La fiesta de la Epifanía del 6 de enero es más antigua que la propia Navidad. Aunque no es el objeto de este trabajo profundizar en sus orígenes, si que vamos a tratar sobre los Reyes Magos y el rito de las ofrendas convertido hoy en la tradición de los regalos navideños.
Personajes que reparten regalos en Navidad y Año Nuevo, los encontramos en diversas culturas y leyendas locales, son el caso de Tomte, el espíritu nórdico que reparte regalos entre los niños. La bruja Befana que hace lo propio con los niños italianos; los gnomos; el Sinter Klaas holandés; el Father Christmas británico; el Rey Sagrado; el Dios céltico del Año Viejo... Sobre los Magos de Oriente, sólo en el Evangelio canónico de San Mateo se habla de ellos: “Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos...” (Mt. 2,1). Es desde los Evangelios apócrifos de donde nos llega a la tradición cristiana de la adoración de los reyes y otros aspectos del nacimiento de Jesús. Pero en el citado Evangelio, como en el apócrifo Proto-Evangelio de Santiago, no se dicen los nombres, ni el número ni de qué territorios eran reyes.
Durante los primeros siglos estos personajes sólo eran magos, el término griego magoi se aplicaba en aquellos tiempos a ocultistas, astrólogos o a los augures sacerdotales de la religión zoroástrica. Precisamente en el apócrifo Evangelio Árabe de la Infancia se habla de las profecías de Zoroastro (Zaratustra) sobre el nacimiento de un mesías nacido de una virgen. El creciente desprestigio del concepto de mago en aquellas épocas, la magia está prohibida en los textos bíblicos, hizo que se cambiara lo de mago por Reyes de Oriente y, sus gorros frigios de astrólogos y sacerdotes de Mitra, se tornaran coronas. Tertuliano (c.160-220) ya les da el apelativo de reyes en uno de sus textos de la forma siguiente: “Nam et Mago reges habuit fere Oriens”. Aquí se nos plantea otro de los misterios que rodean a estos personajes, su lugar de origen. El vocablo mogu es persa y significa astrólogo y es en Persia donde se fundó el zoroastrismo. Otros comentaristas bíblicos los sitúan en Babilonia donde la astrología tenía gran predicamento y la presencia de una numerosa colonia judía podrían haber enseñado a estos nobles los vaticinios mesiánicos. Más antigua es la hipótesis de que procedían de Arabia o el desierto de Siria; esta teoría se apoya en los presentes que eran propios de Arabia, y en los dromedarios o camellos que utilizaban las caravanas árabes.
En la cuestión de los nombres de los Reyes Magos tampoco hay unanimidad. Los griegos los llamaban Apellicon, Amerim y Serakin; los sirios Kagpha, Badalilma y Badadakharida; los etíopes Ator, Sater y Paratoras, etcétera. Los nombres con los que los conocemos en España, aparecen por vez primera en el siglo VI en un mosaico bizantino encontrado en Rávena (Italia) con la leyenda: “Veneradísimos, Balthassar, Melchior y Gaspar”. Se nos presentan con la imagen con la que han llegado a nuestros días salvo en una cosa, Baltasar no es negro. El Santo inglés Beda el Venerable (c.673-735) hace una descripción de los reyes y el significado de sus presentes y describe a Baltasar como de tez morena pero no negro. Baltasar no fue negro hasta el siglo XVI, las necesidades ecuménicas de la iglesia así lo marcaron. Para ello se identificó a los Reyes Magos con los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet que, según el Antiguo Testamento, representaban a las razas humanas que poblaban el mundo, los europeos, los asiáticos y los africanos. La iconografía popular siguió añadiendo rasgos distintos a los reyes y los hay chinos, japoneses... En Portugal se representa a Baltasar como un indio amazónico.
