Por Javier Coria
JOHN
DILLINGER
La
peligrosa vida del enemigo público número uno
El llamado “Enemigo público número uno”, John
Dillinger, fue un gángster de poca monta que, eso sí, dejó en ridículo a los
Agentes Federales en varias ocasiones durante la Ley Seca. El fervor popular lo
convirtió en un héroe.
LOS AGITADOS AÑOS TREINTA
Tras la
Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos se convirtieron en la primera potencia
mundial. Eran épocas de bonanza económica que atrajeron oleadas de inmigrantes
con pocos recursos. Provenían principalmente de Europa, muchos de ellos eran campesinos
y desconocían el idioma. Llegaron buscando el
sueño americano, pero acabaron en
los trabajos menos cualificados y a menudo fueron explotados. La presidencia de
Herbert Clark Hoover -de 1926
a 1933- se estrenó con “La Gran Depresión” producida por
el Crac de la bolsa de Nueva York de 1929, crisis que afectó al sistema
económico capitalista liberal y que pronto se extendió por el mundo. El
desarrollo de la posguerra, había hecho que empresas y particulares invirtieran
en sectores especulativos, perdiéndolo todo con la caída de la Bolsa.
La
crisis produjo grandes bolsas de pobreza y doce millones de parados, el
descontento social se expresó en miles de huelgas obreras dirigidas por unos
sindicatos cada vez más fuertes. El presidente Franklin Delano Roosevelt -de 1933 a 1945- creó el
programa legislativo de la New Deal para
mitigar los efectos de la Depresión, algunas de estas medidas fueron declaradas
inconstitucionales por la Corte Suprema. Los años treinta fueron llamados los
“años sin ley”, el crimen organizado y la corrupción política y policial
estaban al orden del día.
EL JOVEN JOHNNIE
John
Herbert Dillinger nació el 22 de junio de 1903 en una zona residencial de clase
media de Indianápolis (Indiana). Su madre Mary Ellen Lancaster murió cuando él
tenía tres años. El joven Johnnie y su hermana mayor Audrey fueron criados por
su padre John Wilson Dillinger, un tendero cuáquero cuyo padre procedía de
Europa.
John
Wilson, fanático religioso, era de los que pensaba que una buena paliza
enderezaba al más rebelde de los muchachos y
Johnnie se las llevó todas, pero eso sí, nunca le privó de ningún
capricho infantil. Audrey, catorce años mayor que Johnnie, asumió el papel de
la madre hasta que se casó y abandonó el
hogar de los Dillinger. Cuando Johnnie tenía nueve años, su padre se volvió a
casar con Elizabeth Fields, catorce años más joven. La relación de Johnnie con
su madrastra fue mala en un principio, pero después la llegaría a adorar, sobre
todo cuando nacieron sus tres hermanastros.
Poco a
poco, las gamberradas fueron convirtiéndose en pequeños delitos. Johnnie era el líder de la banda de “Los doce
sucios”, pequeños delincuentes que pronto se las vieron con la policía. En su primera
comparecencia ante un juez, Johnnie se
presentó insolente, con la gorra puesta y mascando chicle. Dejó la escuela a
los dieciséis años y empezó a trabajar como mecánico, pero las correrías
delictivas y los líos de faldas continuaron, fue el momento en que el viejo
cuáquero pensó que un cambio de aires alejaría a su hijo de los peligros de la
ciudad. La familia Dillinger compró una granja en Mooresville (Indiana),
Johnnie empezó la escuela secundaría y demostró gran inteligencia, pero se aburría
y estaba más interesado en leer historias del viejo Oeste, quizá soñaba en
vivir una vida como la de su ídolo Jesse James.
Un día
robó un coche para verse con una amante. Localizado por la policía se dio a la
fuga, emprendiendo una huida sin retorno. No encontró otra solución que
enrolarse en la marina, pero cinco meses después desertó. Tenía veintiún años
cuando se casó con Beryl Hovis y regresó a casa, el matrimonio duró cinco años.
