Nota de la Redacción: Esta
versión online ha sido corregida por
Javier Coria cotejándola con la traducción de las Obras de J. V. Stalin publicada en 1953 por Ediciones en Lenguas
Extranjeras de Moscú, que a su vez procedía de la edición rusa de 1946, editada
por el Instituto Marx-Engels-Lenin, adscrito al Comité Central del PCUS. Existe
una edición de las “obras” en español,
en 15 tomos, publicada por Ediciones Vanguardia Obrera, S. A. (VOSA), Madrid,
1984. La entrevista de H. G. Wells se halla en el tomo XV, páginas 7 a 28.
Por:
H. G. Wells. Ilustraciones: Josep M. Maya.
Le estoy muy agradecido, Sr.
Stalin, por darme la oportunidad de conversar con Ud. Hace poco estuve en los
Estados Unidos. Tuve una larga entrevista con el presidente Roosevelt, y en
ella traté de averiguar, por cuáles ideas se deja guiar él. Ahora vengo con Ud.
para preguntarle, qué hace para cambiar el mundo.
No
tanto.
Viajo por el mundo como hombre
sencillo, y como hombre sencillo observo lo que sucede a mí alrededor.
Hombres
de la vida pública de su importancia, no son "gente sencilla".
Naturalmente, sólo la historia pronuncia el juicio definitivo acerca de la
importancia que tal o cual hombre haya tenido efectivamente; pero en todo caso,
Ud. no contempla el mundo con los ojos del "hombre sencillo".
No finjo modestia. Lo que
quiero decir es, que trato de ver el mundo con los ojos del hombre sencillo, y
no con los de un político de partido o de un alto funcionario de
administración. Mi visita a los Estado Unidos me ha dado más de un estímulo
para nuevas reflexiones. El viejo mundo financiero allí se está derrumbando; la
vida económica del país va siendo reorganizada según nuevos principios. Lenin
dijo: "Debemos aprender a manejar
nuestros asuntos, debemos aprender de los capitalistas". Hoy, los
capitalistas deben aprender de ustedes, y asimilar el espíritu del socialismo.
Me parece, que los Estados Unidos se encuentran en un profundo proceso de
reorganización, está naciendo una economía planificada, una economía
socialista. Ud. y Roosevelt parten de posiciones diferentes. ¿Pero acaso no
existen, a pesar de eso, puntos de contacto entre lo que se piensa en
Washington y lo que se piensa en Moscú? ¿No existe un cierto parentesco entre
las respectivas ideas y necesidades? Las mismas cosas me llamaron la atención
en Washington como ahora aquí: se constituyen oficinas, se crea una serie de
nuevos órganos reguladores del Estado, se organiza el servicio estatal que hace
tiempo hacía falta. Lo que se necesita allí como aquí es la posibilidad de
intervenir con medidas directivas.
Los
Estados Unidos persiguen un fin diferente al nuestro en la URSS. El fin que
persiguen los Estados Unidos se ha dado como resultado de los problemas
económicos, de la crisis económica. Los americanos quieren encontrar una salida
a la crisis, con medidas del capitalismo privado, sin cambiar la base
económica. Intentan limitar a un mínimo el daño, las pérdidas que resultan del
sistema económico actual. Con nosotros, en cambio, la vieja base económica ha
sido, como Ud. sabe, destruida, y en su lugar fue creada una base económica
nueva, completamente diferente. Aunque los americanos, a los que alude,
alcanzaran su meta en parte, es decir, si lograsen limitar las pérdidas a un
mínimo, no eliminarían las raíces de la anarquía inherente al sistema
capitalista. Protegen el sistema económico que origina, forzosa e
inevitablemente, anarquía de la producción. Para ellos no se trata, por lo
tanto, de una reorganización de la sociedad, de abolir el viejo sistema social,
del cual nacen la anarquía y las crisis, sino, a lo sumo, de restringir
determinadas desventajas, de restringir determinados abusos. Subjetivamente,
los americanos tal vez tengan la opinión de estar reorganizando la sociedad;
pero objetivamente protegen la base actual de la sociedad. Por eso,
objetivamente no habrá ninguna reorganización de la sociedad. Y tampoco una
economía planificada. ¿Qué es la economía planificada? ¡Veamos algunas de sus
cualidades! La economía planificada tiene como meta abolir la desocupación.
Supongamos, que manteniendo el sistema capitalista, fuese posible limitar la
desocupación a un cierto mínimo. Con seguridad, ningún capitalista aprobaría la
eliminación total de la desocupación, la abolición del ejército de reserva de
desocupados que está destinado a ejercer presión sobre el mercado de trabajo, y
constituye una garantía de mano de obra barata. Ahí tiene Ud. una de las
contradicciones de la "economía planificada" de la sociedad burguesa.
¡Sigamos! Economía planificada significa, impulsar la producción en aquellas
ramas industriales, cuyos bienes son de especial importancia para la masa del
pueblo. Pero Ud. sabe que, en el capitalismo, la ampliación de la producción se
lleva a cabo de acuerdo a reglas totalmente diferentes, que el capital afluye a
aquellos sectores económicos, en los que el pago de utilidades sea mayor. Nunca
podrá Ud. inducir a un capitalista a que se infrinja pérdidas a sí mismo, y a
que se contente con un pago de utilidades más bajo, para satisfacer las
necesidades del pueblo. Sin que desaparezcan los capitalistas, sin que sea
abolido el principio de la propiedad privada de los medios de producción, es
imposible edificar una economía planificada.
