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viernes, 17 de septiembre de 2010

EL DESCUBRIDOR DE TROYA


Se acaba de publicar la autobiografía de Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya. Se trata de una personalidad controvertida en la que se conjuga una mezcla perfecta entre carácter y destino, según se desprende de sus escritos. En definitiva, es el relato de una vida homérica.

Tras una infancia que parecía indefectiblemente abocada a realizar grandes hallazgos de tesoros ocultos, todo pareció borrarse en su azarosa vida de juventud, llena de vaivenes, desgracias (incluido un naufragio en las costas de Holanda) que sólo podían hacer adivinar un futuro de mediocridad. De ese periodo salva el propio Schliemann su afición y método tenaces para ir adquiriendo idiomas, de los que llegó a dominar quince y fueron la base de su facilidad para los negocios internacionales con los que amasaría su fortuna. Sólo su pertinaz empeño, ya en la madurez y como millonario hombre de negocios, le permitió virar el rumbo de su vida para realizar aquellos hallazgos soñados a la búsqueda de los lugares homéricos: los restos de Troya, el tesoro de Priamo, la máscara de Agamenon... La historia de sus excavaciones, de sus publicaciones y sus resultados tampoco están exentas de incidencias con las autoridades turcas o la comunidad académico-científica, en definitiva, con esa pátina entre azar y decisión que marcó su propia vida y el relato que hizo de ella.


Heinrich Schliemann (Neu-Bukow, Mecklemburgo, 1822 - Nápoles, 1890) fue un millonario prusiano que, tras amasar una enorme fortuna como agente comercial y exportador de materias primas y metales, en la que fue de suma importancia su enorme facilidad para las lenguas, se dedicó al sueño que le marcaría desde su infancia: la arqueología homérica. Con un empeño por muchos calificado de "titánico", y con una metodología de trabajo y resultados desigual, comenzó a realizar excavaciones, entre 1870 y 1890, en los lugares que identificaba con las gestas de los poemas homéricos hasta realizar su gran hallazgo: los restos de la ciudad de Troya. También realizó descubrimientos en Micenas, Tirinto y Orcómeno, siempre en el empeño de demostrar que la Ilíada describía escenarios históricos. Desarrolló una amplia obra literario-científica sobre sus trabajos de la que destacan: Ítaca, Peloponeso y Troya (1868), Antigüedad de Troya (1874) y Troya (1883). Tras su muerte, su viuda, Sophia Schleimann, y su amigo, Adolf Brückner, ambos compañeros de sus andanzas, hallaron unos textos con los que pudieron componer y dar a imprenta en 1892 esta autobiografía.

Tumba de Schliemann en atenas

Ruinas de Troya

NOTA: Este texto es la reseña que facilita la editorial, reseña bien documentada, por cierto. Es interesante contar con una edición de esta autobiografía que vio la luz en 1892, como se cita. Estos temas me apasionan desde que muy joven leí, en una vieja edición de Destino, el clásico de Ceram: Dioses, tumbas y sabios, donde se explican las aventuras de Schliemann, Howard Carter y Jacques Champollion, entre otros. Ya les contaré cuando le eche el ojo a este libro, pero pinta muy bien.


Editorial Almuzara: http://www.editorialalmuzara.com/editorial.php

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