Conversamos con el economista Juan
García, miembro fundador de ATTAC Catalunya y experto en el Tratado
Transatlántico sobre Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés).
El
pasado 2 de octubre, el Ayuntamiento de Barcelona con su alcaldesa Ada Colau a
la cabeza, declararon a la ciudad libre del TTIP, claro que fue meramente una
declaración simbólica, en oposición a las negociaciones comerciales secretas
entre Washington y Bruselas, pero no existen espacios libres o inmunes al TTIP.
Los tratados
de libre comercio son varios y de muy distinto signo; unos están en periodo de
negociación, otros están en vigor y unos pocos fueron abandonados tras la
oposición social. Pero todos comparten una premisa, el secretismo y el oscurantismo,
y para ello se camuflan en una serie de tecnicismos y en una sopa de siglas
para provocar el desinterés de la ciudadanía y que no sepamos lo que realmente
está en juego. Se conocen como TTIP, TAFTA, TISA, ACS, ATCI, GMT, CETA…, y
todos ellos, de una u otra manera, lo que buscan es saltarse las normas y leyes
de control de los diversos países. Claro que a esto le llaman “armonizar
normas”, para que no sean “restrictivas
al comercio o la inversión”. Aunque para ello deban suprimirse derechos
sociales y laborales, ignorando la protección del medio ambiente o pasando por
encima de los derechos de protección del consumidor. ¿El objetivo? Que las
grandes fortunas mundiales lo sean más y más, y que los gobiernos y políticos
les sirvan en ese propósito. No es descabellado decir que por encima de los presidentes
de gobiernos que elija la ciudadanía con su voto estará, por ejemplo, el TTIP.
¿Un gobierno en la sombra?, pues sí, pero no lo decimos nosotros, sino el
propio David Rockefeller. En un
ataque de sinceridad durante una cena de embajadores de la ONU, en 1994,
manifestó: “Algo debe reemplazar a los
gobiernos y el poder privado me parece lo adecuado”, (revista Newsweek,
febrero de 1999). Entre los instrumentos que se utilizan en los Tratados para
garantizar que sus objetivos se cumplan, y de paso escapar del control
democrático de los mercados, están los Tribunales
de Arbitraje privados, tribunales que están haciendo ricos a unos pocos
abogados. Uno de estos árbitros, el español Juan Fernández-Armesto, declaró: “Cuando me despierto por la noche no deja de sorprenderme que Estados
soberanos hayan aceptado el arbitraje de inversiones para todo. A tres
individuos privados se les confía el poder de revisar, sin restricción ni
apelación, todas las acciones del Gobierno, decisiones de los tribunales, leyes
del Parlamento”; (testimonio publicado originalmente en la Global Arbitration Review, citado por Susan Georges en su libro: Los usurpadores. Cómo las empresas
transnacionales toman el poder. Icaria Editorial, Barcelona, 2014, pág.
111).
Juan García es economista, miembro fundador en
1999 de ATTAC Catalunya (Asociación por
la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana),
asociación que presidió en 2003. Activista social, participó en los movimientos
estudiantiles de los últimos años de la dictadura franquista. Estuvo en el
sindicato anarquista CNT, y hoy
colabora con la CGT. Como experto en
el TTIP, da conferencias y charlas.
¿Qué es el TTIP y a quién beneficia?
