“Esos reyes poderosos
Que vemos por escrituras
Ya pasadas,
Por casos tristes, llorosos,
Fueron sus buenas venturas
Trastornadas;
Así que no hay cosa fuerte,
Que a Papas y emperadores
Y prelados,
Así los trata la muerte
Como a los pobres pastores
De ganados”
“Coplas por la muerte de su padre” de Jorge Manrique (1440-1479)
¿La muerte todo lo iguala? Pues parece que no, a algunas personas les persiguen las reyertas y las mezquindades humanas más allá de la muerte, y aquí les traigo unos ejemplos.
John London fue un peluquero inglés que tuvo sus más y sus menos con la sanidad de su país. En vista de que su caso iba para largo y su corazón se resentía, dejó encargado su epitafio:
“Les dije que estaba enfermo”
Epitafio muy copiado; incluso por personas que, hasta hoy y que yo sepa, gozan de buena salud. Como fuere que el fígaro además de la leyenda citada identificaba a sus galenos con nombres y apellidos, las autoridades censuraron el texto y el caso terminó en los tribunales. Desconozco en qué acabó el pleito, pues los tabloides no siguieron el caso, pero presumo que ejemplos parecidos tenemos en España.
Los médicos y, sobre todo, las aseguradoras son el blanco perfecto de lo que yo llamo la “venganza póstuma”. Éste es un ejemplo recogido en el cementerio de Collserola, en Barcelona. Se respeta la redacción original, claro:
“Aquí reposan los restos que por falta de suficiente competencia del Dr. que le hizo 3 operaciones y falleció al Dr. que le tuvo que hacer la 4ª, a las 12, ½ de la madrugada del día 8-7-89, durante 5 meses organizado por una sociedad médica. Hortensia Álvarez”
Este es un epitafio del que no puedo asegurar su autenticidad ya que no fue recogido por mí, me lo pasó un lector, el día de Sant Jordi de hace años, cuando le firmaba un ejemplar de “Epitafios…”. Según me contó el buen hombre pertenece a un cementerio de Madrid:
“Nunca me pasó nada, siempre gocé de buena salud, y por un día que tosí se empeñaron en enviarme al médico. Yo sabía que iba a pasarme algo malo”
Pero el reproche más curioso lo recogí en el cementerio de Montjüic. En un nicho acristalado, pegados por fuera del cristal, se encontraban un cinturón y una nota manuscrita que decía así:
“Con un cinturón como este pegaba a su único hijo, a instancias de su madrastra. Su hijo jamás se lo perdonará y su padre estará “muerto” para siempre”
Pero dejando enfermos y galenos e historias de madrastras malvadas, vayamos con la represión política pura y dura. En el cementerio de Montjüic de Barcelona, en la vía de San Carlos, agrupación 13 (atención al número), se encuentra la zona civil donde protestantes; espiritistas; duelistas; suicidas; ateos… en fin, todos aquellos que según costumbre no podían ser enterrados en tierra consagrada, se enterraban aquí. En ese lugar están las tumbas de los anarcosindicalistas Francisco Ascaso, Buenaventura Durruti y el famoso pedagogo y creador de la Escuela Moderna, Francesc Ferrer i Guardia. Durante la larga noche franquista, e incluso en el postfranquismo, estas tumbas fueron anónimas, sólo un significativo epitafio marcaba la zona para conocimiento de “iniciados”:
“Pero nosotros traemos un mundo nuevo en nuestros corazones”
Ni que decir tiene que acercarse por allí en ciertas épocas, aunque sólo fuera para dejar unas flores, era jugarse la integridad física o la libertad. En marzo de 1975, la policía antidisturbios, los tristemente famosos “grises”, se emplearon a fondo para disolver a un grupo de ciudadanos que se juntaron allí para hacer un homenaje a los luchadores antifascistas. Porrazos, gases lacrimógenos, disparos… rompieron la paz propia del camposanto. Lo que demuestra que la lucha de clases no acaba con la muerte, por lo menos en algunos casos.
Los hermanos Badía, Miquel y Josep, fueron unos nacionalistas catalanes asesinados en un oscuro suceso durante la II República, en 1936. Unos militantes de la FAI les dispararon por alguna disputa que, al parecer, tenía que ver con los llamados “comandos” del partido Estàt Català y las responsabilidades de Orden Público que llegó a ejercer Miquel Badía en la Generalitat republicana. Fuere cómo fuere, en lo que nos ocupa, decirles que sus lápidas estuvieron puestas del revés hasta 1975, en que volvieron a su estado original. Un caso parecido es el del dirigente comunista Joan Comorera, primer secretario del PSUC, cuya disidencia le llevó a ser expulsado del partido y su lápida se encuentra (por lo menos cuando yo lo visité) tirada y rota en el césped del “Fossar de la Pedrera”, la fosa común de Montjüic, lugar de enterramiento de muchos represaliados. Pero eso es otra historia.
© JAVIER CORIA
FOTO: © Javier Coria. Cementerio de Montjüic, Barcelona.
Ha sido un gustazo leer tu post.
ResponderEliminarFeliz inicio de semana.
Besos
¡Gracias! Feliz semana para vosotros.
ResponderEliminarMuy bien documentado.
ResponderEliminarGuille, si que tengo una foto con las lápidas dedicadas a Ferrer i Guardia y Durruti. No me acordaba del trabajo de Abel Paz, que comenta que en dichas tumbas, no están los restos de Durruti, porque están vacías. Es más, los nichos en los que fueron enterrados Ascaso y Durruti provisionalmente, desaparecieron de la numeración moderna. En la Vía San Olegario, según el autor citado, faltan mil nichos. No sabemos si por "enterrar" la historia o por la especulación del suelo, que también existe en los cementerios. Por existir, hasta existen "ocupas" también. Prometo seguir el asunto. No es la primera vez que sigo la búsqueda de un difunto ilustre. El último, la tumba del verdadero Cyrano de Bergerac...
ResponderEliminarNo se porque no me siento sorprendida:-(
ResponderEliminarEspero con sumo interés todas tus pesquisas. Tu blog es apasionante.
Besos.
" por qué" disculpa...
ResponderEliminar¡Gracias! por lo de "Tu blog es apasionante".
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