Estoy de acuerdo con Ud. en
muchos sentidos. Pero quisiera realzar, que, al decidirse un país entero por el
principio de la economía planificada, al comenzar el gobierno lentamente, paso
a paso, a imponer ese principio consecuentemente, al final habrá desaparecido
la oligarquía financiera, y se habrá alcanzado el socialismo, en el sentido
anglosajón de la palabra. El efecto que parte de las ideas "New-Deal"
de Roosevelt es extraordinariamente fuerte para mí, esas son ideas socialistas.
Me parece que en vez de acentuar el contraste entre ambos mundos, deberíamos
aspirar a encontrar un lenguaje común para todas las fuerzas constructivas.
Al
hablar de la imposibilidad de realizar los principios de la economía
planificada, manteniendo al mismo tiempo la base económica del capitalismo, no
quiero, en lo más mínimo, rebajas las excepcionales facultades personales de
Roosevelt, su iniciativa, su valor y su fuerza de decisión. Indudablemente,
Roosevelt es, entre todos los líderes del mundo capitalista de hoy, uno de los
personajes más vigorosos y sobresalientes. Por eso quisiera volver a acentuar
una vez más, que mi convicción acerca de la imposibilidad de la economía
planificada bajo condiciones capitalistas no significa que ponga en duda las
facultades personales, el talento y el valor del presidente Roosevelt. Pero si
las circunstancias no lo permiten, el líder más dotado de clarividencia no
puede alcanzar el objetivo del cual Ud. habla. En un sentido puramente teórico,
por supuesto no queda excluida la posibilidad de acercarse, bajo las
condiciones del capitalismo, paulatina y gradualmente a la meta que Ud. llama
"socialismo en el sentido anglosajón de la palabra". Pero ¿qué clase
de socialismo será ese? A lo sumo refrenaría a los representantes individuales
más desvergonzados del capital y aplicaría el principio de la intervención en
la economía nacional en un campo algo más amplio. Todo muy bien. Pero tan
pronto Roosevelt o cualquier otro líder del mundo burgués de hoy, quiera ir más
allá, y quiera seriamente atacar las bases del capitalismo, irremediablemente
sufrirá un fracaso rotundo. Los bancos, la industria, las grandes empresas, las
grandes grajas agrícolas no le pertenecen a Roosevelt. Sin excepción son
propiedad privada. El ferrocarril, la flota mercante, todo esto está en manos
de propietarios privados. Y, finalmente, aún el ejército de obreros
calificados, de ingenieros, de técnicos no está bajo el mando de Roosevelt,
sino bajo el mando de propietarios privados: toda esta gente, sin excepción,
trabaja para propietarios privados. Tampoco nos debemos olvidar de la función
del Estado en el mundo burgués. El Estado es una institución que organiza la
defensa del país y mantiene el "orden"; es una máquina para la
recaudación de impuestos. El Estado capitalista no tiene mucho que ver con la
economía en el sentido propio de la palabra; ésta no se encuentra en manos del
Estado. Al contrario, el Estado está en manos de la economía capitalista.
Justamente por eso, Roosevelt, a pesar de toda su energía, me temo que no
logrará el fin señalado por Ud., siempre suponiendo que esté, efectivamente,
persiguiendo tal fin. Tal vez sea posible, dentro de algunas generaciones,
aproximarse un poco más a esa meta; personalmente, sin embargo, creo que ni
siquiera eso es muy probable.
Quizás esté yo más convencido
de una interpretación económica de la política que Ud. Los inventos y la
ciencia moderna han producido poderosas fuerzas que impulsan hacia una mejor
organización, un mejor funcionamiento de la sociedad, es decir, al socialismo.
Organización y regulación de la actividad individual se han convertido, por
encima de toda teoría social, en necesidades mecánicas. Si empezamos por el
control estatal de los bancos, y, en un segundo paso, ampliamos el control
hasta incluir la industria pesada, luego la industria entera, el comercio,
etc., entonces este control, que lo abarca todo, equivaldrá a la propiedad
estatal de todas las ramas de la economía nacional. Este será el proceso de
socialización. Socialismo e individualismo no son contrarios como blanco y
negro. Hay muchas gradaciones. Existe un individualismo que raya en el
bandolerismo, y existen una disciplina y una organización, que son equivalentes
al socialismo. La introducción de la economía planificada depende, en gran
parte, de los organizadores de la economía, de la inteligencia técnica bien
formada, que poco a poco puede ser ganada para los principios de organización
socialista. Esto es lo que importa. Pues organización viene antes que
socialismo. Es el factor más importante. Sin organización, la idea del
socialismo queda siendo una simple idea.
