Por:
Javier Coria. Fotos: Ed. Siruela
El próximo 7 de octubre llegará a
nuestro país la última novela de la estrella actual de la novela policíaca francesa, Fred Vargas. Tiempos de hielo
(Ediciones Siruela). Está traducida por la traductora habitual al castellano de
la autora francesa, Anne-Hélène Suárez. Aquí les ofrecemos el primer capítulo
de la novela.
Fred
Vargas es el seudónimo literario de Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 1957), una
arqueozoóloga e historiadora medievalista que, desde su primera novela policíaca, Lex Jeux de l’amour et de la
mort (1986), y que recibió el Premio Festival de Coñac, luce con luz propia
dentro de un género dominado, aunque cada vez menos, por hombres. La famosa serie
de “Los tres evangelistas”, que costa de tres títulos hasta el momento, está
traducida al castellano y también publicada por Siruela. El personaje de Marc
Vandoosler, medievalista como la autora, le apodan “San Marcos”. Lucien
Devernois es “San Lucas”, y su especialidad es la Segunda Guerra Mundial. A
Mathias Delamarre le llaman “San Matías” y los tres viven en la misma casa, con
el tío de Marc, perdón, “San Marcos”, el expolicía Armand Vandoosler. La serie
del comisario Adamsberg lleva ya doce títulos publicados, dos novelas gráficas
en Astiberri Ediciones: Los cuatro ríos y
El vendedor de estropajo. Una en
Espasa Calpe: El hombre del revés. Y
las restantes en la citada Siruela, aunque algunos de estos títulos, seis,
también fueron publicados en el sello Punto de Lectura (Santillana). De la serie
del comisario Adamsberg fue la anterior y celebrada novela El ejército furioso. Por cierto, como a su compatriota, el gran
Jules Verne, a Vargas le gusta jugar con los nombres y guardar significados en
ellos. Adamsberg, en alemán, significa “La montaña de Adán”. El profesor Otto
Lidenbrock, del verniano Viaje al centro
de la Tierra, en su apellido incluye el significado en inglés de “lid”, de
“eye lids”, “párpados”, y “brock”, de “broken”, “roto”. Así tenemos el que
“rompe los párpados”, o mejor: “el que abre los ojos”; buen nombre para un
maestro que realizará un viaje iniciático, entre otros, con su sobrino Axel, el
“aprendiz” en el ritual masónico, y cuyo nombre, a su vez, significa “eje”, de
“axial”. Aunque hay otras teorías sobre el origen del nombre: hebreo,
escandinavo, danés, etc., la etimología del francés “axial”, o la latina
“axis”, “eje” en los dos casos, se ajusta más a lo tratado en la novela.
Perdonen la digresión, pero es escribir Verne, y se me va la cabeza por otros
andurriales.
Fred
Vargas -a la que la doctora en filología francesa Briguitte Leguen ha
calificado como: “una arqueóloga del asesinato” (Las damas negras. Novela policiaca escrita por mujeres. Ed.
Fundamentos)- es conocida por rebasar los límites del género y mezclar sus
tramas policiales con la erudición histórica y arqueológica (como en algunas
novelas de Agatha Christie), así que con el rico mundo de las leyendas, la
criptozoología, la mitología, el conocimiento de la tradición hermética y la
mitocrítica. Por ello no son pocos los que, erróneamente, califican estas
novelas como de temática paranormal. Curiosamente los detectives psíquicos como
Peter Hurkos, en la vida real, y el personaje del escritor de literatura fantástica,
Algernon Blackwood: John Silence,
investigador de lo oculto, en diferentes épocas, pusieron de moda en la
literatura pulp elementos de la
novela gótica y mezclaban, junto al suspense detectivesco, elementos de terror
sobrenatural. Aunque como digo, no es el caso, sí que podemos afirmar que la
novelística de Fred Vargas está influida por la literatura popular y por la
novela gótica. Quizá en ello tenga que ver su padre, el escritor surrealista
Philippe Audoin, gran amante del estudio de la llamada Magia Renacentista,
inaugurada con el tratado de Cornelius Agripa (1486-1535), De Occulta Philosophia (1533). La alquimia, el esoterismo y la
simbología oculta, eran materias de las que habló y escribió el padre de
nuestra escritora.
