Por:
Javier Coria. Fotos: Guillem Sans
El escritor sevillano José Luis
Rodríguez del Corral (1959) acaba de publicar la novela Solo amanece si estás despierto (ed. Siruela). Dedicado en
exclusiva a la literatura, del Corral cursó estudios de filología hispánica y
es el autor de varias obras; por citar algunas: Llámalo deseo, premio La Sonrisa Vertical (2003), La cólera de Atila, La noche de Cipión y la novela Blues
de Trafalgar, que obtuvo el Premio de Novela Café Gijón (2011).
En Solo amanece si estás despierto nos
presentan a Felipe, un hombre que pierde su empresa, casas y dinero y vuelve a
vivir con su anciana madre. La declaración de insolvencia, y el abrumador peso
de las deudas, acompañan la angustiosa existencia de alguien que tiene que
volver a empezar, o por el contrario rendirse. Amparo es su vecina, una mujer
de treinta y tantos años, profesora de francés y que, en la pasada Nochebuena,
intentó suicidarse. Pasa los días en la azotea arrancando las páginas de los
libros tras leerlas por última vez. Felipe y Amparo compartirán la terraza cual
balsa de Odiseo, y ambos deberán decidir si vivirán el día siguiente como si
fuera el último, o el primero de una nueva vida.
La
redacción es correcta, limpia y clara, pero al servicio de un personaje
principal un tanto ingenuo, y cuya historia de amor diríase que es de un
adolescente, y no de un tipo de cincuenta años. La melancolía inicial, y el
solipsismo, se van disipando en el transcurso de la historia, y la novela se
hace optimista y emotiva, aunque al autor y a la editorial les guste más hablar
de emocionante. A pesar de todo el suicidio planea sobre toda la obra, y el
autor nos explica algunos sucesos de esta índole que conoció de cerca. De todo
ello hablamos en un hotel de Barcelona.
Su novela arranca con la descripción
de un amanecer luminoso en Sevilla, pero con el pensamiento oscuro del
suicidio. Parece que lo plantea como una hipotética consecuencia natural de una
situación determinada…
Es
justamente esa idea la que yo quería dar. Lo que no había pensado hasta ahora
que me lo ha dicho, es que la novela comienza con un amanecer. La novela va
destinada al amanecer, está en el título. El “comienzo” es el asunto de la
novela, pero es verdad que la novela arranca con un amanecer sombrío. Y
efectivamente, él llega a la idea del suicidio como una conclusión “hacia
nada”. El protagonista se asombra cuando vio salir de esa misma casa, meses
antes, en Nochebuena, a una mujer que había tratado de suicidarse, a la que
después va a conocer, y es la otra protagonista. Y se asombra de que alguien
pudiera hacer eso, en ese momento, no lo entiende. Pero pasado esos meses,
cuando él ya ha llegado al fondo de su ruina, piensa que si no es legítimo, sí
es racional; que puede haber motivos para querer quitarse la vida, motivos
plausibles, y no la locura solamente.
La angustia del que lo ha perdido
todo en el plano material, el problema del paro en personas mayores de
cincuenta años… ¿es su novela un retrato de la crisis, o mejer dicho: de la
estafa económica piramidal, o es sólo un paisaje de fondo?
Es
una mezcla. Yo no pretendo un retrato de la crisis, entre otras cosas porque
creo que esa es labor del periodismo, no de la novela, de la ficción. Pero no
es solamente un paisaje de fondo en el sentido que explica las acciones de los
personajes, sobre todo del protagonista masculino, ya que sería imposible
explicarlo sin hacer el relato de lo que lo ha llevado hasta allí. Él, primero,
era una persona cercana a la Junta de Andalucía por relaciones familiares, y
conseguía para sus clientes contratos públicos, y luego se dedica a la
especulación inmobiliaria, forzosamente había que retratar eso. Pero está
tratado no en una perspectiva de denuncia de la propia crisis, sino como
explicación de los personajes y del contexto en que ellos viven.
¿La vuelta a la casa de los padres es
una forma de volver a la niñez?
