con la CIA, pero, a propuesta de sus
colegas de Leiden, darían la menor cantidad posible de detalles.
Siempre ha habido entre los americanos mayores de edad
cierta simpatía hacia el trabajo realizado por esos jóvenes de la Asociación
Nacional de Estudiantes de Estados Unidos. A la NSA parecía caracterizarla, al
mismo tiempo, el idealismo de los organizadores de comunidades, el de los
activistas de la FSM y el de los miembros del Peace Corps, todo ello unido al
sentido práctico propio de los jóvenes ejecutivos.
La cualidad que los miembros de la NSA más estimaban en
esta organización era su independencia, especialmente su independencia de los
controles gubernamentales. Era ésta la cualidad que distinguía a la NSA de
otras organizaciones similares en el mundo comunista. Esta cualidad era en
parte real, pues ninguno de los estudiantes miembros sabía que la NSA tuviese
conexión con la CIA.
Fueron muchos los argumentes expuestos por la directiva de la NSA a favor de que las relaciones entre la CIA y la NSA siguiesen manteniéndose en secreto, y muchos otros argumentos similares sirvieron para reprochar a Michael Wood por haber divulgado esta información. De todas las razones expuestas por Steans y Groves al editor de Ramparts, en Washington, la más dramática, repetida una y otra vez, es la siguiente: Si se publicase la historia no se perjudicaría sólo a la NSA sino también a la CIA. La División num. 5 de Acción Secreta no se dedicaba, después de todo, a asesinar a izquierdistas sino que apoyaba a grupos liberales como la NSA, grupos con programas internacionales que podían servir perfectamente como modelo de intercambios culturales de diferentes países.
Puede que la NSA fuese anticomunista, pero nadie podía
afirmar que su anticomunismo fuese más militante o más mezquino que el del americano
medio. No, en absoluto. Y de este modo, la revelación de los lazos existentes
entre ambas organizaciones, perjudicarían al ala culta liberal e internacional
de la CIA. Los congresistas conservadores, como L. Mendel Rivers, del House
Armed Services, suprimirían instantáneamente los fondos destinados a altos
fines y los partidarios de la línea dura habrían demostrado tener razón al
afirmar que la Agencia no debería dedicar grandes sumas de dinero para ayuda de
los estudiantes liberales, sea cual sea la información que pueda recibir a
cambio. Este enfermizo y tortuoso razonamiento orwelliano no necesita
explicación. Sin embargo, es extraordinario y aterrador que pudiesen formularlo
fácilmente los jóvenes liberales de talento que dirigen la NSA. Se podría pensar
que la idea de un «ala ilustrada» de la CIA es obviamente contradictoria. Sin
embargo, la aceptación y el apoyo de esta idea por parte de toda una generación
de estudiantes indica bien a las claras qué profundas raíces ha echado la
corrupción en nuestra sociedad y cuánta deshonestidad se tolera con el pretexto
de la Guerra Fría.
Sol Stern
Con la colaboración especial de Lee Webb, Michael Ansara y Michael Wood.
Con la colaboración especial de Lee Webb, Michael Ansara y Michael Wood.
UN EPÍLOGO…
Decidí divulgar esta historia
después de infinitos titubeos. Phil Sherburne, cuya confianza personal he
traicionado, era un amigo íntimo. Aunque disentíamos en muchas cosas,
especialmente en el modo de tratar con la CIA, creo que actuó con una dignidad
poco frecuente entre aquellos que conocían los hechos cuando llegó la hora de
poner fin a las relaciones de la NSA. Además, yo sigo teniendo fe en la NSA y
siento aún un profundo respeto por la postura progresista que ha adoptado esta
organización en el mundo universitario a lo largo de los últimos veinte años.
Durante largo tiempo la Asociación
Nacional de Estudiantes ha defendido una “Universidad libre en una ciudad libre”.
Sus resoluciones en materia de libertades políticas y sociales son de
extraordinaria calidad. Es además tradicional su incondicional apoyo a una
democracia abierta y libre y su defensa de las libertades civiles ha sido
siempre extraordinariamente firme. Sin embargo, debido a sus relaciones con la
CIA, los dirigentes de la NSA han estado saboteando esos principios durante
quince años.
