Por:
Javier Coria.
Que en la Luna exista un cráter
con el nombre de Jules Verne –en el lado oscuro y con 143 km de diámetro– es
más o menos conocido, pero lo es menos que en la Tierra tengamos un punto
geográfico con el nombre de uno de los más famosos personajes vernianos, el
capitán Nemo.
El
Punto Nemo es el lugar en el océano Pacífico más aislado que existe, el más
alejado de cualquier masa de tierra, el sitio, de alguna forma, más solitario
del planeta, también llamado polo de inaccesibilidad, que debe ser equidistante
a tres puntos de la línea de la costa. Se encuentra exactamente en el Océano
Pacífico Sur, al norte de la isla Maher (que está junto a la Antártida) y al
sur de la isla Ducie (perteneciente a las Islas
Pitcairn) y Motu Nui (un islote junto a la isla de Pascua). En ese
lugar, la profundidad marina es de unos 3.700 m, y lo que hubiera inspirado una
novela de un Jules Verne contemporáneo es que, por dicha profundidad, el
alejamiento de zonas habitadas y el estar fuera de toda ruta marítima comercial,
las agencias espaciales lo han elegido como cementerio de varios vehículos y
naves obsoletas que hacen estrellar en esa zona.
El
cartógrafo y geodesta croata Hrvoje Lukatela fue el primero en situar este
punto, y lo hizo con un programa geoespacial diseñado por él llamado Hipparchus. Él mismo nos lo explica en
exclusiva para este libro desde Zagreb:
¿Cómo fue este hallazgo?
"En
algún momento de principios de 2004, un amigo mío que es experto en programas
informáticos de cartografía, me comentó que un grupo de científicos de varias
disciplinas, adscritos a la Woods Hole
Oceanographic Institution, querían encontrar entre todos los océanos del
mundo, el punto exacto más alejado de tierra. Yo tenía una aplicación
informática de mi autoría que podía servir para calcular la respuesta. Me tomé
dos semanas para crear el programa informático necesario y, para convencer a
los científicos, creé un sitio en Internet donde daba todos los datos. La web
la publiqué el 26 de marzo de 2004".
Cabe
decir que Hrvoje Lukatela recibió entusiasmado nuestra petición de información
y se emocionó con la idea de este libro que tiene en las manos. Quizá porque su
carrera científica, como la de tantos, tiene su origen en aquellas lecturas de
las novelas de Jules Verne, en su Zagreb natal.
¿Por qué el nombre de Nemo?
“Una
vez desarrollada la web, me percaté de la necesidad de darle un nombre a este
punto de resonancias marítimas. Sin pensarlo mucho el héroe de 20.000
leguas de viaje submarino vino
a mi mente. En ese momento ya era sesentón, pero el recuerdo de las lecturas de
las novelas de Verne estaba muy vivo en mí. El autor había sido repetidamente
traducido al croata en la época en que yo era un chaval en Zagreb, y creo que
los leí todos. Como digo en la web: “… una romántica mezcla de exploración
marítima, magia tecnológica y de valiente resistencia al Imperio Británico.
Personajes como el capitán Nemo tienden a permanecer como indelebles ocupantes
de la memoria de los que se encontraron con ellos en la literatura de su
juventud…”
UN POQUITO DE “MISTERIO”
Está
claro que el señor Lukatela buscó la inspiración para bautizar su hallazgo en
sus lecturas de juventud, pero no se percató de esas casualidades, o causalidades, a las que nos tiene
acostumbrado el escritor galo; porque hay dos novelas de Verne que tienen
relación con ese punto.
Si
el capitán Nemo, ese pirata filolibertario, ese misántropo que navegaba en su
particular icaria submarina, el Nautilus, si el capitán Nemo, repito, quisiera
apartarse del mundo habitado buscaría una isla cercana a este punto del océano.
Y así lo hizo Verne, ya que la imaginaria isla Lincoln de la novela La
isla misteriosa (publicada
por entregas desde 1874, y en formato libro en 1875) estaba relativamente cerca
del punto que nos ocupa, exactamente en el Pacífico Sur, a 34º, 57’ de latitud
sur y 150º, 30’ de longitud oeste. ¿Dónde está el misterio?, pues en que el Punto
Nemo no pudo ser definido hasta los estudios del señor Lukatela como hemos
visto. Y en la novela, el ingeniero Cyrus Smith y sus compañeros de aventura descubren
el gran secreto de la isla, que tiene que ver con el personaje que da nombre a
este punto geográfico. Una vez más, la intuición de Verne se adelantó a
sofisticados programas informáticos que sirvieron para hacer los cálculos que
hoy sitúan el lugar exacto, el Punto Nemo.
Pero
como apuntamos, hay otra novela corta –más bien un relato- que, aun no siendo
original de Verne, fue corregida por él y llegó a comprar los derechos de la
misma por 300 francos, por lo que hoy se publica bajo su autoría. Se trata de Los
amotinados del Bounty (publicada en 1879), cuyo texto original fue
escrito por el geógrafo Gabriel Marcel (no confundir con el filósofo del mismo
nombre, y también francés), colaborador del editor Hetzel y del propio Verne en
las obras Découverte de la Terre y
La
conquête géographique et économique du monde. La historia está basada
en un hecho real –llevada al cine varias veces, por cierto–. En 1789, en el
velero de la armada británica HMS Bounty tuvo lugar el famoso motín, donde los
amotinados abandonaron a su déspota capitán, William Bligh, junto a dieciocho
marineros –otros trece tripulantes que no se unieron al motín se quedaron en el
navío por no haber espacio en la chalupa–, en el mar, cerca de la isla Tofoa.
