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jueves, 19 de junio de 2014

“LA MIRADA INFINITA” SOBRE LAS VÍCTIMAS DE LA HISTORIA


Por: Javier Coria Fotos: Francesc Sans

Empar Fernández Gómez (Barcelona, 1962), y Pablo Bonell Goytisolo (Barcelona, 1961), son historiadores dedicados a la enseñanza que forman una talentosa pareja literaria dentro de la novela histórica y el género policial. La Mirada infinita (Éride Ediciones) es su último trabajo, un conjunto de relatos históricos que, a través del tiempo y el espacio, nos enseña el lado oscuro de la humanidad, un lado oscuro recorrido por un extraño personaje que tiene memoria acumulativa y una heterocromía ocular que le hace mirar, de forma singular, a las víctimas de la historia.

¿La Mirada infinita se puede leer como un conjunto de 15 novelas cortas o relatos con una intrahistoria que los une?

Pablo Bonell: Exacto, cada uno de los relatos es independiente, tienen un principio y un fin, pero a su vez se van engarzando de alguna manera. Hay personajes y claves que van permitiendo unir los relatos, de tal manera que con la suma, según vas leyendo cada relato, vas comprendiendo una novela común, que al final se cierra y le da sentido a todo.

Hay un personaje que, cual conde de Saint-Germain o Marty McFly, va saltando en la historia…

Empar Fernández: Necesitábamos un personaje que tuviera una facultad, que era acumular la memoria. Para ello tenía que ser alguien  que tenía que vivir a lo largo de varias épocas. Por lo tanto imaginamos un protagonista que no envejecía o lo hiciera muy despacio. Lo encontramos recién nacido y lo perdemos cuando es casi un anciano. Pero además de no envejecer, tenía que ser un observador o analista del mal. Tiene un ojo de cada color, con uno ve lo positivo y con el otro capta el mal. Además buscamos que tuviera alguna facilidad para las artes plásticas. Lo encontramos siendo calígrafo, fotógrafo, cineasta, pintor, etc., es un personaje complejo que nos permite saltar de tiempo y de lugar.

Empar Fernández y Pablo Bonell

Empiezan en el reinado de Hammurabi en Babilonia, y terminan con los  atentados de las Torres Gemelas. Entre medio retratos de la vida cotidiana, pero es una historia del sufrimiento, del momento trágico.

P. B.: Sí, la idea del mal que se va repitiendo a lo largo de la historia, como un mal cotidiano y consustancial a algunos poderes, al Estado, por ejemplo. No hablamos del mal absoluto, sino del mal inherente al ser humano o las sociedades.

Como decía George Orwell… ¿la historia la escriben los vencedores?

E. F.: Sí.

P. B.: No la hacen, pero la escriben.

E. F.: O le buscan la interpretación que les conviene.

Churchill lo tenía claro cuando dijo que la historia sería generosa con él, y se puso a escribirla. ¿Cuánto hay de ficción y de realidad histórica en su novela?

Empar Fernández y Pablo Bonell

E. F.: Dentro de los 15 relatos hay un poco de todo. Hay relatos completamente reales, como la historia del médico Ignaz Semmelweis, que fue el primero en advertir que era necesario la asepsia en los hospitales y quirófanos. Hay historias que juegan con la cotidianidad, y no son completamente reales, pero son posibles, verosímiles y con personajes reales. Claro que hay otras historias que son puramente imaginativas, pero lo dicho, muy posibles.

¿Qué querían expresar con el título La mirada infinita?

E. F.: La mirada de nuestro personaje no acaba, como él, y además es una mirada que no sólo mira, ve, registra, y ese sentido de registrar el mal nos interesaba.

La portada, es un fragmento del gran fresco de los hermanos Lorenzetti: La alegoría del Buen y el Mal Gobierno, del que han escogido la parte del Mal Gobierno, que nos habla del bien común, y de que éste no puede estar nunca por debajo del interés privado. ¿Es una referencia a la actualidad política que estamos viviendo?

