Por:
Javier Coria. Ilustraciones: Santiago Valenzuela.
Los quinientos millones de la Begum inaugura la etapa más
pesimista y subterránea de las novelas de Jules Verne. Dándole la vuelta a las
utopías clásicas de Platón o Tomás Moro, Verne enfrenta una ciudad ideal a una
ciudad-fábrica belicista, que anticipa el nazismo.
¿UNA NOVELA APÓCRIFA?
Los quinientos millones de la Begum se publicó por primera vez en 1879,
en el Magasin d’Éducation et de
Récréation (revista editada por Pierre-Jules Hetzel, París), y ese mismo
año apareció en formato libro editada por el propio Hetzel. La edición se hizo
en un solo tomo con 19 capítulos y uno a modo de conclusión. La curiosa génesis
de esta novela hizo que durante unos años fuera considerada apócrifa, aunque
siempre se reeditaba firmada por Jules Verne. El argumento original no era de Verne,
sino de Paschal Grousset. En 1878, Hetzel mandó a Verne un original manuscrito
titulado La herencia de Angévol, del tal Grousset, un escritor novato. A
Hetzel le llegó el texto a través del abate de Manas (región Ródano-Alpes,
Francia), que quería ayudar al autor, pues estaba pasando una difícil situación
económica. El editor juzgó que el texto era impublicable, pero su filantropía
le llevó a comprar los derechos del texto por 1.500 francos, con el acuerdo de
pasarle el manuscrito a uno de sus escritores y que Grousset renunciara a
firmar la obra, cosa que aceptó. El escritor elegido fue Verne, que ya era un
autor famoso. Al leer el manuscrito, Verne le escribió a su editor: “La novela,
si es que esto es una novela, se ha hecho con una gran torpeza. Faltan en ella
completamente la acción, la lucha y, por consiguiente, el interés. Nunca había
visto algo tan deslavazado, y en el momento en que podría ganar interés,
sencillamente fracasa… Tampoco veo un contraste deliberado entre la ciudad de
acero y la ciudad próspera y civilizada, que no se describe”. Las misivas entre
Verne y su editor continuaron; Verne, que había aceptado reescribirla por
completo, le iba informando de los cambios, incluso del cambio de héroe. La
intención política y filosófica también fue desarrollada por Verne, que el
incipiente escritor llevaba en su cabeza pero no tuvo, al parecer, la pericia
para plasmarla netamente en su escrito. La cuestión es que no se conserva el
manuscrito de Grousset, por lo que es imposible contrastar la información, que
sólo nos llega por la correspondencia entre Verne y Hetzel.
¿Pero
quién fue Grousset? Paschal Grousset, nacido en Córcega en 1844, dejó la
medicina para dedicarse al periodismo y escribir novelas juveniles, de ficción
científica, deportes y educación. Para ello utilizó diversos seudónimos, entre
ellos el de Philipp Daryl y André Laurie. Fue miembro de la Comuna y se
enfrentó a la dictadura del Segundo Imperio, llegando a ser diputado socialista
por París, desde 1893, hasta su muerte, en 1909. En 1870, tuvo cierta
celebridad por retar a duelo al primo del Emperador, Pierre Bonaparte, que
había asesinado a Víctor Noir, que Grousset había enviado como su testigo de
honor. Como tantos comuneros, Grousset fue desterrado a Nueva Caledonia, de la
que consiguió huir en 1874, exiliándose en Inglaterra. De Grousset también es La
estrella del sur, revisada y corregida por Verne, y El
naufragio del Cynthia, que apareció fuera de la serie de Viajes
Extraordinarios y doblemente firmada por Verne y el seudónimo de
Grousset, André Laurie.
ARGUMENTO: DE LA CIUDAD UTÓPICA, A LA
CIUDAD SINIESTRA
Dos
científicos, uno francés y otro alemán, reciben una sorprendente noticia de una
firma de abogados de Londres. El doctor en medicina François Sarrasin, y el
profesor de química Schultze, son los únicos herederos de una fabulosa fortuna de
un mutuo pariente lejano, la Begum Gokool de Ragginahara, provincia de Bengala.