Esta historia es sólo un
ejemplo de la corrupción de la CIA. Cuando supe por primera vez de las
infiltraciones de la Agencia en la NSA me enteré al mismo tiempo de que la CIA
se había estado infiltrando igualmente en otras organizaciones. Algunas se
mencionan en este artículo, pero muchas son las que han tenido que ser
omitidas. En una época en la que la única vía de acceso que tiene el hombre
medio a los altos centros en donde se toman todas las decisiones, es a través
de las instituciones privadas, es vital para el buen funcionamiento de una
democracia que sus deseos tengan una acogida favorable en estas organizaciones.
El espectro que representa la infiltración de la CIA en las instituciones
domésticas horrorizará sin duda a todos aquellos para los que una libre
discusión es elemento esencial de una democracia representativa. Todos aquellos
que trabajamos para la NSA en el curso de 1965-66 experimentamos una extraña
sensación de liberación personal. A pesar de estar comprometidos en muchos de
los movimientos universitarios y políticos del momento, gozábamos de completa
libertad de movimiento en las esferas más altas del poder establecido. Si bien
es verdad que los que ocupaban los puestos de mando no simpatizaban siempre con
nuestros fines, no por eso dejaban de escucharnos y, a veces, hasta lográbamos
convencerlos. Todos nosotros nos sentíamos ciudadanos con plenos derechos y
pedíamos actuar con toda libertad sin necesidad de comprometer nuestros
principios. Aquella movilidad y aquella capacidad de influencia eran propias de
cualquier unión nacional de estudiantes y cuando me enteré de que esta
influencia había sido comprada mediante un compromiso tan tremendo, tuve
conciencia de lo impotentes que éramos en realidad.
Por lo doloroso que es siempre discutir públicamente cuestiones tan escabrosas, muchas veces he pensado que hubiera sido mejor que no hubiese nunca sabido la verdad. Y sin embargo, eludir la verdad, por dolorosa que ésta sea, equivale a actuar irresponsablemente. En honor a la verdad sea dicho, no obstante, que ha habido siempre miembros de la comisión internacional de la NSA ignorantes por completo de dichas relaciones. Desgraciadamente, no podemos defenderlos a todos ellos y así, muchos tendrán quizá que sufrir las consecuencias de los actos pasados de la NSA. Quisiera aclarar, sin embargo, que Gregory Dehn, Gilbert Kulick y Marcia Casey no sabían absolutamente nada de dichos lazos. Estoy seguro también de que la señora Isabel Marcus Welsh, vicepresidente para los asuntos internacionales en el periodo 1959-60, ignoraba todo lo referente a dichas relaciones.
Para los miembros de la NSA
que, como yo durante algún tiempo, sabedores de los lazos con la CIA,
prefirieron callar, las peores consecuencias son de índole moral. Tan sólo un
número muy reducido de los miembros de la directiva de la NSA eran acérrimos y
cínicos partidarios de la Guerra Fría, a los que agradaba el trabajo con la
CIA. El resto, sin embargo, eran fervientes liberales a los que dolía tener que
trabajar para dos amos. Estoy seguro que todos ellos han sentido, de vez en
cuando, dentro de sí mismos el conflicto moral provocado por la discrepancia
entre sus actos y sus principios liberales.
Quizá lo peor para ellos haya sido la necesidad de ocultar
siempre algo en presencia de aquellos funcionarios de la NSA que ignoraban la
existencia de aquellas relaciones y verse obligados a inventar continuamente
embustes, a presentar excusas y a eludir cualquier pregunta comprometida. Quizá
resulte sencillo para un profesional de la CIA que cree sinceramente en un
anticomunismo a toda costa, reprimir, sin ocasionar con ello perjuicios
demasiado graves, ese instinto básico de la juventud, la franqueza para con los
amigos. Pero para el funcionario medio de la NSA, perteneciente a una
generación que trata instintivamente de desenmascarar la hipocresía, el compromiso
resulta doloroso en extremo. Muchos han llegado a sufrir las más angustiosas
formas de esquizofrenia emocional, parte, todo ello, del tributo humano a una
operación cínica y anónima del espionaje internacional.
