Texto.
Javier Coria. Foto: Francesc Sans
El sindicalista Cipriano Martos
fue torturado hasta la muerte el 17 de septiembre de 1973, en un cuartel de la
Guardia Civil de Reus (Tarragona). Aunque la versión oficial dice que se
suicidó al ingerir el contenido de una botella de ácido sulfúrico, unos de los
componentes del cóctel molotov, es bastante raro que la prueba en una causa
judicial estuviera en la sala de interrogatorio al alcance del reo. El
periodista de la agencia EFE, Roger Mateos, presentó en la librería Documenta
de Barcelona su ensayo: Caso Cipriano
Martos. Vida y muerte de un militante antifranquista, publicado por la
Editorial Anagrama.
Cipriano Martos, obrero de la construcción,
pertenecía a CC.OO. y a la OSO, ésta última la organización sindical del
Partido Comunista de España (marxista-leninista) y del FRAP, organizaciones en
las que militaba el joven. Trabajó como jornalero en Morón de la Frontera
(Sevilla), minero en Teruel, obrero textil en Sabadell y Terrassa; y en la
construcción en Reus. Fue detenido en última ciudad en una redada tras un
reparto de propaganda en Igualada y realizar pintadas contra la monarquía,
Franco y por una República Popular y Federativa. Ningún delito de sangre, como
vemos.
Presente en el registro de su domicilio, donde se
encontró propaganda del FRAP y líquidos inflamables, fue llevado a las
dependencias de la Casa Cuartel de la Guardia Civil, donde sucedieron los
fatídicos hechos. Fue torturado durante 50 horas para que delatara a los dirigentes
de la huelga de la construcción y a sus camaradas. En uno de los
interrogatorios, el ácido sulfúrico encontrado en su casa fue a parar a la garganta
del detenido. Nada se investigó, nadie fue a la cárcel. Aunque no está recogido
por ninguna ley, las fuerzas de seguridad del Estado tienen presunción de
verdad, por lo que la versión de la Guardia Civil de que se trató de un
suicidio, se aceptó sin más. Ante la
gravedad del estado del preso, el 27 de agosto fue llevado a la sala de
beneficencia del Hospital San Juan de Reus (hoy Hospital Sant Joan).
Posteriormente sucedió otro hecho extraño, el 29 de agosto fue llevado ante el
juez para presentar declaración, cosa que no pudo hacer por tener la garganta
abrasada por el ácido. Ante la gravedad de las heridas, Cipriano Martos
fallecía el 17 de septiembre de 1973, a la edad de 30 años. El acta de
defunción ponía un lacónico: “causa de la muerte, hemorragia interna”.
Su
caso, forma parte de la Querella Argentina que pretende juzgar los crímenes del
franquismo. Roger Mateos hace un amplio recorrido por la vida de este joven que,
lleno de idealismo, militó en una de las organizaciones más duras del
antifranquismo. La temida Brigada Político Social (BPS) de la policía llegó a
formar un grupo especial para perseguirlos. El libro, muy bien escrito, se basa
en su mayoría en testimonios orales, con la dificultad que ello acarrea por la
dificultosa y larga búsqueda de protagonistas que vivieron de cerca los hechos.
También es importante de que al autor le fuera facilitada una copia del sumario
sin censurar. No es una biografía épica, ni
una hagiografía, se humaniza al personaje y no falta la crítica con
cierta ironía.
Roger,
que ya publicó numerosos reportajes sobre las actividades clandestinas del PCE
(m-l) y el FRAP, declara que no siente ningún: “apego por sus postulados, y
menos por sus métodos de lucha”, pero siempre le atrajo la “originalidad” y
“exotismo” de la organización, y se siente perplejo sobre el grado de entrega y
sacrificio de su militancia.