Entre
el individuo y el colectivo, entre los intereses del individuo y los de la
comunidad, no existen antagonismos incompatibles, o por lo menos no deberían de
existir. No deberían de existir, ya que el colectivismo, el socialismo, no
niega los intereses individuales, sino que, al contrario, los une con los
intereses del colectivo. El socialismo no puede separarse de los intereses
individuales. Sólo la sociedad socialista puede satisfacer al máximo estos
intereses personales. Más aún: Sólo la sociedad socialista puede intervenir con
decisión a favor de los intereses del individuo. En este sentido, no existen
antagonismos incompatibles entre "individualismo" y socialismo. Pero
¿podemos negar los antagonismos entre las clases, entre la clase poseedora, la
clase de los capitalistas; y la clase trabajadora, el proletariado? De un lado
tenemos la clase poseedora, a la cual le pertenecen los bancos, las fábricas,
las minas, los medios de transporte, las plantaciones en las colonias. Esa
gente no ve más que su propio interés: quiere lucros. No se somete a la
voluntad del colectivo; intenta subordinar todo lo colectivo a su voluntad. Por
otro lado, tenemos a la clase de los pobres, la clase explotada, a la cual no
le pertenecen ni fábricas, ni empresas, ni bancos, que, para poder vivir, está
forzada a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, y que carece de la
posibilidad de satisfacer sus necesidades más elementales. ¿Cómo armonizar
intereses y aspiraciones tan contrarios? A mi parecer Roosevelt no logró
encontrar el camino hacia la reconciliación de estos intereses. Eso es también
imposible, como lo demuestra la experiencia. Por supuesto Ud. conoce la
situación en los Estados Unidos mejor que yo, pues nunca he estado allí y me
informo acerca de las condiciones americanas, principalmente por medio de la
literatura. Pero tengo alguna experiencia en la lucha por el socialismo, y esta
experiencia me dice, que Roosevelt, si realmente tratara de servir a los
intereses de la clase obrera a costa de la clase capitalista, será substituido,
de parte de esa clase capitalista, por otro presidente. Los capitalistas dirán:
los presidentes van y vienen, mas nosotros no nos vamos, si tal o cual
presidente no representa nuestros intereses, nos buscaremos otros. ¿Qué puede,
a fin de cuentas, oponer el presidente a la voluntad de la clase capitalista?
Me opongo a esa simplificada
subdivisión de la humanidad en pobres y ricos. Desde luego que existe una
categoría de gente, que sólo persigue afanosamente el lucro propio. Pero ¿acaso
no se le ve a esta gente como a una plaga, en el oeste tanto como aquí? ¿No
existe mucha gente en el oeste, para la cual el beneficio no es ninguna meta en
sí, que dispone de ciertos medios financieros, que quiere invertir y costear el
sustento de estas inversiones, sin que vean en esto su meta principal? Ven en
las inversiones una necesidad desagradable. ¿Acaso no existen muchos ingenieros
capaces, que cumplen con su deber, organizadores de la economía, que encuentran
el acicate para su actividad en otra cosa que no sea el lucro? A mi parecer
existe una clase numéricamente fuerte de gente capacitada, que admite que el
sistema actual es insatisfactorio, y que jugará un papel importante aún en la
sociedad capitalista del futuro. Durante los últimos años he pugnado mucho, he
pensado mucho acerca de la necesidad de hacer propaganda por el socialismo y el
cosmopolitismo en amplios círculos de los ingenieros, los pilotos, los
empleados técnico-militares. Carece de sentido querer acercarse a esos círculos
con una propaganda de una simple lucha de clases. Esa gente comprende, en qué
estado se encuentra el mundo. Comprende que es un maldito caos, pero el simple
antagonismo de la lucha de clases de Ud., lo toma como algo disparatado.
Ud.
se contrapone a la subdivisión simplificada de la humanidad en pobres y ricos.
Naturalmente, existe una capa media; existe la inteligencia técnica a la que se
refirió, y existen personas muy buenas y muy honestas en ella. También existen,
en ella, personas deshonestas y malas. Generalmente Ud. encuentra aquí todo
tipo de gente. Pero antes que nada la humanidad se divide en pobres y ricos, en
poseedores y explotados, y apartar la vista de esta división fundamental,
significa apartar la vista del hecho fundamental. Yo no niego la existencia de
capas medias, intermedias, que se puedan poner del lado de una, o de otra de
las dos clases combatientes, o que se mantengan en una posición neutral en esta
lucha. Pero repito, apartar la vista de esta división fundamental de la
sociedad, o de la lucha fundamental entre las dos clases principales significa
cerrar los ojos ante los hechos. Esta lucha se está librando y se seguirá
librando. Cómo termine la lucha, depende del proletariado, de la clase obrera.
Pero ¿no existe mucha gente,
que no es pobre, y sin embargo trabaja, trabaja productivamente?
Naturalmente
que hay pequeños propietarios de tierra, artesanos, pequeños comerciantes; pero
el destino de un país no depende de esa gente, sino de las masas trabajadoras
que producen todo aquello que la sociedad necesita.
Pero tendrá que reconocer que
existen géneros de capitalistas que difieren mucho entre sí. Hay capitalistas
que sólo piensan en el lucro, sólo piensan en hacerse ricos; pero también hay
quienes están dispuestos a hacer sacrificios. Tome por ejemplo al viejo Morgan.
