VIDOCQ:
DE LADRÓN A POLICÍA
El primer detective privado
Por: Javier Coria
Mujeriego,
duelista empedernido, militar precoz, desertor y pirata, ladrón y presidiario
experto en fugas, todo esto fue Vidocq antes de dar un giro copernicano a su
vida y ponerse al servicio de la ley. Creador de la primera oficina de policía
secreta e inventor de muchas técnicas criminalísticas, su biografía discurre
entre la leyenda y la realidad en los años más convulsos de la historia de
Francia.
PARÍS
SIGLO XIX
A mediados del siglo XIX, París rebasaba el millón de
habitantes. Su rica vida urbana llena de contrastes, asombraba a los
provincianos y emigrantes que llegaban a ella en busca de oportunidades. Era el
centro intelectual y cultural de Francia, y también su centro político. En ella
convivía la aristocracia más rancia y la alta burguesía, con la mediana y
pequeña burguesía contestataria. En los barrios del este y del centro de la
ciudad, se hacinaba una superpoblación compuesta por tenderos, artesanos,
pequeños funcionarios y obreros, así como jóvenes emigrantes que llegaban de
toda Francia y del resto de Europa. Era el foco de los disturbios y las
revoluciones, y donde la miseria y las enfermedades se cebaban. En sus bajos
fondos, el París de los placeres y de la delincuencia se mostraba de la forma
mas descarnada, los criminales campaban a sus anchas por un territorio que los
policías de la época no osaban traspasar.
CAMINO
A LA REINSERCIÓN SOCIAL
Cuando el jefe del Departamento Criminal de la Gendarmería monsieur Henry recibió aquella visita,
no podía imaginar que su misterioso interlocutor pasaría a la historia de la
criminalística. Ante él había un hombre corpulento, de pelo largo y ojos
profundos que, pese a sus 34 años, había visto y sufrido mucho, y también había
hecho sufrir. Aquel hombre le dijo al inspector: “Monsieur, yo soy Vidocq y quiero ser un hombre honrado, quizás
usted pueda ayudarme”. La insólita propuesta hizo pensar al funcionario, tenía
ante sí a un delincuente fugado que solicitaba el perdón a cambio de trabajar
para la policía, y que mejor informador que un personaje que se movía como pez
en el agua por los bajos fondos, que era un maestro del disfraz y de audacia
probada. Además, las Guerras Napoleónicas (1799-1815) habían dejado al cuerpo
sin jóvenes policías.
Pero el gendarme no podía pasar por alto que era un
delincuente condenado que tenía que pagar su deuda con la sociedad, así que
prometió estudiar la propuesta junto con su superior el prefecto Dubois, pero
el reo debía volver a presidio. En la conducción a la cárcel, Vidocq dio
esquinazo a sus guardianes y volvió a la gendarmería para demostrar su buena
voluntad, al final ingresó en la prisión de Bicêtre, pero ahora como
informador, un simple soplón para algunos, corría el año de 1809. Pero ¿quién
fue este curioso personaje?
DELITOS
EN LA FRANCIA REVOLUCIONÁRIA
Eugène-François Vidocq nació en Arras (Francia), el 23 de
julio de 1775 en una casa vecina en la que, diecisiete años antes, había nacido
el mismísimo Robespierre. Su primer delito lo cometió a los 15 años robando a
su propio padre, a los 16 años mató a un adversario en un duelo por el honor de
una doncella. Huyó con unos contrabandistas con los que aprendió el oficio y pronto
fue encarcelado. Se fugó y partió como voluntario al ejército. Por aquel
entonces, 1791, el rey Luis XVI intentó dejar Francia junto con su familia pero
fue arrestado, miles de nobles y sacerdotes huyeron. En 1792 fue derrocada la
monarquía y se estableció la I República francesa; la Revolución Francesa había
comenzado. Fue en ese año cuando la Asamblea Nacional Constituyente declaró la
guerra a Austria y Prusia, Vidocq participó como soldado en las batallas de
Valmy y Jemmapes. En 1793 guerreó en la campaña de los Países Bajos, fue el año
en que Luis XVI y su esposa María Antonieta fueron guillotinados. El jacobino
Robespierre, para terminar con el caos y la contrarrevolución, inició la
represión conocida como el Reinado del Terror que transcurrió entre abril 1793
y julio 1794.