En Mooresville ejerció varios oficios y siguió con sus juergas. Compañero
de correrías fue Ed Singleton, este
sujeto convenció a Johnnie para dar un golpe, se trataba de robar a un
comerciante que llevaba la recaudación encima. Un forcejeo con la víctima, hizo
que se disparara el arma del atracador, aunque nadie resulto herido, Johnnie
pensó que había matado al comerciante y corrió hacia el coche, pero cuando
llegó al lugar acordado, su compinche ya no estaba.
Detenido,
se presentó en la Prisión Estatal de Indiana diciendo: “yo no les causaré
problemas, sólo me fugaré”. En la cárcel conoció a los que luego serían
miembros de su famosa banda, en especial a Harry Pierpont. El 22 de mayo de
1933 Dillinger abandonó la cárcel para asistir al entierro de su madrastra, dos
semanas después saldría en libertad bajo palabra tras una década entre rejas.
Con apenas treinta años, abandonaba la cárcel un hombre que había vivido
deprisa.
Anuncio en un periódico con un contundente titular: ¡Atentos
a estos perros rabiosos!
Cartel de “Se busca”, ofreciendo una recompensa de diez millones de dólares por entregar a Dillinger, y cinco millones por dar una pista para su captura
DE PROFESIÓN, ATRACADOR
Las
bandas de Dillinger fueron dos y, entre otros miembros, estaban Harry Pierpont,
John Hamilton, Homer Van Meter, Charles Makley, y el famoso Lester Gillis, un
psicópata conocido como Cara de Niño Nelson.
Juntos llegaron a atracar unos diez bancos del Medio Oeste estadounidense. El
método era sencillo, primero un estudio del banco, luego ensayos cronometrados,
un coche rápido y un plan de fugas minuciosamente estudiado. Dillinger, bien
parecido y muy ágil, solía saltar los mostradores de los bancos siguiendo
siempre una máxima, nunca llevarse el dinero de los clientes testigos de sus
atracos, lo que acrecentó su fama de moderno Robin Hood.
El 17
de julio de 1933, un Chevrolet cupé se estacionó enfrente del Banco Comercial
de Daleville. Fuertemente armados, descendieron tres hombres que, sin disparar
un sólo tiro, desvalijaron el banco llevándose un botín de 3.500 dólares. Este
fue el primer atraco de Dillinger y sus
hombres, pero la carrera acababa de comenzar. Coches grandes, armas robadas en
los propios depósitos de la policía y saltos de las barandillas de las jaulas
de los cajeros eran el sello que Dillinger dejó en sus primeros cinco atracos,
eso hizo que la policía de Chicago creara un grupo de élite. La “Brigada
Dillinger”, al mando del capitán John Stege, pronto daría sus frutos. Los
policías se enteraron de que Dillinger mantenía una relación con la hermana de
un compañero de prisión, se trataba de Mary Longnaker, las pesquisas condujeron a los agentes a un pequeño
apartamento de Dayton (Ohio). En la medianoche del viernes 22 de septiembre de
1933, el sargento de guardia W. J. Aldredge de la policía de Dayton se quedó
mudo cuando recibió la llamada de una mujer que le dijo: “Él está aquí”, era la
casera del apartamento. Dillinger fue apresado y transferido a la cárcel de
Lima (Ohio).
Días
más tarde diez hombres se fugaron de la
prisión de Michigan, utilizando las armas que les pasaron sus cómplices a
través de la fábrica de camisas de la cárcel. La prensa de la época habló de la
mayor fuga de la historia, el plan tenía el sello de Dillinger. El 12 de
octubre de 1933, tres hombres se presentaron en la cárcel de Lima con la
intención de trasladar al preso Dillinger a Indiana por la violación de la
libertad bajo palabra. El sheriff
Jesse Sarber, que estaba con su esposa, solicitó las credenciales a los
sujetos, estos le respondieron empuñando sus armas, Sarber intentó sacar su
revólver y fue herido. Los hombres no eran otros que Pierpon, Makley y Clark,
de la banda de Dillinger. Copeland y Hamilton esperaban fuera, la esposa del
alcaide fue utilizada como rehén para facilitar la huída.
