“El
capitán Nemo abrió una puerta situada frente a la que me había dado acceso en
la biblioteca, y pasé a un salón inmenso y espléndidamente iluminado.
Era un
amplio cuadrilátero con esquinas achaflanadas, de diez metros de largo, seis de
ancho y cinco de alto. Un techo luminoso, decorado con gráciles arabescos,
irradiaba una luz clara y suave sobre las maravillas acumuladas en aquel museo.
Porque se trataba de un verdadero museo en el que una mano inteligente y
pródiga había reunido todos los tesoros de la naturaleza y el arte, con ese
revoltijo artístico que distingue un taller de pintura.
Madona de
Casa Tempi (1508), Rafael
La Virgen
de las Rocas (1486), Leonardo
Venus de
Urbino (1538), Tiziano
Marina (1685),
Backhysen
Naufragio
(1759), Vernet
Una
treintena de cuadros de grandes maestros, enmarcados uniformemente y separados
por resplandecientes panoplias, decoraban los muros cubiertos por tapices de un
diseño austero. Vi allí telas de extraordinario valor y que en su mayor parte
ya había admirado en las colecciones particulares europeas y en exposiciones de
pintura. Las diversas escuelas de los maestros antiguos estaban representadas
por una madonna de Rafael, una virgen
de Leonardo da Vinci, una ninfa de Correggio, una mujer de Tiziano, una
adoración de Veronese, una ascensión de Murillo, un retrato de Holbein, un
monje de Velázquez, un mártir de Ribera, una kermesse de Rubens, dos paisajes flamencos de Teniers, tres
pequeños cuadros de género de Gérard Dow, Metsu y Paul Potter, dos telas de
Géricault y Prud’hon y unas marinas de Backhuysen y Vernet. Entre las obras de
pintura moderna había cuadros pintados por Delacroix, Ingres, Decamps, Troyon,
Meissonier, Daubigny, etc., y varias réplicas admirables de estatuas de mármol
o bronce, según los más bellos modelos de la Antigüedad, se alzaban sobre sus
pedestales en los ángulos de aquel magnífico museo. El estado de estupefacción
que me había anunciado el comandante del Nautilus comenzaba a apoderarse de mí.
Antonio
Correggio: Júpiter e Ío (Giove e Io, ca. 1531). Museo de Historia del Arte de
Viena.
Adoración de los pastores (1523-25), Veronese
La Asunción
de la Virgen (1670), Murillo
Retrato
de Catalina Howard (1540), Holbein
Retrato del Cardenal Camillo Pamphili –a falta del monje que
cita el texto- (1650-51), Velázquez
Martirio de san Andrés (1628), Ribera
Retrato
de Josefina de Beauharnais (1805), Prud’ hon
-Profesor
–dijo aquel hombre singular-, disculpe el descuido con que lo recibo y el
desorden que reina en este salón.
-Señor
–respondí-, sin tratar de averiguar quién es usted, ¿puedo considerarle un
artista?
Kermesse (circa 1630-38), Rubens
Paisaje
con gitanos (1641-45), Teniers el Joven
Paisaje
con ermitaños (siglo XVII), Teniers el Joven
Panadero
soplando el cuerno (circa 1660-63), Gabriel Metsu
Los toros
(1647), Paulus Potter
Tres amantes
(1817), Géricault
-Un
aficionado, nada más. En otro tiempo me gustaba coleccionar las bellas obras
creadas por la mano del hombre. Era un ávido coleccionista, un buscador
infatigable, y pude reunir algunos objetos de gran valor. Estos son mis últimos
recuerdos de un mundo que ha muerto para mí. Sus artistas modernos son antiguos
a mis ojos. Tienen dos o tres mil años de existencia y los confundo en mi
mente. Los grandes maestros no tienen edad.”
Retrato
de Aspasia (1824), Delacroix
Bañista
de medio cuerpo (1807), Ingres
La patrulla
turca (1831), Decamps
Ganado abrevando
(1851), Troyon
Los amantes
de la pintura (1860), Meissonier
La rueda
(1826), Daubigny
(Extractos
del capítulo XI de la Primera Parte, “El Nautilus”, de la edición de Veinte mil leguas de viaje submarino de
Nórdica Libros, traducción de Íñigo Jáuregui)
Pintura portada: Retrato
de la madre de Rembrandt (circa 1630-35), Gérard Dow
Qué buena idea la de bucear en los cuadros citados!
ResponderEliminarCuando leí "20.000 leguas de viaje submarino",me sentí fascinada por el Nautilus,tanto como por su capitán. Ya por entonces, apenas una adolescente, me sentía atraída por un tipo de vida que aún hoy me resulta seductora: el aislamiento del mundo en algún lugar secreto rodeada de arte y libros. El Nautilus representa por lo tanto para mí el ideal de guarida maravillosa.
ResponderEliminarMe pareció una buena idea, ya que se ha escrito mucho sobre la "Biblioteca del Nautilus", pero no de los pintores. Me falta uno que no he encontrado, "una ninfa" de Correggio, dice Aronnax. He tenido en cuenta que los cuadros fueran pintados en fechas anteriores a la época que se supone (1886) que el Nautilus surcaba los mares.
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