Sólo pensaba en el lucro; era sencillamente un parásito de la sociedad; sólo
acumulaba posesiones. Pero tome a Rockefeller. Era un organizador brillante; ha
demostrado de manera ejemplar cómo se debe organizar la explotación del
petróleo. O tome a Ford. Desde luego que Ford busca el beneficio propio. ¿Pero
no es también un organizador apasionado de la racionalización en la producción,
del cual Ud. aprende? Quiero señalar que en los últimos tiempos se ha producido
un cambio importante en la actitud de los países de habla inglesa con respecto
a la URSS. La causa de esto hay que buscarla en la posición de Japón y en los
acontecimientos en Alemania. Pero al lado de eso existen otras razones que no
tiene su origen en la política internacional. Existe una causa más profunda, y
está, justamente, en que mucha gente se va dando cuenta de que el sistema
basado en el lucro privado se está derrumbando. Bajo estas circunstancias me
parece que no debemos poner el antagonismo entre ambos mundos en primer plano,
sino que nos deberíamos esforzar por unificar todas las corrientes
constructivas, todas las fuerzas constructivas, en la medida de lo posible, en
una línea. Tengo la impresión, de que mi posición es más izquierdista que la
suya, Sr. Stalin, creo que el viejo sistema está más cercano a su fin de lo que
Ud. cree.
Al
hablar de capitalistas, que sólo buscan el lucro, que sólo buscan el lucro,
sólo buscan la riqueza, no estoy queriendo decir que esa gente no tenga ningún
valor y que no sirva para nada más. Muchos de ellos disponen, sin duda, de
grandes capacidades organizativas, que no pretendería negar ni soñando. No es
poco lo que los hombres de la Unión Soviética aprendemos de los capitalistas. Y
Morgan, al cual caracteriza de modo tan desventajoso, fue indudablemente, un
organizador bueno ya capaz. Pero si habla de gente resuelta a crear un mundo
nuevo, por cierto que no la encontrará en las filas de aquellos que sirven
fielmente a la causa del lucro. Nosotros y ellos estamos en dos polos opuestos.
Ud. ha mencionado a Ford. Desde luego que es un organizador capaz de la
producción. ¿Pero no conoce su actitud para con la clase obrera? ¿No sabe a
cuántos obreros lanza a la calle? El capitalista está encadenado al lucro, y
ningún poder del mundo lo puede arrancar de allí. El capitalismo no es
eliminado por los organizadores de la producción, por la inteligencia técnica,
sino por la clase obrera, porque las capas que mencionamos no tienen un papel
autónomo. El ingeniero, el organizador de la producción, no trabaja como él
quiere, sino como debe, trabaja de una manera que sirve a los intereses de su
patrón. Desde luego que hay excepciones; hay hombres en esa capa que han
despertado del delirio capitalista. En determinadas condiciones, la
inteligencia técnica puede lograr milagros y prestar grandes servicios a la
humanidad. Pero también puede causar grandes daños. No es poca la experiencia
que tenemos los hombres de la Unión Soviética con la inteligencia técnica.
Después de la Revolución de Octubre, una determinada parte de la inteligencia
técnica se negó a colaborar en la construcción de la nueva sociedad; se
resistía a este trabajo de construcción y lo saboteaba. Hicimos todo lo que pudimos
para integrar a la intelectualidad técnica a este trabajo constructivo; lo
intentamos de una manera y de otra. Pasó mucho tiempo antes de que nuestros
intelectuales preparados se encontraran dispuestos a apoyar el nuevo sistema
activamente. Hoy, lo mejor de esta intelectualidad técnica está en la línea más
avanzada de aquellos que construyen la sociedad socialista. Partiendo de estas
experiencias, estamos muy lejos de subestimar tanto los buenos como los malos
lados de esta intelectualidad: sabemos que, de un lado, puede causar daño, del
otro, puede lograr "milagros". Naturalmente, las cosas serían
diferentes, si fuese posible arrancar a la intelectualidad, de un solo golpe,
del mundo capitalista. Pero eso es utópico. ¿Hay entre la intelectualidad
técnica, muchos que osarían romper con el mundo burgués e intervenir a favor de
la edificación de una nueva sociedad? ¿Cree Ud. que haya mucha gente de ese
tipo, digamos, en Inglaterra o en Francia? No, son sólo pocos, los que estarían
dispuestos a separarse de sus patronos y empezar con la construcción de un
nuevo mundo. Además, ¿podemos ignorar el hecho que, para cambiar el mundo, se
tiene que estar en posesión del poder político? Me parece, Sr. Wells, que
subestima mucho la cuestión del poder político, que esta pregunta, en su
concepción, no está considerada en absoluto. ¿Qué puede hacer esa gente, aún
con las mejores intenciones del mundo, si no está en condiciones de plantearse
la pregunta del poder, y no está, ella misma, en posesión del poder? En el
mejor de los casos, puede apoyar a la clase que tome el poder, pero no puede
cambiar el mundo por su propia fuerza. Eso sólo lo puede hacer una clase
mayoritaria, que se pone en el lugar de la clase capitalista, y se convierte,
en vez de ésta, en dirigente. Esta clase, es la clase obrera. Desde luego que
hay que aceptar la ayuda de la intelectualidad técnica; y, en sentido inverso,
hay que ayudarle a ella. Pero no se debe creer, que la intelectualidad técnica
fuese capaz de jugar un papel histórico autónomo. La transformación del mundo
es un proceso grande, complicado y penoso. Esta gran tarea exige una gran
clase. Sólo grandes barcos emprenden largos viajes.