Sobre el número de los magos tampoco se dice nada en los Evangelios Canónicos, aunque Mateo sólo cita tres presentes. En la iglesia copta de Egipto llegaron a ser sesenta, en Siria y Armenia eran doce como los apóstoles y las doce tribus de Israel. En las catacumbas romanas en los siglos III y IV se les representaban como dos o cuatro. Orígenes (c.185- c. 254) cita tres y este número es el que ha prevalecido hasta hoy. Desde el siglo V, en occidente, se celebra la adoración de los Magos el 6 de enero, cuyas supuestas reliquias se conservan en la catedral de Colonia (Alemania). La costumbre de traer juguetes a los niños es reciente, del siglo XIX.
El cuarto Rey Mago
Esta es una leyenda muy antigua que se difundió por Europa y que narra las peripecias de Artabán, el cuarto Rey Mago. Al parecer, este personaje tenía la particularidad de llegar tarde a sus citas. Así lo hizo a la que tenía con los otros tres magos en el templo de Borsippa en Babilonia, problemas con su cabalgadura y su sentido de buen samaritano, le hicieron entretenerse para ayudar a un caminante que se había topado con unos bandoleros y sus compañeros partieron sin él. Su mala suerte le hizo llegar a Belén cuando la Sagrada Familia ya había partido hacía Egipto y los siguió incluso hasta Matarich sin encontrarlos. Durante treinta y tres años estuvo este hombre buscando al Mesías cuando por fin lo localizó en Jerusalén iniciado el Vía Crucis, pero un soldado romano le impidió el paso al Calvario. No obstante esta leyenda tiene un final feliz, como premio a sus esfuerzos por encontrarse con Jesús, se le apareció después de la resurrección. ¿Quizás este mago portaba el cuarto y misterioso presente que se cita en apócrifo Evangelio Armenio de la Infancia como el Libro de Seth?
Personajes que reparten regalos en Navidad y Año Nuevo, los encontramos en diversas culturas y leyendas locales, son el caso de Tomte, el espíritu nórdico que reparte regalos entre los niños. La bruja Befana que hace lo propio con los niños italianos; los gnomos; el Sinter Klaas holandés; el Father Christmas británico; el Rey Sagrado; el Dios céltico del Año Viejo... Sobre los Magos de Oriente, sólo en el Evangelio canónico de San Mateo se habla de ellos: “Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos...” (Mt. 2,1). Es desde los Evangelios apócrifos de donde nos llega a la tradición cristiana de la adoración de los reyes y otros aspectos del nacimiento de Jesús. Pero en el citado Evangelio, como en el apócrifo Proto-Evangelio de Santiago, no se dicen los nombres, ni el número ni de qué territorios eran reyes.
Durante los primeros siglos estos personajes sólo eran magos, el término griego magoi se aplicaba en aquellos tiempos a ocultistas, astrólogos o a los augures sacerdotales de la religión zoroástrica. Precisamente en el apócrifo Evangelio Árabe de la Infancia se habla de las profecías de Zoroastro (Zaratustra) sobre el nacimiento de un mesías nacido de una virgen. El creciente desprestigio del concepto de mago en aquellas épocas, la magia está prohibida en los textos bíblicos, hizo que se cambiara lo de mago por Reyes de Oriente y, sus gorros frigios de astrólogos y sacerdotes de Mitra, se tornaran coronas. Tertuliano (c.160-220) ya les da el apelativo de reyes en uno de sus textos de la forma siguiente: “Nam et Mago reges habuit fere Oriens”. Aquí se nos plantea otro de los misterios que rodean a estos personajes, su lugar de origen. El vocablo mogu es persa y significa astrólogo y es en Persia donde se fundó el zoroastrismo. Otros comentaristas bíblicos los sitúan en Babilonia donde la astrología tenía gran predicamento y la presencia de una numerosa colonia judía podrían haber enseñado a estos nobles los vaticinios mesiánicos. Más antigua es la hipótesis de que procedían de Arabia o el desierto de Siria; esta teoría se apoya en los presentes que eran propios de Arabia, y en los dromedarios o camellos que utilizaban las caravanas árabes.
