“DESTRUIR ESPAÑA”
Antes que Ella nos destruya a todos
Por: Javier Coria Fotos: Francesc Sans
Destruir
España (Los libros del lince) es el primer libro del periodista
Javier Ríos, un andaluz que estudió catalán en Madrid, y que se declara a favor
de la independencia de Catalunya. Lo más bonito que dijeron de él en la cadena
episcopal -13TV- es que era “un quintacolumnista” y, Esperanza Aguirre, sólo
viendo la portada, casi le da un patatús, pero reconoció que España necesita
una regeneración urgente. En su visita a Barcelona, el autor nos contó cosas
del libro, acompañado por el también periodista Antonio Baños.
Podemos
decir que el libro de Javier Ríos es una especie de película de carretera donde
el humor, la ironía y el sarcasmo, se unen a una crítica política descarnada y
a unas descripciones hiperrealistas, tanto de lugares como de paisajes
emocionales. Como escribe Ríos, en el libro se analizan: “los vicios de una sociedad que anda muy sobrada de incivismo,
egolatría y caspa”, a la vez que es una visión de: “un español que se siente traicionado por su propio país”. El libro
está en esa frontera entre la provocación gratuita y la provocación que mueve
conciencias e invita a la reflexión. Cuando el autor escribe: “Me avergüenzo de ser español”, las
llamadas a arrebato y a “prietas las filas” llenaron las redes y las cavernas
mediáticas, pero curiosamente, a algún lector facha, según Ríos, le ha gustado
el libro. Quizá sea porque en el fondo, detrás del “español crítico” al que
dedica el libro, esté el propio autor, que escribe: “Destruir España es “una
invitación a soñar un país mejor; y a luchar por él”.
Entre los
años 1986 y 1992, se produjo la llamada burbuja inmobiliaria, para Ríos: “Era la época que tenía que haber sido la
mejor; estábamos de moda, con dinero de la UE entrando a saco. Éramos un
mercado nuevo para Europa, y ese dinero que llegaba era para que consumiésemos.
En los noventa en Andalucía había más carteles de “financiado por la UE” que
olivos. Había una organización territorial que iba a permitir que todas las
nacionalidades y sensibilidades fueran reconocidas y, al final, lo que está
pasando es que una quinta parte del país se quiere largar, el otro está
desecho, tirándose los trastos entre ellos…, este país no hay por donde
cogerlo”. Pero no se asusten, el gaditano nos explica todo esto en el libro
con mucho humor y sátira.
En la
conversación entre Javier Ríos y Antonio Baños (La rebelión catalana, Roca Editorial), los dos recordaron los
epítetos que les han dedicado por sus libros. En la citada 13TV tildaron a Ríos
de “quintacolumnista andaluz pagado por
la Generalitat”, ya saben, la fe del converso y esas cosas. Claro que quién
se lleva la palma en esto de los insultos, digo yo que por mayor y calvo, es
Baños, que ha llegado a utilizarlos para presentarse de esta forma en su libro:
“Hola, soy ETA. Además, a ratos muertos
soy un traidor, según dijo de mí el presidente de Madrid, Ignacio González. Un
sedicioso si les gusta más el estilo “Jacinto Benavente” que gasta el ABC. Por edad pertenezco a mi pesar a
las senectudes hitlerianas, pero aun así soy súper nazi. Un nazi-onalista, no
les digo más. De esos de Goebbels y Heyndrich, que iban vestidos de Hugo Boss,
pero en plan Zara –aclarar que los uniformes de las SS estaban diseñados
por la firma alemana-. Mis aficiones son
múltiples. Según Toni Cantó soy un filopederasta –Cantó dijo, según Baños,
que los independentistas tendían a la pederastia (?)-. La fundación FAES dijo que polígamo –dijeron que el Estatut de
2005 incitaba a la poligamia-. Según el
Marqués de Vargas y de Llosa, un tarado. Algo más concreto fue el coronel
Alamán al llamarme retrasado mental”. En fin, que desde la carcundia,
pasando por los moderniquis, la
izquierda y el neofalangismo literario, podemos decir que los insultos a Baños
son transversales, por lo que a Ríos aún le queda mucho camino que recorrer.
No son
pocos los que dicen que el independentismo, más que fractura, lo que está
creando es sutura, porque está uniendo a gente que antes nunca votaría una
opción catalanista, nacionalista o independentista. Gente con orígenes fuera de
Catalunya y castellanoparlantes, como los autores de los que hablamos, unieron
sus manos en la famosa Vía Catalana, mientras personas con “8 apellidos
catalanes”, como el ínclito Alejo Vidal-Quadras, por ejemplo, son
representantes del más genuino españolismo. Pero si el libro de Ríos no va de
identidades, de orígenes ni idiomas…
¿Será que
los nuevos independentistas lo son por cansancio y oposición a la España del
“PPSOE”?