Sí, pero para emprender un
viaje largo, se necesita un capitán y un timonel.
Eso
es correcto, pero lo primero que se necesita para un viaje largo, es un barco
grande. ¿Qué es un timonel sin barco? Nada.
El barco grande es la
humanidad, no una clase.
Ud.,
Sr. Wells, por lo visto parte de la suposición, de que todos los hombres son
buenos. Yo, mientras tanto, no olvido que también existen muchos hombres malos.
No creo en la virtud de la burguesía.
Recuerdo la situación de la
intelectualidad hace algunas décadas. En aquel entonces, la intelectualidad
técnica era numéricamente pequeña, pero había mucho que hacer, y cada ingeniero
tenía, técnica e intelectualmente, su oportunidad. Por eso, la intelectualidad
técnica era la clase menos revolucionaria. Hoy, mientras tanto, hay
intelectuales técnicos de sobra, y su mentalidad ha cambiado muy marcadamente.
El hombre con formación profesional, que antes jamás habría prestado atención a
discursos revolucionarios, ahora se interesa mucho por ellos. Recientemente
estuve en una cena de la Royal Society, nuestra gran sociedad científica
inglesa. El discurso del presidente fue una intervención en defensa de la
planificación social y del control científico. Hoy, el hombre que está al
frente de la Royal Society, sostiene ideas revolucionarias e insiste en una
reorganización científica de la sociedad humana. Su propaganda de guerra de
clases no ha podido adaptarse al paso de este desarrollo. El pensar humano
cambia.
Ya
lo sé, sí, y la explicación de esto hay que buscarla en el hecho de encontrarse
la sociedad capitalista en un callejón sin salida. Los capitalistas buscan un
camino que los conduzca fuera de este callejón sin salida, que sea compatible
con el prestigio de esta clase, con los intereses de esta clase, pero no lo
encuentran. Podrán salirse un corto trecho fuera de la crisis, gateando con
pies y manos en el suelo, pero no pueden encontrar un camino que les posibilite
salir con la cabeza erguida, un camino que no atentara fundamentalmente contra
los intereses del capitalismo. Esto se comprende, naturalmente, en amplios
círculos de la intelectualidad técnica. Una gran parte de esos hombres empieza
a comprender la comunidad de intereses con la clase que es capaz de mostrar una
escapatoria al callejón sin salida.
Si hay alguien que entienda
algo de la revolución, del lado práctico de la revolución, es Ud., Sr. Stalin.
¿Acaso se han sublevado alguna vez las masas? ¿No es una verdad innegable, que
todas las revoluciones son hechas por una minoría?
Para
hacer una revolución, es menester una minoría revolucionaria dirigente; pero la
minoría más capacitada, más abnegada, y más enérgica, quedaría desvalida, si no
pudiese basarse en el apoyo, por lo menos pasivo, de millones.
¿Por lo menos pasivo? ¿Tal vez
subconsciente?
En
parte también el apoyo semiinstintivo, y semiconsciente, pero sin el apoyo de
millones aún la mejor minoría sería impotente.
Al observar la propaganda
comunista en el oeste, tengo la impresión, que esa propaganda, en vista de la
situación actual, suena muy atrasada, pues es propaganda para la insurrección. Propaganda
a favor del derrocamiento del sistema social por la violencia, fue buena y
justa, cuando iba dirigida contra una tiranía. Pero en las condiciones
actuales, derrumbándose solo el sistema de todos modos, se debería de atribuir
importancia al rendimiento, a la eficacia, a la productividad, y no a la sublevación.
Yo encuentro, que el tono de sublevación es un tono falso. La propaganda
comunista en el oeste es una contrariedad para los hombres de mentalidad
constructiva.
