Por: Javier Coria
Fotos: Francesc Sans
Empar Fernández Gómez
(Barcelona, 1962), y Pablo Bonell Goytisolo (Barcelona, 1961), son
historiadores dedicados a la enseñanza que forman una talentosa pareja
literaria dentro de la novela histórica y el género policial. La Mirada infinita (Éride Ediciones) es
su último trabajo, un conjunto de relatos históricos que, a través del tiempo y
el espacio, nos enseña el lado oscuro de la humanidad, un lado oscuro recorrido
por un extraño personaje que tiene memoria acumulativa y una heterocromía
ocular que le hace mirar, de forma singular, a las víctimas de la historia.
¿La Mirada infinita se puede leer como un conjunto de 15 novelas cortas
o relatos con una intrahistoria que los une?
Pablo Bonell: Exacto, cada uno de los
relatos es independiente, tienen un principio y un fin, pero a su vez se van
engarzando de alguna manera. Hay personajes y claves que van permitiendo unir
los relatos, de tal manera que con la suma, según vas leyendo cada relato, vas
comprendiendo una novela común, que al final se cierra y le da sentido a todo.
Hay un personaje que,
cual conde de Saint-Germain o Marty McFly, va saltando en la historia…
Empar Fernández: Necesitábamos un
personaje que tuviera una facultad, que era acumular la memoria. Para ello
tenía que ser alguien que tenía que
vivir a lo largo de varias épocas. Por lo tanto imaginamos un protagonista que
no envejecía o lo hiciera muy despacio. Lo encontramos recién nacido y lo
perdemos cuando es casi un anciano. Pero además de no envejecer, tenía que ser
un observador o analista del mal. Tiene un ojo de cada color, con uno ve lo
positivo y con el otro capta el mal. Además buscamos que tuviera alguna
facilidad para las artes plásticas. Lo encontramos siendo calígrafo, fotógrafo,
cineasta, pintor, etc., es un personaje complejo que nos permite saltar de
tiempo y de lugar.
Empar Fernández y Pablo Bonell
Empiezan en el reinado
de Hammurabi en Babilonia, y terminan con los
atentados de las Torres Gemelas. Entre medio retratos de la vida
cotidiana, pero es una historia del sufrimiento, del momento trágico.
P. B.: Sí, la idea del mal que
se va repitiendo a lo largo de la historia, como un mal cotidiano y
consustancial a algunos poderes, al Estado, por ejemplo. No hablamos del mal
absoluto, sino del mal inherente al ser humano o las sociedades.
Como decía George Orwell…
¿la historia la escriben los vencedores?
E. F.: Sí.
P. B.: No la hacen, pero la
escriben.
E. F.: O le buscan la
interpretación que les conviene.
Churchill lo tenía claro
cuando dijo que la historia sería generosa con él, y se puso a escribirla.
¿Cuánto hay de ficción y de realidad histórica en su novela?
Empar Fernández y Pablo Bonell
E. F.: Dentro de los 15 relatos
hay un poco de todo. Hay relatos completamente reales, como la historia del
médico Ignaz Semmelweis, que fue el
primero en advertir que era necesario la asepsia en los hospitales y
quirófanos. Hay historias que juegan con la cotidianidad, y no son
completamente reales, pero son posibles, verosímiles y con personajes reales.
Claro que hay otras historias que son puramente imaginativas, pero lo dicho,
muy posibles.
¿Qué querían expresar con el título La mirada infinita?
E. F.: La mirada de nuestro personaje no
acaba, como él, y además es una mirada que no sólo mira, ve, registra, y ese
sentido de registrar el mal nos interesaba.
La portada, es un fragmento del gran fresco de los hermanos
Lorenzetti: La alegoría del Buen y el Mal
Gobierno, del que han escogido la parte del Mal Gobierno, que nos habla del bien común, y de que éste no puede
estar nunca por debajo del interés privado. ¿Es una referencia a la actualidad política
que estamos viviendo?