ENCERRADO Y FUGADO
Los
atracos continuaron y, el 14 de diciembre, se produjo el primer homicidio. El
sargento William T. Shanley fue abatido por Hamilton. El 15 de enero de 1934
mataron a otro funcionario, al policía William Patrick O’Malley. Las
escaramuzas y detenciones continuaron, el 25 de enero de ese año, Dillinger,
que estaba con su nueva novia Billie Frechette, fue detenido tras ser
reconocido por un aficionado a la prensa de sucesos. Lo condujeron al Este de
Chicago, a la prisión de Crown Point. Ya estaba el llamado “Enemigo Público
Número Uno” entre rejas, en una prisión a prueba de fugas y con la Guardia
Nacional prevenida por si su banda intentaba algo, pero... ¿era de verdad a prueba de fugas?
Dillinger posa amigablemente en la prisión de
Crown Point. La mujer es la sheriff Lilian
Holley, y el hombre que la mira con el brazo rodeando al atracador, es el
fiscal Robert Estill. Esta imagen le costó la reelección
El 3 de
marzo Dillinger se evadía de esta cárcel utilizando una pistola de madera pintada
de negro con betún que le facilitaron desde fuera. Tres presos se sumaron a la
fuga. Eligieron para escapar el coche más rápido del garaje de la prisión, que
no era otro que el del propio alcaide
Lillian Holley. Los evadidos se llevaron varios rehenes, cuando los soltaron
Dillinger se despidió de ellos diciéndoles: “Os recordaré en Navidad”. El impacto
de la rocambolesca evasión sacudió a todo el país, parte de la ciudadanía veía
a Dillinger como un héroe que se enfrentaba y ridiculizaba al poder.
Evelyn Billie Frechette,
una de las muchas novias de Dillinger que se convirtió en una efímera
celebridad
Nuevos
miembros se unieron a la banda como el citado Cara de Niño Nelson, Tommy Carrol, un peligroso pistolero y Eddie
Green, un experto ladrón de bancos. Un oscuro abogado ligado a los ambientes
criminales, Louis Piquerr, ayudó a la banda, entre tanto la “Brigada Dillinger”
había sido disuelta entre sospechas de corrupción. En la documentación oficial
del FBI, en aquella época Oficina de Investigación, se jactaron del error
cometido por el forajido en su fuga. Al conducir el coche del alcaide a través
de varios estados violó la ley federal de robo de vehículos, ahora los tenía a
ellos como enemigos, los chicos de Hoover entraron en acción.
La
escaramuza más importante de esta época, fue la trampa que el FBI le puso a la
banda en un refugio que solían utilizar. Se trataba de unas cabañas situadas en
el lago de Little Bohemia (Wisconsin). El día 22 los agentes rodearon el
restaurante al mando del jefe de la oficina del FBI de Chicago, Melvin Purvis,
conocido por el Nervios Purvis. Un chivatazo había puesto en alerta a los
agentes y el propio Edgar Hoover siguió la operación desde Washington. La
salida del restaurante de dos comensales que los federales confundieron con los
gángsteres, inició un infierno de disparos
que pusieron en aviso a Dillinger y sus secuaces que, como siempre,
tenían estudiado un plan de fugas y escaparon. El resultado fue un inocente
ciudadano muerto por el FBI y dos más heridos, un agente murió y dos quedaron
también recibieron heridas. Los detenidos fueron tres mujeres, Helen Gillis, Marie
Comforti y Jean Delaney.