Con
una sala llena, donde abundaban viejos militantes y amigos, pudimos ver a
Antonio Martos, hermano mayor de Cipriano y personado en la Querella Argentina,
a Felipe Moreno, portavoz de la Mesa de Catalunya d’Entitats Memorialistes y
miembro de la Red Catalana y Balear de Apoyo a la Querella. Felipe Moreno pasó por
las siniestras manos de Juan Carlos González Pacheco, “Billy el Niño”. Reclamado
por la jueza argentina María Servini De Cubría, la justicia española no lo
extradita ni lo juzga en España, como sería preceptivo. Pero al amparo de la
Ley de Amnistía, verdadera ley de punto final, se protege a torturadores y
ministros que firmaron penas muerte, y que nunca pisaron una cárcel ni fueron
juzgados. Hoy nos enteramos que el torturador “Billy el Niño” cobra un 15% más
de pensión vitalicia desde 1977 por estar condecorado como policía.
Le Monde
Para
la presentación, Roger Mateos contó con la colaboración del historiador Xavier
Casals, que conversó con el autor. Aquí les resumimos dicha conversación.
Xavier
Casals: ¿Qué crees que puede aportar la
biografía de Ciprino Martos a los que lo conocieron y a los que no sabemos
nada?
Roger
Mateos: Para los que lo conocieron, hay una cosa que puede aportar. Como sabéis
los que habéis militado en la clandestinidad, es muy estricta. Esto consistía
en no saber nada de quien tenías al lado, o conocer muy poco por motivos de
seguridad. Vosotros sólo sabéis unas piezas del puzle de aquel momento,
conocimientos que tenéis en exclusiva, pero desconocéis otras piezas del puzle.
Tenía que ser así, porque entonces sería peligroso. Por lo tanto el libro sirve
para que los compañeros de militancia de Cipriano tengan toda la información; y
respuestas a muchas preguntas que se hacían.
Para
los que no conocían nada del caso, puede servir como un nuevo episodio a añadir
a la memoria histórica, del que hasta ahora no tenían conocimiento. No es un
caso único de brutalidad y silencio, pero combina las dos características.
Roger Martos (Foto: Francesc Sans)
¿De la búsqueda cuáles fueron los momentos
más complicados?
Sin
duda encontrar los testimonios. La parte más complicada es la del medio. El
libro se justifica solo con la pregunta capital: si fue asesinado o se suicidó,
y que pasó en ese cuartel de Reus. Aunque los testimonios son limitados, no fue
difícil, tenemos la sentencia –allí aparecen los nombre de los agentes
presentes-. Conocemos los nombres de las personas que estaban militando con
Cipriano en Reus. De los orígenes en Andalucía tuve que desplazarme allí,
hablar con los familiares y ver el entorno donde nació y vivió durante un
tiempo Cipriano. Del momento que él emigra a Sabadell y se politiza, partía de
cero. Los testimonios de las militantes del FRAP, Paqui y Sacramento, fueron
cruciales. Me costó encontrarlas. Curiosamente fueron militantes del PSUC los
que me pusieron en la pista.
Solemos imaginarnos a los que
se organizan como personas muy politizadas. En el libro descubrimos que
Cipriano es un caso de autodidactismo. ¿El caso de Cipriano Martos era
excepcional? ¿Era un perfil de la militancia de la época?
Justamente
antes de venir aquí lo estaba hablando con una militante si era un caso
excepcional, y ella me decía que no. Que ella conoció a militantes que podían
venir de un perfil social parecido, y que se habían politizado. Cosa natural en
una dictadura y con una clase social oprimida. Cipriano llegó de un pueblo
donde había sufrido lo indecible por la pobreza en que se vivía en aquellos
años en muchas zonas rurales.
Educación
la mínima, ya que él y sus hermanos fueron poco a la escuela, ya que desde
pequeños trabajaron cuidando gallinas y de peones en el campo. Llegó a un
Sabadell -en 1969 con su hermano Antonio- en ebullición, cada vez más
organizado en las organizaciones obreras, con luchas en las calles, luchas
vecinales, políticas, laborales… Cipriano no entró a militar desde una fábrica,
sino, y eso me hace mucha ilusión, desde un centro cultural, de los muchos que
había en los barrios periféricos de Sabadell, en este caso en Can Oriac (Ca
n’Oriac, en catalán), donde había una célula del PCE (m-l) muy numerosa. Siendo
un grupúsculo a principios de los años setenta, en 1973 el partido creció y
comenzaba a ser un grupo que tenía una relevancia notable y a ser un actor a
tener en cuenta.