E. F.: Sí, podría entenderse así,
perfectamente. Lo escogimos porque es uno de los relatos.
P. B.: Es un relato que pasa en Siena y
habla de ese fresco de los hermanos Lorenzetti. Habla de nuestros días, pero
creo que también habla de todos los tiempos. Los abusos, los crímenes de Estado
son un poco intrínsecos a la sociedad y los ha habido en todo tiempo y lugar.
E. F.: Y aquello que la sociedad aprende
de sus errores, parece que no es cierto.
¿El resultado mejora cuando se escribe a cuatro manos?
P. B.: Sí
E. F.: Es mucho más difícil trabajar a
cuatro manos porque la exigencia es doble. Cuando trabajo en solitario sólo me
tengo que complacer a mí. A la hora de corregir nos podemos pelear por una
coma, y estar atascados horas. Pero es mucho más agradecido, porque escribir es
un trabajo solitario que te vuelve taciturno.
P. B.: Todo tiene que pasar por un doble
filtro, y eso mejora el texto
Como tándem literario llevan ya seis libros juntos: la novela
histórica Cienfuegos 17 de agosto (sobre la familia de Pablo, los
Goytisolo, en la Cuba colonial), tres novelas negras –y un relato-, un thriller y la presente. ¿Piensan tocar
otros géneros?
E. F.: Yo detesto la ciencia-ficción, por
aquí no pasaré…
P. B.: Yo tenía alguna idea de relato
corto de ciencia-ficción (risas)… lo voy a ir posponiendo porque la cosa no
está…, (risas).
E. F.: Soy reacia a la novela romántica, y
la ciencia-ficción, a no ser que fuera una cosa que me creyese; pero me
costaría…
Empar Fernández y Pablo Bonell
Stanislaw Lem, por ejemplo, hacía una ciencia-ficción
satírica y con implicaciones sociales y filosóficas…
E. F.: En ese sentido aún, pero monstruos
y naves…
¿Y la mezcla de géneros, como hace Fred Vargas con la novela
negra?
E. F.: Yo liberaría un poco las reglas de
la novela negra, porque si no nos vamos a asfixiar. Nos podemos repetir hasta
la saciedad y hay un momento en que el lector ya conoce el protocolo, conoce el
procedimiento policial, sabe por dónde irá la historia…, creo que tendríamos
que abrir un poco el foco y respirar, incorporando cosas nuevas. Fred Vargas y
Michael Connelly trabajan en este sentido.
P. B.: En La mirada infinita hacemos cierta trasgresión del canon de la
novela histórica, saltamos esas reglas clásicas de la novela histórica.
Si me lo permiten, hay mucha novela histórica donde la
documentación se vuelca en el texto sin más, a lo bruto, dificultando el
relato, porque más que novelas, son relatos, porque “nos cuentan”, no “nos
enseñan”, que en eso consiste novelar, hacer presente algo ante la mirada del
lector.
E. F.: Eso que dice me acaba de pasar con
la última novela que he leído, Victus (Albert
Sánchez Piñol). Y me dio esa sensación del escritor que como ha llegado a saber
tanto sobre algo, considera que tiene que ponerlo todo en la novela.
P. B.: Claro, cuando se quiere demostrar
lo mucho que sabemos, el relato narrativo se ve lastrado.
Umberto Eco en El
nombre de la rosa tiene erudición, pero con una trama cuanto menos
divertida.
E. F.: Sí, pero luego El péndulo de Foucault no había quién lo aguantara.
P. B.: Yo tampoco la aguanté, pero El nombre de la rosa es una obra
maestra.
E. F.: Si sometemos la estructura y la
trama del relato a todo lo que sabemos, lo que nos sale es un manual de
historia con algunas cosas de relato de ficción.
La documentación se tiene que notar, pero no necesariamente
salir, el lector sabe, sabemos, cuando el escritor escribe con conocimiento de
causa sin necesidad de abrumarnos a datos.