Naturalmente,
el viejo sistema se derrumba y se pudre. Correcto. Pero también es correcto,
que se están haciendo nuevos esfuerzos, para, con otros métodos, con todos los
medios, proteger este sistema moribundo, y salvarlo. Ud. saca una conclusión
errónea de una premisa correcta. Con razón afirma, que el viejo mundo se
derrumba. Pero se equivoca, si cree, que se derrumba por sí solo. No, la
sustitución de un sistema social por otro es un proceso revolucionario, largo y
penoso. No es un proceso espontáneo simplemente, sino una lucha: es un proceso
que se lleva a cabo en el choque de las clases. El capitalismo se pudre, pero
no se le puede comparar sencillamente con un árbol, que esté tan corrompido,
que tiene que caer a tierra por sí solo. No, la revolución, el relevo de un
sistema por otro, ha sido siempre una lucha, una lucha penosa y cruel, una
lucha de vida o muerte. Y cada vez que los hombres del mundo nuevo llegaron al
poder, tuvieron que defenderse de los intentos del mundo viejo de restaurar el
viejo orden por la violencia; estos hombres del mundo nuevo siempre han tenido
que estar en guardia, siempre dispuestos a rechazar los ataques del mundo viejo
al nuevo sistema. Sí, tiene razón al decir que se derrumba el viejo sistema
social; pero no se derrumba por sí mismo. Tome por ejemplo el fascismo. El
fascismo es una fuerza reaccionaria que, utilizando la violencia, intenta
conservar el viejo mundo. ¿Qué quiere hacer con los fascistas? ¿Discutir con
ellos? ¿Tratar de convencerlos? Pero así, con ellos, no se logra ni lo más
mínimo. Los comunistas no glorifican, de ninguna manera, la aplicación de la
violencia. Pero ellos, los comunistas, no tienen la intención de dejarse
sorprender, no se pueden fiar de que el viejo mundo se saldrá del escenario
voluntariamente, ven, que el viejo sistema se defiende por la violencia y, por
eso mismo, los comunistas le dicen a la clase obrera: ¡Contestad a la violencia
con la violencia, haced todo lo que esté en vuestras fuerzas para impedir que
os aplaste el viejo orden moribundo, no dejéis que os aten las manos, aquellas
manos, con las que derribaréis el viejo sistema! Ud. ve, por lo tanto, que los
comunistas no consideran la sustitución de un sistema social por otro
simplemente como un proceso espontáneo y pacífico, sino como un proceso
complicado, largo y violento. Los comunistas no pueden cerrar los ojos ante los
hechos.
Pero mire lo que está
sucediendo en el mundo capitalista. Esto no es, simplemente, un colapso, es un
estallido de violencia reaccionaria, que termina en el bandolerismo. Y a mi
parecer, los socialistas pueden, cuando se da un conflicto con la violencia
reaccionaria e inepta, acudir a la ley, y en vez de considerar a la policía
como su enemigo, deberían apoyarla en su lucha contra los reaccionarios. Creo
que carece de sentido operar con los métodos del viejo y rígido socialismo de
insurrecciones.
Los
comunistas se basan en ricas experiencias históricas; esas experiencias
enseñan, que una clase agotada no abandona el escenario voluntariamente. Piense
en la historia de Inglaterra en el siglo XVII. ¿No decían en aquel entonces
muchos que el viejo sistema social estaba podrido? Pero, a pesar de ello, ¿no
fue necesario un Cromwell para anonadarlo por la fuerza?
Cromwell operaba sobre la base
de la constitución, y en nombre del orden constitucional.
¡En
nombre de la constitución ejerció violencia, hizo ejecutar al rey, disolvió y
esparció el parlamento, hizo encarcelar o decapitar gente! O tome un ejemplo de
la historia de mi país. ¿No estaba claro hace mucho, que se pudría, se
desplomaba el sistema zarista? Pero ¿cuánta sangre tuvo que ser derramada aún,
para abatirlo? ¿Y la Revolución de Octubre? ¿No hubo muchos que veían con toda
claridad, que solamente nosotros, los bolcheviques, señalábamos una salida? ¿No
estaba claro que el capitalismo ruso estaba podrido? Pero Ud. sabe cuán fuerte
fue la resistencia, cuánta sangre tuvo que ser derramada para defender la
Revolución de Octubre contra todos sus enemigos, en el interior y en el
extranjero. O tome a Francia a finales del siglo XVIII. Mucho tiempo antes de
1789 ya estaba claro, cuán podrido estaba el poder del rey, cuán podrido estaba
el sistema feudal. Sin embargo, aquello no pudo llevarse a cabo sin un
levantamiento popular, un choque de las clases. ¿Por qué? Porque aquellas
clases que tienen que abandonar el escenario de la historia, son las últimas en
creer que su juego se ha acabado. Es imposible convencerlas de ello. Creen, que
las grietas en la putrefacta estructura del viejo orden podrían ser remendadas,
que la estructura tambaleante del viejo orden podría ser arreglada y salvada.
Por eso mismo, las clases que están hundiéndose, acuden a las armas y se valen
de cualquier medio, para mantenerse como clase dominante.
¿Pero acaso la Gran Revolución
francesa no fue encabezada por algunos abogados?
Estoy
lejos de querer menoscabar el papel de la inteligencia en movimientos
revolucionarios: Pero ¿fue la Gran Revolución francesa una revolución de
abogados, o una revolución del pueblo, que logró la victoria movilizando a
amplias masas populares para la lucha contra el feudalismo, y defendiendo los intereses
del Tercer Estado? ¿Y actuaron los abogados entre los dirigentes de la Gran
Revolución francesa de acuerdo a las leyes del viejo orden? ¿No introdujeron un
derecho nuevo, burgués-revolucionario? Ricas experiencias históricas enseñan
que hasta hoy ninguna clase se ha retirado para hacerle lugar a otra
voluntariamente. Esto, en la historia no tiene precedente. Los comunistas han
aprendido esta lección histórica. Los comunistas celebrarían que la burguesía
se retirase voluntariamente. Pero tal giro de las cosas es, como sabemos por
experiencia, improbable. Por eso, los comunistas están prevenidos para lo peor,
y se dirigen a la clase obrera con el llamamiento de estar alerta y preparada
para la lucha. ¿De qué vale un dirigente que adormece la vigilancia de su
ejército, un dirigente que no comprende que el enemigo no va a capitular, que
tiene, que tiene que ser destruido? Quien, como dirigente, actúa de tal manera,
engaña, traiciona a la clase obrera. Esta es la razón por la cual opino, que
aquello que a Ud. la parece atrasado, para la clase obrera es, en realidad, una
norma para la actividad revolucionaria.