En la milicia nuestro personaje siguió envuelto en duelos
sangrientos y su rechazo a la autoridad pronto chocó con la disciplina militar.
La agresión a un superior estuvo a punto de costarle la vida, fue expulsado del
ejército. Entre 1794 y 1795 se casó, se separó, y volvió a la cárcel por riñas
amorosas. Liberado, se alistó en el Batallón de los Voluntarios del
Pas-de-Calais y terminó desertando. En 1794, el Reinado del Terror terminó con
la ejecución de Robespierre. En las colonias francesas fue abolida la
esclavitud. En 1795 Vidocq visitó París, un altercado propio de su carácter
pendenciero lo llevó tres meses a la cárcel de Lille. En esta prisión ayuda a
un agricultor que había robado para comer y es cuando sus dotes artísticas se
hicieron patentes, al falsificar una cédula de libertad para su amigo; el
prófugo fue detenido y delató a Vidocq. Le cayeron cinco años más de cárcel,
que no llegó a cumplir porque se fugó disfrazado de funcionario.
La vida de prófugo le hizo vagar por París buscándose la
vida como pudo, unas veces robando y otras montando negocios con identidades
falsas. Las aventuras comerciales de Vidocq fueron una constante en su vida, se
hizo sastre y mimo en una compañía teatral, todo ello con el ánimo de dejar su
vida bohemia y delictiva, pero siempre fracasó en sus objetivos. Fueron años de
entradas y salidas constantes de la cárcel, algunas veces fue acusado
injustamente, incluso llegó a entregarse
para salvar a un inocente. Las fugas y los disfraces que usaba en ellas, llegó
a vestirse de cura y monja, le hicieron famoso entre el pueblo. En el año de la
muerte de su padre, en 1799, él estaba enrolado en un barco corsario en
Dunkerque, donde fue detenido con la identidad falsa de un marinero llamado
Duval. Su vida sentimental también fue muy tormentosa; se casó varias veces y
otras tantas se separó, y al parecer tuvo un hijo. Esta es, muy resumida, la
experiencia vital de Vidocq antes de presentarse en el despacho de la
gendarmería para solicitar el perdón.
DE
CONFIDENTE A DEFENSOR DE LA LEY
Como dijimos, Vidocq volvió a la cárcel de Bicêtre como
informador policial en el año 1809, durante mucho tiempo estuvo a prueba con la
promesa verbal de absolverle de sus deudas con la justicia, al cabo de un
tiempo ya se le consideró como un agente más. En 1811, monsieur Henry pensó que
Vidocq sería más útil en la calle y, para no desenmascararlo, organizó su fuga
de la cárcel. De esta forma sirvió como
espía a las órdenes directas del nuevo prefecto, el Barón de Pasquier. Vidocq
pasó a la clandestinidad con el nombre de Jean Luise y, para mantener la
impostura, los gendarmes daban batidas periódicas buscando al “evadido” entre
los rufianes de la ciudad.
Fueron asignados los fondos necesarios, y Vidocq organizó
un grupo de agentes de paisano, algunos de ellos eran exconvictos. En París las
brigadas de la gendarmería estaban asignadas a un distrito, el cual no podían
abandonar, los malhechores sólo tenían que pasar de un distrito a otro para
eludir la persecución policial. Vidocq propuso que su grupo tuviera
jurisdicción en toda la ciudad, la Brigade
de Sûrete había nacido y Vidocq, exrecluso y hijo de un panadero, fue su
primer jefe.
