Por Ricardo Soca
Citar las fuentes de una investigación científica es la primera obligación de un investigador, trátese de un individuo, un equipo o una corporación, como aprenden los estudiantes de primer año de cualquier universidad del mundo. La omisión de este requisito descalifica cualquier investigación, tornándola inaceptable para su consideración en el ámbito académico. Una tesis de doctorado o de maestría que no presente la lista de sus fuentes, elaborada de acuerdo con alguno de los formatos universalmente aceptados sería inapelablemente rechazada y su autor, considerado poco serio.
Sin embargo, las academias de la lengua castellana no se consideran obligadas a cumplir este requisito. Consideran tal vez que el prestigio secular que en un tiempo se atribuyó a la «docta casa» madrileña, las exime de esa obligación que todos los demás estudiosos del mundo comparten.
Todos habrán por lo menos oído hablar del ambicioso Diccionario de americanismos publicado recientemente por la Asociación de las Academias de la Lengua (ASALE), una obra de más de 2 300 páginas publicada en 2010 por Santillana. El secretario de la ASALE, Humberto López Morales, ha reconocido personalmente que en el acopio de materiales los lexicógrafos acudieron «con frecuencia» a la web Jergas de Habla Hispana, confeccionada por Roxana Fitch, «y eso se ha debido a que es de lo mejor que existe en la bibliografía lexicográfica de Hispanoamérica». En una carta que envió a Fitch en 2008, López Morales declaró:
«Me complace decirle que todos sentimos un profundo respeto y una gran admiración por su estupendo trabajo sobre las jergas» y le agradeció «que haya elaborado materiales tan ricos y, en su mayoría, exactos, lo que sin duda ha ayudado no poco a nuestras tareas iniciales». Al final de la carta, López Morales le prometió a Fitch «dar a su trabajo los créditos necesarios en la publicación de nuestro DDA».
Sin embargo, el libro llegó a las librerías, por mano de la RAE y con el sello de la AAL, dos años después sin ningún crédito a la autora de una de las fuentes más importantes consultadas. Rosana Fitch se dirigió posteriormente a López Morales pero no obtuvo más respuesta.
El ortotipógrafo José Martínez de Sousa, autor del Manual de estilo de la lengua española, declaraba tras la presentación del Diccionario panhispánico de dudas:
“(...) permítaseme lamentar que la Academia no se sienta obligada a proporcionar al lector la nómina de autores que han sido consultados para realizar la presente. Todos los autores serios de diccionarios de dudas como este añaden su correspondiente bibliografía (...). No hacerlo así es hacerse merecedor de una mala nota, que es la que aquí queda explícita”.
Si la Real Academia Española diera a conocer sus fuentes podríamos saber, por ejemplo, en qué se basa el Diccionario panhispánico para recomendar el uso del plural 'fanes' para el vocablo de origen inglés 'fan' en lugar del habitual 'fans', recomendado desde el DRAE de 1984. Seguramente no se tomó como fuente el propio corpus académico, que incluye 422 casos de 'fans' y ni uno solo de la forma recomendada.
Esa falta de fuentes es la que hace que un traductor hispanoamericano pueda sentirse desamparado al traducir del inglés la palabra mouse, empleada en forma casi unánime en Latinoamérica para nombrar el aparato informático que España se conoce como 'ratón'. El DRAE ignora solemnemente 'mouse' y el Panhispánico recomienda no usarlo, aunque no explica por qué. Ni podemos saberlo, porque ni uno ni el otro citan sus fuentes.
FUENTE: El Castellano.org
Nunca había pensado en ello, pero el autor de este artículo tiene más razón que un santo, éstos del DREA, en algunos de sus comportamientos, van por el camino de la SGAE.
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