A la
infancia o a la adolescencia. Él se siente como un escolar, como si estuviera
en el instituto todavía, cuando se encuentra por la mañana con su madre y ésta
le está preparando el desayuno a la edad que tiene… Lo ve como si todos los
años vividos los hubiera vivido en vano y hubiera vuelto a un punto de partida,
pero con cincuenta años, no con quince.
Pero usted en la novela reivindica
una actitud crítica y el ejercicio de la libertad…
Esas
son las cosas que planteo, pero los protagonistas no tienen una actitud crítica
en el sentido político, se habla poco de política estrictamente, o de
movimientos políticos o sociales, no están en la novela y ellos no están en esa
onda, pero forzosamente tienen que tener una actitud crítica si quieren
continuar viviendo. Si quieren seguir hacia adelante, sobre todo él, si no
quiere considerar el resto de su vida como los minutos de la basura de un
partido que ha perdido por goleada. Tienen que seguir jugando…, desprecia el
hombre que fue, lo desprecia. No tanto por lo que haya hecho, sino por la
identidad que él tenía de si mismo…, yo soy listísimo, yo estoy al cabo de todo
y lo controlo todo…, y al final era un pardillo como los demás. Se ha arruinado
completamente y ni si quiera fue listo como para guardarse un poquito, como
hace el personaje de Julián, de la Junta de Andalucía. También hay una actitud
crítica de ella, de cambiar, sino las cosas que no se lo plantea, cambiarse a
sí misma, que es la base para luego poder hacer otros cambios.
¿Hasta qué punto, y hablando de los
cambios políticos, incluso la crítica y la rebeldía pueden estar manipuladas
por los mismos poderes que se pretenden cambiar?
(Aquí
el autor me mira con extrañeza y, pensándoselo un rato…). Eso no se plantea en
la novela, pero seguro que pasa a menudo. Ellos sí que tienen que luchar contra
el convencionalismo, por ejemplo cuando se plantean, estando en la terraza, una
de las cosas importantes del libro, si van a vivir el día siguiente como si
fuera el primero o como si fuera el último. Pero desde todos lados nos dicen
que vivamos como si fuera el último, tienes que escribir y aprovechar el día
como si fuera el último…, mejor será vivirlo como si fuera el primero…, en la
novela se habla de un comienzo, para estos personajes es de esa manera, para
los demás puede ser de otra. Pero hay que comenzar, no podemos resignarnos a
seguir en la deriva hacia abajo, y no digo económicamente, moralmente.
En su novela Blues de Trafalgar, cuatro estudiantes se encuentran por casualidad
un alijo de hachís que deciden vender con dramáticas consecuencias. Está basada
en un hecho real. ¿Esta nueva novela parte de algún hecho real o experiencia
cercana?
Tengo
muchas, porque yo tengo esa edad, he pasado de los cincuenta de largo, y amigos
que tienen mi edad y que tuvieron que empezar de nuevo…, profesionales buenos,
no como mi personaje, arquitectos que ya no les encargan ningún tipo de
trabajo, fotógrafos, publicistas, que se quedan sin trabajo. Hay una percepción
personal desde ese punto de vista, y luego hay una serie coincidencias, por
circunstancias personales, que yo transformo para poner aquí. El personaje de Amparo
es el nombre de una amiga que se suicidó hace treinta y tantos años. Julio, al
que ella se dirige en las cartas, era un amigo que en la misma etapa juvenil se
suicidó. El Walden de Thoreau, que sale mucho en la novela –aquí se refiere el
autor al ensayo Walden, la vida en los
bosques, de Henry David Thoreau
(1854)-, yo al principio no lo tenía pensado. Pero durante la escritura de la
novela, una amiga que se compró un bosque en la sierra norte para poner un
centro artístico, me invitó para pensar en un curso, y pensé en esta obra. Leí
el libro, pero no di el curso, y lo aproveché para la novela. Está hecha de
muchos detallitos, mis padres viven en San Lorenzo, barrio donde vive la madre
de Felipe. Mi madre no tiene alzheimer, pero mi padre sí. Incluso los casos de
corrupción que se mencionan son reales, y están dentro de mi propia
experiencia, no directa, pero si indirecta. Un notario que en la novela se dice
que ejercía de prestamista, esa notaría existía, porque a un familiar mío le
prestaron dinero. Se suicidó el notario, que dejó un pufo en la ciudad –aquí el
autor se refiere a Pedro Romero-Candau, que se suicidó de un tiro, el 3 de
marzo de 2014. Sus deudas ascendían a 50 millones de euros, y tomó la dramática
decisión el día que tenía que devolver los 5,5 millones de euros que la
Universidad de Sevilla había depositado en su notaría-.Cuando yo estaba
escribiendo la novela aún no se había suicidado.