Pues
el TTIP quiere ser uno de esos tratados internacionales de libre comercio e
inversiones, todo en uno. Y al mismo tiempo, una organización internacional de
estados, que agrupe a una suma de ellos, los que ya están agrupados en la Unión
Europea, y un Estado Federal, que es el de Estados Unidos. Y lo de estado
federal tiene alguna importancia, y si acaso lo comentamos luego. Esto sería formalmente,
pero ¿qué es en el fondo? ¿A qué aspira? Sobre todo, se trata de poner el
cierre, el broche de oro a una estrategia que se desarrolló cuando la
Organización Mundial del Comercio (OMC) fracasó en sus repetidos intentos de
imponer una forma de comercio y de protección de las inversiones. Lo que supone
es un traspaso de soberanía desde los estados, es decir, desde unas
organizaciones alejadas de los ciudadanos, hacía unas organizaciones
internacionales mucho más alejadas todavía de la ciudadanía. Y la parte más
interesante, es que esto está bajo la influencia directa de los grandes grupos
de presión y estrategia de los dirigentes máximos de las grandes
concentraciones económicas de poder transnacionales…
Por lo que supongo, ni pequeñas, ni
medianas empresas se benefician del tratado…
No, el
beneficio iría para los grandes accionistas y ejecutivos de las grandes
corporaciones, pero no las grandes empresas, sino las ¡muy grandes! La
finalidad es que el concepto de soberanía no se interponga en la capacidad de
ganar dinero, de hacer negocio y beneficio de esas grandes concentraciones de
poder, que incluyen por una parte a esas transnacionales, y por otra parte eso
que llaman mercados financieros, los grandes bancos, aseguradoras…, pero
también las grandes fortunas, los fondos de inversión, muchos de ellos
instrumentos de esas grandes fortunas y sus mariachis.
¿Mariachis? ¿Se refiere a unos
comparsas?
Sí. Los
mariachis son los inversores que permiten convertir una fortuna individual en
una institución de inversión colectiva y, por consiguiente, con los requisitos
y privilegios que ello supone, por ejemplo una fiscalidad pequeña. Muchas veces
son los propios bancos los que les crean, a las grandes fortunas, estas
instituciones de inversión colectiva. Por ejemplo, se necesitan cien millones
de euros y mínimo cien personas, pues las noventa personas restantes son los
que acompañan al que pone los 99, 99 millones de euros.
¿Y lo que comentaba de la particularidad
del Estado Federal de USA?
Hay
una cosa muy divertida, es que los EE.UU. hacen virguerías con los tratados,
los convenios y las organizaciones internacionales en las que participa, para
eso es la única hiperpontencia. Por ejemplo, hay un acuerdo que es el Tratado de Libre comercio de América del
Norte, que incluye a México, Canadá y los propios EE.UU., entonces al
firmar el acuerdo dicen: “los Estados Unidos se comprometen…”, pero cuando
llegan ahí dicen, sí, los EE.UU. la federación, pero los estados federados,
esos ya van por libre, contratan como les da la gana y hacen lo que quieren.
Pero, por ejemplo, la Unión Europea se compromete, a pesar de no ser un Estado
sino una asociación de estados, a que se cumplan estos tratados en todos los
países que la forman, hasta en el último ayuntamiento y el último gobierno
autónomo. En definitiva, el interés no es el de EE.UU., siendo este muy
importante, desde luego no es el de los estados de la UE, es de los que en una
parte y otra, tienen la sartén por el mango, como decimos en Catalunya, els que tallen el bacallà (los que
cortan el bacalao).
¿Se está negociando en secreto?
Se
está negociando totalmente en secreto. Todos estos tratados bilaterales no son
más que un atajo para evitar el fracaso de la OMC. Uno de los problemas que
tiene la OMC es el de la transparencia, están obligados a que sus
negociaciones, acuerdos y tratos preliminares sean públicos; pero en los
tratados bilaterales no es necesariamente así. Los padrinos de la OMC, que
estaban movilizando los intereses de esos grupos financieros de los que hemos
hablado, pues ahora lo hacen en estas nuevas organizaciones y tratados. Hay una
cosa divertida, la actual Comisaria de Comercio en la Comisión Europea, una tal
Anna Cecilia Malmström, cuando tomó posesión del cargo, hizo una promesa
determinada a los parlamentarios europeos, en torno a la bondad y transparencia
de los tratados…, pero al día siguiente tuvo que rectificar, algo así como:
“donde dije transparencia quería decir que a lo mejor podía enterarse alguien,
pero no mucho…”
¿Si es tan bueno por qué se negocia
en secreto?
Claro.
