Los
mellizos participarán en el Auto de Navidad vestidos de pastores y no pueden
hacer de Reyes Magos, que es lo que habrían querido; pero ni siquiera habrá
camellos, así es que están rabiosos. Tienen casi seis años y están deseando ser
mayores para hacer lo que les da la gana, y poder actuar en un teatro con
piratas y un superman que vuele.
Ha dicho Sor Inocencia con su manía de usar diminutivos para hablar con los
niños:
—Hay
que adornar el escenario con globitos de colores. Tenéis que traer diez
globitos cada uno.
Los mellizos no se parecen en nada, si serán diferentes que se llaman María
José y José María. Les hubiera gustado ser hijos únicos; pero como no pudo ser,
les hubiera gustado ser gemelos idénticos para no tener que ir los dos al
colegio: habrían convencido a sus padres de que sólo tenían un hijo y se
habrían turnado, no se habrían visto obligados a tragar el jarabe, acostarse a
las nueve y media, lavarse los dientes, ir al dentista, hacer de pastorcitos…
sin poderse escapar. Siempre “los dos”.
Los mellizos han recibido el dinero para comprar globos; pero quieren comprarse
huevos de chocolate con sorpresa dentro, y como hacen los deberes en la
rebotica de la Farmacia de sus padres, han decidido coger los globos que venden
allí, que son transparentes, pero les pintarán ojos y sonrisa con sus témperas
nuevas. En vez de diez cada uno, llevaran cincuenta porque como no son de
colores…
—¡Diremos que eran más baratos y nos han dado más! — dice ella
—¡Buena idea!— dice él.
No se sabe por qué, cuando ya está preparado todo, la Virgen y San José con un
muñeco de Niño Jesús en la cuna, los peluches que hacen de buey, que es un león
al que han puesto unos cuernos de vikingo y el asno, que parece un poco raro
con tantas rayas blancas y negras, los pastores, los Reyes Magos sin camellos,
todos los globitos colgados, y se abre el telón, los padres no se callan… Al
contrario, cada vez arman más barullo… Y luego quieren que ellos estén
calladitos cuando les mandan. De pronto, aparecen sus padres en el escenario y
le dicen a Sor Inocencia que cierre el telón y como locos empiezan a descolgar
los globitos pintados de los mellizos.
—¡Vosotros dos vais a estar castigados sin ver televisión todas
las vacaciones de Navidad!
Cuando vuelven a abrir el telón todos están descentrados y nerviosos: la Virgen
María de pronto se pone a llorar y dice que tiene sueño, le duele la barriga, y
sale corriendo. Al Rey Mago Melchor, que se le ha caído la barba y la lleva
como un babero, le entran tantas ganas que levanta su dedito para pedir
permiso, y como nadie le dice que puede ir, avisa muy educado: “¡Tengo un
pis!”, y abandona corriendo el escenario. Mientras, los mellizos,
vestidos de pastorcitos, lloran a más y mejor, y gritan a sus padres que no es
justo, todas las vacaciones sin ver la televisión… Para seguir leyendo:
¡Gracias!
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