No niego que sea necesario
hacer uso de la violencia, pero sí es mi opinión,
que las formas de lucha deberían ser concertadas como mejor se pueda, con las
posibilidades que ofrecen las leyes existentes dignas de ser defendidas contra
ataques reaccionarios. No hay ninguna necesidad de desorganizar el sistema
viejo, ya que éste, tal como están las cosas, se va desorganizando por sí solo.
Por eso, la sublevación contra el orden viejo, contra la ley, me parece
anticuada y superada por el desarrollo. Estoy, dicho sea de paso, exagerando
conscientemente, para que la verdad se haga visible de modo más claro. Puedo
formular mi punto de vista de la siguiente manera: primero, estoy a favor del
orden; segundo, ataco al sistema existente en tanto que no puede garantizar el
orden; tercero, temo que la propaganda a favor de la guerra de clases vaya a
alejar del socialismo justamente a aquellas personas cultas, que el socialismo
necesita.
Si
se quiere lograr un gran objetivo, un objetivo social importante, se precisa
una fuerza central, un baluarte, una clase revolucionaria. Como próximo paso,
es necesario organizar el apoyo de esta fuerza central por parte de fuerzas auxiliares;
en este caso, dicha fuerza auxiliar es el Partido, al cual están afiliadas
también las mejores fuerzas de la inteligencia. Ud. acaba de hablar de
"personas cultas". Pero ¿en qué personas cultas pensaba? En
Inglaterra durante el siglo XVII, en Francia a fines del siglo XVIII, y en
Rusia durante la época de la Revolución de Octubre, ¿no estaban muchas personas
del lado del viejo orden? El viejo orden tenía a su servicio a muchas personas
sumamente cultas, que defendían el viejo orden, que combatían el nuevo orden.
La cultura es un arma, cuyo efecto depende de qué mano la haya forjado, qué
mano la dirija. Por supuesto, el proletariado necesita personas sumamente
cultas. Ciertamente; los ingenuos no pueden ser de ninguna ayuda para el
proletariado en su lucha por el socialismo, en la edificación de una nueva
sociedad. No subestimo el rol de la inteligencia; al contrario, lo subrayo.
Pero la pregunta es la siguiente: ¿de qué inteligencia estamos hablando? Porque
hay diferentes tipos de inteligencia.
No puede haber revolución sin
cambios radicales en la instrucción pública. Basta citar dos ejemplos: el
ejemplo de la República alemana, que no tocó el viejo sistema educacional, y
que por eso nunca se convirtió en República; y el ejemplo del Labour Party inglés, que no tiene la
intención de insistir en una transformación radical de la instrucción pública.
Muy
acertado. Permítame ahora responder a sus tres puntos. Primero: Lo más
importante para la revolución es la existencia de un baluarte social. Tal baluarte
social es la clase obrera. Segundo: se precisa de una fuerza auxiliar, aquello,
que los comunistas llaman Partido. Al Partido está afiliada la inteligencia
obrera, y aquellos elementos de la inteligencia técnica que están estrechamente
ligados a la clase obrera. La inteligencia se fuerte solamente, si se une con
la clase obrera. Si se contrapone a la clase obrera, se convierte en una simple
cifra. El nuevo poder político crea las nuevas leyes, el nuevo orden, el cual
es un orden revolucionario. Yo no estoy a favor del orden sin más ni más. Yo
estoy a favor de un orden que corresponda a los intereses de la clase obrera.
Por supuesto, si algunas leyes del viejo orden pueden ser utilizadas en interés
de la lucha por un orden nuevo, esto debería de hacerse. No tengo objeciones
contra su postulación de que el sistema actual debería ser atacado, en tanto
que no puede garantizar el orden necesario para el pueblo. Y, finalmente, está
equivocado si cree que los comunistas están enamorados de la violencia. Con todo
gusto renunciarían a la aplicación de violencia, si la clase dominante
estuviera dispuesta a cederle su lugar a la clase obrera. Pero la experiencia
histórica indica lo contrario de tal suposición.
Aunque también es cierto, que
la historia de Inglaterra conoce un caso, en que una clase le dejara el poder a
otra clase voluntariamente. En el periodo entre 1830 y 1870, la aristocracia,
que en las postrimerías del siglo XVIII tuvo aún una influencia considerable,
voluntariamente, sin lucha seria, le cedió el poder a la burguesía, lo cual fue
una de las causas para el sentimental mantenimiento de la monarquía. En lo
sucesivo, esta transferencia del poder condujo a que erigiera su dominio la
oligarquía financiera.
Pero
Ud. se ha pasado imperceptiblemente de cuestiones de la revolución a cuestiones
de la reforma. Eso no es lo mismo. ¿No opina que el movimiento cartista tuvo
gran significado para las reformas en la Inglaterra del siglo XIX?
Los cartistas poco hicieron, y
desaparecieron sin dejar huellas.