En la cuestión de los nombres de los Reyes Magos tampoco hay unanimidad. Los griegos los llamaban Apellicon, Amerim y Serakin; los sirios Kagpha, Badalilma y Badadakharida; los etíopes Ator, Sater y Paratoras, etcétera. Los nombres con los que los conocemos en España, aparecen por vez primera en el siglo VI en un mosaico bizantino encontrado en Rávena (Italia) con la leyenda: “Veneradísimos, Balthassar, Melchior y Gaspar”. Se nos presentan con la imagen con la que han llegado a nuestros días salvo en una cosa, Baltasar no es negro. El Santo inglés Beda el Venerable (c.673-735) hace una descripción de los reyes y el significado de sus presentes y describe a Baltasar como de tez morena pero no negro. Baltasar no fue negro hasta el siglo XVI, las necesidades ecuménicas de la iglesia así lo marcaron. Para ello se identificó a los Reyes Magos con los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet que, según el Antiguo Testamento, representaban a las razas humanas que poblaban el mundo, los europeos, los asiáticos y los africanos. La iconografía popular siguió añadiendo rasgos distintos a los reyes y los hay chinos, japoneses... En Portugal se representa a Baltasar como un indio amazónico.
Sobre el número de los magos tampoco se dice nada en los Evangelios Canónicos, aunque Mateo sólo cita tres presentes. En la iglesia copta de Egipto llegaron a ser sesenta, en Siria y Armenia eran doce como los apóstoles y las doce tribus de Israel. En las catacumbas romanas en los siglos III y IV se les representaban como dos o cuatro. Orígenes (c.185- c. 254) cita tres y este número es el que ha prevalecido hasta hoy. Desde el siglo V, en occidente, se celebra la adoración de los Magos el 6 de enero, cuyas supuestas reliquias se conservan en la catedral de Colonia (Alemania). La costumbre de traer juguetes a los niños es reciente, del siglo XIX.
El cuarto Rey Mago
Esta es una leyenda muy antigua que se difundió por Europa y que narra las peripecias de Artabán, el cuarto Rey Mago. Al parecer, este personaje tenía la particularidad de llegar tarde a sus citas. Así lo hizo a la que tenía con los otros tres magos en el templo de Borsippa en Babilonia, problemas con su cabalgadura y su sentido de buen samaritano, le hicieron entretenerse para ayudar a un caminante que se había topado con unos bandoleros y sus compañeros partieron sin él. Su mala suerte le hizo llegar a Belén cuando la Sagrada Familia ya había partido hacía Egipto y los siguió incluso hasta Matarich sin encontrarlos. Durante treinta y tres años estuvo este hombre buscando al Mesías cuando por fin lo localizó en Jerusalén iniciado el Vía Crucis, pero un soldado romano le impidió el paso al Calvario. No obstante esta leyenda tiene un final feliz, como premio a sus esfuerzos por encontrarse con Jesús, se le apareció después de la resurrección. ¿Quizás este mago portaba el cuarto y misterioso presente que se cita en apócrifo Evangelio Armenio de la Infancia como el Libro de Seth?
©JAVIER CORIA
NOTA: Extractos de un artículo publicado originalmente en la revista CLÍO, año 3, núm. 27, del mes de enero de 2004)
IMAGEN: Wikimedia Commons. Eugenio Orozco, La adoración de los Reyes Magos, Madrid, Monasterio de las Descalzas Reales.
IMAGEN: Wikimedia Commons. Eugenio Orozco, La adoración de los Reyes Magos, Madrid, Monasterio de las Descalzas Reales.
Felicidades por el blog, Javier.
ResponderEliminarUn abrazo
Rosa
¡Gracias! Rosa y saludos a Cornelia. Creo que en Baunatal están a 11 grados bajo cero.
ResponderEliminarBuen regalo de Reyes la existencia de tu blog, Javier, pues fue justamente ayer cuando leí el aviso. He querido echar un vistazo antes de hacer un comentario, y está estupendo, muy interesante. Claro que no podía ser de otra manera siendo tú.
ResponderEliminarNos veremos por aquí, besos.
ILONA