E. F.: A la Catedral de mar le pasaba un poco esto.
Hablando de la serie sobre el policía Santiago Escalona
podemos decir, por lo menos en su primera entrega, Las cosas de la muerte, que sí que es un clásico policial, incluso
tiene algo del policía Méndez, de Francisco González Ledesma…
P. B.: De hecho Ledesma nos presentó la
primera novela de la serie, Un mal día
para morir. Es un maestro para nosotros.
Empar Fernández y Pablo Bonell
Usted, Empar, por separado ha publicado otro policial, Sin causa aparente…
E. F.: Y una novela digamos que oscura, La mujer que no bajó del avión…
Y un thriller en
conjunto, con seudónimo. ¿Se puede decir?
E. F.: Sí, sí, además la editorial cerró y
ya podemos decir lo que queramos…
Pues Hombre muerto
corre, firmado como E. P. Kaplan. ¿Piensan sacar algún título más de la
serie de Escalona, ahora que han dejado al personaje como agregado a los mossos
y eso puede dar mucho juego?
E. F.: No está desestimado, lo que pasa es
que…
P. B.: Está un poco atascado, no es por
falta de ganas, y tenemos muchas ideas…
E. F.: Durante un tiempo ha sido muy
difícil colocar una novela negra en una editorial y eso desanima un poco.
¿Incluso con el auge del género?
E. F.: Cuando un género tiene salud, como
parece ahora con la novela negra, 300.000 personas más se ponen a escribir, y
eso duplica la dificultad para publicar.
¿Cuesta mucho publicar y ganarse la vida escribiendo?
E. F.: Mucho, por ello nos ganamos la vida
dando clases. Conjuntamente no tenemos nada previsto para publicar, porque lo
último nos costó mucho colocar (Empar Fernández tiene varias novelas publicadas
en solitario).
P. B.: Desanima porque es mucho trabajo.
No está descartado que volvamos a publicar juntos, porque poco a poco vamos
colocando las novelas. Editoriales y agentes literarios nos han dicho que hay
escritores muy, muy famosos, que también tienen dificultad para publicar nuevas
cosas.
E. F.: Todo está muy difícil, en los
últimos 4 años ha caído un 25 % la venta de libros, lógicamente en época de
aguda crisis, antes está comer que comprar libros. Luego hay cosas que tampoco
ayudan, que se me entienda bien porque esta no es la causa principal, pero por
ejemplo éste libro, ayer lo vi en una web para descargárselo gratis de forma
ilegal. Cosa que ya he denunciado. Y mi novela anterior estaba en una página
que, con el número de móvil y previo pago de 0,60 €, también te la podías
bajar.
Tampoco ayuda que las grandes editoriales pongan los e-Books a unos precios que parece que se
quieran cargar el negocio electrónico.
E. F.: Es cierto. Yo he publicado con
Alianza Editorial los e-Books de mis
novelas El loco de las muñecas y Mentiras capitales, y están a 7,95 € cada descarga. En cambio, en Tropismos Editorial,
están a 3,07 € cada uno. Las editoriales pequeñas abaratan el libro electrónico
y las grandes lo encarecen.
P. B.: Parece que 7,95 € no sea mucho,
pero para algo que la gente no ve como algo tangible, que luego no puede
colocar en su librería, es mucho, sobre todo cuando puede encontrar cosas más
baratas o gratis, incluso.
Como los copistas, cuando se inventó la imprenta, vieron su
profesión en peligro, y la cultura dejó de ser patrimonio de los conventos;
pero escritores siempre serán necesarios, sea cual sean las futuras formas de
reproducción, claro que si los alimentamos ahora, sería un buen detalle.
P. B.: (risas de ambos). Claro, estamos en
un momento de cambio, necesitamos la perspectiva histórica, estamos todos muy
despistados. Se está acabando una cosa, pero no sabemos lo qué vendrá, y en ese
proceso hay muchas cosas que chocan, que no están bien engarzadas. Dentro de 50
años, editores, escritores… se habrán adaptado a una nueva situación, que no sé
cuál será.
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