Por:
Ramón Cotarelo.
Dudo
de que haya otro lugar del planeta en que un atentado como el de la Rambla
provoque tal alud de respuestas inhumanas, crueles, inmorales, estúpidas o
ruines. Algo deben de tener Cataluña y los catalanes para suscitar reacciones
tan repugnantes y sacar lo más bajo que muchas personas llevan dentro.
Y
no es nuevo. Es motivo permanente. Cada vez que hay un accidente o desgracia
con víctimas catalanas aparecen en la redes comentarios catalanófobos
generalmente delictivos. No, no es nuevo. Cuando algún mal castiga Cataluña,
mucha gente en España -que envidia y odia a los catalanes- se alegra y hace
chistes sobre ello. Muchos, supongo, son los que luego se lamentan de que los
catalanes quieran independizarse, están en contra de la idea y, si les dejaran,
matarían a todos los independentistas con el sacro fin de preservar la unidad
de esta patria en la que da asco vivir con gente como ellos.
Tres
observaciones sobre tres tipos de reacciones, sin ánimo de ser exhaustivo entre
los cientos de declaraciones, gestos y actitudes que se han prodigado en las
últimas horas.
La hipocresía oficial. Tanto
el Rey como el Sobresueldos y la Ratita Hacendosa y el pintoresco ministro del
Interior, tardaron horas y horas en comparecer, dejando así bien claro que
España y Cataluña son dos países distintos y sin grandes relaciones entre sí.
El de Exteriores no se dignó interrumpir sus vacaciones en la embajada del
Ecuador, sufragadas por partida doble por todos los españoles. El Rey, que
estaba en otro país, no ha aclarado en cuá, y el Sobresueldos compareció
finalmente a balbucear las habituales vaciedades mientras no podía evitar que
fueran filtrándose noticias sobre el boicot a que el gobierno de España viene
sometiendo a la consejería de interior de Cataluña por razones políticas
poniendo en peligro la seguridad de los catalanes. Todos a una clamaron por una
unidad que no existe, que se han inventado y que ellos han roto siempre que han
podido cuando dicha unidad podía beneficiar a Cataluña.
Una
reserva a este respecto. Habrá que exigir responsabilidades y estudiar cuáles
hayan sido los fallos, los errores o las medidas de sabotaje mal intencionadas.
Pero, mientras no haya pruebas fehacientes, nada, absolutamente nada autoriza a
culpar del crimen a ideas o personas distintas de los autores materiales. Por
eso los fascistas que pasan por periodistas y demócratas en los lamentables
medios españoles y que acusaban ya desde el primer momento al proceso
independentista o a la CUP lo único que están haciendo es justificar que otros
culpabilicen directamente a la guerra sucia del gobierno y lo hagan responsable
de lo que se llama un "atentado de falsa bandera" para buscar un
pretexto que le permita intervenir y militarizar Cataluña. ¿Sacado de quicio?
Es posible, pero, que yo sepa, la "operación Cataluña" de las cloacas
del Estado no la organizó la CUP sino el ministro meapilas entre virgen y
virgen.
La canalla de derechas. Las
redes se llenaron de comentarios delirantes en los que los periodistas a sueldo
de la derecha vertían ignorancia y odio contra todo lo que les molesta en un
intento de criminalizarlo. Isabel San Sebastián relacionaba el atentado con el
cuento de la reconquista que siempre ha
servido a la derecha para falsificar la historia de España con sus patrañas
nacionalcatólicas y atizaba el odio contra el islam con un hediondo hálito de
cruzada. Alfonso Rojo se metía con los "progres" por su manía de
distinguir entre una confesiones y otras cuando a él, probablemente, lo único
sensato debe de parecerle meterlas a todas en el mismo barco y hundirlo, ya que
la sola religión que debe de aceptar este elemento es la de la pastuqui por programa.
El inefable Tertsch hacía una amalgama juntando en un solo tuit la Rambla,
Podemos, la CUP, el Gulag, etc., en el mejor estilo estalinista que, en
realidad, es el suyo. Escenificación de esta farsa cavernaria, un editorial de El País y un artículo de
Lluís Bassets en el mismo medio relacionando el terrorismo islamista con el
independentismo. Por no hablar de la velocidad de todos los fantoches de la
tele -Quintana, Griso, Ferreras- en interrumpir sus vacaciones para darse un
baño de morbo y pujar el share, que es lo que importa.
La canalla de izquierdas. Cuando
se trata del independentismo catalán, ya sabe, las tenues diferencias entre la
izquierda y la derecha española se difuminan y todo es derecha; derecha
patriótica, nacional. Así que toda la sedicente "izquierda" española
murmuró unas atribuladas jaculatorias unitarias, copiando, como siempre, a la derecha, y en algún caso, hizo el
habitual alarde de catalanofobia de rigor. Sirva como ejemplo la viñeta de
Peridis ayer en El País en la que se insinúa fariseamente una relación causal
entre el independentismo catalán y el atentado. Ese dibujo es un juicio moral
innoble que necesariamente tiene que provocar indignación en quien sepa dos
cosas: a) el atentado no tiene nada que ver con el proceso; b) el proceso
parecerá bien o mal a distintos públicos, según sus objetivos, pero es
pacífico, democrático y mucho antes víctima (ya lo está siendo, perseguido por
los amigos de Peridis) que victimario.
Ante la oleada de reacciones contrarias a esta
mala baba del dibujante, su jefe en el periódico, Antonio Caño, sacó un tuit
defendiéndolo con una arrogancia tan extrema y necia que uno se pregunta si el
hombre está en sus cabales y sabe de lo que habla. Decía Caño: Con todos los
respetos, no voy a permitir que se denigre de forma tan ruin una ejemplar
trayectoria profesional. No se sabe con qué medios materiales cuenta Caño para
conseguir su objetivo, aparte de la manipulación y la censura, sus favoritos. No
se sabe cómo impedirá que el propio Peridis destruya esa "trayectoria
profesional" demostrando lo que es en el fondo. Por último, ¿acaso cree él
que su propia trayectoria profesional al servicio del PP, la caverna y los
intereses personales de Cebrián, le dan autoridad para defender a alguien?
Y
si Caño, periodista del régimen, lanzaba sus bravatas en defensa de su
obediente plumilla, el genio del socialismo que entretiene sus ocios en el
Parlamento Europeo, Elena Valenciano, coincidía con el sucio espíritu de
Peridis y se deshacía en elogios: Del maestro #Peridis. Inteligente, agudo y
-sobre todo- humano. #Barcelona #LoqueNosUne y no #LoqueNosSepara #Solidaridad
#Unidad.
Que
los dioses nos libren de estas lumbreras que ven inteligencia, agudeza y
humanidad donde no hay más que estulticia, bastedad e inhumanidad.
¿Se
entiende por qué el independentismo catalán es tan fuerte?
Y
más que será.
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