CUENTOS DE MUERTE Y DEMENCIA
Edgar Allan Poe
Por
Javier Coria
Entre
el cómic y la novela gráfica, Cuentos de
muerte y demencia de Allan Poe, es una interesante propuesta que nos ofrece
la editorial Nórdica Libros para visitar, o revisitar, el mundo extraño y
melancólicamente terrorífico del autor bostoniano. Cuatro son los cuentos que
se recogen en este volumen, a saber: “El corazón delator”, “El sistema del
doctor Tarr y el profesor Fether”, “La caja oblonga” y “Los hechos del caso del
señor Valdemar”. Se agradece la nueva traducción, a la que nos tiene
acostumbrados el editor Diego Moreno, al que le oí decir en una ocasión que cada
generación debe tener una nueva traducción de los autores y obras
fundamentales, y Poe por supuesto que es un autor fundamental. La traducción
corre a cargo de Íñigo Jáuregui.
Y
claro, las ilustraciones entre lo
macabro y lo simpático, son de un experto en esas negruras del horror y de los
abismos abisales del delirio y la demencia, no en vano, Gris Grimly, porque es
de él de quien hablamos, ya tiene una importante obra publicada, y alguna
película, dentro del género del terror y la fantasía más gótica, por ejemplo el
libro ilustrado de Neil Gailman, El
alfabeto peligroso o La leyenda de
Sleepy Hollow (El jinete sin cabeza de Washington Irving) y los cortos de
animación, como por ejemplo el Pinocho
que realizó con Guillermo del Toro.
El
latido de la víctima que retumba en la conciencia del victimario: “¡Es cierto!
Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué
afirman ustedes que estoy loco? Una institución mental y una descripción
aparente normal de lo anormal. Una caja misteriosa, un barco con un secreto y
la sobra de la necrofilia, y por último el mesmerismo y la mirada penetrante
del hipnotizador que, quizá, pueda detener el hecho biológico de la muerte, en
un relato que fue tomado como un verdadero informe científico en su época, por
cierto. En fin, 160 páginas a todo color que alimentan los sentidos y algo más,
porque ya saben: “¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no
muera!”, pedía a su familia a través del correo Fedor Dostoyevsky desde su destierro
en Siberia.
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