CONTRA UN LADRÓN DE
PENSAMIENTOS –Carta VIII-
Señor
El
hecho que nuestro amigo nos robe los pensamientos no es más que una señal de su
aprecio por nosotros: no los cogería si no los considerara buenos. Y nosotros
nos equivocamos mucho al quedarnos pasmados porque él, que no tiene hijos,
adopte a los nuestros. Por lo que a mí respecta, lo que me ofende (pues ya
sabéis que tengo un espíritu vengador de entuertos, y una fuerte inclinación a
la justicia distributiva) es ver cómo él atribuye a su ingrata imaginación los
buenos servicios que le da su memoria, y se considera el padre de mil elevadas
concepciones, de las cuales no es más que la comadrona.
Vamos,
Señor; después de esto podemos vanagloriarnos de escribir mejor que él, dado
que él lo escribe todo como nosotros, y dejar en ridículo que, a su edad, tenga
todavía un escribiente en su casa, pues a nosotros no nos hace otro mal que
tornar nuestras obras más legibles. Al contrario, deberíamos recibir con
respeto tantas sabias advertencias morales con las cuales procura reprimir los
arrebatos de nuestra juventud.
Sí,
es verdad, nosotros deberíamos tener más fe en él, y dudar tan poco como del
Evangelio, pues todo el mundo sabe que no se inventa esas cosas. Ciertamente,
tener un amigo de esta clase es como mantener una imprenta a bajo precio. Yo
imagino, a pesar de todos sus grandes manuscritos, que si algún día, después de
su muerte, se hiciera un inventario de su biblioteca, es decir, de los libros
que son obra de su genio, todas las obras reunidas, frente a las que no le
pertenecen, formarían una colección de papel en blanco.
Se
atribuye sin cesar los despojos de los muertos, y cree que inventa aquello que
recuerda. Pero, de esta manera, demuestra mal la noble extracción de sus
pensamientos, al cogerlos tan antiguos como un hombre todavía vivo. Pero quiere
llegar a la metempsicosis, y demostrar que, al servirse de las ideas de
Sócrates, no las robó, habiendo sido él, en otro tiempo, el mismo Sócrates que
las imaginó. ¿No tiene suficiente memoria para enriquecerse sólo con este bien?
¿Cómo? ¡La tiene tan grande que recuerda lo que se dijo treinta siglos antes de
que él naciera!
En
cuento a mí, que soy algo menos sufrido que los muertos, conseguid que me
permita poner fecha a mis pensamientos, a fin de que mi posteridad no sea
dudosa. Antaño existió una diosa Eco, y él, sin duda, debió ser su dios, pues,
al igual que ella, siempre repite lo que los demás dijeron, y lo repite palabra
a palabra con tanta exactitud que, el otro día, al transcribir una de mis
cartas (él llama a esto componer) le costó todo el esfuerzo del mundo escribir
“Vuestro seguro servidor Beaulieu”, porque al pie decía,
Vuestro seguro servidor
De Bergerac
NOTA: Cyrano fue uno de los literatos más plagiados de su tiempo. El mismo Moliere le copió una escena para su obra Los enredos de Scapin, concretamente de la obra de Cyrano El pedante burlado.
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