El uso de la mitad los quinientos veintisiete millones de francos de la época,
que reciben los afortunados, nos muestran la disparidad de personalidad y las
diferencias ideológicas de los personajes. Sarrasin, un romántico humanista
burgués como Verne, emplea su parte para el progreso humano, construyendo la
ciudad ideal de France-Ville, donde se busca alargar la vida humana, donde todo
se hace en pos del bienestar social y el trabajo es libremente asumido. En
France-Ville, donde cada casa tiene teléfono y reloj eléctrico, la preocupación
por la limpieza y la armonía son totales. Esto tiene que ver con la
preocupación que Verne deja traslucir en algunas de sus novelas, nos referimos
a la ecología y el interés por el racionalismo en la construcción de las
ciudades, y por el higienismo, que nació en la primera mitad del siglo XIX, de
mano de los liberales. Los personajes de acción son Octave Sarrasin, hijo del
doctor, y su amigo Marcel Bruckmann: “…un año más joven que él, que lo superaba
netamente en vigor físico, intelectual y moral”.
Por
su parte, Herr Schultze, utiliza su parte para construir una ciudad-fábrica
donde se producen armas para alimentar el belicismo de las nacientes potencias
imperialistas del mundo. La ciudad se llama Stahlstadt (Ciudad de Acero), y una
de sus mayores armas, un cañón gigante, apunta a la vecina France-Ville. Esta
constante amenaza la veremos después en los misiles intercontinentales propios
de la Guerra Fría, que apuntaban indistintamente a Washintong o Moscú. Y los
grandes obuses que vomita el cañón Schultze recuerdan, para el lector de hoy, a
las bombas volantes V1 que la Luftwaffe lanzó
sobre Londres y Amberes, respectivamente. En la fábrica de acero los obreros
están bien alimentados para que produzcan más, pero el trabajo esclavizado,
alienado y sin ninguna libertad o derecho, los hace meros engranajes de una
gran máquina de guerra. Siguiendo con los paralelismos, esto nos recuerda el
gueto subterráneo industrial, una distopía donde los trabajadores tienen
prohibido salir al mundo exterior, nos referimos al famoso film Metrópolis
(1927), de Fritz Lang.
DE LA ICARIA CABETIANA AL PESIMISMO
VERNIANO
Las
dos ciudades enfrentadas están construidas en Estados Unidos, en el sur de
Oregón: “a diez leguas del litoral del Pacífico”. La ciudad de France-Ville
tiene influencias de las utopías de Saint-Simon, los falansterios de Charles
Fourier y Robert Owen. Éste último fundó, en el año 1825, la colonia “New
Harmony”, en los Estados Unidos. En este punto no podemos dejar de citar la
primera colonia icariana fundada por Étienne Cabet, en 1848, en Texas (EE.UU.),
ya que entre los expedicionarios hubo varios catalanes. El barcelonés doctor
Joan Rovira, y varios de sus compañeros seguidores de la revista La Fraternidad viajaron con Cabet y sus
seguidores franceses. La falta de cálculo, las maniobras especulativas de la
empresa que se dedicaba a colonizar inhóspitos terrenos de Texas, y los modos
autoritarios del propio Cabet frustraron la empresa. Un decepcionado Joan
Rovira se quitó la vida, dejando mujer y un hijo en Barcelona. En esta historia
aparece un personaje real, pero que parece sacado de una novela de Verne. Se
trata de Narcís Monturiol, el inventor del submarino “Ictíneo I”, botado en el
puerto de Barcelona el 28 de junio de 1859. Monturiol era el director de La Fraternidad, que fue clausurada ese
mismo año de 1848. Junto a Francisco Orellana, Monturiol tradujo la novela
filosófica de Cabet, Viaje a Icaria. El inventor y
político catalán mantuvo contacto epistolar con Cabet, y fue el primer
propagandista en España del socialismo utópico.