Incluso el que fue negociador por parte de EE.UU., en el inicio de TTIP, se
hizo la misma pregunta. Mire, los parlamentarios de la UE, no todos, unos
cuantos de la comisión específica, si quieren hacer el seguimiento del tratado,
tienen que ir a una sala de lectura especial. Les dejan ver los documentos,
pero no pueden llevar cámaras fotográficas, ni teléfono móvil, ni bolígrafo.
Además de recordarles que están bajo secreto oficial. Los que negocian son los
que negocian. En las consultas oficiales, luego están las extraoficiales, en un
momento determinado tuvieron la obligación de decir a quién habían hecho esas
consultas. De ciento treinta consultas, ciento dieciocho habían sido con grupos
de interés del tipo que hemos citado.
Pero los que firman son los
representantes políticos de los estados. ¿No saben lo qué firman?
Claro
que lo saben. Pero la gran mayoría de los parlamentarios europeos no lo saben,
ahora bien, determinadas ramas de los ejecutivos de los estados, y por supuesto,
los principales dirigentes de los estados de la UE, no sólo están al tanto,
sino que son los impulsores directos de este tratado. Hay una comisión que hace
el seguimiento de las negociaciones y cada país miembro tiene un representante
en ella. En un momento de la Constitución europea yo estaba en Estocolmo cuando
se especulaba sobre si se aprobaba o no el Tratado. En ese momento no se
aprobó, porque hubo un “revolucionario”
europeo de mucho peso, un tal José María Aznar, que lo impidió. Es tan zote
el tipo que lo impidió. Pues a éste muchacho, en ese momento, en las reuniones
que se hicieron, el primer ministro sueco, queriéndole salvar la cara, dijo
algo así como que había que volver al tratado porque: “Nos obliga la UE”. Yo
dije: ¿Cómo la UE?, esto se acuerda por el Consejo Europeo… ¿y quiénes lo
forman?, pues todos los primeros ministros, presidentes de gobierno y jefes de
estado, se dice jefe de estado por el presidente de la República Francesa. Pues
esos acuerdos están obligados a aprobarlos por unanimidad, y éste señor sí que
estaba en ese momento, y si es por unanimidad, no se puede decir que es una
obligación que te imponen otros.
¿Quiénes son los grandes impulsores
de este tipo de tratados?
Por
ejemplo, del TTIP, o del CETA, que es un acuerdo que se hace con Canadá y que
tiene tanta trascendencia como el TTIP, porque si no nos la cuelan por uno, lo
harán por el otro, pues los grandes negociadores es una cosa que se llama TransAtlantic Business Dialogue (TABD) –el
poderoso lobby de las multinacionales
que trabajan para hacer de EE.UU. y la UE un mercado único- y que lo forman los
setenta grandes ejecutivos jefes de las mayores corporaciones. Treinta y cinco de cada lado del Atlántico.
¿Y el Tribunal de Justicia de la
Unión Europea (TJUE) qué tiene que decir? ¿En algún momento abogó por la
transparencia?
Sí, y
los políticos de cuando en cuando hablan de ello. El TJUE durante muchísimo
tiempo ha privilegiado eso que se llama el derecho al comercio, poniéndolo por
encima de todos los demás derechos, por supuesto sobre los derechos laborales, para
ellos no tienen ninguna transcendencia. En varias sentencias han remarcado
esto, por encima de todo está el derecho a la competencia, y luego los otros
derechos lo son de menor categoría. Para ellos sólo hay cuatro libertades
esenciales: Libre circulación de capitales, de personas, de mercancías y de
servicios. En una palabra, la libertad de que unos se hagan no ricos, sino más
ricos todavía. A nivel teórico, se puede pensar que a lo mejor no está mal
porque así hay una movilidad que favorece que haya nueva savia de gente
enérgica de las clases medias acomodadas, pero sobre todo se trata de lo
dicho, que se enriquezca aún más los integrantes de la plutocracia global.
¿Podemos decir que estos tratados, en
el fondo, quieren organizar la pobreza para que unos sean más ricos?