¿Cuándo empezó a escribir la novela
ya sabía cómo iba a acabarla?
En
este caso no. En Blues de Trafalgar,
al tener elementos de intriga y ser un thriller,
a la fuerza tienes que saber el final de la intriga, aunque los detalles no los
tengas todos. En este caso no, yo si sabía –aquí un spoiler- que no se iban a suicidar. La idea de que se suicidaran
estos personajes, a los que les he cogido cariño, me resultaba tan desagradable
que, nada más que empecé a escribir, me di cuenta de que por ahí no iba a ir.
Pero, aparte de eso, durante el proceso de redacción de la novela vas sumando
lecturas, experiencias y las vas añadiendo a la propia redacción. Es muy
interesante porque esto te enseña muchas cosas, aprendes más que cuando tienes
la idea prefijada
Va creciendo con la propia escritura…
Exacto,
va creciendo.
Quería preguntarle por las dos citas
que abren el libro. Tenemos las del malogrado poeta granadino Pablo del Águila
(1946-1968), que por cierto nombra al malvado dios del viento Enlil (Enky sería
el bueno), de la mitología sumeria, a la que personalmente fui aficionado en
una época de mi vida…
Sí, a
Enlil y a la diosa Ninlil, yo también fui aficionado a los sumerios,
precisamente en una revista sacamos una cosa de sumerios…, pero en este caso no
tiene más objeto que nombrar a una pareja de dioses.
… y a Henry David Thoreau. ¿Por qué
estas dos citas?
El
caso de Pablo del Águila, mira, ha dicho malogrado, se suicidó jovencísimo, a
los 22 años. Claro que por edad no llegué a conocerlo, pero a final de los
setenta Juan de Loxa nos trajo aquel libro. Un libro pequeño que es
hermosísimo, de los mejores que tengo en mi biblioteca –aquí se refiere al autor
al libro póstumo que editó el citado Juan de Loxa y otros amigos del poeta y
que se titulaba Desde estas altas rocas
innombrables pudiera verse el mar (Ed. Anel y Poesía 70, 1973)-. Con poquísimas personas he podido hablar de
Pablo del Águila, como es su caso que sabe quién era, aunque sea de
referencias, porque el libro es inencontrable. En estas citas concretas, aparte
de la referencia a un poeta suicida, como el libro trata en parte del suicidio,
era perfectamente apropiado porque: “Tu
nombre era Enlil que significa: lo que cuesta perder lo que se tuvo un día”…personal
y masculino, y… “Yo me llamaba Ninlil y
significa: vivíamos dos en la misma ciudad en ese tiempo”. Esta cita es la
sustancia de la primera parte de la novela. En cambio la de Thoreau: “Solo amanece el día para el que estamos
despiertos…”, de donde saqué el título y: “Hay muchos días por
amanecer…”, era el otro movimiento, porque la novela está compuesta en dos
movimientos, por dos fuerzas, destructivas en un principio, que llegan a
fundirse y a ser constructivas. Me agradaba el juego de estas dos ideas; y
luego poner a Pablo del Águila me gustaba, me están preguntando por él, y
aunque sé que es difícil, me encantaría que alguna editorial lo reeditara.