No
comparto su opinión. Los cartistas, y el movimiento huelguístico organizado por
ellos, tuvieron un papel importante; obligaron a las clases dominantes a una
serie de concesiones con respecto al derecho de sufragio, con respecto a la
abolición de los llamados "distritos electorales corrompidos", con
respecto a algunos puntos de la "Carta". El cartismo jugó un rol
histórico de no poca importancia y obligó a una parte de las clases dominantes,
a menos que hubiese querido tolerar continuas conmociones, a hacer ciertas
concesiones, ciertas reformas. En general cabe decir que las clases dominantes
de Inglaterra, la aristocracia tanto como la burguesía, se han mostrado desde
el punto de vista de sus intereses de clase, del punto de vista del
afianzamiento de su poder, ser las más hábiles, las más flexibles en
comparación con todas las otras clases dominantes. Tome, digamos, un ejemplo de
la historia de nuestros días -la huelga general en Inglaterra, en el año 1926.
En caso de semejante acontecimiento, a saber, que el Consejo general de los
sindicatos dé la orden de huelga, cualquier otra burguesía hubiese, en primer
lugar, hecho detener a los dirigentes sindicales. No así la burguesía
británica, que con ello actuó de manera absolutamente inteligente, desde el
punto de vista de sus propios intereses. No me imagino que la burguesía de los
Estados Unidos, de Alemania o de Francia hubiese aplicado una estrategia tan
flexible. Para mantener su dominio, las clases dominantes de Gran Bretaña no
han rehusado nunca hacer pequeñas concesiones, o reformas. Pero sería un error
tomar estas reformas por revolucionarias.
Ud. Tiene una opinión más
favorable de las clases dominantes de mi país que yo. Pero ¿existe gran
diferencia entre una pequeña revolución y una gran reforma? ¿Acaso una reforma
no es una pequeña revolución?
A
consecuencia de la presión desde abajo, de la presión de las masas, la
burguesía puede, manteniendo el sistema socio-económico reinante,
ocasionalmente conceder determinadas reformas parciales. Al actuar así, calcula
que esas concesiones son necesarias para mantener su dominio de clase. Es pues,
por este motivo, imposible caracterizar una reforma como revolución. Por ello,
no hemos de esperar ningún cambio del sistema social que se realice como
imperceptible transición de un sistema a otro, por vía de reformas, a través de
concesiones de la clase dominante.
Le agradezco mucho por esta
conversación, que para mí ha tenido una gran importancia. Cuando me estuvo
explicando diversos puntos, posiblemente haya recordado el pasado, cuando en
los círculos ilegales antes de la revolución, solía explicar los fundamentos
del socialismo. Hay actualmente sólo dos personas sobre la tierra, cuya
opinión, cuya más mínima declaración es escuchada todavía por millones –de Ud.
y Roosevelt–. Otros, que prediquen cuanto quieran; lo que digan no será impreso
ni tenido en cuenta. Aún no puedo apreciar, cuánto ha sido logrado en su país.
Pero he visto ya las caras contentas de hombres y mujeres sanos, y sé, que algo
muy significativo se está
realizando aquí. La diferencia, en comparación con 1920, es asombrosa.
Mucho
más se hubiera podido conseguir, si los bolcheviques hubiésemos sido más
inteligentes.
No, si los seres humanos
fuésemos más inteligentes. Sería una buena cosa inventar un plan quinquenal
para la reconstrucción del cerebro humano, pues obviamente le faltan muchas
cosas imprescindibles para un orden social perfecto.
¿Piensa
quedarse aquí para el Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos?
Desafortunadamente tengo varios
compromisos, y me puedo quedar sólo por una semana en la URSS. Vine con el
deseo de hablar con Ud. y estoy muy contento con nuestra charla. Pero, con los
escritores, con los que pueda encontrarme, pienso hablar de la posibilidad de sus
afiliaciones al PEN-Club. Es ésta una organización internacional de escritores,
que fue fundada por Galsworthy; después de morir él, yo me convertí en su
presidente. La organización es aún débil, pero tiene grupos de afiliados en
muchos países, y, lo cual es aún más importante, la prensa informa muy
detalladamente acerca de los discursos de sus miembros. Su principio es la libre
manifestación de opiniones también de opiniones contrarias. Espero poder
discutir este punto con Gorki. No sé, si aquí ya se está preparado para tanta
libertad...
Los
bolcheviques llamamos a eso "autocrítica". Se acostumbra en toda la
URSS. Si Ud. deseara alguna cosa, yo le podría ayudar con voluntarios.
Le estoy muy agradecido.
Yo
le agradezco por la entrevista.
Bolshevik,
número 17, 1934
Entre las joyas que Revista Rambla publica en su sección "Entrevistas en blanco y negro" figuran como recientes adiciones dos piezas de excepcional valor histórico: la entrevista realizada a Julio Verne en 1893 por Robert H. Sherard, y el diálogo que mantuvieron en 1934 el gran escritor H. G. Wells, y el dictador soviético Stalin. Gracias sean dadas al amigo y compañero de fatigas Javier Coria por el excelente trabajo de investigación y edición de ambos documentos. Que las disfruten ustedes:
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http://revistarambla.com/jules-verne-en-casa-su-propia-nar…/