En
esencia es esto. Los Tratados Neoliberales son la miseria programada. Por
ejemplo, en el Tratado de América del Norte al que antes hacíamos referencia,
en el caso de México, la aplicación del tratado ha causado unas pérdidas
masivas en el sector agrícola, pero también en EE.UU., ya que ha afectado a
poblaciones vinculadas a sectores industriales de los propios EE.UU., que
trasladaron a México, porque los costes laborales son más baratos. Si mira,
bajo cualquier parámetro, la situación de México antes y después del tratado,
verá que ha empeorado mucho.
¿Pero empobreciendo a las clases
medias y bajas, tampoco habrá dinero para gastar, para comprar?
Sí,
pero la cuestión es la siguiente. Desde los veinticinco o treinta años
gloriosos, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los setenta
estirándolo mucho, hasta la crisis del petróleo, y el desmontaje del sistema de
los acuerdos de Bretton Woods, de las monedas con referencia al oro, etc., y el
antiguo FMI…, bueno, durante ese tiempo la palabra fundamental era crear demanda. Si tú creas demanda, las
cosas van, porque las empresas pueden contratar…
El sistema capitalista…
Yo no
sé qué es el sistema, y mucho menos qué es capitalista, pero en fin, podemos
decir un régimen de plutocracia, donde los ricos dominan a la sociedad, para
entendernos…Si había demanda, las empresas emplean gente y pueden vender lo que
producen. Pero desde los años setenta, y mucho más desde los ochenta, pues
tenemos el proyecto neoliberal, que tiene algo más de sentido que lo del
capitalismo. Pues sencillamente, llegan a la conclusión que lo mejor es evitar
la maldita demanda, eliminarla como necesidad. Entonces lo que se hace es
buscar mecanismos para meterse el dinero
en el bolsillo, es decir, meterse el poder en el bolsillo. Cuando se tienen
mil millones, se tienen todas las necesidades cubiertas y las de varias de tus
generaciones, por lo tanto esa acumulación desmedida tiene un sentido de poder.
Se han intentado diversas formar de eliminar la necesidad de estar sujeto a la
demanda. Hay una relativamente sencilla que se puso en marcha desde la famosa crisis de 2007. Cogemos y
emitimos una gran cantidad de moneda, y al mismo tiempo se hacen reformas
estructurales. ¿Qué significan reformas estructurales? Pues que machacas a los
trabajadores, pero al mismo tiempo machacas a las clases medias, a las pequeñas
y medianas empresas, porque no tienen demanda. Lo que hacen es crear una
situación en la que no tienen capacidad de negociación; al trabajador lo
acogotas, porque no tiene capacidad de negociación, por lo tanto bajan su renta
sí, o sí, o también, que son las tres únicas opciones que hay. Si bajas el nivel
de renta, estás bajando la demanda. ¿Pero qué pasa con el resto del dinero que
se emite en grandes cantidades? ¿A qué bolsillos van a parar?
Al trabajador, no, tampoco a los
medianos y pequeños empresarios… Pero la ciudadanía alguna vez se cansará.
De
entrada piensan que lo pueden controlar. Hay lo que se llama, en España, el Consejo de la Competencia, que reúne a
los diecisiete primeros ejecutivos de las diecisiete primeras empresas. Sólo
hay que ver lo que dicen. En las reuniones del G-20 del 2009, por ejemplo, se
hablaba de reformar el capitalismo, de poner freno a la codicia, etc. En las
reuniones de 2010, ya cambia la cosa, hay que ir a la consolidación fiscal, y
hay que hacer reformas estructurales. ¿Y quién planteó eso? Pues The Business 20 (B-20), que son las
grandes empresas y las patronales de los veinte estados que participan.
Hay algunos economistas liberales,
como el televisivo Daniel Lacalle, que dicen que los efectos del TTIP serían
positivos, porque la flexibilización de las normas nacionales, pueden atraer a
inversores extranjeros.
