HOGAR
La niña sólo tenía cuatro años, de manera que con seguridad
sus recuerdos eran confusos. Su madre, para hacerla consciente del inminente
cambio, la llevó hasta la cerca de alambre de púas y, de lejos, le mostró el
tren.
-¿No te alegras? Ese tren nos llevará a casa.
-Y entonces ¿qué va a pasar?
-Entonces estaremos en nuestro hogar.
-¿Qué es un hogar? –preguntó la niña.
-Donde vivíamos antes.
-Y allí ¿qué hay?
-¿Te acuerdas todavía de tu osito?
Quizás también estén allí tus muñecas.
-Mamá –preguntó la niña-, ¿en casa también hay guardias?
-No, allí no hay.
-Entonces –preguntó la niña-, de allí ¿podremos escapar?
PENSAMIENTO EN EL SÓTANO
La pelota atravesó la ventana rota y cayó en el pasillo del
sótano.
Una de las niñas, la hija de catorce años de los conserjes,
bajó renqueando a buscarla. A la pobre el tranvía le había cortado la pierna
por debajo de la rodilla, y se sentía feliz cuando podía recoger pelotas para
los demás.
En el sótano reinaba la penumbra, pero de todas maneras le
llamó la atención algo que se movía en un rincón.
¡Minino! –dijo la muchacha de pierna de palo de la
conserjería-. Y tú ¿qué aquí, gatito?
Alzó la pelota y, como pudo, se apresuró a llevarla.
La vieja, sucia y hedionda rata –fue a ella a quien
confundieron con un gatito –se sorprendió. Así no le había hablado todavía
nadie.
Hasta ahora sólo la odiaron, le lanzaron pedazos de carbón o
huyeron aterrados ante su presencia.
Por primera vez se le ocurrió lo diferente que hubiera sido
todo si, por ejemplo, hubiera nacido gato.
Es más -¡porque así de insaciables somos!-, continuó
tejiendo sus fantasías. ¿Y si hubiera nacido para ser la muchacha de pierna de
palo de la conserjería?
Pero eso ya hubiera sido demasiado hermoso. No se lo pudo ni
imaginar.
LA MUERTE DEL ACTOR
Hoy en la tarde, en una de las calles laterales a la avenida
Üllöi. Perdió el conocimiento y cayó desmayado Zoltán Zetelaki, el popular
actor.
Los transeúntes lo llevaron a la clínica más próxima, pero
resultó vano todo intento por resucitarlo con los avances más recientes de la
ciencia, incluido el uso de un pulmón de acero. El excelente actor, después de
una larga agonía, falleció a las seis y media de la noche; su cuerpo fue trasladado
al Instituto de Anatomía.
A pesar de este trágico acontecimiento, la representación de
esa noche de El rey Lear transcurrió
sin contratiempos. A pesar de que Zetelaki se retrasó un poco, y en el primer
acto se le notó extremadamente cansado (en algunos momentos fue evidente que
requería de la ayuda del apuntador), luego se encontró a sí mismo, y la muerte
del rey ya la representó con una fuerza tan convincente, que recibió un aplauso
estruendo.
Después lo invitaron a cenar, pero no fue. Se limitó a
decir:
-Hoy tuve un día muy difícil.
IN
MEMORIAM DOCTOR K.H.G.
-Hölderlin ist Ihnen
unbekanny? (*) –preguntó el doctor K.H.G., mientras cavaba la fosa para el
caballo muerto.
-¿Quién era ése? –preguntó el guardia alemán.
-El que escribió Hiperión
–explicó el doctor K.H.G. Le gustaba mucho explicar -. La figura más
importante del romanticismo alemán. ¿Y Heine, por ejemplo?
-¿Quiénes son esos? –preguntó el guardia.
-Poetas –dijo el doctor K.H.G. -. ¿Tampoco conoce el nombre
de Schiller?
-Sí, lo conozco –dijo el guardia alemán.
-¿Y el de Rilke?
-También –dijo el guardia alemán, y de un tiro mató al
doctor K.H.G.
(*) ¿No conoce usted a Hölderlin? (N. de la T.)
CLIENTE FIJA
-Discúlpeme, mi querida señora, pero hoy no le puedo leer el
menú, vea alrededor, es la hora punta, y cuando sucede, no sé ni dónde tengo la
cabeza. Pero, ya que por casualidad se han sentado a la misma mesa, quizás
podríamos pedirle al joven caballero, mientras le traigo los filetes a la
vienesa, que le lea a la abuela el menú, con excepción de las sopas, porque
ésas no le interesan.