Michel Wood
San Francisco. Febrero 1967
San Francisco. Febrero 1967
…Y UN JUICIO
En la novela con clave Los
Mandarines, de
Simone de Beauvoir, hay un pasaje en el que el Departamento de Estado trata de “ayudar”
a Henri Perron (en el que se ha querido ver a Camus), ofreciéndole el papel
necesario para la publicación de su revista, con la única condición de que ésta
se mantenga en una línea independiente y neutralista. Perron rechaza la
«ayuda», pues piensa que lo que intentan es impedirle que critique los métodos
fundamentales de la política exterior americana. Para proteger y salvaguardar
su libertad rechaza también la ayuda proveniente de fuentes comunistas. Pero
los dioses juegan con los hombres y con sus ideales y así, durante algún
tiempo, la revista recibe subvenciones de un hombre que ha robado oro a
dentistas que colaboraron con los nazis. Es difícil vivir en el mundo con las
manos limpias, quizá porque somos egocéntricos y sobreestimamos siempre nuestro
propio trabajo. Nuestros proyectos son para nosotros siempre más importantes
que las razones por las que las iniciamos. Por ejemplo, no consta en Torah ni
en la Constitución que las instituciones educativas tengan que convertirse
forzosamente en frentes del gobierno, en fuentes de toda esa retórica
característica de la Guerra Fría y en fábricas de bombas de hidrógeno. Los dirigentes
de la NSA no tenían por qué aceptar el dinero. Nadie les obligó a ello. Sin
embargo, para el joven graduado universitario de hace quince años, que fuese al
mismo tiempo «dirigente estudiantil», no había nada tan embriagador como el
verse requerido por la CIA para cooperar con ella en el Gran Esfuerzo Nacional.
Por otra parte, éste era el camino del éxito: viajes, diversiones, dinero y
puestos en el gobierno o en las Fundaciones. Para los dirigentes estudiantiles
de mi generación (es decir, de hace diez años aproximadamente) era en verdad un
camino seguro para triunfar en la vida. ¿Y qué ocurrió? Que se convirtieron en
instrumentos de la Guerra Fría.
He tratado de averiguar qué razones pueden haber inducido a la CIA a apoyar a una organización estudiantil americana. Después de todo, cuesta mucho trabajo y dinero montar organizaciones como los frentes que solían utilizar los comunistas para conseguir sus propósitos. Como mejor se puede llegar a comprender los móviles de la CIA al obrar de ese modo, es considerándola por encima de todo una institución comercial que compra, alquila y vende a las personas. Sin embargo, después de examinar los motivos y propósitos de la CIA vemos que hay en todo ello un fondo de inmoralidad tan grande como en la operación de la Bahía de Cochinos, en los sobrevuelos de U-2 y en el asunto de Guatemala.
Nos queda la triste realidad de una
generación que intentó corromper a los jóvenes, comprándolos y alquilándolos a
voluntad. (Ahora que se ha abierto una pequeña brecha, ¿no deberíamos obligar a
la CIA a que nos rinda cuentas de sus fondos? ¿Cuánto dinero se embolsan los
propios funcionarios de la Agencia?) Nos queda también la realidad de miles y
miles de jóvenes americanos que participaron en conferencias en los más lejanos
países del globo y que estudiaron con becas de la NSA, y que, sin saberlo,
fueron miserablemente utilizados por la CIA como agentes.
Además, ¿cómo vamos a presentarnos ahora
ante todas aquellas naciones que nos creyeron cuando dijimos que nuestras
organizaciones estudiantiles eran «libres» y, por lo tanto, diferentes de los
grupos juveniles dirigidos por los comunistas? La CIA debe disculparse ante los
inocentes universitarios de la última generación.
Mareus Raskin
Director asociado del Institute for Policy Studies
Director asociado del Institute for Policy Studies
Tomado de: Proyecto Filosofía en Español
Siglas usadas en
el texto:
CIA. = Central Intelligence Agency (Agencia Central de
Información)
N.S.A. = United States National Student Association
(Asociación Nacional de Estudiantes de los Estados Unidos)
U.I.E. = Unión Internacional de Estudiantes
C.E.I. = Conferencia Estudiantil Internacional (I.S.C.: International Student Conference)
I.R.S. = Independent Research Service (Servicio
Independiente de Investigaciones)
F.Y.S.A. = Foundation for Youth and Student Affairs (Fundación para Asuntos de la Juventud y Estudiantes)
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