Créanme si les digo que no me queda más remedio que
molestarles con esta historia... porque la historia lo merece y porque ustedes,
queridos amigos, son los únicos que la pueden sostener. Acaso con su firma de
apoyo, pero eso ya lo verán mejor que yo.
La indignación y la pena me devoran y me digo que treinta y
cinco años de retratar las letras no merecen que me rinda ahora; y menos ante
un hecho como el que les quiero, necesito relatarles:
Durante más de diez años utilicé, en virtud de la alianza
entre El País y Le Monde un despacho en el séptimo piso de la redacción parisina
del vespertino, donde guardaba miles de negativos y diapositivas originales,
que hace unos días desaparecieron, así, sin más. Miguel Mora, el corresponsal
de El País en Francia, llegó el 7 de
marzo último a este despacho y se encontró con que lo habían vaciado totalmente
sin avisarnos y que todas nuestras cosas habían desaparecido. Nos pusimos a
buscar y encontramos en un sótano el gran archivador -que yo mismo pinté de
negro hace 10 años-. Nadie sabe ni quiere saber por qué decidieron
"desaparecer" mi trabajo de toda la vida. Miles de fotos tomadas a lo
largo de veintisiete años. Veintisiete años de esperas, nudos en la garganta,
noches en vela, revelados angustiosos... Más allá de la injusticia y del
absurdo, me encuentro con la gran paradoja de que Le Monde brinda sus mejores titulares -y estoy seguro de que con
los más sinceros sentimientos- para defender la libertad de expresión en Asia,
el respeto por las tradiciones cuando hay una guerra o una catástrofe en
exóticos lugares como Afganistán, Bosnia o Mali, pero miles de fotografías,
centenares de dossiers con la leyenda “Cortázar “, “Israel” “Escritores
latinoamericanos”, “Semana Negra de Gijón”, ”Carrefour de littératures”, “Saint
Malo”, “Mercedes Sosa”, “Astor Piazzola”, etc, no les dicen nada y tiran todo a
la basura sin consultar nada a nadie.
Necesito vuestra ayuda, aunque no haya nada que recuperar me
gustaría que al menos quede constancia de que lo sucedido en Le Monde es más que una negligencia: es
un profundo desprecio por un trabajo que forma parte de la memoria de nuestra
cultura contemporánea, al menos en la medida en que sus protagonistas son los
escritores que le dan naturaleza y dignidad a nuestra lengua y a nuestro mundo.
Solo se han salvado las cientos de fotos que alguna vez
digitalicé para libros o exposiciones, el resto desapareció para siempre.
De veras que me da pena molestarles pero sé que comprenderán
mi dolor y mi desazón.
Un abrazo grande.
París, 18 de marzo, 2013
También:
Es tan alucinante que cuendo lo escuché por la radio ayer pensé que no lo había entendido...
ResponderEliminar¡Joder!, eso es como tirar a la basura parte de nuestra memoria, mi solidaridad con el fotógrafo.
ResponderEliminarAcepta..
EliminarEl boomerang te regresara..y,
entenderas.
Un abrazo muy fuerte.