LA OVEJA NEGRA
En
un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.
Fue
fusilada.
Un
siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó
muy bien en el parque.
Así,
en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas
por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes
pudieran ejercitarse también en la escultura.
EL ESPEJO QUE NO PODÍA DORMIR
Había
una vez un Espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él, se
sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos
se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del
tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del
neurótico.
LOS OTROS SEIS
Dice
la tradición que en un lejano país existió hace algunos años un Búho que a
fuerza de meditar y quemarse las pestaña estudiando, pensando, traduciendo,
dando conferencias, escribiendo poemas, cuentos, biografías, crónicas de cine,
discursos, ensayos literarios y algunas cosas más, llegó a saberlo y a tratarlo
prácticamente todo en cualquier género de los conocimientos humanos, en forma tan notoria que sus
entusiastas contemporáneos pronto lo declararon uno de los Siete Sabios del
País, sin que hasta la fecha se haya podido averiguar quiénes eran los otro
seis.
LA CUCARACHA SOÑADORA
Era
una vez una Cucaracha llamada Gregorio
Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era
un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que
soñaba que era una Cucaracha.
EL MONO QUE QUISO SER ESCRITOR
SATÍRICO
En
la Selva vivía un Mono que quiso ser escritor satírico.
Estudió
mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba
conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y a
observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la
mano.
Como
era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales,
en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor
recibido aún.
No
había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado
con júbilo tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los
demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a él
en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba invariablemente
comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza
humana y poder retratarla en sus sátiras.
Así
llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la
naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
Entonces
un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y
principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer
a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de
repente reflexionó que entre los animales de sociedad que lo agasajaban había
muchas urracas y especialmente una, y que si iba a ver retratadas en su sátira,
por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.
Después
quiso escribir sobre los oportunistas, y puso en ojo en la Serpiente, quien por
diferentes medios auxiliares en realidad de su arte adulatorio lograba siempre
conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas
suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas y desistió de hacerlo.
Después
deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que
trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que
sus amigos de este género, y especialmente uno, se ofendieran, terminó
comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta no hacía más que cantar
y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.
Después
se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra
las Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos;
pero tantas de éstas lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de
hacerlo.
Finalmente
elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no
encontró contra quién dirigir su baterías, pues todos estaban en los amigos que
compartían su mesa y en él mismo.
En
ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y
el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos
dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto
gusto.
Dibujos
de: William Hogarth
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