Pero
de la influencia del positivismo de Auguste Comte y de los socialistas utópicos
(llamados así en oposición al socialismo científico de Marx) citados, Verne
pasa a una etapa más oscura y pesimista. En esta etapa influyen cuestiones
personales, no en vano podemos decir que siempre hubo un Verne diurno y otro
nocturno, que no es el momento de desarrollar aquí. Pero las cuestiones
sociales y políticas de la época también influyeron a Verne y a otros
escritores de la novela realista científica que tenían como misión formar a la
sociedad en los grandes descubrimientos científicos y geográficos. Los héroes
positivistas de las primeras novelas de Verne, se tornaban en científicos
locos. La ciencia, otrora liberadora, se muda en poder económico, en una
ciencia sin conciencia que amenaza la paz mundial y la integridad moral del
individuo. La carrera armamentista ya era una realidad en la época en que se
escribió la novela, y no olvidemos que el siglo XX se estrenó con dos guerras
mundiales. La fusión del capital industrial y financiero (magníficamente
explicado en el capítulo dedicado a la bolsa de San Francisco), desembocó en la
crisis del capital de 1875. La eclosión del colonialismo y el imperialismo
desató una lucha por el dominio de las fuentes de producción. El científico y
el ingeniero pasaron a ser empleados, funcionarios o empresarios de una ciencia
convertida en máquina de guerra.
El
pesimismo, la ironía, el nihilismo, y hasta la sordidez en algunas novelas
donde se habla de canibalismo, afloran en la novelística verniana. Siguen
siendo novelas de aventuras, pero ya no tienen el éxito popular de sus primeras
obras. El quizá exagerado optimismo de sus primeros Viajes, se torna más oscuro,
y por ello gana en madurez y complejidad. Los quinientos millones de la Begum no es una novela maniquea donde se
enfrenta el militarismo alemán contra el pacifismo francés, o una expresión del
chovinismo resentido por las derrotas en las guerras franco-prusianas.
France-Ville no deja de ser también una dictadura, pero con los elementos
reformistas del socialismo utópico. En esta novela Jules Verne, por decirlo así,
mima literariamente al malvado y su ciudad kafkiana de acero. Mientras
Stahlstadt es descrita profusamente y en detalle, France-Ville lo es
esquemáticamente. Aquí hay un viaje a la esencia malvada del ser humano y a los
totalitarismos, pero también nos muestra a un Verne fascinado por lo secreto y
maldito.
UNA PREFIGURACIÓN DE HITLER
Algunos
autores califican a esta novela como de anticipación política, lo que más tarde
se llamaría “política-ficción”, y no les falta fundamento. La Ciudad de Acero
es una clarísima sugerencia del nazismo, y Herr Schultze un fanático racista,
megalómano y paranoico, que asigna a sus trabajadores un número (como en los
campos de concentración nazis) y vive en un búnker, llamado en la novela el
Bloque Central. Una memoria que escribe Schultze lleva el título: ¿Por qué todos los franceses sufren en
grados diferentes de degeneración hereditaria? Y deja claro su nacionalismo y racismo
aduciendo que en el comité de France-Ville predomina el elemento latino y dice:
“…desde que el mundo existe, nada duradero se ha hecho sin que lo haya
realizado Alemania y nada definitivo podrá hacerse sin ella”. Y el
expansionismo: “Que se nos deje tomar una o dos islas cerca del Japón y se verá
las zancadas que sabremos dar en torno al globo”. No es casualidad que las
tropas de ocupación nazi en Francia pusieran la novela de Verne en la lista de
las obras prohibidas. Claro que ver a Hitler en el personaje de Schultze para
un lector de hoy, es lógico, pero quizá el lector de la época pensara en el
militarismo del “Canciller de Hierro”, Bismarck.
