Imagínense que están paseando por un paraje agreste de la Sierra de Collserola (macizo montañoso en los alrededores de la ciudad de Barcelona cuyo punto culminante es el Tibidabo) y de sopetón se encuentran con unas plantas exóticas que la lógica botánica nos dice que no tenían que estar allí. Unos metros más abajo, ya que estamos en una pronunciada ladera, nos encontramos con las ruinas de unas construcciones bastante extravagantes y recargadas, y más allá unos extraños túneles…
Si logramos situarnos en un lugar alto y otear el paisaje veremos aisladas señales, como gritos que surgen del pasado, de que entre la fronda salvaje de vegetación se esconde un misterio, un complejo constructivo que pasa desapercibido a los miles de ciudadanos barceloneses que acuden en sus horas de ocio a este parque metropolitano, el más grande del mundo con sus 11.000 hectáreas, de las cuales 8.259 conforman el Parque Natural recientemente declarado.
Mis pasos me llevaron a aquel lugar del que procuré informarme, descubriendo una historia que la mayoría de mis conciudadanos desconocían o habían olvidado, como pude comprobar tras explicarla en alguna emisora de radio, como fue en RAC 1. Años más tarde llegué al lugar con un equipo de Cuatro Televisión con el que estábamos realizando un reportaje sobre los “Exploradores urbanos” y que emitió con gran éxito el programa Cuarto Milenio.
Allí, como si la naturaleza se estuviera vengando y recuperando lo que es suyo, se encuentran las ruinas de lo que fue un día uno de los casinos más importantes de Europa y el complejo de ocio más grande de la ciudad. Actualmente la hiedra, los jaramagos y zarzales crecen en las hendiduras de unos muros que en otro tiempo albergaron el lujo y el boato de lo más granado de la sociedad catalana. Los sonidos de la música del salón de baile, el bullicio propio de un casino, son remplazados hoy por los graznidos de las aves, el rumor de la urbe cercana y el susurro producido por las salamandras y otros pequeños reptiles que se deslizan por las tapias llenas de musgo de unos restos de construcciones que, como pueden ver en las fotos, eran un verdadero pastiche de estilos arquitectónicos como el neoclásico, el modernismo y el neomudéjar, todo ello componiendo un conjunto bastante hortera y vulgar para el gusto actual, pero de gran impacto en su época.
Me estoy refiriendo al Gran Hotel-Restaurante de la Rabassada (l’Arrabassada, en catalán), obra faraónica que se construyó durante 1899 y los primeros años del siglo XX. El primer proyecto lo realizó el pintor y arquitecto francés Edmond Lechavallier-Chevignard, pero la ampliación en la que se construyó el casino al que me estoy refiriendo data de 1911, y fue obra del catalán Andreu Audet i Puig, arquitecto municipal modernista que se especializó en la construcción de teatros y salas de espectáculos.
Estaba situado en la carretera de la Rabassada, más concretamente en un paraje conocido como Can Cortés, que pertenece al término municipal de Sant Cugat del Vallés (Barcelona). La obra, que costó dos millones y medio de pesetas, contaba con el hotel, restaurante y el casino citados, pero también albergaba un teatro de revista, un salón de conciertos, un jardín botánico con plantas exóticas de todo el mundo y un gran parque de atracciones con una montaña rusa de 2 kilómetros de largo. Lo curioso y novedoso de dicha atracción era que sus vagonetas, en ciertos tramos, pasaban por túneles anegados de agua y con cascadas que hacían de la instalación una especie de parque acuático como los que conocemos hoy en día.
Todo lo gestionaba una Sociedad Anónima con mayoría de capital francés, y como no le faltaba de nada al recinto, tenía su propio servicio de coches de alquiler en la plaza Cataluña y una línea de tranvías propia, cuyas unidades fueron adquiridas en régimen de alquiler a las autoridades municipales de la ciudad de Marsella. La línea luego se convertiría en la número 28 de la ciudad y, como anécdota, fue colectivizada durante la Guerra Civil.
La estancia en las habitaciones del hotel, sin desayuno, costaba 8 pesetas al día, y el menú de su afamado restaurante, 5 pesetas. El casino se inauguró oficialmente el 15 de julio de 1911, y asistieron 300 personas, lo más selecto de la sociedad, según refieren las páginas de sociedad de la prensa de la época.