Después de cuarenta y un días de peligrosa navegación, pudieron llegar al
puerto holandés de la isla Timor, del archipiélago de Las Molucas. Al mando del
adjunto al segundo de abordo, Fletcher Christian, los rebeldes regresaron con
el velero al puerto de Tahití, desde donde habían partido rumbo a las Antillas
para transportar el árbol del pan, cuya función era alimentar a los esclavos en
las colonias británicas. De Tahití, algunos de los tripulantes se hicieron a la
mar llevándose consigo a diecisiete nativos, seis hombres y once mujeres –una
con un bebé-, dirigiéndose esta vez a la isla Pitcairn, que por estar
erróneamente cartografiada en aquella época, pensaron que sería un buen lugar
para “desaparecer”. Hoy es Territorio Británico de Ultramar y, los pocos
habitantes que tiene, son descendientes de los amotinados del Bounty y de los
nativos tahitianos que se llevaron. Y claro, el Punto Nemo está, como decíamos
al principio: “…al sur de la isla Ducie (perteneciente a las Islas Pitcairn)”. En fin, si quieren buscar el
Punto Nemo tienen las coordenadas en la web de Lukatela:
EL FIN DEL MUNDO LLEVA EL NOMBRE DE VERNE
Hay un neologismo utilizado
por los vulcanólogos de habla inglesa que lleva el nombre de Jules Verne. La
teoría, muy compleja para desarrollar aquí, habla de un mecanismo causal donde
una erupción volcánica –erupciones basálticas– de tal magnitud que produciría
una extinción masiva de especies, como la ocurrida hace 66 millones de años y
que es conocida como la “Extinción Masiva del Cretácico –Terciario”, y ahora se
le llama del “Cretácico –Paleógeno”. El nombre es Verneshot y hace
referencia a la novela De la Tierra a la Luna, que se publicó por
entregas en el Journal des débats, durante el 14 de septiembre y el 14
de octubre de 1865, y luego la publicó Hetzel en ese mismo año en formato
libro. En la novela de Verne, un proyectil es lanzado consiguiendo escapar de
la gravedad de la Tierra, y esto es lo que harían las eyecciones de gases y
materiales volcánicos que se pondrían en órbita provocando impactos sobre la
Tierra, como la de los meteoritos o cometas que provocaron la extinción de los
dinosaurios, que no deja de ser también una teoría. Que el impacto de
asteroides coincidiera con una gran actividad volcánica –que es otra de las
teorías– es estadísticamente improbable, por ello el doctor estadounidense,
Jason Phipps Morgan, que es profesor de Ciencias de la Tierra en la Royal
Holloway de la Universidad de Londres, se preguntó por qué no pensar que esos
impactos cósmicos fueran producidos por una masiva actividad volcánica que, a
su vez, arrojaría material volcánico al espacio. Es así como Morgan pensó en
Verne y llamó a esta teoría Verneshot, o lo que es lo mismo, “El tiro de Verne”.
Muchos son los volcanes que aparecen en las novelas y narraciones de Verne,
pero el más conocido tiene un nombre impronunciable, Snæfellsjökull, del Viaje
al centro de la Tierra (1864), donde entre otras sugerentes y
fantásticas teorías, nos propone la antigua y legendaria teoría de la “Tierra
hueca”; pero esa es otra historia.
BLOOP: ¿EL GRITO DE NEMO?
Tampoco
tenemos que alejarnos del Punto Nemo para explicar otra historia real, pero con
regusto de literatura fantástica y, siendo el último refugio de nuestro héroe, no
podíamos por más que hacer volar nuestra imaginación para pensar en el último y
furioso alarido del personaje verniano más enigmático y con más puntos en común
con su autor. Les contamos: En 1997, la Administración Nacional Oceánica y
Atmosférica (cuyas siglas en inglés son NOAA) detectó un sonido submarino de
ultra–baja frecuencia de origen desconocido. En la época de la guerra fría, la
marina de Estados Unidos había dispuesto millares de micrófonos submarinos con el
objeto de detectar posibles incursiones de los submarinos soviéticos. Durante
varios días del verano de ese año, los micrófonos, incluso los más alejados,
detectaron un sonido potentísimo que bautizaron con el nombre de Bloop, y
claro, este sonido se produjo en esa zona del Pacífico Sur, donde se encuentra
el Punto Nemo. Aunque la explicación más lógica llevó a los científicos a
pensar que los sonidos podían ser el resultado de unos terremotos de hielo
causados por el resquebrajamiento de grandes icebergs, nunca se dio una explicación
cerrada del asunto. También se habló de calamares gigantes (como los
mitológicos Kraken) o ballenas aún
más grandes que la conocida ballena azul (Balaenoptera musculus). Como ven, todo muy verniano. Pero los seguidores
del genio de Providence, H. P. Lovecraft, también tienen algo que decir en esta
historia. Resulta que cerca de este punto, Lovecraft situó la ciudad sumergida
de R’lyek, que aparece en la novela La llamada de Cthulhu (1926).
¿Y cómo se comunican las entidades mitológicas de esta ciudad? Sí, con sonidos
de ultra–baja frecuencia.
Ilustración de Nemo: Édouard Riou.
(Jules Verne:
Tierra, agua, aire, fuego. (En: “Postscritum-Posdata”). Ediciones
Graphiclassic, tomo II, Madrid, 2017. págs. 272-273. ISBN: 978-84-697-3439-1)
No hay comentarios:
Publicar un comentario