El amor, sin ánimo de ser cursi,
¿puede ser una tabla de salvación?
Sí,
yo creo que lo es, en la novela lo es específicamente, lo único es que ella
dice que no quiere usarlo como tabla de salvación porque cuando se vaya se va a
hundir. Lo ideal es que sea un trampolín para salir del agua. Pero sí, yo creo
que el amor… (Pausa)… sin darle una trascendencia, sin ser una novela donde
diga están hundidos, pero se enamoran… eso no digo yo que no pasé, pasará, pero
no es esa la función. Ellos se enamoran porque se gustan y son muy
complementarios, que es muy distinto. Porque cada uno puede enseñarle cosas al
otro, pero si no se hubieran conocido en esas circunstancias dramáticas, jamás
se hubieran interesado el uno por el otro. Felipe la hubiera considerado sin
interés, a él le gustan las mujeres glamurosas y que todo el mundo las mire. Y
ella hubiera dicho: ¿y este mierdecilla?, y lo hubiera despreciado. Pero se
encuentran, y el amor puede ser un impulso y tiene una capacidad de redención
que no tiene ninguna otra emoción.
¿Qué grado de imaginación y fantasía
tienen sus novelas?
Para
mí las novelas son obras de imaginación. No son diarios, reportajes o
periodismo cultural disfrazado, no deben serlo. Para mí la novela tiene que ser
una obra de imaginación, ahora bien, entendiendo que uno imagina sobre lo que
tiene cerca. Hay una frase de Raymond Carver, que a mí me gusta mucho, que
dice: “Utiliza lo que te rodea”. Uno no opera en el vacío.
Como lector y filólogo: ¿Usted cree
que la narrativa actual española cuida las herramientas del escritor, la
gramática, la palabra escrita?
Tampoco
conozco en profundidad la literatura española reciente como para que mi opinión
esté fundada, pero tengo la impresión de que se habla cada vez peor, y por
tanto se escribe cada vez peor. Hay, en las novelas, un cuidado meramente informativo de las palabras, poco
artístico. Parece que la gente no comprende que esto es un arte, y que tú
tienes una materia, unos elementos que tienes que transformar, que utilizar.
Además, si tienes una paleta enorme, para que reducir el léxico a 150 palabras.
Claro que para abrir el abanico hay que tener muchas lecturas…, yo creo que hay
gente que se lanza a escribir con poco bagaje literario, y entonces le salen
redacciones casi escolares o convencionales, y sus referencias son el
periodismo, no la literatura.
Pasó veintiún años de su vida como
librero, en la librería que usted mismo fundó, La Roldana. ¿Cómo fue la
experiencia?
A mí
me encantaba ser librero. Puse la librería con 23 años, y disfruté cada momento
de los que estuve allí, hasta los malos. No sé si algún día volveré a poner una
librería, pero me encantaría. El momento actual es crítico para las librerías,
pero siempre lo ha sido. Cuando abrí la mía, en 1982, ya era crítico. Mi padre
me ayudó un poco, pero todos me decían que estaba loco, un quiosquero ganaba
más, me decían. Dentro de cierta modestia me salió bien, pero en todos esos
años los momentos siguieron siendo críticos, nunca hubo un momento muy bueno.
Claro, como ahora ha ido a peor… En la medida en que haya libros en papel, y
creo que va para largo, las librería tienen una función de reunión o tienen que
convertirse en ello. Que la gente no sólo vaya a ver libros, que vaya a ver
gente, a encontrarse…, ahora hay librerías con ese objetivo, que tienen
cafeterías, realizan actos, salas de arte, cursos…En Sevilla hay una de arte y
diseño, libros de los que yo no soy usuario, que no puedo por más que pararme a
ver sus escaparates, por ejemplo. Se llama “Un gato en bicicleta”. La librería
no es un negocio para personas que exclusivamente van a mirar comercio, además
de ello tiene que haber un plus de vocación y de entusiasmo.
¿Cuáles son sus novelistas,
razonablemente muertos o razonablemente vivos, preferidos?