EL REY
DE LOS DISFRACES
La brigada empezó a cosechar éxitos, principalmente en la
persecución de asesinos y estafadores, la fama fue tanta, que ya no se pudo
mantener el anonimato de su jefe. Como maestro del disfraz, el propio Vidocq
participaba en las investigaciones infiltrándose entre los sospechosos; fue en
una de estas ocasiones cuando le comunicaron que se estaba preparando el
asesinato de un tal Vidocq, “un chivato traidor”, le dijeron. Conocedor del
plan, puso a sus autores a buen recaudo. Pero los principales enemigos de
Vidocq estaban en la propia policía. Los jefes tradicionales del cuerpo no
podían consentir que un vulgar rufián realizara en poco tiempo lo que ellos
tardaban años en conseguir y llamaban a la Sûrete
la “Banda de Vidocq” despectivamente. Pero Vidocq podía ser cualquier cosa
menos un hombre vulgar, en poco tiempo había entrenado a los policías que mejor
conocían la ciudad y a exdelincuentes para crear su brigada. Creó una red de
informadores que se extendían por toda Europa, fue el primero en llevar un
fichero de delincuentes y en tomar moldes de escayola de las huellas del
calzado y el precursor de la ciencia balística. Cuentan que, embozado, visitaba
las cárceles para memorizar los rasgos físicos de los presos que luego plasmaba
en fichas.
MAESTRO
DE INVESTIGADORES
Cansado de las intrigas internas, Vidocq dejó la policía en
1827 y montó una fábrica de papel empleando a exconvictos. En esa época patentó
uno de sus inventos, la tinta indeleble. Se dedicó a recoger sus vivencias y
contrató a un “negro” para escribirlas. Al “entusiasmo” de este escribiente le
debemos que algunos aspectos de su biografía se muevan más en la leyenda que en
la historia. En 1828, se publicó el primer volumen de sus memorias con dibujos
de Cruikshank, el ilustrador de Charles Dickens; se convirtieron en un bestseller. Vidocq fue amigo de Balzac y
éste se basó en la vida de su amigo para crear a su personaje Vautrin, lo mismo
hizo Víctor Hugo para crear a Jean Valjean y al inspector Javert. También Allan
Poe se fijó en Vidocq para su investigador Auguste Dupin, aunque Vidocq era más
un hombre de acción que de deducción. Dickens y Herman Melville también
siguieron de cerca las peripecias de este personaje.
En aquella época, Carlos X (1757-1836) reinaba con el apoyo
de la iglesia y de la aristocracia. El nombramiento del ultramonárquico Polignac
como Presidente del Consejo produjo el rechazo de los diputados liberales y de
la prensa. Carlos X disolvió la Cámara y no aceptó los nuevos resultados
electorales. Los decretos contra la libertad de prensa y por restringir el
derecho al sufragio universal, produjo los sucesos de 1830 que entronizaron a
Luis Felipe, la Revolución de Julio había comenzado. En 1832, una epidemia de cólera mató a
diecisiete mil parisinos y Vidocq volvió a la policía, dejándola
definitivamente en noviembre. Así terminaron dieciocho años de servicio en la
Francia de revoluciones, restauraciones monárquicas y proclamaciones
republicanas.
LA
PRIMERA AGENCIA DE DETECTIVES
En su época como policía Vidocq llevó algunos casos
privados, esto le dio la idea para fundar en el año 1833, el Bureau de Renseignements Universels dans
l’Intérêt du Commerce (Oficina de Información Universal por el Interés del
Comercio), la primera agencia de detectives privados de la historia. En 1850,
se fundaría en EEUU la segunda, la mítica agencia Pinkerton. Los cambios
económicos de la época, hicieron que proliferaran los delitos financieros y las
estafas. Como hiciera en la Sûrete,
Vidocq contó con antiguos estafadores entre sus detectives. En pocos años la
agencia se hizo grande y ganó mucho prestigio, tanto que la gente ya no
presentaba las denuncias en la policía, lo hacía directamente en la agencia de
investigación. Se cuenta que hasta el propio hermano del jefe de la Sûrete
acudió a Vidocq cuando su banco sufrió un desfalco. La oficina también destacó
en la búsqueda de personas desaparecidas, pero el éxito volvió a provocar las
envidias de sus antiguos enemigos de la Prefectura y esta vez pasaron a la
acción.