A estas alturas se estarán preguntando dónde está el misterio, aquí van algunos. El casino se hizo famoso en toda Europa por su concurrida ruleta, donde más de una fortuna encontró su final entre las 36 casillas rojas y negras, mientras el croupier decía aquello de: rien ne va plus. Ligado a estos infortunios estaba una extraña habitación llamada de “Los suicidas”, de la que algunos periódicos de la época y los mentideros de la ciudad hablaban. Se trataba de una habitación insonorizada. Sobre una mesa, un revólver con una sola bala y, para no perder cierta elegancia, si me permiten la frivolidad, siempre había una botella de champán frío. La función de dicha estancia estaba claro. Incluso el “servicio” de retirada del cuerpo corría a cargo del propio casino, con permiso, supongo, de los familiares. No tengo ninguna constancia de que se utilizara, ni, si les digo la verdad, que existiera la habitación de los suicidas, pero era una cosa que, para mi sorpresa, me cuentan que era habitual en otros famosos casinos europeos de la época.
Lo que sí está mejor documentado son los negocios sucios que se amparaban bajo los oropeles y espejos del casino, uno de ellos era la corrupción de menores, el estupro. Aquí tengo que hablar de una de las más extrañas clientas del casino, se trataba de Enriqueta Martí Ripollés, la llamada pomposa y equivocadamente, “La Vampira de Barcelona”.
Enriqueta, entre otras cosas, acudía al casino para ofrecer a sus clientes pederastas los menores que ella misma prostituía. Otras de sus especialidades eran los elixires y ungüentos curalotodo, no en vano empezó trabajando como criada y experta hierbera. Cuando fue detenida en marzo de 1912 por el secuestro de la niña Teresa Guitar, cuya desaparición angustió a la ciudad, en los registros de varios pisos que tenía o había habitado Enriqueta (se la detuvo en el entresuelo 1ª del nº 29 de la calle Ponen, hoy calle Joaquín Costa) se encontraron tarros con vísceras humanas y, empotrados en las paredes, huesos de varios cuerpos de niños. Entonces se empezó a sospechar del origen de las pócimas que comercializaba la detenida. Por eso digo que más que vampira, aunque también comerció con sangre, Enriqueta pertenecía a esa especie tan enraizada en la cultura popular hispana que son los sacamantecas, los sacauntos, que pasaron de la leyenda a la crónica negra y criminal de nuestro país con el suceso que nos ocupa o en los casos de los sanguinarios Juan Díaz de Garayo, “El Sacamantecas de Vitoria”, o Manuel Blanco Romasanta, “El hombre lobo de Allariz”. En aquellos años existía la falsa creencia que la sangre de una persona joven podía curar, por ejemplo, la temida tuberculosis.
Dibujo policial de Romasanta
Garayo
La grasa humana, por su parte, fue un codiciado combustible y tuvo usos insólitos, como lubricante en la naciente industria del ferrocarril, como jabón o, mezclada con aceites aromáticos, entraba en la composición de medicamentos y cosméticos. Hasta el siglo XIX, por ejemplo, los verdugos tenían la potestad de poder comerciar con el sebo y los miembros de los reos que ajusticiaban. Por lo que podemos decir que “nuestros” sacamantecas fueron profesionales liberales, si los contraponemos a los bochines, que eran funcionarios ejecutores de sentencias y habilitados para ese macabro comercio. Enriqueta fue acusada de 6 asesinatos aunque se cree que cometió 22. Sobre su vida y trágico final tienen información en diversos libros, novelas y, por supuesto, en la red.
Para terminar con el apartado misterios del Casino de la Rabassada, les voy hablar de uno que no está desvelado, claro, porque si no ya no sería un misterio. No hay constancia cierta de lo que les voy a contar, pero los cronistas más heterodoxos de la historia de la ciudad lo dan por real. Primero tenemos que tener en cuenta que en esos primeros años del siglo XX en Barcelona, como en otras capitales europeas, estaban en auge todo tipo de prácticas ocultistas y creencias herméticas y esotéricas que, en algunos salones de la alta sociedad, hacían furor. Entre las primeras había extraños rituales de agua y sangre, la llamada “magia póstuma” y diversas prácticas chamánicas traídas de lejanas tierras. Entre las segundas tuvieron gran predicamento las enseñanzas teosóficas de madame Blavatsky y, sobre todo, la doctrina espiritista que tuvo una notable presencia transversal en la vida pública, social y política de Cataluña; quizá algún día les hable de ello, se sorprenderán de cómo el espiritismo estuvo a punto de ser, por mediación de varios diputados, una asignatura más en las facultades de filosofía. Una vez apuntado esto, les cuento:
Para poder abastecer de agua tanto a las atracciones acuáticas como a las fuentes y bocas de riego, existía una cisterna subterránea que era un verdadero lago artificial. Pues bien, al parecer esa especie de hipogeo era utilizado por ciertas sociedades secretas para realizar sus estrambóticos rituales donde el agua, y quizá la sangre, cumplían una función simbólica. Algo parecido se cuenta de la cisterna que está debajo del Park Güell de Gaudí, y de otros lugares de la ciudad.