LA CIUDAD LABERÍNTICA: EL RITO
INICIÁTICO Y LA MASONERÍA
Es
fácil pensar que la Ciudad de Acero que Verne describe en la novela fuera un
reflejo de las fábricas de cañones Krupp. Verne tuvo la oportunidad de ver, en
la Exposición Universal de París, de 1867, un enorme cañón de esta factoría que
tenía 50.000 kilos de peso. Krupp y las factorías de Essen eran verdaderas
ciudades industriales con una importante autonomía política y administrativa
con respecto al gobierno alemán, casi eran ciudades estado. Con la excusa del
espionaje industrial, el control y la seguridad eran prioritarios. Pero claro,
a Verne le gustaba modernizar los mitos y exponerlos al lector profano, por
ello en esta ciudad laberíntica, con círculos concéntricos y tríadas, donde hay
una Torre del Toro y se hacen alusiones al hilo de Ariadna, la referencia al
Minotauro y a la mitología clásica, es una muestra de esa lectura subterránea
que va más allá de la pura peripecia aventurera. Como la ciudad principal que
describe Platón en su Atlántida, la acrópolis, con siete subdivisiones
circulares (Critias, Diálogos); la
Ciudad de Acero tiene círculos con una cámara central donde está el poder, o el
conocimiento, y esto liga con el rito iniciático de clara tradición masónica
que podemos leer en la novela.
Marcel
se infiltra como trabajador en la Ciudad de Acero y tiene que ir superando pruebas
para ir subiendo de categoría en su oficio. Es en el capítulo titulado “Bloque
Central” donde Marcel debe superar ciertas pruebas sobre su pericia, para poder
estar con los ingenieros y llegar hasta el director general, que oficia como Gran
Maestre. Los que entran allí, bajo solemne juramento, se comprometen a no
revelar nada de lo que pasa en el “Bloque Central”, bajo pena de muerte. Como a
los aprendices o neófitos, unos acólitos con sable y revólver, sacan un pañuelo
blanco… “con el que vendaron cuidadosamente los ojos. Luego le agarró –a
Marcel- cada uno por un brazo y se pusieron en marcha sin cambiar palabra
alguna”. Cambiando el orden de algunos ritos, Verne describe una iniciación
masónica, incluso hace referencia a una mesa de “dibujo lineal”, cuyas
herramientas son, entre otras, el compás y la escuadra. Hay un descenso a los
infiernos en “La caverna del Dragón”, una muerte simbólica en la persona de su
doble, el pequeño portero de trece años Carl. Escaleras, pasajes subterráneos,
fuego, etc., para llegar hasta el gabinete secreto, donde le quitan la venda a
Marcel y realiza el juramento.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Uno
de los mayores divulgadores y estudiosos españoles de la obra Verne fue Miguel
Salabert, de él es esta cita referida a las novelas de Jules Verne: “Si fueran
sólo novelas de anticipación, quizá hoy nadie hablaría de Verne, porque no hay
nada más caduco que la anticipación superada por el tiempo”. Salabert hace
referencia a lo que muchos de los lectores que han profundizado en la obra
verniana han descubierto, las obras de Verne se enraízan con lo mítico y
legendario del subconsciente colectivo. Hay un canto poético a la naturaleza,
pero también un rico mundo simbólico subyacente, con referencias históricas,
políticas y a la mitología clásica; claro que el propio Verne fue un hacedor de
leyendas y misterios aún por desvelar. Y sobre la autoría de la novela,
concluye Salabert: “Los quinientos
millones de la Begum es una obra original de Jules Verne, tan original, al
menos, como tantas obras de Shakespeare y de nuestros clásicos, creadas a
partir de obras y argumentos preexistentes”.
(Jules Verne: Tierra, agua, aire, fuego.
Ediciones Graphiclassic, tomo II, Madrid, 2017, págs. 202-207. ISBN:
978-84-697-3439-1)
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