Los
federales una vez más quedaron en ridículo, pero pronto se vengarían. La banda
de Dillinger cometió su último atraco el 30 de junio de 1934, en el National Bank in Sout Bend de Indiana,
se llevaron 30.000 dólares a sangre y fuego. Luego se dedicarían a planear su
gran golpe, el que nunca llegaron a realizar, el asalto a un tren correo.
FINAL SANGRIENTO
Era el
22 de julio de 1934, cuando John Dillinger, su nueva conquista Polly Hamilton y
la amiga de ambos Anna Sage se pararon en el número 2433 de la avenida North
Lincoln de Chicago. Consultaron la cartelera del Biograph Theatre donde
proyectaban la película Manhattan
Melodrama (titulada en España: “El
enemigo público número uno”) con
Clark Gable, y decidieron entrar. Al momento veinte federales y cinco policías
de Chicago tomaron posiciones en el exterior. Estaban dirigidos por el agente
especial Samuel A. Cowley y por Martin Zarkovich de la policía de Chicago. La
actitud sospechosa de los agentes, sobre todo del Nervios Purvis, que no paraba de entrar y salir del local, hizo que
el gerente del teatro avisara a la policía, lo que estuvo a punto de descubrir
el operativo. Estaba claro que la policía había recibido un soplo del círculo
más cercano de Dillinger, así comenzaba la extraña historia de Anna Sage,
llamada desde entonces La Dama de Rojo,
por ir vestida de este color la sangrienta noche.
Anna Sage, la madame amiga
de Dillinger y que lo delató
John Edgar Hoover estrechando la mano del agente Melvin Nervios Purvis
Anna
Sage, en realidad Anna Cumpanas, era una madame
de florecientes negocios de prostitución que había nacido en Rumania. La
primera versión de los hechos es que tenía problemas con los de inmigración y
fue presionada para colaborar con la policía. Les informó que esa noche iría
con Dillinger (ella dijo que lo conoció como Jimmy Lawrence) al Biograph. La
otra versión es que la meretriz y Martin Zarkovich mantenían una relación
sentimental. Fuere como fuere, el caso es que a las 22:35 h, cuando Dillinger y
sus amigas salieron del local, todos los nervios contenidos de los agentes se
desataron. Dillinger recibió cuatro disparos que acabaron con su vida. Cuentan
que los transeúntes al enterarse que el cadáver era de Dillinger empaparon sus
pañuelos con la sangre del fallecido.
Cadáver de Dillinger
Ficha policial de Dillinger con el tampón “Dead” (muerto)
Máscara mortuoria de Dillinger
La
versión oficial dice que le dieron el alto y éste intentó sacar su arma del
bolsillo del pantalón, algunas versiones contradicen esto. A partir de aquel
momento todo fue confusión. Se llegó a decir que el muerto no era Dillinger
sino un doble. En un primer momento, uno de sus hermanastros no reconoció el
cadáver, aunque más tarde sí; se sabe que Dillinger se sometió a una tosca
operación de estética para disimular unas cicatrices y que intentó quemarse las
huellas dactilares con ácido sulfúrico, pero se desconoce si se hizo más
operaciones. Dos datos vinieron a abundar en la confusión, primero las prisas
de las autoridades por deportar a Anna Sage después del tiroteo, y segundo que
Hoover guardara como un trofeo la pistola del calibre 38 que llevaba Dillinger
aquella noche. Después se supo que salió de la fábrica Colt en diciembre de
1934, cuando Dillinger ya descansaba en el cementerio de Crown Hill de Indiana,
recién cumplidos los 31 años.
EL FBI DE JOHN EDGAR HOOVER
En 1908 y bajo la presidencia de Theodore Roosevelt, el
Abogado General, Charles Bonaparte creó la Oficina de Investigación del
Departamento de Justicia, que en 1935 se convertiría en la Federal Bureau of
Investigation (FBI). En 1924 fue nombrado John Edgar Hoover (1895-1972)
director del FBI, cargo que
ejerció durante 48 años. A Hoover se deben la mayoría de las tácticas
policiales del FBI y los programas de selección y entrenamiento de los agentes,
así como las actividades de contraespionaje durante la Segunda Guerra Mundial.