Me
gusta Pío Baroja, Juan Benet, Rafael Sánchez Ferlosio… Ferlosio que para
desgracia de los aficionados es un “desertor” de la novela, Martin Amis…, pero
creo que los novelistas aprenden leyendo historia y poesía. Para mí la novela es
una mezcla entre ambos géneros literarios…
Antes que la prosa literaria, fue la poesía,
los romances, los cantares de gesta…
¡Exacto!
Yo tengo más libros de historia y poesía que novelas. Claro que yo también leo
novelas por puro entretenimiento, y voy a las bibliotecas por ellas, pero no las
guardo. Claro que a los citados, o a William Faulkner y otros sí, pero por
ejemplo el novelista de Juego de tronos
–George R. R. Martin-, me parece
extraordinario. Me gustan los géneros, el de aventura, la ciencia-ficción,
policial, etc.
Precisamente uno de los más
prolíficos, y premiados, autores de novelas de ciencia-ficción en la editorial
Bruguera es un andaluz, el gaditano Ángel Torres Quesada, que firmaba las
novelas de quiosco como A. Thorkent.
¿A
si? No lo sabía.
En una reciente entrevista en The New York Times Magazine, la
escritora Toni Morrison dijo, y otros antes que ella, que: “Escribir es una
forma de pensar el mundo” ¿Tienen una idea del mundo los escritores españoles
contemporáneos?
Sin
una idea y unas adecuadas lecturas, te puede quedar simplona una novela en la
sustancia moral, que obviamente debe tener toda narración. Pero la verdad es
que yo no leo mucha novela contemporánea española como para poder juzgar. Quizá se escriba mucha política y
sociología y novelas que parecen ensayos, claro que hace falta que se haga y
que haya gente que se adelante, no le digo yo que no, pero… Las primeras
novelas de Belén Gopegui me gustaron, y seguro que me dejo de nombrar a más, Intemperie de Jesús Carrasco está muy
bien escrita y me gustó, quizá simple en su moralidad como decía arriba, pero
escribe magníficamente.
¿Tiene alguna manía o ritual a la
hora de ponerse a escribir?
No,
fumo. Me tomo mi cervecita, me hago mi cigarrito…
¿En casa?
Sí,
sí, en casa, a mí me resulta muy difícil escribir fuera de mi ámbito. Como
decía Flaubert, que necesitaba estar tranquilo para ser libre, a mí me pasa lo
mismo y la libertad, la encuentro en las palabras. Hábitos no, rutinas. Me lío
mis cigarritos, como Pla, que además se ponía sus copas de coñac, pues yo
igual. En las bibliotecas no se puede fumar, y si estoy de viaje y solo, suelo
tomar apuntes.
¿Escribe a mano o en el PC?
En el
ordenador. Se lo digo con franqueza, no sería novelista si tuviera que escribir
a mano. Se imagina tener que repetir, volver sobre lo escrito… ahora puedes
borrar, cortas, corregir, pegar…
Ya ve, las mayores obras de la
literatura universal se escribieron a mano, con una pluma de ave y la luz de
una vela…
Y
muchas veces en la cárcel…, es admirable que escribieran tanto, por ejemplo
Dickens.
Sin ánimo de meterme en cuestiones de
creencias teológicas… ¿Es sevillista o bético?
(Soltando
una gran carcajada). Me gusta ver partidos de fútbol, pero no es que me guste
mucho. Yo me alegro que ganen los dos equipos de la ciudad, pero por familia
soy sevillista. Mis sobrinos son sevillistas, mis padres, me hermana se casó
con un jugador del Sevilla…, menos un hermano que es bético…
Le deben llamar el raro en la
familia…
Eso,
el raro, ja, ja, ja
Gracias por la entrevista.
Gracias
a usted por esta entrevista tan literaria, ya que esta novela sólo es
literaria. Quizá en el anterior libro, como iba de narcotráfico, con una trama
delictiva, corrupción, etc., los periodistas me preguntaban más por esas cosas.
Publicado
en la revista Rambla/Público.es
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