E. F.: Sí, podría entenderse así, perfectamente. Lo escogimos porque es uno de los relatos.

P. B.: Es un relato que pasa en Siena y habla de ese fresco de los hermanos Lorenzetti. Habla de nuestros días, pero creo que también habla de todos los tiempos. Los abusos, los crímenes de Estado son un poco intrínsecos a la sociedad y los ha habido en todo tiempo y lugar.


E. F.: Y aquello que la sociedad aprende de sus errores, parece que no es cierto.

¿El resultado mejora cuando se escribe a cuatro manos?

P. B.:

E. F.: Es mucho más difícil trabajar a cuatro manos porque la exigencia es doble. Cuando trabajo en solitario sólo me tengo que complacer a mí. A la hora de corregir nos podemos pelear por una coma, y estar atascados horas. Pero es mucho más agradecido, porque escribir es un trabajo solitario que te vuelve taciturno.

P. B.: Todo tiene que pasar por un doble filtro, y eso mejora el texto

Como tándem literario llevan ya seis libros juntos: la novela histórica Cienfuegos 17 de agosto (sobre la familia de Pablo, los Goytisolo, en la Cuba colonial), tres novelas negras –y un relato-, un thriller y la presente. ¿Piensan tocar otros géneros?

E. F.: Yo detesto la ciencia-ficción, por aquí no pasaré…

P. B.: Yo tenía alguna idea de relato corto de ciencia-ficción (risas)… lo voy a ir posponiendo porque la cosa no está…, (risas).

E. F.: Soy reacia a la novela romántica, y la ciencia-ficción, a no ser que fuera una cosa que me creyese; pero me costaría…

Empar Fernández y Pablo Bonell

Stanislaw Lem, por ejemplo, hacía una ciencia-ficción satírica y con implicaciones sociales y filosóficas…

E. F.: En ese sentido aún, pero monstruos y naves…

¿Y la mezcla de géneros, como hace Fred Vargas con la novela negra?

E. F.: Yo liberaría un poco las reglas de la novela negra, porque si no nos vamos a asfixiar. Nos podemos repetir hasta la saciedad y hay un momento en que el lector ya conoce el protocolo, conoce el procedimiento policial, sabe por dónde irá la historia…, creo que tendríamos que abrir un poco el foco y respirar, incorporando cosas nuevas. Fred Vargas y Michael Connelly trabajan en este sentido.

P. B.: En La mirada infinita hacemos cierta trasgresión del canon de la novela histórica, saltamos esas reglas clásicas de la novela histórica.

Si me lo permiten, hay mucha novela histórica donde la documentación se vuelca en el texto sin más, a lo bruto, dificultando el relato, porque más que novelas, son relatos, porque “nos cuentan”, no “nos enseñan”, que en eso consiste novelar, hacer presente algo ante la mirada del lector.

E. F.: Eso que dice me acaba de pasar con la última novela que he leído, Victus (Albert Sánchez Piñol). Y me dio esa sensación del escritor que como ha llegado a saber tanto sobre algo, considera que tiene que ponerlo todo en la novela.

P. B.: Claro, cuando se quiere demostrar lo mucho que sabemos, el relato narrativo se ve lastrado.

Umberto Eco en El nombre de la rosa tiene erudición, pero con una trama cuanto menos divertida.

E. F.: Sí, pero luego El péndulo de Foucault no había quién lo aguantara.

P. B.: Yo tampoco la aguanté, pero El nombre de la rosa es una obra maestra.

E. F.: Si sometemos la estructura y la trama del relato a todo lo que sabemos, lo que nos sale es un manual de historia con algunas cosas de relato de ficción.

La documentación se tiene que notar, pero no necesariamente salir, el lector sabe, sabemos, cuando el escritor escribe con conocimiento de causa sin necesidad de abrumarnos a datos.