Las acusaciones contra Vidocq, por entrometerse en
investigaciones policiales, fueron continuas hasta que, en 1842, mientras
trabajaba en el caso de un estafador llamado Champaix, fue acusado de hacerse
pasar por policía, también por detención ilegal y por inducción al robo. Un
anciano y achacoso Vidocq fue encarcelado y pasaron muchos meses sin tener
siquiera la oportunidad de saber los cargos por los que, la gendarmería y su
testigo de cargo Champaix, le acusaban. En mayo de 1843, se celebró el juicio
que, en primera instancia, condenó a Vidocq a cinco años. En el juicio de
apelación, que siguió una muchedumbre, se demostró que el tal Champaix mintió
para implicar a Vidocq. A la mañana siguiente la agencia abrió con un gran
letrero: “Resurrección”.
PRECURSOR
DE LA NOVELA NEGRA
Con 70 años, Vidocq se retiró de la primera línea y, con
ayuda de algunos amigos literatos, se dedicó a escribir la novela “Los nuevos
misterios de París”, diez años antes ya había escrito “Los ladrones” y un
diccionario de argot. Estas novelas son un claro precedente del relato
policial. Su vida fue llevada a los teatros y a los folletines tan en boga en
aquella época.
Los años de 1846 y 1847, fueron años de gran depresión
económica para Francia; Luis Felipe I de Orleans (1773-1850) y sus ministros
cada vez estaban más acosados por los partidarios de la república que se veían
como alternativa. En febrero de 1848, estalló la Revolución, en junio la
insurrección de los obreros de París fue reprimida por la Guardia Nacional
causando 4.000 muertos, así dio comienzo la guerra civil entre la burguesía y
el proletariado. Como hombre de acción y a pesar de ser un anciano, Vidocq ofreció
sus servicios a los bonapartistas. En febrero, Luis Felipe abdicó y se proclamó
la II República, el viejo policía se puso al servicio de Alphonse de Lamartine
(1790-1869), ministro de exteriores del gobierno provisional establecido tras
el derrocamiento de Luis Felipe, aunque Vidocq no obtuvo ningún cargo. En
diciembre de ese año, Luis Bonaparte, Napoleón III (1808-1873) fue elegido por
sufragio universal presidente de la república, transformada después en el
Segundo Imperio.
François Vidocq murió con 82 años de edad, al funeral
asistieron personalidades de la cultura, la política, gente sencilla y hasta
viejos delincuentes.
LA
VIDOCQ SOCIETY DE FILADELFIA
En 1990, un agente especial, un psicólogo y un escultor
forense, fundaron una asociación sin ánimo de lucro con el objetivo de
investigar los llamados “casos fríos”, los casos sin resolver. La Sociedad
Vidocq rinde tributo al que considera el padre de la criminología moderna,
François Vidocq. Todo comienza cuando estos profesionales se plantean abordar
uno de los casos paradigmáticos de la historia criminal de EEUU, un crimen sin
resolver y que aún hoy es uno de los principales casos de esta asociación
filantrópica. En 1957, en los arrabales de Filadelfia, apareció el cadáver de
un niño en una caja de cartón, más de 46 años después, se desconoce aún la
identidad del pequeño y del asesino o asesinos. El caso pasó a llamarse como
“El chico de la caja”.
Hoy, la Sociedad Vidocq agrupa a 82 forenses, uno por cada
año de vida de Vidocq, de 12 países y que cuentan con 150 colaboradores entre
detectives, químicos, psicólogos, y diversos especialistas forenses. Colaboran
con organismos oficiales y con los familiares que se lo solicitan y publican
sus casos en un boletín llamado “El Diario de Vidocq”.
Publicado
originalmente en la revista de historia CLIO (septiembre, 2004) y reeditado en
la Revista Rambla (abril, 2014).
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