Decir
economista, es por decir algo…Eso lo dicen aquí, y lo dicen en la China, por lo
cual, si las normas se flexibilizan en todas partes…, vamos a ver, lo que se
está haciendo es hacer competir a las instituciones, a los ordenamientos
jurídicos, incluso. Se está haciendo competir estado contra estado. Por
ejemplo, en la Constitución europea, hay un artículo, que es el 172, que decía
la siguiente barbaridad: “Para crear el mercado interior, será necesario
armonizar las normas y las instituciones”, cosa muy lógica, porque si no haces
eso vas a crear verdaderos huracanes. Pero con algunas excepciones, que no son “casi
nada”: Los derechos sociales, los derechos de los trabajadores por cuenta ajena
–lo dice así- y la fiscalidad.
Seguro
que no recordará a un tal Hans Tietmeyer
que fue presidente del Bundesbank
(durante 1993-1999), antes de que abandonaran el marco alemán, por el euro.
Pues cuando estaba ya saliendo por la puerta, y siguiendo el viejo adagio: “Para
lo que me queda en el convento…”, va y declara al International Herald Tribune, y cito de memoria: “La gente todavía
no se ha dado cuenta, pero esto del euro va a significar que es necesario, para
poder competir, una devaluación interior”. Ahora sabemos lo qué es, reducir los
salarios, el poder adquisitivo…, pero antes no teníamos ni idea de qué era
aquello. Pero era esto lo que buscaban las gentes que estaban poniendo en
marcha el nuevo esquema. Hacen competir entre ellos a los estados, para tirar
hacia abajo y que fluya hacia arriba la riqueza de unos pocos. Ahora hay unos
estudios, sobre las grandes empresas de las principales potencias, que indican
que hay un incremento desmesurado de los beneficios, pero, un mantenimiento a
la baja de lo que los marxistas llaman la acumulación de capital. El viejo
teorema de Smith, que dice que los beneficios de hoy, serán la inversiones de
mañana y los empleos de pasado mañana. Pues los beneficios de hoy no son las
inversiones de mañana, y ahora lo podrá ver en unos gráficos que le he traído,
y por supuesto tampoco son empleos de pasado mañana.
Otra
tontuna es hablar del incremento de la productividad para solucionarlo todo. Si
vemos las estadísticas globales, notamos que por primera vez en la historia, hay
una pérdida de productividad.
¿Por qué?
Muy
sencillo, porque se está trasladando la producción de zonas de alta
productividad, con una alta relación entre las instalaciones, máquinas,
empleos, a lugares de baja productividad. Y esto se compensa sobradamente con
la baja de los salarios. Se trata de cambiar la política de demanda, por la
política de oferta, de poner el dinero en el bolsillo de la gente que tiene
mucho dinero, porque se supone que eso supondrá inversiones, incentivos,
creación de empleo, pero no hay demanda, entonces: ¿dónde van a hacer las
inversiones?
¿Y esto no perjudica también a las
grandes corporaciones?
¿En
qué sentido? Mire, lo voy a decir con un poco de ironía. ¿Cuál es la empresa
más sólida del mundo?, pues U.S Stell,
aceros de Estados Unidos. Hace unos años se cambiaron el nombre por U.S X. Cuando le preguntaron al
ejecutivo jefe qué significaba la X, dijo: “Cualquier
cosa que pueda dar dinero”.
Pero ¿qué podemos hacer los
ciudadanos?
Pues
muchísimo, de hecho hay ejemplos de ello. Esto que se quiere hacer ahora, es
porque la OMC no puede dar un paso sólido adelante, y hay reuniones cada dos
años. La obligación de transparencia, la participación de la ciudadanía y la
oposición de los países empobrecidos, ha hecho que eso no pueda seguir
adelante.
Gracias por su tiempo y paciencia, y
seguro que nos veremos en más ocasiones.
A su
disposición.
La
idea romántica de la Europa de los Pueblos, que pensaron Pierre-Joseph
Proudhou, o antes de que se “cayera del caballo”, Aristide Briand, parece que se
ha prostituido, pero es posible revertir este proceso. Para los detractores del
TTIP, los supuestos beneficios del tratado sólo los disfrutarían un 1% de la
población, mientras que la calidad de vida del 99 % restante disminuiría. La
ciudadanía consciente e informada puede parar esto, y la movilización de una
sociedad convencida, se hace necesaria.
Publicado
en revista Rambla y Público.es
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