-Por supuesto. Pescados. Hay carpa rebozada. Carpa a la
parrilla, con ensalada de patatas.
-Le confieso que no soy amiga de los pescados, aunque se
dice que en este sitio no compran carpas de lago, sino de río. Todo el mundo
habla bien de la cocina de este lugar. Yo lo único que no soporto es que
escriban el menú a mano.
-¿Entonces no continúo con los pescados?
-No me entiende. Yo no tengo nada en contra de los pescados,
sino de los menús escritos a mano, porque me cuesta leerlos, más aún aquí,
donde usan un papel carbón de mala calidad, y la escritura se ve toda borrosa.
-Hay dos tipos de cazuela de pescado. Con espinas y sin
espinas. ¿Le pido alguna de ellas?
-¿Qué le ocurre? ¿Y por qué grita? Detesto los gritos.
-Creía que tampoco el oído de la abuelita andaba bien.
Entonces voy con las carnes. Guisado con pimienta. Croquetas con guisantes
frescos.
-No tengo ningún problema con los oídos. Y ver también veo
bastante bien, sólo que no puedo descifrar los menús escritos a mano. Pero mi
jubilación no alcanza para comprar ropa elegante, y en los restaurantes de más
categoría, donde escriben los menús a máquina, no ven con buenos ojos a los
clientes de trajes raídos, como yo.
-Filete de res con salsa. ¿Le digo los precios también? Doce
con veinte.
-No me interesan los precios, aunque tuve que hipotecar la
mitad de mi jubilación por cinco meses, una vez que me di un golpe tan fuerte
en la rodilla, con la gaveta de la mesilla, que se me inflamaron tres
cartílagos. La mujer que me dio el préstamo ahora me ha demandado.
-Todavía faltan un montón de platos de carne, así nuca vamos
a terminar.
-Fíjese a ver si tienen medallones, porque hace semanas que
no aparecen en el menú, pero no sólo aquí, sino en el barrio entero.
-Pues bien, ahora sí hay. Medallones con patatas cocidas.
¿Se los pido?
-¡No, de ninguna manera! Por lo demás, no quisiera que
malinterpretara lo que dije hace un momento de los restaurantes de más categoría.
Yo no deseo ir a ninguno de ellos, ya que en estos lugares modestos preparan
las comidas con mucha más fantasía. Aquí suele haber incluso lomo con salsa de
hongos.
-Ahora también hay. ¿Le pido eso?
-Ay, no qué va. Por suerte conseguí una buena cooperativa de
abogados, y ahí me explicaron que ni las jubilaciones ni las pensiones pueden
ser embargadas.
-Bueno, ¿quiere que lea o no? Pulmones agrios con pasta. Tuétano
de riñón. Espinacas con huevos fritos.
-Yo sólo quisiera saber por qué en todas partes las
espinacas con huevos fritos aparecen junto a las carnes. Pero veo que ya está
impaciente. Léame todavía los postres, los quesos no me interesan.
-Tarta de manzana. Dulce de manzana. Había también pastel de
hojaldre tirolés, pero ya se acabó.
-Le agradezco su amabilidad. Hoy en día todos hablan mal de
los jóvenes, dicen que son indiferentes o insensibles, pero yo sólo he notado
que casi todos son impacientes. Usted también, joven, leyó muy deliciosamente,
pero de todas maneras se podía sentir que también usted está apurado… Muchas
gracias de nuevo. Hasta la vista.
-¿Se marcha?... Mire, señorita, se fue la abuela, aunque le
leí el menú completo.
-¿Los quesos también?
-No, los quesos no.
-Suelo mencionar que no sólo las sopas, sino que los quesos
tampoco hay que leérselos, pero ella siempre llega a la hora punta, cuando ni sé
dónde tengo la cabeza… Aquí tiene sus filetes a la vienesa.
ISTVÁN ÖRKËNY
(Del libro Cuentos de
un minuto. Selección de Zoltán Fráter, traducción de Judit Gerendas. Thule Ediciones,
2006)
PINTURAS: George Grosz
Qué precisión... es como acercarse a un universo con la mirada de un entomólogo a través de un microscopio. Muy buenos.
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