CREACIÓN
ARTÍSTICA EN UN GARAJE
Entrevista al Grupo “Cacereños 54 y uno de Cuenca”
Por: Arturo Seeber
En el año 2001 un grupo de pintores, que han trabajado por su cuenta pero
que mantenían inquietudes semejantes, deciden reunirse en torno al pintor
Mariano Lozano, compran en el barrio Madrileño de Villaverde Alto un garaje que
transforman en taller. Nace así el grupo "54 Cacereños y uno de
Cuenca". Además de enfrentarse a
una permanente búsqueda en la forma, en el color y en la materia, los mueve el
convencimiento de que el arte no debe ser un producto para elites, sino puede y
debe llegar a público en general.
¿Qué
es y cuándo se forma “54 Cacereños y uno de Cuenca”?
Es un grupo, inicialmente sólo de
amigos, con muchos años de trato y con inquietudes sociales y artísticas
comunes. En 2001 tuvimos oportunidad de comprar un garaje y, en ese espacio,
decidimos comenzar una aventura artística conjunta. El grupo cuajó en torno a
Mariano Lozano, el único profesional de todos nosotros, el único de Cuenca,
artista de largo recorrido, fervoroso devoto del oficio de pintor y miembro de
colectivos históricos, como “Estrujenbank” en los años ochenta y noventa, o “CAS”
posteriormente.
¿Sois
cincuenta y cuatro?
No, pero si nos apretamos cabemos: el
garaje es grandecito. El nombre viene precisamente de la dirección del garaje,
en la calle Cacereños de Madrid, en el barrio de Villaverde Alto.
¿Cómo
trabajáis?
Entre nosotros somos distintos. De modo
natural uno tiende a primar la investigación sobre el color, otro más sobre el
gesto o la materia, otro sobre la forma…, a veces producimos obras claramente
figurativas, otras rotundamente abstractas. A veces son obras gráficas, otras
esculturas… pero, sobre todo, es pintura. Somos apasionados de la pintura, de
la acción de pintar y de los elementos materiales que integran la pintura: el
color, la materia, los soportes, el modo de aplicación… Lo que nos une es el
respeto a esos elementos, el esfuerzo por conocerlos, y también la búsqueda de
la sorpresa que se produce cuando uno deja que todo eso, y el pintor mismo,
fluyan en libertad… Nos gusta el descubrimiento de lo inesperado, entendemos
esas materias pictóricas como algo vivo que actúa e interactúa siguiendo también
los impulsos de su propia naturaleza, algo que escapa a nuestro control, que
perseguimos, pero no dominamos… Nos gusta dar la vuelta a los cuadros, mirar
cómo los pigmentos y los aceites han pintado su propia obra en el reverso, cómo
el agua y el aceite, al rechazarse, perfilan las áreas de color según su
capricho, cómo el gris acentúa el rojo, cómo la pintura se desliza sobre el
soporte y dibuja la ley de Newton, cómo el negro puede estar cerca o lejos,
cómo un accidente salva un cuadro, cómo un trapo abandonado puede convertirse
en un arco iris... Pintar es un acto de conocimiento, pero queremos, además,
vivirlo como un ejercicio de libertad, de libertad del pintor y de lo pintado y
de la materia pictórica misma. Esa libertad se advierte luego en la obra. La
pintura no engaña.
El autor de la entrevista con Pablo Mayoral (sentado) y Alejandro Pacheco (con el vaso en la mano)
¿Cuáles
son vuestros objetivos?
Podemos seguir el hilo de la respuesta
anterior, y entonces te diremos que nuestro objetivo es ser cada vez más
libres. En lo personal, en lo social, y en lo artístico. Esto no es
grandilocuente; en realidad es bastante humilde. Es reconocer que se trata de
un proceso permanentemente inacabado, tan necesariamente ininterrumpido como
querer alcanzar el horizonte y, por otra parte, es reivindicar
cómo el mero hecho de encontrar el espacio y el tiempo para disfrutar del arte,
de la creación intelectual y emocional de otros hombres y mujeres como
nosotros, es un acto de libertad que nos hace más libres y genera lazos
profundos, conscientes o no, con esos otros. Eso es la cultura. La mayoría de
la gente trabajadora se considera, porque así la han enseñado, al margen del
arte, como si éste fuera algo elitista, exclusivo de la clase adinerada. Y de
ese modo renuncia a crecer, a disfrutar, a reclamar y ejercer su derecho a una
vida intelectual y emocional plena, a descubrir, a sorprenderse, a conocer y
hacer suyos motivos, conceptos e imágenes auténticos, no subproductos generados
por el mercado, basura clonada hasta el infinito. De ahí que un propósito
prioritario para nosotros es “mover” nuestras obras por circuitos populares,
por barrios obreros, escenarios donde la pintura, o el arte en general, son
algo insólito, negado. Un cuadro original, no una estampita, en la pared de una
casa de trabajadores. Ese es un bonito objetivo.
NOTA:
Arturo Seeber Bonorino es
un escritor argentino que lleva más de dos décadas viviendo en España. Autor de
La gran oportunidad del Pelusa, que
recibió el premio del XXI Certamen Manuel Vázquez Montalbán y del libro de
relatos negros: Un paquete para el mánager, entre otros libros.
Publicado
originalmente en la Revista Rambla
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