Por: Javier Coria
Xavier Vinader, el veterano periodista catalán de investigación,
murió a los 68 de una neumonía en el hospital de Vall d’Hebrón de Barcelona.
Acaba
de morir, a los 68 años, el periodista de investigación –de los de antes,
cuando no existía Internet y el copia/pega) Xavier Vinader especializado en la
extrema derecha y la guerra sucia de los estados. También escribió sobre
terrorismo, corrupción, sectas y las bandas paramilitares y parapoliciales.
Cubrió la invasión rusa y guerra de Afganistán, y la Revolución de los Claveles
de Portugal. Fue militante del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). En
el año 2007 se le concedió la Cruz de Sant Jordi por la Generalitat de Catalunya, que venía a engrosar los múltiples premios que recibió a lo largo de
su carrera periodística.
Ejerció
su profesión en múltiples medios de comunicación, pero sobre todo en los del
Grupo Z. Fue presidente de Reporteros Sin Fronteras hasta 1993. En los
principios de la revista Interviú
(ahora es otra cosa), publicó numerosos reportajes, algunos le costaron un exilio
y cárcel. En la citada revista, publicó Vinader unos reportajes con el título: “Confesiones de un infiltrado: Cómo actúan
los ultras vascos”. Era el año 1979, y dos personas citadas en el reportaje,
Alfredo Ramos Vázquez y Jesús García García, y a los que se les identificaba según
la fuente del periodista como confidentes de la policía, murieron en un
atentado de la ETA. La fuente, hoy se puede decir porque se hizo pública al ser
procesado con el periodista y además falleció, era el ex policía Nacional
Francisco Ros Frutos. La Audiencia Nacional condenó al periodista, en 1981, a 7
años de cárcel por “imprudencia temeraria profesional”. En una entrevista de El País de 1981, declaró Vinader sobre
su causa: “He sido condenado a siete
años de cárcel por haber escrito la verdad. (…) Se me hace responsable de las
consecuencias que tuvieron dos artículos míos publicados en la revista Interviú. En ellos relataba las
actividades de la extrema derecha en el País Vasco, porque consideraba mi deber
profesional darlas a conocer a la opinión pública”.
Xavier
Vinader huyó y se exilió en Francia, convirtiéndose en el primer periodista
exiliado de la Transición. En 1984, regresó a España y fue llevado preso a la cárcel de Carabanchel, en
Madrid. Pero pasó tres meses entre rejas, ya que fue indultado por el gobierno
del PSOE, presidido por Felipe González. Claro que el indulto vino después de
grandes movilizaciones por la excarcelación del reportero y por la libertad de
expresión. Entonces se hizo famosa la careta y la pegatina de “llibertat
d’expressió”, que deberíamos ir desempolvando para enfrentarnos a la “leyes
mordaza” del gobierno del PP. Pero volviendo aquella época, no son pocos los
que nos cuentan que el gobierno de Felipe González no tenía intención de
indultar al periodista, lo hizo por la presión de la protesta, no les
interesaba tener a toda la profesión periodística en contra; recordemos que
Vinader investigaba las tramas de la guerra sucia de los aparatos de Estado, y
uno de sus engendros parapoliciales, el GAL, operó desde 1983 hasta 1987.
Vinader, estando exiliado en París, fue alertado por la policía francesa para
que tomara precauciones, y le dieron el teléfono de un inspector de la lucha
antiterrorista de aquel país. Como supo
más tarde el periodista, el GAL planeaba atentar contra su vida o secuestrarlo. En
los reportajes de Interviú se daban
datos y nombres de la guerra sucia de los grupos parapoliciales que se
utilizaban contra el nacionalismo vasco. Pero la justicia española no
investigó, nadie fue juzgado, sólo el periodista por contarlo, y el ex policía,
al que se le pidieron 4 años de cárcel. En 7 de febrero de 1987, el ex policía
apareció ahorcado en su domicilio de la pedanía murciana de Guadalupe.
