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domingo, 24 de febrero de 2013

LA PINACOTECA DEL NAUTILUS



“El capitán Nemo abrió una puerta situada frente a la que me había dado acceso en la biblioteca, y pasé a un salón inmenso y espléndidamente iluminado.

Era un amplio cuadrilátero con esquinas achaflanadas, de diez metros de largo, seis de ancho y cinco de alto. Un techo luminoso, decorado con gráciles arabescos, irradiaba una luz clara y suave sobre las maravillas acumuladas en aquel museo. Porque se trataba de un verdadero museo en el que una mano inteligente y pródiga había reunido todos los tesoros de la naturaleza y el arte, con ese revoltijo artístico que distingue un taller de pintura.

Madona de Casa Tempi (1508), Rafael

La Virgen de las Rocas (1486), Leonardo

Venus de Urbino (1538), Tiziano

Marina (1685), Backhysen

Naufragio (1759), Vernet

Una treintena de cuadros de grandes maestros, enmarcados uniformemente y separados por resplandecientes panoplias, decoraban los muros cubiertos por tapices de un diseño austero. Vi allí telas de extraordinario valor y que en su mayor parte ya había admirado en las colecciones particulares europeas y en exposiciones de pintura. Las diversas escuelas de los maestros antiguos estaban representadas por una madonna de Rafael, una virgen de Leonardo da Vinci, una ninfa de Correggio, una mujer de Tiziano, una adoración de Veronese, una ascensión de Murillo, un retrato de Holbein, un monje de Velázquez, un mártir de Ribera, una kermesse de Rubens, dos paisajes flamencos de Teniers, tres pequeños cuadros de género de Gérard Dow, Metsu y Paul Potter, dos telas de Géricault y Prud’hon y unas marinas de Backhuysen y Vernet. Entre las obras de pintura moderna había cuadros pintados por Delacroix, Ingres, Decamps, Troyon, Meissonier, Daubigny, etc., y varias réplicas admirables de estatuas de mármol o bronce, según los más bellos modelos de la Antigüedad, se alzaban sobre sus pedestales en los ángulos de aquel magnífico museo. El estado de estupefacción que me había anunciado el comandante del Nautilus comenzaba a apoderarse de mí.

Antonio Correggio: Júpiter e Ío (Giove e Io, ca. 1531). Museo de Historia del Arte de Viena.

Adoración de los pastores (1523-25), Veronese

La Asunción de la Virgen (1670), Murillo

Retrato de Catalina Howard (1540), Holbein

Retrato del Cardenal Camillo Pamphili –a falta del monje que cita el texto- (1650-51), Velázquez

Martirio de san Andrés (1628), Ribera

Retrato de Josefina de Beauharnais (1805), Prud’ hon

-Profesor –dijo aquel hombre singular-, disculpe el descuido con que lo recibo y el desorden que reina en este salón.

-Señor –respondí-, sin tratar de averiguar quién es usted, ¿puedo considerarle un artista?

Kermesse (circa 1630-38), Rubens

Paisaje con gitanos (1641-45), Teniers el Joven

Paisaje con ermitaños (siglo XVII), Teniers el Joven

Panadero soplando el cuerno (circa 1660-63), Gabriel Metsu

Los toros (1647), Paulus Potter

Tres amantes (1817), Géricault

-Un aficionado, nada más. En otro tiempo me gustaba coleccionar las bellas obras creadas por la mano del hombre. Era un ávido coleccionista, un buscador infatigable, y pude reunir algunos objetos de gran valor. Estos son mis últimos recuerdos de un mundo que ha muerto para mí. Sus artistas modernos son antiguos a mis ojos. Tienen dos o tres mil años de existencia y los confundo en mi mente. Los grandes maestros no tienen edad.”

Retrato de Aspasia (1824), Delacroix

Bañista de medio cuerpo (1807), Ingres

La patrulla turca (1831), Decamps

Ganado abrevando (1851), Troyon

Los amantes de la pintura (1860), Meissonier

La rueda (1826), Daubigny

(Extractos del capítulo XI de la Primera Parte, “El Nautilus”, de la edición de Veinte mil leguas de viaje submarino de Nórdica Libros, traducción de Íñigo Jáuregui)

Pintura portada: Retrato de la madre de Rembrandt (circa 1630-35), Gérard Dow

3 comentarios:

  1. Qué buena idea la de bucear en los cuadros citados!

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  2. Cuando leí "20.000 leguas de viaje submarino",me sentí fascinada por el Nautilus,tanto como por su capitán. Ya por entonces, apenas una adolescente, me sentía atraída por un tipo de vida que aún hoy me resulta seductora: el aislamiento del mundo en algún lugar secreto rodeada de arte y libros. El Nautilus representa por lo tanto para mí el ideal de guarida maravillosa.

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  3. Me pareció una buena idea, ya que se ha escrito mucho sobre la "Biblioteca del Nautilus", pero no de los pintores. Me falta uno que no he encontrado, "una ninfa" de Correggio, dice Aronnax. He tenido en cuenta que los cuadros fueran pintados en fechas anteriores a la época que se supone (1886) que el Nautilus surcaba los mares.

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