Por:
Javier Coria
Hasta bien entrada la democracia,
miles de niños y niñas continuaban encerrados en internados.
Colegios
religiosos, orfanatos, preventorios antituberculosos o centros de Auxilio
Social se convirtieron en una especie de prisión para estos niños. Allí
sufrieron abusos físicos, psíquicos, sexuales, explotación laboral o prácticas
médicas dudosas. Hoy se destapa este pasado oculto y silenciado. A diferencia
de países como Irlanda, que han reconocido los malos tratos a niños bajo tutela
de estas instituciones, en España estos abusos no han sido nunca juzgados ni
reparados.
Ser
hijo de madre soltera, pobre, con padres en prisión por motivos políticos o con
algún familiar enfermo de tuberculosis era motivo suficiente para que un niño o
una niña fueran internados en un centro religioso o del Estado. La duración de
la estancia era variable, pero para muchas criaturas estos centros se
convirtieron en auténticas cárceles donde estuvieron encerradas desde el
nacimiento hasta la mayoría de edad.
Palizas,
violaciones, trabajo esclavo y vejaciones convirtieron en una pesadilla en la
infancia y la adolescencia de miles de criaturas, y no sólo durante los primeros
años del franquismo. La Transición llegó tarde (una vez más) a muchos de estos
internados y los abusos continuaron hasta bien entrada la democracia.
El
régimen franquista invirtió pocos recursos en asistencia, pero explotó la
beneficencia con finalidad propagandística dando la imagen de una atención
exquisita a estos niños. Pero la realidad era bien distinta. Las criaturas
recibían caridad a cambio de adoctrinamiento y a menudo sufrieron unos malos
tratos que excedían lo que se pudiera considerar normal para los castigos de la
época.
Los
malos tratos no eran, por suerte, una práctica generalizada, pero sí demasiado
frecuentes. Tampoco tenían lugar exclusivamente en centros religiosos, ya que
muchas víctimas sufrieron los abusos en centros dependientes del Estado. A las
tensiones morales y la hipocresía de la época, se añadía la impunidad de abusar
de unas criaturas que difícilmente podían denunciar nada.
Las
secuelas de los abusos han perseguido toda la vida aquellos niños. Ahora, ya
adultos, han decidido abrir el cuarto oscuro de la memoria y denunciar unos
hechos que en otros países, como Irlanda, han merecido la condena del Estado y
de la Iglesia.
La mayoría
de protagonistas del documental no confían en la justicia española y por ello
se han añadido a la Querella Argentina contra los Crímenes del Franquismo que
ha abierto en Buenos Aires la jueza María Servini de Cubria. Mientras tanto,
han confiado su relato al programa Sense
Ficció de TV3, en unas entrevistas que para muchos han sido la reparación
que les niegan las instituciones.
"Els internats de la por" es un documental dirigido por Montse Armengou y
Ricard Belis, que cierra la trilogía sobre la infancia como víctima del
franquismo, iniciada con "Los niños perdidos del
franquismo" (2002) y "¡Devuélveme el hijo!” (2012).
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