Fred
Vargas defiende su privacidad con vehemencia. Raramente da entrevistas, y este
es uno de los motivos de querer “esconderse” detrás de un seudónimo. Claro que
su celebridad, en Francia y fuera de ella, hizo imposible guardar su verdadero
nombre durante mucho tiempo. El apellido Vargas lo adoptó de su hermana gemela,
la pintora Joëlle Audoin-Rouzeau, que se hace llamar Jo Vargas. El apellido
hace referencia al personaje de la bailarina y actriz española María Vargas,
que encarna Ava Gardner en la película “La condesa descalza”, de Josep L. Mankiewicz.
El nombre de Fred, que en francés puede ser femenino o masculino, responde a
una buscada ambigüedad de la escritora. Claro que es fácil pensar que el
seudónimo también tenga el objetivo de separar los diferentes ámbitos de la
vida personal y profesional de la
novelista. Sus ensayos y trabajos científicos, como es natural, los firma con
su nombre real, pero el seudónimo, como en muchos otros autores, forma parte de
la misma ficción literaria. Una cosa que parece preocuparle mucho a Fred
Vargas, por ello raramente sitúa sus historias en una actualidad reconocible o
concreta. Esto se agradece ante la proliferación de novelas negras que más bien
parecen crónicas periodísticas, políticas o de sucesos, sin el necesario
distanciamiento y, sobre todo, sin la profundidad psicológica de la que Fred
Vargas dota a sus personajes. En esta separación estanca entre la vida personal
y la creación novelística de Vargas podemos apuntar algo que algunos le
critican. Ella es una mujer comprometida y ha hecho gala de ello en su país con
declaraciones muy controvertidas en algunos casos. Ecologista de izquierdas, en
sus novelas policiacas no hay denuncia, ni sus personajes tienen que coincidir
con la ideología de la autora. De eso se trata, de novelar, de crear mundos e inventar,
lo demás es testimonio o reportaje. Y a pesar de mezclar géneros –novela
gótica, de enigma.etc.-, en realidad se ajusta al canon de la clásica novela
negra –incluso a las narraciones de las epopeyas épicas, con héroes y dragones
simbólicos-, y hago hincapié en lo de “clásica”, porque ahora se está
rompiendo, y la afirmación de viejo Chesterton de que los relatos policiacos
sólo podían ser escritos por hombres, está superada por la actualidad y la gran
proliferación de autoras. Pero los investigadores de Fred Vargas siguen siendo
hombres, son los principales actores, como en la novela clásica policial. Pero
lejos de ser los personajes femeninos meros acompañantes, mujeres fatales,
mujeres florero, la malvada en algunos casos, la desvalida prostituta que ama
en secreto al policía o al detective privado…, del clásico policial; en Vargas
son mujeres inteligentes, profesionales, que dominan materias tecnológicas, son
sabias para dar consejos y siempre están en acción, no so pasivas. Pero lo
dicho, no son protagonistas. Como en lo político, parece que Fred Vargas quiere
mantener sus posiciones claramente feministas alejadas de la ficción
novelística. En fin, buena literatura de entretenimiento hecha con talento y,
quién quiera y sepa, puede encontrar algo más
Tiempo de hielo, sinopsis:
“Alice
Gauthier, una respetable profesora de matemáticas de sesenta y seis años,
aparece muerta en su bañera; todo parece apuntar a un suicidio, pero ciertos
detalles, como un extraño signo trazado en el lugar del suceso, hacen pensar
que quizá haya algo más detrás de su muerte, por lo que el caso es derivado al
equipo de la Brigada Criminal del comisario Adamsberg. Al poco, una mujer dice
haber enviado una carta que la muerta había escrito a un tal Amadée Masfauré…,
cuyo padre se había suicidado dejando un signo similar. Las sospechas se
confirman al comprobar que ambas muertes tenían algo más en común: las dos
víctimas forman parte de una trágica expedición a una remota e inexplicable
isla de Islandia, diez años antes…”
En
fin, un club de extraños amigos de Robespierre, mitos nórdicos, rencores
familiares… Ahora me fijo, sin haberlo buscado, que mi divagación sobre Viaje al centro de la Tierra tiene más
sentido que el explicado para hablar del juego de palabras, ya que en la novela
de Vargas se habla de “una trágica expedición a una isla de Islandia”. A
Islandia se dirigieron los personajes de Verne para encontrar el volcán, de
nombre impronunciable: Snæfellsjökull, por donde se introdujeron en un ignoto
mundo intraterreno. Después está el símbolo que deben descifrar, como el
mensaje en caracteres rúnicos del comienzo de la novela de Jules Verne… En fin,
me lo pensaré siete veces, ni una más ni una menos, como repite un personaje de
la novela en el primer capítulo.
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