Después de la guerra, Hoover y sus agentes desplegaron una
gran actividad antisubversiva. Llegaron a espiar con micrófonos la agitada vida
sentimental del futuro presidente, John F. Kennedy. Los métodos y las
intenciones de Hoover fueron muy criticadas y se le acusó de haber convertido
al FBI en una policía política con tintes chantajistas. Esto se hizo más
evidente en la época del furor anticomunista y de la exaltación patriótica
durante la “Caza de Brujas” del senador McCarthy. Cuentan la anécdota que ante
la insistencia de Hoover por advertir del peligro del Partido Comunista de
EE.UU., el flamante Ministro de Justicia Robert Kennedy le dijo que no sólo no
era una amenaza, sino que era un partido débil cuya mayoría de militantes eran
agentes del FBI.
Durante años, Hoover negó que existiera el peligro del
crimen organizado, un verdadero gobierno en la sombra. En el Nueva York de
1959, había apenas cinco agentes dedicados a ello, mientras cuatrocientos se
dedicaban al control de organizaciones de izquierdas y a infiltrarse en las
universidades. Donde sí tuvieron éxito fue en la persecución de los pequeños
gángsteres. Se dice que Hoover se creó una fama gracias a eliminar a
atracadores de bancos como Alvin Karpis, Metralleta Kelly y John
Dillinger, para tapar su tibieza ante los grandes capos de la Mafia,
organización que lo chantajeaba con escabrosas fotos de sus orgías
homosexuales.
CHICAGO, CAPITAL DEL GANSTERISMO
La Ley Seca de 1919-1933 propició la eclosión de
organizaciones dedicadas al negocio clandestino del alcohol, muchas veces con
el beneplácito de funcionarios corruptos. Las grandes redes de distribución
estaban controladas por Lucky Luciano en Nueva York y Al Capone en Chicago, capo
di capis, de una organización feudal originaria de Sicilia, la Mafia. Sin
duda la capital del crimen fue Chicago, donde se calcula que murieron unos
seiscientos gángsteres en los años treinta.
La matanza de San Valentín de 1929, fue el paradigma de
estas guerras. La ciudad estaba inmersa en una gran agitación social, la
llegada en masa de trabajadores negros para trabajar en la industria y en la
construcción, desató las tensiones raciales y los guetos se extendieron por la
ciudad. Las movilizaciones obreras se sucedían ante una gran represión. En 1937
la Guardia Nacional disparó contra unos huelguistas causando un centenar de
muertos y heridos. Precisamente, el origen del gangsterismo está en los
pistoleros que contrataban los patrones de Chicago en los años veinte para
reprimir a los trabajadores en huelga.
La Mafia de los ítaloamericanos se había convertido en una
moderna y poderosa organización criminal, pero no fue la única. A comienzos de
los años treinta, Louis Lepke Buchalter creó la empresa “Asesinatos
S.A.”, que realizaba
asesinatos por encargo al precio de 500 dólares como media. Sus mejores
clientes eran los mafiosos, tanto era así que los contrataron permanentemente
como su brazo armado por 12.000 dólares al año. Los operarios de la “empresa”
también actuaban como pacificadores entre las diversas familias mafiosas, y
cuando era necesario, eliminaban a los más alocados, como sucedió con la banda
de Dutch Schultz en 1935. Los “contratos” nunca debían ir contra políticos o
policías, pues esto podía incomodar a los que tenían en nómina. Uno de sus más
afamados asesinos fue Abe -Kid Twist- Reles, su herramienta de trabajo
era un picador de hielo.
Publicado en la
revista CLÍO, año 5,
núm. 49, noviembre 2005
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