Responde
Ríos: “Claro, he llegado a querer la
independencia de Catalunya por la decepción y la constatación de que, quizá la
España que me habría gustado, ya nunca va a ser. Por los últimos 30 años y por
la historia de España que ahora estoy leyendo a raíz de este libro. Ante esto
se nos presenta un movimiento que quiere renovar las cosas, y me planteo
participar. Yo no he mamado el nacionalismo catalán y hay ciertas cosas con las
que no comulgo, incluso me daba repelús la bandera estelada cuando llegué a Catalunya, porque eran “ellos”, en cambio
ahora me siento mucho más cerca de unos catalanes con los que antes no tenía
nada que ver”.
En cambio
Baños nos explica que ahora da conferencias en castellano en lugares donde son
mayoría los castellanoparlantes, en nombre de Omnium Cultural, cosa que hace un
tiempo era impensable; asevera Baños: “antes
era no, no, lengua, país, ahora, como tenemos un proyecto político común
urgente…, porque una cosa te voy a decir, yo no aguanto muchos años más de
independentista, porque es agotadísimo, queremos ser independientes de España
para dejar de ser independentistas, que si reuniones, que si libros,
conferencias…”
El
Estado, para los autores, roba a todos los españoles, directamente con los
impuestos a Catalunya, pero a los mallorquines el 14% de su PIB, a los
asturianos todo su futuro, cerrando astilleros y minas; a los andaluces
manteniendo una propiedad de la tierra de tipo feudal, a los madrileños
aumentando las diferencias entre barrios pobres y ricos, en Cádiz están con el
45% de paro. Claro que todo esto se tapa con las hazañas de la “Roja” y,
particularmente, atacando a los catalanes para esconder las miserias propias.
Claro que me pregunto y le pregunto: si nos imaginamos una Catalunya
independiente, pero carrinclona (1) y cumbayà (2), y que necesitara, necesita,
también una regeneración:
¿Escribiría
el libro Destruir Catalunya?
(Ríos me
mira con tribulación). “No con ese
título, porque sería contradictorio con lo que defiendo. Pero yo soy crítico
con todo lo que amo, si amo Catalunya, seré crítica con ella. Como dije, no se
trata simplemente de cambiar a Rajoy por Mas, para eso no valdría la pena
luchar. Existe la caspa en España, pero también hay caspa catalana. La
independencia es también para luchar contra la oligarquía catalana”.
Como
escribe Baños en su libro: “Se trata de
dejar de hacer país, y tener uno hecho, abandonar el laborioso papel de
víctima, que es muy cansado… para poder decir que los escritores de la
República son catalanes sin tener que escrutar la lengua en la que escribieron,
para que desaparezca CiU, no más partidos redentores que defiendan Catalunya en
Madrid, para ir por España como por casa, para dejar de pensar en provinciano,
y hacerlo como país pequeño, no cambia el tamaño, se multiplica el espacio…” -y
añade- “Queremos ser independientes para
cambiar Catalunya, no para cambiar Murcia. No queremos ser independientes para
cambiar la bandera de los estancos por la senyera,
ni la cabra de la legión por el burro catalán”.
Pero
parte de esa burguesía catalana, por cierto, la gran burguesía catalana es la
que participó en la construcción del Estado español que hoy conocemos, decía
que parte de esa burguesía participa de las tesis independentistas, entre las
“élites extractivas”, como se dice ahora, también hay sus contradicciones.
Sobre esto me apunta Baños:
“Sí, pero la oligarquía no es
independentista. Cuando a banqueros como Isidre Fainné (la Caixa) y Emilio
Botín (Santander) les pone nerviosos lo de la independencia, es que vamos de puta mare”.
Uno de
los llamados “padres” de la Constitución, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón,
ex-UCD, ex-PP, aboga por terminar con el “café para todos” y pide reconocer de
una vez que Catalunya es una realidad nacional, que es una Nación. Cita a
Navarra y el trato diferencial que le da el Estado con el fuero navarro. La
solución es “política, y no jurídica”
–dice el veterano político-, para añadir: “Sólo
los malos juristas creen en la letra de las leyes”, y pide un pacto de
Estado que blinde competencias esenciales de Catalunya, como la lengua,
economía e infraestructuras; quizá este discurso vaya más en la línea del
diálogo, que no el mantra del “No” de Rajoy y su gobierno del PP, verdadera
fábrica de independentistas. Claro que el independentismo, por el contrario,
nos puede llevar al ensimismamiento, el creernos los mejores y los más
demócratas, y olvidar que la lucha de clases, pese al quién pese, existe, y
como dijo el multimillonario Warren Buffet: “La lucha de clases existe y la vamos ganando nosotros”. La independencia
catalana, en sí, no significa nada, no es un programa político, se trata de qué
contenidos tendría esa hipotética República catalana, y quizá eso es de lo
menos que se habla en los debates, tema que sale en la conversación con los dos
autores. Quizá, como piensan algunos, el auge social del independentismo
catalán va más allá del ámbito geográfico; por su transversalidad, puede que sea un movimiento regeneracionista, como los que
se están dando en otros países de Europa, cuya soberanía reside en organismos,
como la Troika, que ni han votado ni pueden sustituir. Pero, en el tono
provocativo del libro, le pregunto a Ríos:
¿No será
usted un charnego agradecido?