Personalmente,
conocí poco a Xavier Vinader, no tuve la suerte de tratarlo tanto como para ser
su amigo, aunque coincidimos alguna vez. La primera cuando lo entrevisté, en
1985, para un libro colectivo sobre los últimos fusilamientos del franquismo,
del 27 de septiembre de 1975, de los que en este año se cumplirán 40 años de
olvido, para víctimas y familiares, e impunidad para los responsables de
aquellos juicios militares sumarísimos donde se conculcaron toda clase de
derechos, humanos y jurídicos. Luego, durante un corto espacio de tiempo,
podemos decir que fue mi jefe, ya que empecé a colaborar en una aventura
editorial de una revista –gráficamente muy atractiva- que duró unos pocos
números y de la que él era el “papá oca”, y a su alrededor nos reuníamos los
polluelos mirándolo con admiración, sobre todo, poco antes de cerrar, cuando
nos dijo que tenía pensado crear un “equipo de investigación”. La revista se
llamaba Públic, parece que este
nombre me persigue, por otro lado. El jefe de edición gráfica recuerdo que era
Paco Elvira, que nos dejó en dramáticas circunstancias en 2013.
El pasado mes de febrero, la televisión pública catalana (TV3), emitió un documental en el programa Sense Ficció (Sin Ficción) titulado: “Xavier Vinader, periodista. Contra la guerra sucia”. Aunque Vinader seguía trabajando, hacía tiempo que una televisión no se ocupaba de él, hoy este documental es una pieza que deberían ver todos aquellos que quieran saber sobre los oscuros cimientos que se construyó la nada modélica Transición española.
En fin, en los tiempos duros que está viviendo esta profesión, y la sociedad en general, se echan de menos periodistas que no comulguen con las versiones oficiales, sean críticos y tan valientes como lo fue Xavier Vinader. Descansa en paz, amigo.
***
Masacres, medallas y
mariachis
Por: Xavier
Vinader (El Temps)
Fue,
como mínimo, esperpéntico. Al mismo tiempo que una ola de violencia sacudía a
México de arriba abajo –el asesinato y desaparición de 43 estudiantes de
magisterio de Ayotzinapa por la Policía, el secuestro y la muerte del diputado
Gómez Michel y el fusilamiento por militares de 22 personas en Tlatlaya- y se
evidenciaba, de nuevo, la corrupción y el desbarajuste de los cuerpos de
seguridad de aquel país, uno de sus máximos capitostes, el cuestionado
comisionado general de la Policía Federal, Enrique Francisco Galindo Ceballos,
viajó a España para recibir una condecoración del Ministerio del Interior. Y no
lo hizo a hurtadillas, sino bastante acompañado y por todo lo alto. Se llevó
con él el mariachi completo de su corporación: 11 dragones de la Policía
Federal con uniforme de gala. Para que no faltara de nada en la fiesta.
El
propio ministro del Interior, el beatífico Jorge Fernández Díaz, se quedó de
pasta de boniato cuando durante la celebración de la fiesta de la Policía
Nacional, condecoró al comisario Galindo Ceballos, con la medalla al mérito
policial en la modalidad de Plata Honorífica, y vio de cerca la guardia
pretoriana de policías-mariachis que llevaba. El director general de la
Policía, Ignacio Cosidó, intuyendo el marasmo, cogió el micro y, tras reconocer
el esfuerzo realizado por el Gobierno mexicano para mejorar las condiciones de
seguridad entre las naciones, inició un discurso que no tiene desperdicio:
“Estamos ampliando el ámbito de seguridad europeo a una dimensión
iberoamericana y México, con su Policía Federal, es un país líder en este
proyecto común”. Nada sobre las constantes violaciones de los derechos humanos
por los cuerpos policiales mexicanos, los asesinatos extrajudiciales y los
centenares de desaparecidos… Los policías-mariachis hicieron dos
representaciones –en Madrid y Palencia- que se alternaron con la de la Orquesta
Sinfónica del Cuerpo Nacional de Policía. En todos los actos, el comisario
Galindo-Ceballos alabó la sólida relación entre las dos policías y agradeció la
ayuda de los españoles en la creación de la Gendarmería mexicana. Y se quedó
tan ancho.
Paralelamente,
en México, se iban descubriendo más y más datos (escalofriantes) sobre cómo
habían sido asesinados los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa
(Guerrero) por agentes de la Policía Municipal y sicarios del narcotráfico, y
aparecían nuevos testimonios sobre fusilamientos extrajudiciales… que la
Secretaría de la Defensa Nacional había tratado de camuflar como
enfrentamientos entre militares y presuntos delincuentes. Prácticas que, hasta
ahora, nadie ha reconocido haber enseñado nunca.
[Publicado
en la revista El Temps (nº 1586) del
2 de noviembre del 2014]
Fuente
original: El
Temps
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