EL CRIMEN COMO NEGOCIO
Fue en este trabajo donde nació el personaje de Weegee. Aunque fue contratado como técnico de laboratorio, pronto salió a las calles con su cámara documentando los sucesos que otros fotógrafos no querían cubrir. Su jornada comenzaba cuando muchos de sus compañeros estaban durmiendo, de 22 a 5 horas, se pasaba las noches en el cuartel de policía de Manhattan pegado al teletipo. Los jefes de redacción pagaban diez dólares por una foto de un cadáver y en esto Weegee fue el rey, tanto que se plantearon rebajar este precio ante la cantidad de material que les proporcionaba. Era la época previa a la Gran Depresión del 29, y los cien dólares semanales que sacaba nuestro personaje eran una pequeña fortuna. La asombrosa rapidez en llegar a las escenas de los crímenes, incendios, suicidios... fue el origen del curioso apodo de Weegee, el nombre es la versión fonética en inglés de la “Ouija” el juego supuestamente adivinatorio del vaso y el tablero. Lo que nació como una broma de sus compañeros, se convirtió en su firma y el nombre por el que aún se le recuerda. En 1927 dejó de trabajar para la Acme News.
En 1934 se trasladó a un céntrico y pequeño apartamento del Center Market Place, este fue su hogar hasta 1947, pero un hogar muy particular. Todas las habitaciones estaban repletas de cordeles donde colgaban para su secado cientos de fotos de incendios, ambulancias, furgones policiales y cadáveres, muchos cadáveres, el propio Weegee llegó a decir que tenía la impresión de vivir en el depósito de cadáveres municipal. Cansado de que sus fotos se publicaran sin su firma, y con un método de trabajo ya muy depurado, decide en 1935 establecerse como fotoperiodista freelancer –por cuenta propia-. Tenía los suficientes contactos como para poder acceder a las noticias sin la necesidad de la cobertura de un medio de comunicación: porteros de hotel, conductores de ambulancia, camareros, policías... conformaban una extensa telaraña de informadores que a cambio de unos dólares hacían una llamada a “El Famoso Weegee”, que así era como firmaba Arthur sin ningún pudor.
CINCO HORAS CON WEEGEE
Su cuartel general estaba en las comisarías de Manhattan, y conocía tanto la noche, que llegaba a predecir los tipos de delitos por las horas de la siguiente forma: De media noche a la una, mirones y exhibicionistas, de una a dos, asaltos a las tiendas todavía abiertas, de dos a tres, incendios y accidentes de coches; a las cuatro cerraban los bares y las broncas por exceso de copas eran habituales, los policías acudían a los garitos a echar a los clientes más remolones y aprovechaban para tomarse unas copas en la trastienda. De cuatro a cinco, allanamientos, cristales rotos... de cinco en adelante se producían los casos más graves, la gente se habían quedado levantada toda la noche preocupada por la salud, el dinero, el amor... y comenzaban a saltar por las ventanas. Duro, pero este era el material con el que trabajaba nuestro fotógrafo. La fama, para algunos mala, de Weegee se fue acrecentando hasta llegar a publicar en la prestigiosa revista Life en 1937. Al año siguiente, en 1938, se produjo un hecho que cambiaría sustancialmente el método de trabajo de Weegee. Gracias a sus buenos contactos con la policía obtuvo el permiso para llevar una emisora policial en su coche siendo el primer civil al que se le concedía tal privilegio. Desde ese momento deja las comisarías y su destartalado Chevrolet se convirtió en casa y oficina. Todo estaba a punto para que nuestro protagonista volara por la ciudad con su cámara Speed Graphic, los informes de sucesos y la música clásica, eran la banda sonora de sus noches neoyorquinas.
A nuestro fotógrafo le gustaba explicar sus aventuras en la barra del bar Sammy’s y en los locales de la Photo-League, la más importante asociación de fotografía social de EE.UU., y que reunía a un importante plantel de fotógrafos y cineastas liberales con inquietudes sociales, lo que le costó ser perseguida durante la “Caza de brujas”. La Photo-League fue clausurada definitivamente en 1951 por supuestas actividades antipatrióticas nunca probadas. Fue en los locales de esta asociación donde Weegee realizó su primera exposición en 1941. Tanto el título –“El crimen es mi negocio”- como las fotos causaron un fuerte impacto. Weegee conoció en esta asociación a otros fotógrafos que no pertenecían al mundo de la prensa sensacionalista y, sin duda, esto hizo que sus intereses fotográficos y motivaciones sociales y estéticas se ampliaran.
CONTINUARÁ…
© JAVIER CORIA
WEEGEE: EL FOTÓGRAFO DEL CRIMEN (I)
Publicado originalmente en la revista CLÍO, año 2, núm. 21, del mes de julio de 2003
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