(Risas, y
contestando en catalán) “No, en
absoluto. Una de las cosas que me molestan más del rollo del catalanet tradicional es el
paternalismo. A mí que me digan que “soy un buen catalán” no me gusta. En
Twitter, una persona bienintencionada, me escribió: “Tú te puedes considerar un
catalán de pleno derecho”, repito, lo dijo con la mejor intención, pero a mí
nadie me tiene que decir qué soy yo, qué puedo ser y cómo me tengo que
relacionar con la tierra que he querido hacer mía. Estoy agradecido como lo
puedo estar de Cádiz o Berlín, pero ese paternalismo para mí grinyola (chirría).
Añade Baños:
“Es un discurso muy dominante y muy
irritante aún en Catalunya y que hay que superar, eso de que “encima que te
hemos dado trabajo”… será porque te lo has currado, nadie regala nada. Además,
yo no tengo ningún problema en decir que soy
español, porque más allá del Reino de España, que es del que queremos huir
porque estamos hasta las narices, España, la Península, su cultura… de eso no
podemos ni queremos salir. Me siento español como un noruego se siente
escandinavo, parte de una región cultural y geográfica. Ser catalán podía ser
una forma de ser español, como un sueco o un danés son escandinavos, pero como
no nos han dejado tranquilos. En España sólo hay una manera de ser español,
católico, castellano, el “español normal”, del que habla el PP. Y esto es así
porque siempre se han expulsado a las minorías, a los judíos, los árabes, los
masones, liberales, protestantes, carlistas…”
En esos
momentos, los amigos de la librería Taïfa, donde se está desarrollando la
conversación, entran con unas botellas de vino y Baños comenta:
“Ves, ya nos hemos distraído, ni
república catalana, ni civismo, al final nuestro carácter mediterráneo se tira
por el vino, como sucede en toda España.
Entonces…
¿Catalunya es charnega para siempre, castellera
y paquistaní?
“Sí, claro, para siempre, charnega y
casada con Andalucía, aunque se divorcie de España. De alguna forma se ha roto
con un catalanismo tradicional y se ha cambiado por un catalanismo popular,
donde la mezcla y el mestizaje están presentes. Quizá esto se entiende poco
fuera de Catalunya”.
SPANISHCASPA
El autor
invita a sus lectores a “Destruir España” mandándole sus ejemplos de caspa
hispánica a su cuenta de Twitter (@unadecat) con el hashtag #SPANISHCASPA. En el libro se recogen ejemplos, a saber:
-Rita Barberá,
sea época o no de Fallas.
-Ana
Botella, siempre.
-Santiago
Segura, aunque no vaya de Torrente.
-Radio
Tele-Taxi y su falso acento-andaluz-para-catalanes.
-Alardear
de hablar mal cualquier idioma, incluido el español.
-Presumir
abiertamente de incultura.
-Decir
que los catalanes “son un pueblo muy trabajador” para contentarlos.
-Las
colas para comprar el libro de Belén Esteban.
-Odiar a
tus provincias y, en cambio, celebrar desaforadamente el encontrarte con sus
habitantes en el extranjero.
-Creer que
el feminismo es decir “compañeras y compañeros”, sobre todo si eres de UGT o
Comisiones. Escribir “tod@s” para rematarlo.
Javier Ríos (Cádiz, 1975) es periodista formado en Madrid y,
desde 2003, reside en Catalunya; precisamente desde Barcelona fue columnista
del Diario de Cádiz. Durante una
corta temporada vivió en Berlín, pero la lluvia y los días nublados, y que se
había dejado la “rebequita” en casa, le hicieron volver a España. Gracias a un
trabajo pudo cumplir un sueño de juventud, que no era otro que recorrer la
Península Ibérica, cosa que hizo durante 5 años.
NOTAS:
1) Carrinclona: ramplona, provinciana, localista.
2) Cumbayà o Kumbayá:
secularización del catolicismo en el folclore tradicional y en deportes como el
excursionismo y en el escultismo, tipo el Moviment
Escolta de los Boy Scouts.
Hace referencia a la canción tradicional, ya saben: “Kumbayá, señor, Kumbayá…”
Publicado originalmente en la Revista Rambla
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