LA ESTRELLA DE BELÉN
“Después de oír al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que, llegada encima del lugar en que estaba el niño, se detuvo.” (Mt. 2,9).
De esta forma nos indica san Mateo la aparición de la estrella de Belén en su Evangelio, en el de san Lucas no hay ninguna referencia a dicho fenómeno. Los comentaristas de la Biblia dicen que Dios hizo uso de las creencias supersticiosas (la astrología) de los Magos para guiarlos a Belén y son muchos los que buscan un hecho histórico que explique y sustente el mito. En aquella época, las creencias populares daban a los fenómenos astronómicos un poder profético que auguraba acontecimientos como guerras, cambios sucesorios, nacimientos de reyes o catástrofes. Quizá los textos bíblicos se refieren a las creencias de los Magos en las profecías que hablaban de la llegada de un mesías más que a un fenómeno concreto, ya que es muy raro que un fenómeno tan espectacular, sólo fuera recogido por uno de los evangelistas.
Giotto
EL PESEBRE
Es en la Edad Media, cuando se incorporan a las fiestas navideñas tradiciones como los banquetes, los villancicos y la confección de belenes o pesebres. La iconografía popular que representa la adoración del niño Jesús en un establo con su pesebre, la mula y el buey, los pastores..., es consecuencia de las pinturas y tallas de unos artistas que se inspiraron en las descripciones de los Evangelios Apócrifos, principalmente en el conocido como Pseudo Mateo. La iglesia se limita a seguir la tradición popular a pesar que la Biblia no dice nada sobre la mayoría de los elementos y símbolos que forman los pesebres que se montan en estas fiestas. Aunque el asno y el buey se citan en Isaías (1,3) y en Habacuc (3,2 versión “Itala”). En el año de 1223, san Francisco de Asís escenificó el nacimiento de Cristo en una cueva de la pequeña población de Rieti (Italia) con campesinos del lugar y el permiso del Papa Honorio III. Las figuritas de belén más antiguas que se conocen, datan de 1252 y estaban en el monasterio alemán de Fussen. Aunque otros autores creen que el primer pesebre realizado con figuritas de barro, se hizo en Nápoles a finales del siglo XV. Fue Carlos III quién importó de Italia la costumbre de construir belenes con figuritas de porcelana que se hacía traer desde Nápoles. Pronto se extendió por España esta tradición que los franciscanos exportaron a América. Durante el siglo XVIII, los pesebres realizados con figuritas de porcelana napolitana, fueron un objeto de lujo entre la burguesía.
CURIOSIDADES NAVIDEÑAS
Navidades prohibidas: Que en su origen la Navidad estuviera asociada a ritos paganos con dioses, héroes y sus historias de nacimiento, muerte y resurrección, hizo que los más ortodoxos rechazaran estas celebraciones, unos por sus aspectos paganos y otros por sus aspectos católicos, también estaban los simples aguafiestas. Los puritanos ingleses que colonizaron la ciudad de Boston en 1630, llegaron a declarar ilegal la Navidad. En el mismo sentido, el parlamento inglés prohibió por decreto las navidades en 1644 por su carácter de “regodeo carnal”. Se llegaron a requisar banquetes “ilícitos” que, seguramente, iban destinados a aumentar la gula de las autoridades confiscadoras. Bajo la regencia de Carlos II, en 1660 se restauraron. En ese mismo siglo y por espacio de dieciséis años, era una circunstancia agravante cometer un delito durante dichas fechas.
El Muérdago y el Acebo: El muérdago es una planta semiparásita siempre verde que vive en los troncos de los árboles. Es un elemento presente en la ornamentación navideña y, en algunos países, tiene sus propias tradiciones. En Inglaterra preside la mesa de Año Nuevo, se cuelga del techo y según la tradición, la dama que se sitúa debajo puede ser besada por el galán que este presto y atento. En muchos países, entre ellos España, el muérdago se regala para desear buena suerte. Según la tradición debe situarse cerca de la puerta para alejar el mal fario y quemarse al año siguiente y sustituirlo por otro nuevo que debe ser siempre regalado y nunca comprado para uno mismo. El muérdago fue objeto de culto entre los antiguos galos y celtas y se le atribuían poderes mágicos y propiedades curativas, sobre todo la parte carnosa de sus bayas que era utilizada para emplastos y para cazar pájaros, cerrando así un ciclo porque, los pájaros, se alimentan de él y sus excrementos lo ayudan a crecer. Los druidas los recolectaban en diciembre para utilizarlo en sus ritos de fertilidad ya que representaba la regeneración, la masculinidad y la restauración del hogar. Para recoger el muérdago del roble sagrado, primero había que pedir permiso a la planta, hacerlo cuando la luna tenía seis días y cortarlo de un sólo tajo con una hoz de oro, era imprescindible que la planta no cayera al suelo. Su origen legendario la sitúa fuera del cielo y de la tierra, ya que sus raíces no tocan tierra y necesita ayuda para sostenerse en el aire. El color amarillo de sus ramas secas, se creía que era un catalizador para la búsqueda de tesoros ocultos.
Al contrario que el muérdago, el acebo es un símbolo de feminidad y su uso como planta ornamental navideña se atribuye a la iglesia católica, en un intento de contrarrestar la tradición del muérdago, demasiado asociado a los cultos paganos. Pero como en el caso del muérdago, el verdor de las hojas del acebo y sus bayas rojas, eran símbolo de fertilidad en la parte oscura y fría del año. El verde simboliza la tierra y el rojo el nacimiento y, junto con el blanco, son los colores druídicos por excelencia, por ello esta planta también fue utilizada por los celtas en sus rituales del solsticio.
La imagen de san José: Las primitivas representaciones de san José, lo mostraban como un joven fuerte y sin barba. El creciente culto a la Virgen María, no sólo le dio un papel secundario en la iconografía, sino que lo fue envejeciendo paulatinamente hasta presentarlo como un anciano venerable. De esta forma se pretendía disipar cualquier sospecha sobre la virginidad de María, “virgen antes, durante y después del parto”, como señalan los dogmas marianos.
Murillo
© JAVIER CORIA
CONTINUARÁ...
Publicado originalmente en la revista CLÍO, año 3, núm. 27, del mes de enero de 2004
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