E. F.: A la Catedral de mar le pasaba un poco esto.

Hablando de la serie sobre el policía Santiago Escalona podemos decir, por lo menos en su primera entrega, Las cosas de la muerte, que sí que es un clásico policial, incluso tiene algo del policía Méndez, de Francisco González Ledesma…

P. B.: De hecho Ledesma nos presentó la primera novela de la serie, Un mal día para morir. Es un maestro para nosotros.

Empar Fernández y Pablo Bonell

Usted, Empar, por separado ha publicado otro policial, Sin causa aparente

E. F.: Y una novela digamos que oscura, La mujer que no bajó del avión

Y un thriller en conjunto, con seudónimo. ¿Se puede decir?

E. F.: Sí, sí, además la editorial cerró y ya podemos decir lo que queramos…

Pues Hombre muerto corre, firmado como E. P. Kaplan. ¿Piensan sacar algún título más de la serie de Escalona, ahora que han dejado al personaje como agregado a los mossos y eso puede dar mucho juego?

E. F.: No está desestimado, lo que pasa es que…

P. B.: Está un poco atascado, no es por falta de ganas, y tenemos muchas ideas…

E. F.: Durante un tiempo ha sido muy difícil colocar una novela negra en una editorial y eso desanima un poco.

¿Incluso con el auge del género?

E. F.: Cuando un género tiene salud, como parece ahora con la novela negra, 300.000 personas más se ponen a escribir, y eso duplica la dificultad para publicar.

¿Cuesta mucho publicar y ganarse la vida escribiendo?

E. F.: Mucho, por ello nos ganamos la vida dando clases. Conjuntamente no tenemos nada previsto para publicar, porque lo último nos costó mucho colocar (Empar Fernández tiene varias novelas publicadas en solitario).

P. B.: Desanima porque es mucho trabajo. No está descartado que volvamos a publicar juntos, porque poco a poco vamos colocando las novelas. Editoriales y agentes literarios nos han dicho que hay escritores muy, muy famosos, que también tienen dificultad para publicar nuevas cosas.

E. F.: Todo está muy difícil, en los últimos 4 años ha caído un 25 % la venta de libros, lógicamente en época de aguda crisis, antes está comer que comprar libros. Luego hay cosas que tampoco ayudan, que se me entienda bien porque esta no es la causa principal, pero por ejemplo éste libro, ayer lo vi en una web para descargárselo gratis de forma ilegal. Cosa que ya he denunciado. Y mi novela anterior estaba en una página que, con el número de móvil y previo pago de 0,60 €, también te la podías bajar.

Tampoco ayuda que las grandes editoriales pongan los e-Books a unos precios que parece que se quieran cargar el negocio electrónico.

E. F.: Es cierto. Yo he publicado con Alianza Editorial los e-Books de mis novelas El loco de las muñecas y Mentiras capitales, y están a 7,95 € cada descarga. En cambio, en Tropismos Editorial, están a 3,07 € cada uno. Las editoriales pequeñas abaratan el libro electrónico y las grandes lo encarecen.

P. B.: Parece que 7,95 € no sea mucho, pero para algo que la gente no ve como algo tangible, que luego no puede colocar en su librería, es mucho, sobre todo cuando puede encontrar cosas más baratas o gratis, incluso.

Como los copistas, cuando se inventó la imprenta, vieron su profesión en peligro, y la cultura dejó de ser patrimonio de los conventos; pero escritores siempre serán necesarios, sea cual sean las futuras formas de reproducción, claro que si los alimentamos ahora, sería un buen detalle.

P. B.: (risas de ambos). Claro, estamos en un momento de cambio, necesitamos la perspectiva histórica, estamos todos muy despistados. Se está acabando una cosa, pero no sabemos lo qué vendrá, y en ese proceso hay muchas cosas que chocan, que no están bien engarzadas. Dentro de 50 años, editores, escritores… se habrán adaptado a una nueva situación, que no sé cuál será.

Publicado originalmente en:

http://www.revistarambla.com/v1/cultura/libros/2368-la-mirada-infinita-sobre-las-victimas-de-la-historia

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