Hacia el final, con la
detención y muerte de Cipriano: ¿Cómo fuiste encajando las piezas, poniendo
orden?... Es que todo chirria, por ejemplo la documentación de pompas fúnebre
consta el nombre del padre pero no está firmada. En la declaración, el juez
hace como una abstracción de la realidad, lo mismo pasa con la declaración de
los guardiaciviles. Todo es muy disperso.
Pues
el trabajo es analizar y encontrar hasta la mínima pista que tenía en la
documentación. En el libro me recreo en la declaración del teniente de la
Guardia Civil que estaba al mando de aquel cuartel. Y la del juez que atendió a
Cipriano cuando la guardia civil te trajo a Cipriano Martos descoyuntado, justo
había bebido el líquido. Analizo las frases del juez que supuestamente había de
investigar esa muerte y de los autores directos dl caso. El libro tiene un
vacío. Los libros que a mí me gustan, no tienen un final cerrado o no tienen
una respuesta cien por cien clara a la pregunta central. Me acerco todo el que
puedo, pero hasta ahora tenemos muchas dudas porque nos faltan unas piezas
básicas. De lo que pasó en aquel cuartel, sólo tenemos un tipo de testimonio.
Los demás sólo podemos hacer suposiciones más o menos fundadas. Quienes podían
explicarlo, tienen cero interés de hacerlo. Yo no puedo hacer de juez y llevar
a los testigos que aún viven antes un tribunal, pero la pregunta que a mí me
interesa es otra, la vida y proceso de politización de Cipriano.
Si
después de 50 horas de torturas y malos tratos, no sólo de él, sino de otros
detenidos días antes; si en ese contexto Cipriano se hubiera suicidado… ¿Eso
eximiría de culpa a sus captores? Yo creo que no.
¿Por qué el régimen no dejó ver
el cuerpo a la familia y no quiso que transcendiese el episodio?
Me
da vergüenza responder a esta pregunta junto a ti, que eres historiador. Yo
puedo dar alguna posible razón. Veníamos del caso de Enrique Ruano (se refiere
Roger Moreno al estudiante antifranquista precipitado por una ventana el 20 de
enero de 1969 por la policía secreta franquista, la BPS), que había
desencadenado protestan nacionales s e internacionales. Hubo más casos de
muertos que cuando se supieron generaron una reacción en la calle y una
reacción en el exterior de precisión internacional al régimen franquista. Una
muerte como la del Cipriano, después de una larga sesión de torturas, ninguno
se hubiera creído la versión oficial del suicidio.
¿Por
qué no dejaron ver a la familia el cuerpo?: A saber que marcas físicas habían
dejado las 50 horas de interrogatorio en aquel cuerpo. De hecho, creo que era
una práctica habitual no dejar ver el cuerpo de los detenidos muertos a las
familias y a los abogados. En el caso de Cipriano es especialmente sangrante,
porque si no lo sabéis, el estuvo 21 días convaleciente tras ingerir el ácido,
no murió inmediatamente. Durante ese tiempo, ninguno avisó a la familia. Su
hermano Antonio estaba en Sabadell, y no supo ni si quiera que su hermano esta
en Reus, ya que se había introducido en la militancia clandestina a su familia
no sabía dónde estaba. Pero la policía no avisó a la familia que estaba
detenido, ni si quiera que estaba hospitalizado. Su abogado, Rafael Nadal,
tampoco lo pudo ver.
Con
el importante y necesario libro de Roger Moreno conocemos unos de los casos más
oscuros de la represión franquista. Fuere cómo fuero, para muchos, de una forma
u otra Cipriano Martos fue asesinado por la guardia civil.
Fue
uno de tantos casos de tortura y asesinato, y en la España de hoy, a pesar del
tiempo transcurrido, la impunidad y la negativa del Estado de investigar y
juzgar a los responsables políticos y materiales de aquella represión, los hace
cómplices. No podemos hablar de una España democrática hasta que se juzgue a
los culpables y se repare a las víctimas.
Gran artículo. Gracias. Qué asco de pais donde los asesinos quedan impunes
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