Las sucesivas prohibiciones del juego de 1912 y 1929, dieron al traste con el negocio del casino, pero el hotel y su restaurante estuvieron funcionando hasta 1930 en que cerraron definitivamente. Durante la Guerra Civil sus túneles salvaron la vida a muchos ciudadanos que se refugiaban en ellos para escapar del criminal cargamento que los aviones alemanes e italianos descargaron sobre la población civil. El casino fue usado como almacén y cuartel de carabineros, hasta que en 1940 fue derribado definitivamente. Pero si hay una leyenda negra sobre este recinto es la que nos habla de su utilización como cárcel clandestina durante la larga noche de piedra que fue la posguerra española. Pero eso, eso es otra historia.
© JAVIER CORIA
Como unas simples palabras pueden crear unas imágenes tan potentes en el lector. El párrafo: "el susurro producido por las salamandras y otros pequeños reptiles que se deslizan por las tapias llenas de musgo...", me llevó a la infancia, cuando mis amigos y yo nos íbamos de "cacería" de lagartijas y nos parábamos para escuchar ese "susurro". Fantástica la historia. Espero que ahora se publiqué bien el mensaje, porque antes lo escribí por error en otro sitio. Saludos
ResponderEliminarYo nací en Barcelona y no tenía ni idea de esta historia. Que poco sabemos de lo que tenemos cerca.
ResponderEliminarSiempre me pregunté, todo y haber visitado el enclave, com había sido antes, y hace años busque sobre ello, pero posiblemente no supe buscar. Graacias por deleitarnos con tan suculenta historía llena de lo que hoy llamariamos "misterios", digno de una pelicula de misterio. Saludos
ResponderEliminar¡Gracias! Yo siempre vi esta historia como una película. No podría confirmarlo del todo, pero es posible que alguien esté trabajando en una peli que, aunque no tiene al casino como eje, si sale en la historia.
ResponderEliminarEstupenda historia, aunque me paso de tarde en tarde por este blog, siempre encuentro cosas interesantes como este artículo. "La España abandonada" podría ser una bonita serie de reportajes de lugares extraños y evocadores de nuestro país.
ResponderEliminarGracias, David. Aunque no se lo crea, con ese mismo título de "La España abandonada" se propuso una serie como la que usted dice, pero se quedó en el papel. Lugares hay muchos y muy interesantes, desde hospitales grandiosos y tétricos, hasta hoteles, complejos turísticos enteros en la Costa Brava, fábricas, refugios de la guerra civil... ¿No será usted algún reportero que yo conozca pero con otro nombre?
ResponderEliminarFelicidades. Este texto complementa perfectamente a este otro sobre el Casino: http://fotosdebarcelona.com/docs/CasinoRabassada-ESP.pdf
ResponderEliminar:-)
Muy interesante...ese lugar es tenebroso yo voy mucho por alli y el domingo llegue hasta el mirador es una pena que un lugar tan bonito alla sido destruido en tan poco tiempo, ojala lo volvieran a reconnstruir quiza ahora tendria mas exito.
EliminarHola amigo ¡ te felicito por tu reportage,yo tambien fuí al casino mobido por el morbo, de la famosa leyenda de los suicidios , pero adentandome en la espesura , ví el famoso mirador , una construción , digna de admiración por su arquitectura, y su solidez , a pesar del siglo que a pasado , desde su construcción, y bajando pude ver los restos del lago, y los tuneles ,de la montaña rusa super bien conservados, mirar amigos que pasé infinidad de veces por esa carretera y lo ultimo que imaginaba era que alli hace un siglo existió un lugar tan emblematico ,y cosmopolita como fué el casino de la arrabassada .
ResponderEliminarMuy interesante. Visité la zona hace un tiempo. De día, claro.
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